Teatro

El Teatro ha existido en todas las culturas del mundo; en la India, en China, en Egipto, culturas en las que este arte estaba inmiscuido en las ceremonias divinas y participaban los mismos dioses. En América, principalmente en las culturas de Mesoamérica, tuvo una interpretación mágica, de guerra, de ofrenda y de sacrificio a los dioses. El acto del joven elegido para ofrendar su vida a Huitzilopochtli era el acto final de una vida, y como hizo Casandra al desprenderse de las insignias mágicas de la adivinación antes de morir, los jóvenes sacrificados iban dejando los lujosos atuendos para llegar al altar del sacrificio desnudos. Y entre los mayas, el acto de arrojarse la doncella al cenote sagrado era igualmente una escena teatral.

Sólo en Grecia primero y luego en Roma tuvo una interpretación diferente, y con ser parte de un homenaje al dios Dionisos, los dramaturgos griegos vistieron la ceremonia de erudición y de la misma historia heroica de Grecia. Los tecnicismos adoptados por el teatro posterior, a través de los milenios, son herencia del teatro griego. La skene, convertida después en escena, era una tienda de campaña del ejército donde se cambiaban de máscara los actores; la orkestra, círculo de 72 pies para las danzas y la música, desapareció en el teatro romano, porque no tenían ningún dios a quien rendirle homenaje y ese espacio es hoy la luneta para el público. Los párodos, que eran las rampas donde los coreutas se estacionaban a cantar las partes líricas, desaparecieron con el teatro romano. Permanece el proskenion, convertido en proscenio para las partes centrales de una obra, y el escenario se ha conservado a través de los siglos. Theatron era el espacio de las tres cuartas partes del círculo, donde se acomodaba el público. De theatron derivó a teatro y su raíz lingüística es teomi: “desde donde se ve”; es un grande espacio matemático, tan amplio como las explanadas de las pirámides de Tikal, de Teotihuacan, de Monte Albán, de Palenque. El teatro de Epidauro aún permanece en pie y podía contener a 18 000 espectadores. Las plazuelas del Templo Mayor llegaron a contener 15 000 almas.


Dibujo de Alberto Beltrán.

Pasando por la historia del Teatro isabelino, que tenía tres escenarios en dos niveles, foro, orquesta y proscenio que se extendía a toda la luneta, consideramos la exactitud de los teatros que hay en las grandes ciudades del mundo, incluyendo a México, Guadalajara, San Luis Potosí, Guanajuato, Acapulco, Aguascalientes y Oaxaca con sus teatros: Bellas Artes, Degollado, De la Paz, Juárez, Juan Ruiz de Alarcón, Morelos y Macedonio Alcalá; tienen forma circular y una cuarta parte del círculo lo ocupa la embocadura del escenario; el público se acomoda en las tres cuartas partes del círculo, en luneta, palcos primeros, palcos segundos y gradería, donde la línea visual es aérea. La orquesta ahora se coloca en el foso adelante del proscenio, donde también se sitúa la concha del apuntador. Todos estos teatros son similares a los famosos teatros europeos, y en todos, el gran círculo es coronado por una cúpula, que produce la acústica natural, con la voz natural de los actores; y con el fin de que en los últimos pisos altos se aprecie toda la escena, el arco del proscenio se levanta a cinco metros sobre el proscenio.

Aristóteles en su Poética nos ilustra. La tragedia se dividía en cinco partes: Prólogo, Párodos, Pean, Episodios y Éxodo. Debían cumplirse las unidades de acción, de tiempo y espacio, y se debería producir la catarsis, reacción del público a favor de las buenas acciones y las virtudes y rechazo a los vicios y malas acciones. No debía haber escenas violentas frente al público ni escenas sexuales. Las acciones deberían ser lógicas y se deberían enseñar al pueblo buenas costumbres.


Grabado en linóleo que aparece en la portada de las obras completas de Juan Ruiz de Alarcón.

