Yopitzingo, Provincia de

En la época prehispánica, la región de lo que hoy es Costa Chica estaba integrada por tres provincias: la de Quahuitlán (v. Quahuitlán, Provincia de), situada entre los límites de Guerrero y Oaxaca, incluía el extremo sureste del municipio de Cuajinicuilapa; la de Ayacaxtla (v. Ayacaxtla, Provincia de), que se extendía de oriente a poniente, desde Tlacoachistlahuaca, Igualapa y Ometepec hasta el río Nexpa, municipio de Florencio Villarreal, limitaba con el océano Pacífico, al sur, y Azoyú, San Luis Acatlán y Ayutla, al norte; y, la de Yopitzingo, localizada en la parte occidental de la Costa Chica, entre los ríos Nexpa y Papagayo. Esta última debe su nombre a los yopis o yopes, grupo étnico que la habitó durante siglos hasta la llegada de los españoles en 1521.


Indio yope con su vestimenta y arma de caza.

Yopitzingo es término españolizado del náhuatl Yopitzinco; significa “en el pequeño yopi”; se compone de yopi, los que arrancan el cuero; tzin, expresión diminutiva y honorífica, y de co, en, sufijo locativo. El dios de la etnia se llamaba Xipe, vocablo náhuatl equivalente a yopi. Al respecto, el cronista fray Bernardino de Sahagún apunta lo siguiente:

La palabra yopeuhtli o cosa despegada, se deriva del verbo nahua yopehua que significa despegar algo, sinónimo de xipehua, que se traduce como desollar, quitar la piel (…) Yopitzingo es el nombre prehispánico del lugar que habitaban los yopes (…) significa “en el pequeño Xipe” o “en el reverenciado Xipe”. (Historia general de las cosas de Nueva España, p. 608).

La deidad yope la veneraban también los tlapanecos de La Montaña, con el nombre de Xipe–Tótec, “nuestro señor el desollado”; estaba conceptuado como el dios de la primavera, el que renueva la vegetación, simbolizada por la piel desollada, puesto que se comparaba con la fruta o la cáscara que cae para dejar lugar a la planta nueva. También era el dios de los joyeros. Xipe–Tótec fue adoptado por los mexicas para colocarlo entre las más altas divinidades del Templo Mayor de Tenochtitlan, donde un edificio estaba dedicado a su oratorio.

También era llamado dios rojo, “el desollado”. Por imitación de su venerado patrono, los yopitzincas o yopis combatían con el cuerpo y la cara pintados de rojo, de allí que recibieran el mote de “hombres almagrados”. A Xipe estaba dedicada la fiesta denominada tlacaxipehualiztli, o sea “desollamiento de los hombres”, en la que los sacerdotes quitaban la piel a los sacrificados y se cubrían con ella. Los sacrificios humanos se practicaban en los templos, en cuya ceremonia participaban tanto los señores como los sacerdotes.

Entre los yopis tuvo particular importancia el ritual de casamiento, ceremonia que recoge en forma gráfica el Códice Tudela: en la lámina 74 versus, figura 21b de dicho documento, aparece una pareja de indígenas contrayendo matrimonio. En la parte superior se ve al novio y a la novia sentados; el varón lleva dos mecapales (instrumento de carga que se sujeta a la cabeza y cae sobre la espalda): uno lo lleva puesto y el otro aparece frente a él; luego tiene una coa o hictli para sembrar y un hacha de cobre (tepoztli). Los padres del novio y los de la novia están sentados más abajo. Todos pronuncian discursos relacionados con el acto. Otros dos personajes, sentados atrás de los padres, los casamenteros, completan la escena.

La pintura se refiere a la manera de casarse que tenían los indios yopes de la Nueva España. Cuando a un indígena le parecía que tenía edad para casarse, decía a sus padres que pidiesen a la muchacha, y ellos iban y la pedían; los padres de ella, a su vez, llamaban al desposado y le ponían delante un hacha, una coa y un mecapal y le preguntaban si el casamiento sería para trabajar y usar de aquellos menesteres; él decía que sí, y luego le daban a la mujer. Si al cabo de un año o dos, o dos meses, se hartaba de la mujer, se hacía perezoso, y visto por los suegros le echaban de la casa y él buscaba otra, y no por esto perdía la india otro casamiento… (José Tudela de la Orden: Códice Tudela, pág. 289, citado por Raúl Vélez Calvo: Etnografía de Guerrero, pág. 209).


Territorio Yope.

Con respecto a la impartición de la justicia, lo refiere el folio 75 versus del propio códice. Ahí aparecen dos indígenas yopes que están siendo castigados debido a que cometieron delito de adulterio; el castigo consistía en arrancarle la nariz a mordiscos, por parte del marido ofendido. Si por segunda vez adulteraban, aunque fuese con diferentes personas, los apedreaban y de esa forma los hacían morir. De manera que el desnarigar era apenas una advertencia al castigo mayor.

En la provincia de Yopitzingo (Yopitzinco), además del maíz se producía en menor escala frijol, cacahuate, jitomate, chile y cacao; se recolectaban yerbas y frutos silvestres: ciruela, guaje, camotes, quelites, verdolagas, etc. La dieta procedente de la caza tenía gran importancia, pues en el folio 3 versus del Códice Tudela se menciona que los yopes eran buenos cazadores; los niños, desde los siete años de edad, eran provistos por sus padres de arco y flechas, y así los mandaban a cazar al monte; si a la noche, de regreso, no traían venado, conejo o aves los azotaban o no se les daba de comer.

