La arquitectura es parte sustancial de la historia del desarrollo social, cultural, religioso, político y económico de la humanidad.
A través de los testimonios históricos de distintas épocas de la civilización occidental y del mundo musulmán la arquitectura ha sido el rostro que los hombres imprimen a sus pueblos y ciudades, diseñando y conservando su morada y los espacios para trabajar, para gobernar, para el comercio, para la cultura, para la actividad religiosa, y para proteger su patrimonio y sus ámbitos de poder.
Concepto.
En México, y de acuerdo a la definición del concepto, ya en los 40, el maestro José Villagrán García iniciaba su cátedra diciendo que “la arquitectura es el arte de construir la morada integral del hombre”, incorporando en este concepto la vivienda misma en todas sus formas y expresiones; la morada integral del hombre incluye templos, escuelas, edificios de gobierno, edificios para la cultura, instalaciones para la recreación y el deporte, imprimiendo en cada caso el sello de capacidad técnica y sensibilidad artística para mezclar la belleza, la funcionalidad y el manejo adecuado de los materiales.
Desde principios del Siglo XX estos conceptos llegaron a inspirar al gran arquitecto Le Corbusier para calificar a la arquitectura como “El juego (mágico) sabio y maravilloso de los volúmenes ensamblados por la luz”.
Factores.
Podemos interpretar la obra arquitectónica en Guerrero con las siguientes constantes: El primero es el factor geográfico y físico, modelando el hábitat humano según la región y los materiales disponibles, como el clima del lugar, las características del suelo, los materiales que ofrece la tierra de forma espontánea y que el guerrerense construye partiendo de ello.
En segundo término está el humano; éste genera el contenido del espacio y su envolvente formal.
Posteriormente, en tercer lugar, la técnica constructiva del edificio, para que la obra sea resistente a las fuerzas de la intemperie y del uso constante de sus muros, cubiertas, vanos, etc.
En el cuarto punto se lucha con una palabra que es prosa y obstáculo: el presupuesto; el aspecto económico, que nos hace ver si la obra se puede realizar con todos los aspectos emocionales con los que se concibió, dando respuesta a un programa de necesidades en relación a la tipología de la obra arquitectónica.
Todo esto influye en el factor plástico formal, elemento indispensable que es parte esencial de la sensibilidad del buen arquitecto de este territorio donde el sol envuelve los volúmenes con los que motivamos nuestro ser.
La Arquitectura como profesión.
La obra arquitectónica de alta calidad en Guerrero es realizada por profesionales mexicanos de diferentes partes de la República, ya sea avecindados o nacidos en el estado; la obra surge de la alta comprensión y reinterpretación de fuentes populares de cada una de las regiones con sus tradiciones, que resumen la experiencia de siglos. La arquitectura que necesita Guerrero en cualquier época tiene que estar en perfecta consonancia con los problemas que plantea cada una de las regiones del estado.
Bajo el sol, al trazar en un plano la sociedad de formas y espacios, en la compleja urdimbre de la ciudad, el urbanista y arquitecto guerrerense reflexiona en nombre de la ecología el deber de fidelidad a esta maravillosa naturaleza; y esta relación armónica de la sinfonía de formas naturales con la estructura física de la ciudad es concebida en respuesta a las condiciones de la topografía del sitio; se borda una traza irregular, natural y espontánea, como ese medallón que es Taxco, o en círculos concéntricos, siguiendo la forma de la bahía y las calles perpendiculares al mar, a la zona costanera; ése fue el origen de Acapulco, con un plan de sentido común, conceptualizado por la mente de arquitectos sin formación académica.
Las obras arquitectónicas son y tienen presencia cuando se inician con una conceptualización inconmensurable, pasando por lo conmensurable cuando se diseña, y, al final, termina nuevamente siendo inconmensurable; se siguen las leyes de la naturaleza y utilizamos diferentes materiales, técnicas de construcción e ingeniería, pero al final, cuando la obra arquitectónica llega a ser parte de lo vivo, evoca cualidades inconmensurables y el espíritu de su existencia prevalece. Las edificaciones en Guerrero se presentan como una ofrenda a la arquitectura, haciendo un eco en el silencio de este contexto de sortilegio; al sol ofrendan su sombra.
El arquitecto guerrerense, al igual que todos los arquitectos del mundo, tiene una enorme responsabilidad al enfrentar los problemas urbanos, arquitectónicos y ecológicos. Su tarea y reto es dotar al ser humano de una mejor calidad de vida, desde un punto de vista social. El arquitecto, por su naturaleza y formación, es un coordinador, hombre de visión y capacidad de competencia a toda prueba, con lo que resuelve los problemas sociales, técnicos, económicos y estéticos formales de la edificación; consciente de las nuevas técnicas científicas y las conceptualizaciones plásticas del espacio arquitectónico, en respuesta a las nuevas necesidades sociales. El arquitecto debe tener la finalidad de mejorar la vida del pueblo guerrerense, correspondiendo a la dignidad del ser humano.
La sociedad de nuestro estado demanda y espera de nosotros al profesionista de alta calidad que aporte experiencias y vivencias completas; que actúe con madurez en el contexto que le corresponde, que participe en nuestro medio como consultor de los gobiernos estatales y municipales, proyectistas y constructores de la obra pública en las esferas municipales y en el extenso campo de la iniciativa privada, emprendiendo también la investigación y la participación académica.