En cuanto a las técnicas del dramaturgo, debe cumplir la misión de las Bellas Artes de producir belleza y, al producir belleza, se produce moral, buenas costumbres, catarsis, se exalta a la Patria, se honra a los héroes, se trazan caminos de progreso, se critican las malas costumbres. En las comedias de Aristófanes Lisístrata, La Asamblea de las Mujeres, La Paz, Pluto el Dios de la Riqueza se critica a los jueces y a los hombres que no se empeñan en hacer la paz y se enseña que la pobreza vale más que la riqueza, porque a causa de la pobreza hay zapateros, sastres, carpinteros, albañiles, vendedores de verduras y frutas, vendedores de comestibles, panaderos, lecheros, ganaderos. Los dramaturgos del Renacimiento, igual que los clásicos, siguieron las reglas de oro que nos marca Aristóteles en su libro Poética.

El Teatro romano se pervirtió por haber admitido en escena actos violentos y crímenes verdaderos, así como escenas sexuales, lo que motivó que desapareciera durante casi mil años.

En la Edad Media temprana, la Iglesia católica, que había condenado al Teatro romano, lo admitió en sus conventos y en las comunidades cristianas, y así renació y permaneció otros 300 años, hasta que en el Renacimiento llegaron los nuevos descubridores del teatro, primero en Portugal, luego en España e Italia, más tarde en Francia, Alemania e Inglaterra y se produjeron las épocas de oro, con La Comedia del Arte, los pasos de Lope de Rueda, los entremeses de Cervantes y la producción genial de Pedro Calderón de la Barca y Lope de Vega.

El Teatro didáctico llegó a América, específicamente a México, con los primeros doce franciscanos que vinieron con fray Toribio de Benavente y fray Motolinía, quienes en la adoctrinación de los niños naturales, emplearon el teatro para enseñar la doctrina cristiana. En la primera escuela de los franciscanos en Tlatelolco se enseñaba el catecismo por medio de representaciones teatrales que los mismos niños actuaban. La facilidad que encontraron los frailes para que los niños interpretaran los mensajes era un fundamento de tradición de la cultura nahua. Los seres inanimados cobraban vida en las representaciones rituales y los niños traspolaron una enseñanza antigua de sus mayores con la nueva que les traían los franciscanos.

Algo similar sucedió en Grecia con los temas de las comedias de Aristófanes, en las cuales los pájaros cobraban una vida especial para los humanos, algo que los libraba de los males de la tierra. Y en Las ranas, los batracios le alegran el viaje al mismo dios Dionisos con su criado Jantias y escuchan su monótono canto cuando van rumbo al averno. El comediante le adjudica a Sócrates unas diosas inventadas por el filósofo y que eran seres inanimados, Las nubes, asunto que incluso aparece en las acusaciones que el Estado le hace para condenarlo a beber la cicuta. También en Las avispas, estos insectos les dan ejemplo de vida y comunidad a los humanos, por lo que desde ese teatro clásico, y precisamente en el género cómico, los seres toman parte en las fantasías del hombre.

En Mesoamérica fue distinto. Los seres del universo fueron sagrados para las diversas culturas, sabiduría que al final adoptaron los aztecas que no pertenecieron a la cultura mesoamericana, porque según los historiadores de los habitantes de América, los aztecas, llamados nahuas o nahuatlacas, vinieron al centro de México del rumbo de Árido América.

Marta Toriz nos da datos más precisos: “durante las celebraciones a las deidades aztecas, se realizaban representaciones solemnes donde los personajes centrales eran los tres propios dioses y al margen de estas fiestas se realizaban pantomimas imitando animales o personajes públicos. Había actores y un público que gozaba con estos espectáculos, unos en tono serio y otros en modos festivos o burlescos.