En la época prehispánica, el oro provenía principalmente de los ríos, siendo en extremo fatigoso el trabajo que se requería para obtenerlo. Los habitantes de Yopitzinco conseguían pepitas de este metal, sobre todo del río Xiquipila (hoy Papagayo).

Antes de la conquista emprendida por los aztecas, el territorio yopitzinco tenía los siguientes límites, a decir de Miguel F. Ortega: “… estaba limitado al oriente por el río Nexpa o de Ayutla, al sur por el océano Pacífico, al poniente por el río Papagayo (que en aquella época se llamaba Xiquipila o de los yopes), y al norte por el río de Omitlán que es uno de los principales afluentes del susodicho Papagayo”.

Otros autores, como Meter Gerhard, proporcionan al respecto los datos que a continuación se anotan: al oriente, el río Nexpa, en cuya margen oriental se encontraba un pueblo de nahuas con el mismo nombre del río. De este pueblo, hacia el norte, estaba Tututepec (también habitado por nahuas, municipio de Ayutla). Al norte limitaba con Chilapa–Quechultenango y Tixtla–Mochitlán.

La provincia yopitzinga estuvo dividida en dos porciones territoriales: la primera y más extensa estaba constituida por Xiquipila, Cacahuatepec, Yacapul (Yacapula), Nahuala y Xalzapotla (hoy Dos Arroyos), pueblos situados al oriente del Papagayo, municipio de Acapulco; Xocutla (hoy San Marcos), Opilcingo y Yopico (Yopito), situados en el municipio de San Marcos; Pochotitlán (poblado desaparecido del municipio de Tecoanapa) y Suchitepec (asentamiento extinto del municipio de Ayutla). La parte occidental del territorio la componían los pueblos de Acapulco, Citlala, Acamalutla, Xaltianguis y Tepexóchitl (población ya desparecida, al sureste de Texca, municipio de Acapulco).

Con la primeras invasiones aztecas, a partir de 1445, el territorio de Yopitzinco se vio reducido en gran medida; hacia mediados del Siglo XVI, la población yopi estaba concentrada mayormente en los actuales municipios de San Marcos y Tecoanapa, que en conjunto tienen 2000 km2 de superficie. El resto vivía en forma marginal dispersa en áreas que hoy son de Acapulco, Copala, Florencio Villarreal, Cuautepec y Ayutla. Para entonces contaban sólo cuatro señoríos yopis: Cacahuatepec, Pochotitlán, Xocutla (Xocotla después) y Xochitepec.

Salvo quizá las partes marginales de su población, los cuatro señoríos o cacicazgos reunían a su gente en un solo ejército para hacer frente al enemigo invasor, como lo fueron los aztecas entre 1445 y 1519. En casi todas las fuentes se menciona que la provincia de Yopitzinco nunca cayó bajo la dominación de la Triple Alianza de México–Tenochtitlan, pero hay indicios que permiten inferir que sufrió ciertas incursiones y que estuvo, momentáneamente, bajo el control de los aztecas.

A pesar de los constantes enfrentamientos, los señores yopis eran invitados con frecuencia a las festividades religiosas de los tlatoque (señores) mexicas en Tenochtitlan; allí los visitantes costeños eran impresionados con el sangriento espectáculo de los sacrificios humanos. Cuando el tlatoani Ahuízotl mandó embajadores a Yopitzinco con invitaciones para asistir a la inauguración del Templo Mayor, se menciona que los jefes surianos fueron especialmente bien tratados y agasajados por el mismo rey en persona (fray Diego Durán: Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, t. II, pág. 339, Porrúa, cuarta edición, 1987.


Sección próxima a reconstruir de la zona arqueológica de Tehuacalco, antiguo territorio yope.

Así, entre encuentros sangrientos y convivencias amistosas, lo cierto es que a la llegada de los españoles el territorio de Yopitzinco constituía una provincia independiente que no pagaba tributos a Tenochtitlan; aun cuando el área de dominio se había reducido a causa de la guerra sostenida contra los mexicas, la influencia de los reinos yopis de la costa se extendía allende sus fronteras. Así lo atestiguan unos fragmentos de la carta que Diego Pardo envió al contador de México Rodrigo de Albornoz avisándole del levantamiento de los yopis en 1531. La carta mencionada dice:

“… haciendo relación, cómo la provincia de los Opilcingos (léase Yopitzinco) se habían alzado como otras muchas veces han hecho… asimismo ha sabido cómo ha muerto otro español en un pueblo de Villafuerte que se dice Acapulco y los dichos indios de Acapulco con otros dos pueblos de Citlala y Xaltianguis y Acamalutla, se alzaron y entraron en la provincia de los yopis para ayudarles; estos pueblos de esta Villa están casi alzados y dados al diablo de temor de los yopis”.

A diferencia de otros pueblos o provincias de Guerrero que conservaron sus territorios o el nombre, la de Yopitzingo desapareció luego de la colonización española a partir de 1531. Los encomenderos subdividieron la región de la hoy Costa Chica a su gusto, y aunque preservaron algunos nombres geográficos del lugar, optaron por olvidar los que se relacionaban con los rebeldes yopis.

(BM)