Historia.
En Guerrero, con siete regiones que lo convierten en un mosaico de etnias, de climas, de costumbres y tradiciones, la arquitectura y sus formas de expresión responden también a las etapas históricas que nuestro estado ha vivido.
Antes de la presencia española, los pueblos y construcciones indígenas representaban claramente los valores del pensamiento social y religioso de los pobladores. La arquitectura y sus expresiones estaban íntimamente ligadas con la religión y con la naturaleza, con la astronomía y la conjunción de creencias míticas.
Templo de Tehuacalco, construido con un sistema de bloque de piedra parado, intercalado de pequeñas lajas acomodadas horizontalmente.
La Arquitectura Prehispánica.
Es el legado de nuestras tradiciones arquitectónicas producido por las culturas y civilizaciones precolombinas, las cuales se manifiestan de la mejor manera en la forma de monumentales estructuras como las pirámides, edificios públicos, ceremoniales y urbanos. La Arquitectura Prehispánica Guerrerense es un ejemplo y una referencia de cómo y por cuáles lugares caminaron tribus y grupos humanos, que dejaron su huella a través de la alfarería, de la minería, de otras actividades artesanales y de sus expresiones rudimentarias de arquitectura, que nos marcan los rangos de riqueza y poder de los gobernantes, y su cultura manifiesta su relación estrecha entre la geografía mítico–religiosa y el principio cíclico de vida, muerte y renacimiento. Otro factor importante en la arquitectura eran los cuerpos celestiales; algunas construcciones estaban alineadas con ciertos cuerpos celestes en épocas especiales, otras veces eran levantadas para lograr efectos de iluminación durante los equinoccios y así poder observar la particular alineación de estrellas y planetas.
Guerrero se encuentra en una región antiguamente llamada Cihuatlán (“lugar junto a las mujeres”, en náhuatl; Ñuu Ra, en mixteco). La identidad de los primeros grupos o habitantes de estas tierras causa polémica, ya que para algunos autores los mismos olmecas que habitaron la región del Golfo de México también se asentaron en estas regiones durante el periodo preclásico mesoamericano, que dejó gran influencia en la cultura del estado, como la característica del “Hombre Jaguar”, el agrupamiento de aldeas dispersas, la construcción de templos ceremoniales y el establecimiento de una organización política, cultural y religiosa administrada por sacerdotes que fueron asumiendo funciones de gobierno.
Otras culturas que se asentaron en el estado, como la Mezcala y los coixcas en el Siglo VIII, nos dejan una arquitectura y cerámica que tenía un carácter ritual, incorporando sus elementos artísticos a la escultura en piedra.
Para el Siglo XIV se encontraban ya asentados en el territorio diversos pueblos con sus características culturales propias, conviviendo de manera pacífica y otros en constantes conflictos bélicos; entre los más importantes estaban los purépechas, cuitlaltecas, ocuiltecas y matlatzingos, en la Tierra Caliente; los chontales, mazatlecos y tlahuicas, en la sierra norte; los coixcas y tepuztecos, en los valles centrales; los tlapanecos y los mixtecos, en La Montaña; los yopes, mixtecos y amuzgos, en la Costa Chica, y los tolimecas, chubias, pantecas y cuitlaltecas, en la Costa Grande. Destacan muestras de arquitectura prehispánica los sitios arqueológicos siguientes:
Sitio |
Municipio |
Cultura |
Temporalidad |
Abierto al Público |
Observaciones |
Soledad de Maciel |
Petatlán |
Olmeca, teotihuacana, tolteca y cuitlateca |
1000 a. C. a |
No |
El sitio arqueológico más importante de la Costa Grande. Posiblemente se trate del asentamiento llamado Xiuacan. |
Tehuacalco |
Chilpancingo de los Bravo |
Tolteca y yope |
600 a. C. a |
Sí |
Primer sitio excavado del antiguo territorio del Yopitzingo. |
Oztuma |
Canuto A. Neri |
Chontal y azteca |
1300 a 1519 d. C. |
No |
Fortaleza mexica para hacer frente al avance chontal |
Pezuapan |
Chilpancingo de los Bravo |
Tolteca |
950 a 1350 d. C. |
No |
Sitio arqueológico emplazado en un largo corredor para aprovechar las rutas comerciales prehispánicas |
Teopantecuanitlán |
Copalillo |
Olmeca |
600 a. C. a |
Sí |
El más importante sitio con vestigios de la cultura olmeca en Guerrero |
Piedra Labrada |
Ometepec |
Zapoteca |
200 a 900 d. C. |
No |
El mayor sitio arqueológico de la Costa Chica, que destaca por tener más de 5 juegos de pelota y escultura mayor diseminada en el lugar |
Contlalco |
Tlapa de Comonfort |
Teotihuacana, tolteca y tlapaneca |
200 a 1521 d. C |
No |
Sitio localizado dentro de la ciudad de Tlapa de Comonfort, que llegó a conquistar muchos pueblos de La Montaña y la región Centro |
Huamuxtitlán |
Tlapa de Comonfort |
Tlapaneca y azteca |
1200 a 1521 d. C. |
Sí |
Asentamiento de tlapanecos que comerciaban con mixtecos y que posteriormente fue punto de control de los mexicas. |
Ixcateopan |
Ixcateopan de Cuauhtémoc |
Chontal y azteca |
1350 a 1521 d. C. |
Sí |
Punto de control de los mexicas |
La Arquitectura durante el Virreinato.