“Antes de estas adaptaciones de los nahuas, hubo fiestas y rituales en las culturas más antiguas: la representación del tigre, que en realidad no es tigre, sino jaguar, los olmecas y los mayas dejaron la tradición y en los ritos indígenas de la fertilidad, existen vivencias del teatro mágico, como la danza drama del tigre o tecuani entre nuestros amuzgos y mixtecos. De ese teatro prehispánico, nos quedan muestras visibles, como es la danza de Los Tlacololeros, el drama del Machomula que se representa en San Miguel Chiepetlán. Otros resabios de los antiguos espectáculos rituales son las peleas de tigres en Zitlala. El rito más arraigado en el estado de Guerrero, es el del tigre, que ya aclaramos no es tigre, sino jaguar, animal sagrado de los mayas y de los olmecas. Los mayas, representaban una ceremonia ritual muy importante en el Petén, donde existe todavía y es protegida por la UNESCO la pirámide que sostiene el templo del Gran Jaguar. Es fácil imaginar, que Guerrero, cuna de los Olmecas y que por causas que no se han investigado todavía, haya dejado la herencia permanente de las fiestas del tigre.

Los mixtecos de Guerrero no son distintos de los mixtecos de Oaxaca, y en las pirámides de Monte Albán hay un templo que los antropólogos y arqueólogos han llamado la pirámide de Los Danzantes, debido a una serie de figuras humanas en actitudes dancísticas que ostentan atuendos ceremoniales, lo que nos conduce a deducir que las danzas prehispánicas que aún se conservan son actos teatrales en honor de los dioses; es lo mismo que hicieron los egipcios y los griegos; también encontramos estas expresiones de danza, mímica y drama, en el teatro de la India y en el teatro oriental.

Tenemos entonces en Guerrero una herencia ancestral del teatro, de la danza y de la música, los tres elementos teatrales, como nos indican cuatro de las artes de la época clásica: música, tragedia, danza y comedia.


Grabado en linóleo del libro de obras completas de Juan Ruiz de Alarcón.

Así es fácil entender que al llegar a Guerrero los primeros evangelizadores, en 1533, que eran padres agustinos, hayan enseñado a los indígenas que adoctrinaron música, danza y diálogos para facilitarles la comprensión de la doctrina cristiana, y tenemos danzas coloniales que aún conservan sus formas de enseñanza didáctica de la doctrina, como la danza de Los Siete Vicios, incluso los castigos que el hombre merece por sus faltas, con la danza de Los Mudos o la danza de Los Ocho Locos, la tradición de Los Moros y Cristianos, con evoluciones de batallas y música que las bandas de la región conservan de memoria. Los padres agustinos dramatizaban las consecuencias de los pecados, y así lo aprendieron y conservan los indígenas, especialmente en la región de La Montaña.

Como relicarios han sido las comunidades de La Montaña, que han conservado las antiguas expresiones desde fechas cercanas a los 500 años. Los agustinos, que permanecieron en Guerrero hasta la segunda mitad del Siglo XIX, dejaron una población adoctrinada y que no ha olvidado las viejas enseñanzas, porque hay danzas de malabares y danzas de equilibristas en la cuerda floja, recursos de diversión que los evangelizadores inventaron para atraerse a los indígenas amuzgos, nahuas, mixtecos y zapotecos, así como tlapanecos.

Ya el México colonial, convertido en Nueva España, y después de los misioneros franciscanos, produce tres tipos de teatro, según nos apunta el crítico José Juan Arrom: Teatro misionero, Teatro escolar y Teatro criollo, y es en esta corriente en la que se desarrolla una serie de dramaturgos, entre ellos Fernán González de Eslava (1434–1501) quien produce loas, coloquios y entremeses; Juan Pérez Ramírez, nacido en 1545, escribe Desposorio de Pedro y la Iglesia Mexicana al estilo de las églogas de Juan de la Encina, pionero del teatro de la Península Ibérica.

Juan Ruiz de Alarcón, nacido en Taxco en 1581, escribió 23 comedias, entre ellas Las Paredes oyen y La Verdad Sospechosa, y está considerado uno de los cuatro grandes del teatro español, junto con Lope de Vega, Tirso de Molina y Pedro Calderón de la Barca.

