Militar. Nació en Valladolid, hoy Morelia, Michoacán, el 27 de septiembre de 1783; murió fusilado en Padilla, Tamaulipas, el 19 de julio de 1824. Hijo del español José Joaquín de Iturbide y de Josefa Arámburu, de nacionalidad mexicana, perteneciente a una de las antiguas familias nobles de Valladolid.
Realizó estudios en su ciudad natal y, como interno, en el Seminario Conciliar del mismo lugar. A los 15 años, fue mayordomo de unas fincas agrícolas de su padre; ahí aprendió a montar a caballo y se hizo jinete consumado.
Sirvió como alférez en el Regimiento de Infantería Provincial de Valladolid. El abogado José Miguel Michelena, conspirador en 1808, junto con un grupo de militares, eclesiásticos y civiles, ha señalado que Iturbide simpatizaba con el movimiento de Independencia. Sin embargo, y no obstante los ofrecimientos de Hidalgo de hacerlo teniente general, se inclinó por la causa española y fue uno de los militares destacados en la batalla del Monte de las Cruces, el 30 de octubre de 1810, por lo que fue ascendido a capitán. Fue comisionado a Taxco como segundo del comandante Mariano García y Ríos. El 3 de junio de 1811, salió de esta ciudad y llegó a Iguala al día siguiente, cuando tuvo su primer encuentro con los insurgentes del sur. Después, fue trasladado a El Bajío. Desde entonces y hasta el Plan de Iguala, fue azote de insurgentes y hombre de confianza de las autoridades realistas.
El 8 de junio de 1812, hizo prisionero a Albino García Ramos, “el guerrillero más activo y temible que produjo la insurrección” –a decir de Lucas Alamán–, y sanguinariamente lo descuartizó: la cabeza fue expuesta en Celaya; una mano fue exhibida en Salamanca y otra en el cerro de San Miguel, en Guanajuato. El 31 de octubre de 1812, asaltó la fortificación de los rebeldes en la isla Liceaga de la laguna de Yuriria e hizo una matanza de prisioneros. El 12 de diciembre del mismo año, capturó en Salamanca al insurgente Mateo Saldaña y al brigadier Luis Estrada, mandándolos ejecutar en el acto. El 16 de abril de 1813, es ascendido a teniente coronel; el 16 de noviembre del mismo año, figuraba como comandante general de las tropas de la provincia de Guanajuato y Salamanca. El 4 de mayo de 1815, siendo coronel, asaltó el fuerte de Cóporo y fue rechazado vigorosamente por los insurgentes al mando de don Ignacio López Rayón.
Se le consideraba implacable en el castigo, y se afirma que historiadores como Zavala, y otros, no podían resistir la repugnancia que en ellos producían sus procedimientos. En su Diario se leen tantos fusilamientos que se llega a la sospecha de una exageración, al mismo tiempo que utiliza calificativos como: “perversos”, “bandidos”, “sacrílegos”, “miserables”, cuando se refiere a los insurgentes.
El 1 de septiembre de 1815, se le designó comandante de El Bajío, lo que dio origen a una serie de protestas por parte de personajes distinguidos de la provincia pidiendo la destitución del sanguinario militar. Antonio Lavarrieta, cura de Guanajuato, a solicitud del virrey Calleja, rinde un pormenorizado informe. En 1816, muy a pesar de sus protectores, fue acusado, procesado y destituido por operaciones ilícitas. Desde entonces, Iturbide, “cuyo nombre se pronuncia con terror por los insurgentes e incluso por los hacendados realistas de Querétaro y Guanajuato”, reside en la Ciudad de México llevando una vida disipada. Tiene 30 años de edad; es un hombre de buena presencia, audaz y temerario.
En el año de 1820 los acontecimientos en la península dieron lugar a que en la Nueva España se plantearan nuevos movimientos. Hacendados, miembros del alto clero, ricos comerciantes, empleados, militares, y el propio virrey, iniciaron la conspiración. Unos celebraron varias asambleas en La Profesa (Oratorio de San Felipe Neri de la Ciudad de México), presididas por el sacerdote doctor Matías Monteagudo. El propio virrey Apodaca tuvo varias reuniones con Agustín de Iturbide, y dado que las circunstancias lo favorecían, éste pensó en aprovecharlas. Los conspiradores le confiaron la ejecución militar del plan. Él decidió aceptarlo.