La presencia de los españoles en el Siglo XVI incorpora cambios violentos a partir de la destrucción de templos y palacios indígenas como edificios emblemáticos de las culturas existentes, sustituyéndolos por iglesias, conventos, atrios, plazas y catedrales de claro estilo europeo, utilizando mano de obra indígena.
Las primeras manifestaciones arquitectónicas de los conventos que fundaron los frailes agustinos en el año 1532, tenían una nave rasa en su emplazamiento, con muros de carga construidos con adobe o piedra; fueron evolucionando y comienzaron a desarrollar elementos constructivos como las torres, que se alzan esbeltas y majestuosas, así como las cúpulas, presentes en casi todos los templos.
Las nuevas ciudades eran edificadas bajo el mandato de los reyes españoles y con los mismos cánones, sin tomar en cuenta las características del lugar; el trazo reticular de sus calles, con numerosas plazas y monumentos; y al ser la iglesia el edificio más importante y representativo de la religión católica se colocaba al centro de la ciudad, dándole jerarquía con respecto a las demás edificaciones; con el tiempo la plaza principal se convirtió en el centro de las actividades de las comunidades, con edificaciones de gobierno, comercio, reunión y la iglesia con su atrio en primer plano.
Se menciona como primera etapa del desarrollo histórico la presencia misionera en la región de La Montaña guerrerense, con algunas capillas en comunidades de esta misma región y oriente del estado, destacando la capilla abierta en la comunidad de Paso Morelos, actualmente en pie, como ejemplo de las manifestaciones originales y que se modificaron posteriormente, la fundación del primer Convento en Chilapa y una Pila Bautismal (ésta actualmente en pie), en 1533, por los agustinos fray Jerónimo de San Esteban y fray Agustín de la Coruña, provenientes del convento de Ocuituco, en el actual estado de Morelos.
A partir de esta fundación se logra consolidar la organización del servicio religioso y se amplía la cobertura a los poblados de Atlixtac, Tlapa, Alcozauca, Huamuxtitlán, Xochihuehuetlán, Totomistlahuaca, Quechultenango, Zitlala y Tepecoacuilco, en donde se fundan otros conventos, actualmente desaparecidos, salvo los de Tlapa, Tepecoacuilco y Zitlala, parcialmente en pie.
Estas primeras manifestaciones tenían una nave rasa en su emplazamiento, con muros de carga construidos con adobe o piedra –que en algunos casos agregan una torre elemental al costado– y cubierta de madera y pajón, o, en el mejor de los casos, techumbre de piedra en forma de bóveda. Evolucionan y se comienzan a desarrollar elementos constructivos como las torres, que se alzan esbeltas y majestuosas, así como las cúpulas, presentes en casi todos los templos, sostenidas generalmente por una base ortogonal, que ya cuentan con una fortificada nave, con cabecera poligonal, bóvedas de crucería o de cañón y un tratamiento exterior de gran sobriedad, con muros desnudos y remates almenados, todos estos con variantes según las órdenes religiosas, como los franciscanos, los agustinos, etc.
En los siglos XVI y XVII, en las regiones de Tierra Caliente y Costa Grande, se introduce la misión agustina a través de la provincia de San Nicolás Tolentino, proveniente del actual estado de Michoacán, y auspiciados en 1532 por el llamado Apóstol de Tierra Caliente, fray Juan Bautista Moya, donde se fundan varias poblaciones y con ellas algunos inmuebles religiosos como el Convento de Cutzamala de Pinzón y el de Ciudad Altamirano (éste último actualmente desaparecido), las capillas de San José Poliutla, San Miguel Totolapan, San Cristóbal, Zirándaro, Almoloya y, con un grado de alteración mayor, las iglesias de Ajuchitlán, Tlapehuala, Arcelia y Tlalchapa.
A su vez, ubicados en la zona Norte, parte del Centro, Tierra Caliente y costa de Acapulco se percibe la presencia de la misiones franciscanas provenientes de la cabecera de Cuernavaca y muy probablemente de los estados de México y Puebla, dando lugar a obras importantes en Taxco, Ixcateopan, Tetipac, San Simón Oztuma, Tetela del Rio, Tlamacazapa, Acuitlapán, Pilcaya, Zitlala, Tlalcozotitlán, Dos Arroyos y Acapulco, entre otros.
Para identificar cronológicamente los inmuebles podemos distinguir que en los siglos XVI y XVII se perciben en cierto grado los estilos manieristas, mudéjar y, en menor grado, el plateresco, como los casos de San José Poliutla, Paso Morelos, San Agustín de Tlapa, Cutzamala de Pinzón, Ixcateopan, Pilcaya, y Tetela del Río. Durante el Siglo XVIII, el estilo barroco ha sido el más importante y de mayor significación, representado por la parroquia de Santa Prisca en la ciudad de Taxco de Alarcón, la parroquia de la Asunción en Cutzamala de Pinzón, la iglesia de San Martín de Tours en Tixtla, entre otros.
El Castillo, en Teloloapan.