Sor Juana Inés de la Cruz es un caso único en el Siglo de Oro español; nacida en 1648 o 1651 y muerta en 1695, escribió El Divino Narciso, el primer auto sacramental escrito en América, según la apreciación del crítico de la Colonia José Juan Arrom. La discutida literata escribió también dos comedias, dos sainetes, tres autos sacramentales y dieciocho loas. Naturalmente que el público de los dramaturgos coloniales de los primeros siglos de la América conquistada eran las cortes virreinales, como en Europa el público principal eran las cortes de los reyes y los escenarios se improvisaban en los palacios.

Ya en el Siglo XIX, escribe teatro Fernando Calderón (1809–1845), quien entre otros dramas destaca su comedia A Ninguna de las Tres, crítica acerca de la educación de las hijas, y Manuel Eduardo Gorostiza (1789–1851) escribe seis comedias destacando Contigo Pan y Cebolla. También José Peón y Contreras (1843–1907) escribe obras románticas llenas de pasión, entre ellas La hija del Rey, al estilo de José Zorrilla y el Duque de Rivas, que vinieron a América y presentaron algunas de sus obras sembrando en los escritores de América algo de sus estilos.

Ignacio Manuel Altamirano, publica en El Federalista el tema de la dramaturgia en México; y entre varios escritores de la época, destaca la labor de Luis Antepara quien al escribir Selim produce la primera tragedia original mexicana, según las propias apreciaciones del ilustre maestro.


Representación de la obra El intruso trajo azahares, en Guerrero.

Es el Siglo XIX el parteaguas entre la Colonia y el México Independiente y sus accidentes, y es la época en que se levantan los más fastuosos teatros en varias ciudades de la República: en San Luis Potosí, el Teatro de La Paz; en Guadalajara, el Teatro Degollado; en Guanajuato, el Teatro Juárez; en Oaxaca, el Teatro Macedonio Alcalá; en Aguascalientes, el Teatro Morelos; en León, el Teatro Doblado; en la Ciudad de México, el suntuoso Teatro de Bellas Artes.

Con los antecedentes que existen de la cultura teatral en nuestro país, es fácil imaginar que el pueblo de México, en general, es buen entendedor del teatro y la mayoría de mexicanos tiene en sus recuerdos alguna experiencia teatral.

Así, en Guerrero, ha surgido el teatro en diferentes épocas y en variadas circunstancias. En Taxco, en Iguala, en Tixtla, en Chilapa, en Tierra Caliente, en Acapulco, ha existido un enlace continuo de una generación a otra y el teatro ha tenido épocas brillantes.

Siempre ha existido algún promotor, alguien que encienda la chispa para que se propague la afición, que no es otra cosa que una reminiscencia de nuestro pasado. En Chilpancingo, a principios del Siglo XX, por los años 1917, 1918, según escribe Sebastián de la Rosa Peláez en su libro inédito El teatro en Chilpancingo, don Alfonso Parra Marquina y Luis Téllez Bustamante iniciaron la afición por el teatro, con obras dramáticas, zarzuelas comedias y recitales. Se distinguieron como actrices las hermanas Guadalupe y Déborah Herrera, Guadalupe Guevara Alarcón, Ernestina Vega y María Elena Pérez Parra. Por mucho tiempo se recordaron algunas obras puestas en escena, entre ellas María Fernanda y Los hijos de su abuela que escribió Alfonso Parra. Tenían un escenario con alumbrado y escenografía.

En los años 40 del Siglo XX, en el Colegio del Estado, surge un grupo artístico con el nombre de María Luisa Ocampo Heredia que dirige el promotor teatral profesor Luis Montaño Buis, con una permanencia de más de 15 años. En 1944, llevan a escena la obra Cuando florezcan los rosales, donde se destacó la actriz Magdalena Vázquez Martínez.

