En la Costa Chica, al finalizar el rezo del novenario por el descanso del alma de un difunto, se “alza la cruz” y se “recoge la sombra”. Aunque no se explica exactamente este concepto, se sabe que las personas tienen cuatro partes: cuerpo, alma, sombra y tono.
El cuerpo, que es carroña, se pudre y desaparece consumido por la tierra; lo demás, se va al sagrado “más allá”. La sombra no es el alma ni el tono. La sombra es inmaterial, pero tiene la forma del cuerpo. Nadie ha visto la sombra, pero sienten su presencia.
El negro dice que la sombra es la esencia y sello único de la persona; allí está lo fundamental y característico del ser, del muerto. Sombra es el antecedente obligado del culto a los muertos. Tono es la dependencia del individuo en su sociedad.
Las personas de sombra pesada, vivas o muertas, son dañinas, dominantes y maléficas. Cuando otro ser está cerca de ellas, lo presiente; si es un perro o caballo, éste chilla y ladra, o relincha y se encabrita.
Los de sombra pesada se casan y al poco tiempo enviudan. Los negros temen a las viudas porque piensan que, de casarse con ellas, podrían ser la siguiente víctima.
Los de sombra pesada producen sopor y adormecimiento a quienes se les acercan; son peligrosos hasta después de muertos. Si no se levanta su sombra, el difunto vagará como espanto, como fantasma, “hará males y perjuicios”. “Por esto, es necesario orar y pedir que sombra, alma y tono, lleguen a su morada eterna, en donde permanecerán en paz”.
(ETA)