Las iglesias no se edificaban solas, sino con sus servicios y complementos; así pues, durante el Siglo XVII tienen su auge las iglesias conventuales y monasterios, construidos, según las instrucciones españolas, de nave única con una fachada lateral siguiendo la dirección de la calle, y con un atrio ancho.
Una de las ciudades más representativas de la arquitectura colonial en el estado de Guerrero es la ciudad de Taxco de Alarcón, con una variante en su traza de plato roto, por la topografía serrana que es característica del estado, y su iglesia de Santa Prisca y San Sebastián, una de las joyas del barroco–churrigueresco hispanoamericano del Siglo XVIII, que hasta la fecha no ha sufrido alteración sustancial dentro de su estructura formal de origen, lo que la coloca como un inmueble histórico único en el estado y el país.
La influencia indígena se hace notar en lo decorativo, con un tipo de talla de superficies planas a bisel que encontramos en portadas de muchas construcciones; aquí es donde comienza una característica única de la arquitectura colonial mexicana, al poder integrar las corrientes artísticas europeas con el arte de las culturas prehispánicas para poder conseguir una identificación de esas civilizaciones con la religión católica, buscando la conversión de creencias religiosas, y no sólo eso, ya que no se podían seguir fielmente los cánones de los estilos establecidos mencionados anteriormente debido a que no contaban con la mano de obra, con los conocimientos para edificar tales construcciones, ni con los materiales exactos para realizarlos, combinando nuevos procesos constructivos con nuevos materiales.
Las haciendas formaban parte de un sistema económico iniciado por los españoles en el Siglo XVI; son latifundios que siembran y hacen producir los indígenas, y alimentan centros manufactureros convertidos en sede de empresas dedicadas a la producción y exportación de azúcar, alcohol, vino, trigo, pulque y otros productos, así como a la explotación de oro y plata.
Con el paso del tiempo las haciendas fueron reflejando el nivel económico alcanzado por sus propietarios y se convirtieron también en fincas de recreo, símbolos de salud y cultura, un apogeo que derivó en un desarrollo arquitectónico espectacular, acompañado en el interior de muebles, antigüedades y obras de arte procedentes de todo el mundo, y en el exterior de la plantación de bellos jardines con fuentes, capillas, claustros y todo tipo de sofisticados detalles, incluso en ocasiones pequeños acueductos.
Muchas de estas haciendas han sido restauradas y reconvertidas en hermosos hoteles, con elegantes cuartos, suntuosos restaurantes y una oferta gastronómica espectacular. Todo rodeado de magníficos entornos, ya sea en el centro de las más bellas localidades mexicanas o en el campo.
El Fuerte de San Diego y Fortín Álvarez, en el puerto de Acapulco; la exhacienda del Chorrillo, la de San Juan Bautista y la de San Francisco, en la ciudad de Taxco de Alarcón; la exhacienda de don Nicolás Bravo, en Chichihualco; la exhacienda de Tecolutla, en Chilapa de Álvarez; la exhacienda de La Providencia, en el municipio de Acapulco; la casa de producción denominada El Castillo, en Teloloapan, o bien la fábrica de hilados y tejidos en El Ticuí, municipio de Atoyac de Álvarez.
En el caso de inmuebles de interés histórico, la casona que perteneció a José de la Borda en la comunidad de Tehuilotepec y la de Taxco de Alarcón; la casona perteneciente al general Vicente Guerrero y la de Ignacio Manuel Altamirano, en la ciudad de Tixtla; la casona de Eutimio Pinzón, en Cutzamala de Pinzón; la casona que sirvió de prisión al generalísimo Morelos, en Tepecuacuilco, sólo por mencionar algunos.
Ruinas de la fábrica de hilados y tejidos en El Ticuí, Atoyac de Álvarez.
Hasta el Siglo XVIII, estas nuevas expresiones de arquitectura se habían desarrollado en el bajío y centro del país y, en menor grado, en lo que ahora es el estado de Guerrero; en este territorio se mantuvo hasta finales del Siglo XVIII una mezcla de formas que correspondían más a las culturas y etnias originarias. Sin embargo, la vivienda vernácula, es decir, la arquitectura familiar, las casas que surgieron en los pueblos que fueron creciendo con una traza urbana virreinal, tenía un estilo y un concepto español que en la región Centro, en la Costa Grande y en la Tierra Caliente se desarrollaron con mayor definición urbana.
La casa con techos de madera y teja, a dos aguas, portales exteriores y patio central sembrado de árboles se convirtió en el prototipo de vivienda para las clases media y alta, distinguiéndose de las casas de “bajareque” (paredes de varas o carrizos revestidos con lodo) y techo de paja, de zacate o palapa en las zonas costeras que habitaban las familias de campesinos y peones de hacienda.
La Arquitectura Contemporánea.
En los inicios del Siglo XX fueron precisamente las haciendas el concepto más representativo de las diferencias económicas y del acceso a la educación y a la salud entre las clases sociales. Eran ámbitos de poder económico y de dominio social que compartían decisiones políticas y sociales con las autoridades de gobierno y con las autoridades eclesiásticas para mantener una estructura que favorecía la producción y el comercio, pero marginaba el bienestar social y familiar de quienes hacían producir la tierra y los centros artesanales.
Este estado de sometimiento convirtió a las haciendas mismas, que llegaron a ser ejemplos majestuosos de arquitectura virreinal y se consolidaron como emblema de poder en el periodo porfirista.