En 1947 se integra el grupo llamado Juan Ruiz de Alarcón que dirige también el señor Luis Montaño Buis y que tomó parte en el III Festival Dramático Regional de la Zona Sureste del INBA y obtiene el segundo lugar con la obra La negra del profesor Aarón M. Flores. En la obra El país del sortilegio donde destacan por sus actuaciones Flora Montaño Olea, Yolanda Montaño Olea, Tari Ortega y Raúl Leyva. En 1950 llevan a escena El caudal de los hijos y surgen nuevas actrices, como Ildegunda Santos, Esther Villelas, y los actores Esaú Tapia Abarca, Salvador Téllez, Rubén Mora, Benjamín Mora Chino, Donaciano Serna y Virgilio Gómez. En 1953 montan la obra La enemiga donde el elenco crece con Josafat Acevedo, Iris Acevedo, Jenny Carmona, Raúl Estrada, Elena B. de Pellicer, Ernestina Herrejona, Fabiola Acevedo, apuntadora Delia Ramírez Mora y escenógrafo Fidel Molina.

Este mismo grupo teatral lleva a escena en 1956 la obra Mater imperatrix de don Jacinto Benavente, y actúan Alma Martínez, Mara López, Alicia Partearroyo, Jesús Astudillo, Roberto Antonio García Morlet, la apuntadora Rita Catalán Calvo, iluminación de Raúl Acevedo y la dirección de Luis Montaño Buis.

En 1961 llega a Chilpancingo, comisionado por el INBA, el profesor Carlos Rodríguez Díaz, y en una primera temporada que se alarga cuatro años monta alrededor de 25 obras, con las que realiza giras por el estado de Guerrero.

Los grupos de teatro de la Universidad Autónoma de Guerrero hicieron muy conocidas obras como La fabulilla del secreto bien guardado, El hombre que casó con mujer brava, Del sótano al cielo, Prohibido suicidarse en primavera, Casandra, Farsa y Justicia del señor corregidor.

Durante cerca de 40 años, Carlos Rodríguez Díaz mantuvo vivo el teatro en Chilpancingo. Es muy notable la temporada que le dedicó a la escritora guerrerense María Luisa Ocampo Heredia, llevando a escena algunas de las 40 obras que escribió: Al otro día, Cosas de la vida, Como un rayo de sol en el mar.

En 1970 Domingo Adame Hernández, con apoyo del CREA, monta la obra titulada Yo también hablo de la rosa.

En 1973, siendo subdirector de Actividades Cívicas del Gobierno del estado, Carlos Rodríguez Díaz organiza el Primer Encuentro de Teatro en Guerrero, con sede en Chilpancingo. Se destacó uno de los grupos participantes llamado Natia Sastra, integrado un año antes por Norma Yadira Leyva Salgado, Antonio H. Luz, José Natividad Adame, Carlos Corona Cerecero, Liduvina Gallardo Suástegui, Eduardo Corona Cerecero, Salomón Astudillo Méndez, Adolfo Zapata Vázquez, Rubén Hernández Sánchez, grupo dirigido por la maestra Margarita Venegas y el profesor Hipólito Porfirio León Reyes, obtuvieron el primer lugar con la obra Las Calaveras de Posada. Actuaron en el foro de la Cámara de Diputados.

En 1974 Raúl Talavera dirige el grupo de teatro de la Preparatoria Popular, hoy Preparatoria 9 de la Universidad Autónoma de Guerrero, y se realizan obras como Los fusiles de la Madre Carral, de Bertold Brech, y El retablo del flautista.

En 1975 Fulgencio Bustamante, maestro de la Escuela de Filosofía y Letras, crea el Departamento de Teatro dentro de la especialidad literaria y se montan obras de ambiente ruso como Petición de Mano y El Daño que hace el tabaco de Antón Chejov, así como El Diario de un loco de Gogol y El Principito de Saint–Exupéry.


Escena de la obra El Intruso trajo Azahares, en Guerrero.

