En la sierra Madre del Sur, a 6 km de Taxco, se encuentra el parque del Huixteco. Para visitarlo se debe ir por la carretera a Ixcateopan y llegar a la desviación que se encuentra al lado del Colegio de Bachilleres; se toma la dirección a Tetipac hasta el parque, mismo que tiene un camino de terracería.
El extraño insecto pertenece al orden hemíptera y a la familia Pentatom, y habita en la hojarasca, corteza de los árboles secos o en las raíces de las plantas, sobre todo de magueyes; se alimenta de la savia de vegetales.
Su captura es complicada: vuelan o se esconden entre las raíces, y, sobre todo, expelen como defensa (al sentirse agredidos) un líquido irritante constituido por yodo, molesto para los ojos, la nariz y la piel.
El peculiar volátil de color dorado oscuro o verdoso, se localiza en varias zonas de Guerrero, estado de México, Hidalgo, Oaxaca y Veracruz. Su mejor casa es el Huixteco, uno de los cerros que rodean a Taxco, junto con el Tenería, San Mateo, Campamento de la Cruz y el Atachi, en cuyas faldas se ubica la bella ciudad platera. Desde su cima de 2400 msnm, en los días claros, pueden verse el Popocatépetl, el Nevado de Toluca y el Pico de Orizaba.
La fiesta del jumil se celebra el primer lunes de noviembre de cada año y termina en marzo; familias enteras hacen día de campo y se dedican a la caza del jumil.
El paisaje amerita subir a pie, aunque puede hacerse en automóvil. La primera parada es la Capilla de San Miguel, donde antiguamente era celebrada la festividad; ahora sólo se oficia la misa anual. Una procesión lleva la imagen de Cristo desde la iglesia de Guadalupe hasta la capilla. A mitad del cerro hay otro oratorio llamado La Cueva. La alegría está presente en todas partes: mujeres, hombres y niños, con bolsas y cestos en las manos, buscan, afanosamente, entre la hojarasca y las raíces de los magueyes, los apetitosos insectos.
La fiesta sigue; es coronada la Reina del Jumil.
Los jumiles eran alimento básico de los tlahuicas, que habitaban en la región. Hoy, es platillo exquisito, y aunque hay personas que prefieren comerlos vivos, lo mejor es asarlos, ponerles limón, salsa de chile serrano, jitomate, cebolla, y disfrutarlos en tacos. Son una delicia. También suelen añadirse a guisos de carne de puerco o de res.
Vivos, poseen una sustancia anestésica que adormece la lengua, las encías y el aparato digestivo, en general; por ello sirven para quitar la sensación de hambre. Al asarlos, esa sustancia se evapora, y queda únicamente el valor nutritivo.
La excesiva tala de árboles, y el humo que producían los hornos carboneros en cierta época, hicieron disminuir su número.
(JGC