Durante la Colonia, el Virreinato, el movimiento de Independencia y hasta el Porfiriato, la arquitectura en México se implantó o se enriqueció, plásticamente hablando, por la cultura europea, incluyendo sus diferentes corrientes de pensamiento; el estallamiento de la justa revolucionaria, dos meses después de las fiestas de celebración del Centenario de la Independencia, no solamente dio término al periodo porfirista de gobierno, sino que reorientó la actividad arquitectónica del país, caracterizado por una arquitectura neoclásica.
Esta influencia del neoclásico y demás nexos de la época del Porfiriato la encontramos en el estado en el actual Museo Regional de Guerrero y en la Catedral de la Asunción, en Chilpancingo; la parroquia de San Francisco, en Iguala; la parroquia de Buena Vista de Cuéllar; el Santuario del Señor del Perdón, en Igualapa, por mencionar algunos.
Arquitectura Moderna y Globalizada.
El estado de Guerrero no es precisamente un ejemplo de progreso e innovación tecnológica, más bien es un estado que por sus características geográficas y por la idiosincrasia de su pueblo se ha mantenido al margen de los beneficios de la modernidad y de su influencia; ha sido gestor de luchas sociales, lo que ha generado una sociedad controvertida, plural, que se manifiesta en una amalgama de arquitectura variada que le da color, geometrías y formas diferentes; la denominamos Arquitectura Vernácula y Popular, de un gran valor arquitectónico y cultural, de la cual tenemos valiosos ejemplos, como las comunidades de Chilapa y Tixtla, en la región Centro; Coyuca de Catalán y Cutzamala de Pinzón, en Tierra Caliente, o bien, algunas comunidades de las regiones Norte y La Montaña, como Teloloapan, Tecalpulco y Cualac, entre otras, las cuales es necesario preservar mediante acciones de catalogación y legalización a nivel de cabildo municipal, de tal suerte que se garantice con ello la permanencia de tan valioso legado, independientemente de que la protección de los monumentos históricos se tienen que ejercer por ley federal; para lograr lo anterior, es menester que las autoridades municipales, organismos, asociaciones civiles y población en general colaboren con el Centro INAH Guerrero.
Sobresalen ciudades como Taxco, Acapulco y Zihuatanejo (denominado el Triángulo del Sol), que se han convertido por su paisaje y arquitectura en uno de los destinos turísticos más importantes del país y del continente.
Arquitectura Turística en Guerrero.
En la guía de emociones es imprescindible rescatar estampas de la imagen de Taxco, ciudad de la plata y el barroco, captadas por don Manuel Toussaint en 1931:
“Imposible imaginar seres más caprichosos, más locos que las calles de Tasco. Odian la línea recta por su fealdad matemática; detestan la horizontal por su falta de espíritu. Aquí, en Tasco, las calles avanzan, suben, descienden, tuercen a la izquierda, después a la derecha; de pronto se encabritan en una barranca, o se arrepienten y regresan al punto de partida ¿Quién dijo que las calles fueron inventadas para ir de un sitio a otro, o para dar salida a las casas? Las calles de Tasco existen como entes de sinrazón, lo cual justifica su existencia más que si lo fuesen de razón. Algunas son puramente decorativas como el espacio que se abre, hacia algo desconocido, entre los bastidores de una trascendental decoración de teatro. Otras quieren ceñir a la población, víboras rellenas de plata alrededor del abdomen excesivo, y renuncian, desmayan lánguidas y se pierden en la ladera de un cerro. Después inventan un pretexto para reanudarse, pero no donde debieran, sino en el sitio que a su pereza conviene.
“Las casas de Tasco tienen la sencillez de las cosas perfectas. Todas están cubiertas de tejados magníficos, salvo cinco o seis que gastan techos de terrado y azotea. Sus muros encalados deslumbran; sus puertas azules acogen. Casi todas las casas ostentan terrazas cubiertas, loggias con arquerías anhelosas al bello panorama. Y, en vez de balaustradas, derrochan citarillas de ladrillos curvos, en dibujos geométricos, fantásticos, que se cuentan variados por docenas.
“Su interior es apacible. Unas abren a la calle sus habitaciones y atrás dejan su pequeño jardín: éstas con las casas del centro. Otras, en las afueras, situadas casi siempre en alturas, se explayan en terrazas escalonadas, a la manera italiana, y atrás, en la parte conspicua, queda la casa, enamorada del paisaje de Tasco. La locura de las calles es contagiosa: por eso hay casas que son no menos local que las calles. Ésas, que tienen dos pisos al frente y por detrás se encastillan en cinco, como la de Borda; otras, que parecen un suntuoso edificio y es una simple casa, alta, que está recargando su fatiga sobre la inclinación del cerro. Otra que luce muy oronda sus dos pisos, con vista a la plaza mayor y después recula en una calle que sube, para terminar en una tienda que con puertas a la calle queda al nivel del segundo piso del frente. Y hay una razón para ello. La dueña es una viejecita simpática; cuando está en su tienda, se encuentra al ras del suelo de Tasco, a la altura de sus compradores populares. Pero se va a su casa; entonces es una señora de Tasco, ha aumentado su categoría social, ha subido un piso para llegar a sus habitaciones y, para eso, no necesita ni una escalera, ni un peldaño, ni un centímetro que ascender; razón de comodidad”.