En aquel momento el movimiento de Independencia estaba casi exclusivamente mantenido por Vicente Guerrero en el sur. El virrey Apodaca, al ver que el coronel Armijo no podía dominar a los rebeldes, aceptó la propuesta de Monteagudo, para que Iturbide lo sustituyera. Así, vuelve al ejército y acepta el nombramiento de comandante del sur el 9 de noviembre de 1820. El 16 de noviembre del mismo año, con el grado de coronel del ejército virreinal, sale de México rumbo a Teloloapan. Ubicado ya en este lugar, se dedicó a reagrupar los destacamentos diseminados por Armijo en distintos puntos, reunirlos en secciones y tenerlos prevenidos para la ofensiva que había preparado para fechas próximas.
El 22 de diciembre Iturbide salió de Teloloapan. En las cercanías de Tlatlaya, el 28 del mismo mes, en el cerro de San Vicente, fue sorprendido en una emboscada que le preparó Pedro Ascencio, quien le propinó una terrible derrota. Iturbide regresó vencido a su cuartel. Por su parte, Vicente Guerrero, el 12 de enero de 1821, destrozó la compañía de granaderos del Batallón del Sur, cerca de la costa, y se apoderó de Zapotepec.
Guerrero, Álvarez y Ascencio dominaron otra vez desde Chichihualco hasta cerca de Acapulco, y también la Tierra Caliente. El 25 de enero Pedro Ascencio Alquisiras derrotó a los realistas en Temoaloya. Guerrero y Álvarez vencieron al coronel Francisco Antonio Berdejo en el paso Cueva del Diablo. Las tropas de Iturbide habían sufrido serios descalabros. Convencido de que someter a los bravos guerrilleros era una empresa ardua y costosa, prefirió poner en práctica el plan que ya había preparado.
El 10 de enero de 1821 –fecha que la tradición reconoce como la del Abrazo de Acatempan– Agustín de Iturbide envía una carta a Vicente Guerrero en la que le ofrece el indulto, a cambio de su adhesión al proyecto de traer a Fernando VII a la Nueva España. El 20 de enero Vicente Guerrero responde a la carta de Agustín de Iturbide desde el Rincón de Santo Domingo, un paraje incrustado en la serranía de Chilpancingo, señalándole que lo no concerniente a la total Independencia de la Nueva España se disputaría en el campo de batalla. El 4 de febrero de 1821 Iturbide contesta a Guerrero y le dice que “… de haber estado en comunicación se habría evitado el sensibilísimo encuentro que se sostuvo con el teniente coronel Francisco Berdejo, el 27 de diciembre, porque la pérdida de una y otra parte, lo ha sido para nuestro país. Dios permita que haya sido la última”.
El 14 de febrero Guerrero comisiona al coronel José Figueroa para entrevistarse con el representante de Iturbide, el señor Antonio Mier y Villagómez, para que se firme el Plan de Mazatlán, en la hacienda del mismo nombre, cerca de Chilpancingo. En este documento, Guerrero exige a Iturbide se sume a la proclamación de la Independencia, condiciona una entrevista personal entre ambos jefes a que Iturbide declare formalmente que acepta la causa sostenida por los insurgentes. Solamente en cumplimiento de esas condiciones Vicente Guerrero y sus fuerzas se unirían para militar bajo las órdenes de Agustín de Iturbide.
El 21 de febrero se firma el Plan de Iguala y el día 24 se proclama en dicha ciudad. La revolución había sido tan rápida que, a la llegada del virrey Juan O’Donojú, solamente Veracruz, Acapulco y la capital permanecían fieles a las autoridades españolas. Iturbide y O’Donojú se reunieron en Córdoba y suscribieron, el 24 de agosto, los tratados que llevan este nombre y por los cuales se acordaba la Independencia del Imperio Mexicano. El 27 de septiembre de 1821 entró a la Ciudad de México el Ejército Trigarante. A la mañana siguiente se instauró la Primera Regencia del Imperio presidida por Iturbide. En la madrugada del 19 de mayo de 1822, fue proclamado emperador de México mediante un golpe militar, dando origen a un conflicto con el Congreso. El 21 de julio, fue coronado.
Antonio López de Santa Anna se sublevó en Veracruz e Iturbide fue derrotado por la revolución de Casa Mata, encabezada por Santa Anna y las logias masónicas; abdicó el 19 de marzo de 1823 y abandonó el país después de reinstalar el Congreso. El 11 de mayo, se embarcó para Liorna, en La Antigua, una fragata alemana. Volvió del destierro tocando tierra cerca de Soto La Marina y fue detenido por el general Felipe de la Garza, quien lo entregó al Congreso de Tamaulipas. Para entonces, ignoraba que se le había declarado “traidor y fuera de la ley”. El 18 de julio de 1824, se le condenó a ser pasado por las armas. La sentencia se cumplió al día siguiente.
(ETA/AOPG)