Dios a darle a Borda y Borda a darle a Dios…
Don José de la Borda, en 1751, pide permiso a las autoridades eclesiásticas para construir una nueva parroquia. Se sabe que el alarife Cayetano de Sigüenza, de la Ciudad de México, es quien realiza los planos del templo, aunque no intervino en su edificación, la cual fue construida por el arquitecto don Juan Joseph de Alva, quien había realizado la Casa Borda, y otro de apellido Caballero. Hay evidencias de la influencia de Jerónimo de Balbás, tanto en el interior como en el exterior de la iglesia, pues en los retablos participaron sus hijos adoptivos: los hermanos Isidoro, Vicente y Luis de Balbás.
Y así surge Santa Prisca, obra maestra del barroco mexicano, de belleza extraordinaria. Esta parroquia fue construida con el propósito de presidir la ciudad.
“Las casas de Tasco tienen la sencillez de las cosas perfectas. Todas están cubiertas de tejados magníficos. Sus muros encalados deslumbran; sus puertas azules acogen. Su interior es apacible”. Manuel Toussaint (1931).
Lo más distintivo del conjunto son las hermosas torres de linaje andaluz que, por su esbeltez y los iridiscentes efectos que producen los relieves mixtilíneos que las cubren, y por su delicado pero recio encaje, son consideradas entre las más originales y soberbias que produjo el barroco, no sólo en la Nueva España, sino en todo el territorio hispanoamericano.
La iglesia luce dos cúpulas y tres linternillas. La cúpula mayor es un extraordinario ejemplar del barroco mexicano, sección ochavada, media naranja con nervaduras sobre los gajos, linternilla muy ornamentada, con cupulín y ventanas en el tambor. Su recubrimiento, con azulejos poblanos, amarillos y verdes (colores de san José) y azules y blancos (colores de María) comunica un atractivo brillo “como pieza de alfarería”. La otra cúpula pertenece a la capilla de Jesús Nazareno y destaca por la policromía de su revestimiento de azulejo; es de sección oval muy peraltada.
El trazo de la planta es de cruz latina, muy angosta; se debe a la estrechez del terreno.
Acapulco, sitio de leyenda e historia, donde la etimología náhuatl –ácatl: carrizo, poloa: destruir, y co: lugar, define su significado: “en el lugar donde fueron destruidos o arrancados los carrizos”. A través del tiempo, en su traza espontánea, en sus diferentes momentos históricos, se fue generando una arquitectura singular y en primer término, refiriéndonos a la época virreinal, está ese ejemplo de la arquitectura militar de protección que es el Fuerte de San Diego, la primera fortaleza, terminado en 1617.
Fue construida por el ingeniero Adrián Boot y los maestros de obra Luis Gómez y Pedro de la Riva; tenía la forma de un pentágono muy irregular, con cortinas desiguales en longitud y con baluartes de salientes y ángulos muy distintos entre sí. Esta maciza construcción se destruyó en uno de los terremotos más intensos, que fue el de 1776. (v. Fuerte de San Diego).
El castillo o fuerte actual comenzó a construirse en 1778 y se terminó el 7 de julio de 1783. El arquitecto Ramón Panón y el ingeniero Miguel de Constanzó le dieron al proyecto la forma de un pentágono regular, con cinco bastiones enteramente iguales y de gran saliente.
La obra realizada por el arquitecto Panón cumplía con todas las necesidades de una fortificación, con los baluartes La Concepción, Santa Bárbara, San Luis, San Antonio y San José; la plaza que organizaba todos los espacios: la habitación del castellano, capilla, calabozo, cocina, cuerpo de guardia del oficial, de la tropa, aljibe, letrinas, rampas, puente levadizo, foso, explanadas, claraboyas, desagüe–foso, lunetos, etc.
La fortaleza tenía cabida para 2000 hombres, con víveres, municiones y agua potable para un año.
El fuerte, a través de los años, ha ido reciclando sus actividades; de su inicio como fortificación de defensa de la ciudad pasó a ser convento, cárcel, cuartel militar, espacio de diferentes espectáculos como las famosas corridas de toros, arena de box y lucha y el clímax del glamur cuando se colmaba su espacio con las estrellas del cine mundial en las reseñas internacionales de cine, y actualmente un excelente museo de historia.
Fuerte de San Diego en Acapulco, arquitectura militar de la época virreinal.
No se puede pensar en Acapulco sin el Fuerte de San Diego; es parte de su identidad.
A finales del Siglo XIX, 1889, la fisonomía del puerto es de casas con cubierta de teja, a dos o cuatro aguas, con sus corredores para protegerse del sol y la lluvia, con sus celosías en los vanos: arquitectura vernácula de sentido común, de luz, sombra y brisa, sobresalía presidiendo a la ciudad el palacio municipal con su torreón neoclásico, con su reloj, que fue inaugurado el 16 de septiembre de 1910, para celebrar el Centenario de la Independencia de México.
Es importante mencionar las “casas de alto” (obras de dos niveles), construcciones de estructura de madera, envueltas con adobe o tabique.
De esta topología, sobresalía la Casa Alzuyeta; en planta baja era comercio y la planta alta la residencia de la familia; tenía como característica principal que su estructura era un esqueleto de acero, muros de concreto, todo esto diseñado por el célebre constructor de la Torre Eiffel, el ingeniero Gustavo Eiffel. Cuando se amplió la avenida Cuauhtémoc, en 1985, la estructura fue cedida por el presidente municipal, almirante Alfonso Argudín Alcaraz, al Colegio de Arquitectos de Guerrero y armada otra vez en la avenida Universidad, que es la sede del citado colegio.
La Catedral de Acapulco, obra realizada por el arquitecto Federico Mariscal, de 1940 a 1958, con características formales por sus cúpulas y torres campanario, envueltas con azulejo de talavera, tiene la influencia de la arquitectura bizantina y por los accesos y vanos abocinados y su decoración geometrizante del art déco, a través del tiempo ha tomado un gran valor histórico arquitectónico en la fisonomía urbana del puerto.
Otras obras importantes de la arquitectura de esta ciudad, que son parte de su imagen: el edificio Oviedo, de tipo neocolonial, realizado por el ingeniero Mariano Palacios; la tienda de Woolworth, con sus portales reinterpretados en un movimiento moderno, de los arquitectos Antonio Saad y Horacio García; la capilla de la Paz, que es un hito urbano, de fray Gabriel Chávez de la Mora; el condominio Los Cocos, el hotel Condesa del Mar y el Club de Yates, del arquitecto Mario Pani.
En la década de los 40 del Siglo XX se asientan en Acapulco quienes por sus ideas modernas dentro de los diferentes movimientos arquitectónicos se les puede considerar como los pioneros de la arquitectura acapulqueña: Pedro Pellandini Cussi, Jorge Madrigal Solchaga, Joaquín Medina Romo y José Carlos Pedroza Aguayo. Ellos con su sensibilidad y formación nos dejaron un gran legado; por ejemplo don Pedro Pellandini, el hotel Riviera, el motel Acapulco y la residencia del expresidente don Emilio Portes Gil.
El arquitecto Jorge Madrigal Solchaga nos heredó el concepto de la Casa Acapulco, la idea de la residencia de vacaciones, integrando los espacios interiores con los exteriores; los cuerpos de agua, la vegetación, las rocas, los pergolados, la brisa y el sol son parte del vocabulario con el que resuelve la primera etapa del fraccionamiento Las Brisas y el hotel del mismo nombre; con esa solución tan especial, única a nivel mundial, donde aprovecha la topografía del sitio, generando privacidad y libertad de vista a la bahía de cada uno de los búngalos con terraza y alberca independiente.
Joaquín Medina Runo, quien a través del neocolonial y el art déco diseña con maestría la residencia de Maximino Ávila Camacho, en el islote de Caleta, el hotel Bahía y el edificio Pintos en la Plaza Álvarez.
El ingeniero arquitecto José Carlos Pedroza, con un funcionalismo bien estructurado, desarrolla obras importantes como la iglesia de Costa Azul, gran variedad de residencias y diferentes tipologías de edificaciones.
La Catedral de Acapulco, obra realizada de 1940 a 1958, con características formales por sus cúpulas y torres campanario, envueltas con azulejo de Talavera, tiene la influencia de la arquitectura bizantina.
La arquitectura denominada “del Pacífico” tiene su origen en Acapulco, donde con los materiales del sitio como la palapa, el adobe, el tabique y la madera se reinterpreta la arquitectura vernácula a escala monumental con espacios generosos y grandes cubiertas. Ejemplo de esta solución son la Casa Guinness y la de Los Helechos, de Marco Aldaco; el restaurante del Parque Papagayo, del arquitecto Jaime Crofton Yáñez, y la casa de Luis Miguel, obra del arquitecto José Rubén Ramos Osorio.
Singular es la arquitectura de Carlos Rojas Cañamar, quien en su calidad de creador conjuga las formas mediterráneas con la vernácula y genera una nueva idea en la composición de la Residencia Acapulco, con otros alcances, sumándole la nueva tecnología, con lo que ha desarrollado obras de gran valor, tanto en el fraccionamiento Las Brisascomo en Tres Vidas en la Playay otros sitios del puerto.
En los espacios de diversión, Acapulco le dio al mundo las discotecas, espacios y formas que se desarrollaron en la creatividad y sensibilidad del arquitecto Aurelio Muñoz Castillo, siendo el Armando’s L’Club y el Bocaccio las más importantes.
En el arte urbano es obra importante el rescate que se realizó de la llamada “Ventana ecológica” en la playa de Hornos, abriendo la vista panorámica a la bahía de Acapulco, trabajo concebido por el arquitecto Juan Farill Herrera. Otra obra de arquitectura del paisaje es el excelente paseo en La Quebrada, conocido como la Vereda Tropical, del arquitecto Rafael Trani Cabrera.
El Centro Internacional Acapulco de Cultura y Convenciones, con su jardín arqueológico, diseñado por Carlos Pellicer, y su conjunto arquitectónico: teatro, cines, salas de conferencias, restaurantes, plazoletas, etc., obra arquitectónica egregia del Siglo XX concebida por los arquitectos Enrique García Formentí, Jaime Nenclares y Alberto González Pozo.
Centro Internacional Acapulco, obra arquitectónica egregia del siglo XX.
En los albores del Siglo XXI, la arquitectura de Acapulco sigue motivando la sensibilidad del arquitecto, y una obra representativa por la excelencia en su diseño y la utilización del material, el cemento blanco de alta resistencia, mezclado con mármol blanco martelinado, es la edificación del Corporativo de la Yoli, en la Costera Miguel Alemán, que con su escala monumental inicia una nueva manera de percibir las formas arquitectónicas en la fisonomía de la ciudad.
Este proyecto, que realizó el arquitecto Francisco Serrano, con la colaboración de la arquitecta Susana García y su hijo Pablo Serrano ganó la Bienal de Oro de la Arquitectura Mexicana de 2002.
En la zona conocida como Punta Diamante, al poniente del puerto, son interesantes dos obras de vanguardia como los proyectos del Condominio Kalikosmia, construyéndose con el sistema estructural denominado Fractal, obra del arquitecto Juan José Díaz Infante, y el Foro Imperial, un espacio dinámico para espectáculos con diversas capacidades del aforo, desde 2740 a 4800 espectadores; su imagen, tanto en el interior como en el exterior, será cambiante de acuerdo al evento que se presente. Esta obra está en el Boulevard de las Naciones y fue diseñada por el arquitecto José de Arimatea Moyao López.
Condominio Kalikosmia, basado en el sistema estructural denominado fractal.
En Costa Grande, Tecpan tiene en su iglesia principal una obra arquitectónica de gran significado, resuelta a base de paraboloides hiperbólicos que la hacen un espacio de misticismo religioso; fue concebida por el arquitecto Horacio García Martínez y calculada por el arquitecto Félix Candela. En la zona de Ixtapa–Zihuatanejo sobresale el hotel Camino Real con su forma escalonada, integrada a La montaña, concebida por el arquitecto Ricardo Legorreta.
En el centro del estado, en Chilapa, destaca su iglesia con características góticas; sus torres, campanarios, arbotantes y pináculos, vanos romboidales y trapezoidales, sus vitrales y el concreto aparente le da carácter y significado a la ciudad; proyecto realizado por el arquitecto Federico Mariscal. También hay que resaltar la revitalización urbana realizada por los arquitectos Héctor y Eduardo Coss.
Catedral de Chilapa: iglesia con características góticas, por sus torres, campanarios, arbotantes y pináculos, vanos romboidales y trapezoidales; sus vitrales y el concreto aparente le da carácter y significado a la ciudad.
Chilpancingo, capital del estado, ha ido definiendo su concepto de ciudad administrativa, de educación y cultura; y con esta idea ha sufrido una metamorfosis tanto urbana como arquitectónica de gran significado. Primero, en la década de los 80, revitalizando el corazón de la ciudad, la plaza principal, donde se mezclan lo político, lo social y cultural con lo religioso, y la sociedad civil se manifiesta; se modernizaron los edificios significativos como el Palacio de Gobierno (hoy Palacio de Cultura Ignacio Manuel Altamirano) con una arquitectura postmodernista que hace una dialéctica formal con el palacio municipal concebido por los arquitectos Eduardo y Héctor Coss, y el Museo Regional, testigo del neoclásico porfirista, con sus murales que sintetizan la historia del estado (v. Museos).
En el sexenio del gobernador del estado, René Juárez Cisneros, previniendo la dinámica de crecimiento del asentamiento, a través de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas que encabeza el arquitecto Juan Farill Herrera se ha desarrollado el concepto urbano arquitectónico de la ciudad de los servicios, en la columna vertebral que es el río Huacapa, al sur de la ciudad, con lo que se da paso a la desconcentración de diversas dependencias estatales y se equilibra el funcionamiento del centro actual, que se ha transformado en espacio social–cultural.
Esta nueva ciudad de los servicios, en su ”eje regente”, el río Huacapa, tiene en la parte central, como elemento detonador de equilibrio y control de desarrollo, el Palacio de Gobierno; como tensores en los extremos, en el oriente parques recreativos y al poniente el Tribunal Superior de Justicia y el Consejo Estatal Electoral, y envolviendo al Palacio de Gobierno el Hospital del Niño y la Madre, el Zoológico, la comunidad escolar, centro de rehabilitación, centro de artes y cultura, el Tribunal Estatal Electoral, Central de Emergencias Urbanas (Bomberos, Protección Civil, Cruz Roja), Servicio Médico Forense, Policía Ministerial, Tribunal Superior de Justicia, todo conectado al viaducto Ruffo Figueroa. En este desarrollo, que es un detonador de la dignificación y mejor calidad de nuestra ciudad capital, han participado también los arquitectos Fernando Figueroa, Ramón Sotres y José Rubén Ramos Osorio. Es un proyecto muy avanzado que le confiere a Chilpancingo la imagen urbana de una ciudad del Siglo XXI.
En otras regiones de nuestro estado es importante asentar los espacios religiosos que con sus características formales arquitectónicas se identifican con algunas ciudades, como Ciudad Altamirano, con su catedral; o la iglesia de Arcelia; Igualapa tiene una iglesia bien diseñada, y en Ometepec resalta su arquitectura vernácula, la plaza principal con su kiosco diseñado por el arquitecto Rafael Trani, y la Unidad Deportiva, que es un espacio importante de la actividad físico–atlética.
La arquitectura en Guerrero, parafraseando al egregio poeta Octavio Paz, “es un mudo testigo de la grandeza del arquitecto guerrerense, que compone sus formas y espacios bajo el sol”.
(RFR/APP)