En 1974 alumnos y maestros de la Universidad Autónoma de Guerrero fundan el grupo TNT (Teatro Nuevos Temas), que dirige Felipe Galván Rodríguez, proveniente del Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (CLETA) y lo integran: Xinol Malacate, Eugenio Morales y Jaime Figueroa Salgado y llevan a escena La calle de los fantasmas, Antología de los buitres, Búfalo Bill en Credulilandia, Las aceitunas, Agonía de un difunto.

En 1979, en la Preparatoria 9, se promueve un taller de teatro dirigido por Jaime Figueroa Salgado, donde se realizan obras de su inspiración tales como Vivir por ejemplo, La venganza de ánima, Dormir con el alba y Dragones. Son fundadores Juan Saldaña, Álvaro López Arellano, Elías Fierro Rivera; posteriormente han participado: Luis Barrera Alonso, Emilio García, Merced Batalla Salvador y Mayeli Tinoco Reina, quien obtuvo el premio como la mejor actriz estatal en la obra Tres de Tequila. Ya para 2003, la Compañía Teatral Tlacuilo, dirigida por Jaime Figueroa Salgado, ha integrado varios grupos de actores y actrices que han mantenido temporadas en el Teatro Juan R. Escudero y han participado en encuentros nacionales, obteniendo primeros lugares y premios a los mejores actores.

En 1986 se crea el grupo Chontales, dirigido por Víctor Manuel Palacios Valdovinos, y realizan montajes con obras de variados estilos: La visita de Eusebio Ruvalcaba; Cuánto cuesta el hierro de Bertold Brech; Tal vez un día y El renacimiento de Oscar Villegas; Cosas de muchachos de Wilebaldo López; Los invasores de Egón Wolf; La rosa de oro de Carlos Olmos y Tal vez un día de Victoria Enríquez.

A pesar del abundante movimiento teatral en la segunda mitad del Siglo XX, solamente se ha levantado un edificio teatral, que, sin embargo, no cumple los requisitos de un escenario formal, aun teniendo un amplio espacio para el público en forma de anfiteatro y es el Teatro María Luisa Ocampo Heredia. El Teatro Universitario Juan R. Escudero, de la UAG, es muy limitado, incluyendo el lugar que ocupa el público, y el director del grupo Tlacuilo, Jaime Figueroa Salgado, lo ha mantenido en buenas condiciones.

María Luisa Ocampo Heredia es mujer ilustre que pertenece a Chilpancingo, tierra donde nació. Algunas de sus obras se han presentado en Chilpancingo y actualmente el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli cuyas siglas son CITRU, conserva los archivos de la ilustre guerrerense. Su producción teatral la escribió entre 1922 y 1955 y sus obras son: El estigma, Cosas de la vida, El refugio, Lunela, El matrimonio de Lucía, Los que han hambre y sed, La jauría, Micáila, Sin alas, Una mujer, Puedes irte, Las máscaras, La sed en el desierto, Mas allá de los hombres, La quimera, El corrido de Juan Saavedra, Agustín Lorenzo, Castillos en el aire, Tres hermanas, El santo de Chucha López, La casa en ruinas, La hoguera, Una vida de mujer, La hora del festín, Como un rayo de sol en el mar, Segundo Primero rey de Moscabia, La virgen fuerte, Mi patria es lo primero, El abrazo de Acatempan, El perdón oneroso, El Congreso de Anáhuac, La seductora, Al otro día, El valle de abajo. Traduce del inglés Los hermanos Karamazov y Deseo bajo los olmos para la compañía de Gloria Iturbe (su hermana).

De la Universidad Autónoma de Guerrero han surgido varios grupos, que trabajan en forma independiente, como es el grupo llamado Tlatolli que dirige el profesor Alfonso Nava Hernández, grupo que trabaja en diferentes lugares, como Mazatlán, Chilapa, Tixtla, y en el Teatro María Luisa Ocampo Heredia. Este grupo ha adaptado obras cortas del maestro José Jorge Soria Murillo, quien ha escrito pastorelas y comedias breves, así como sketchs y juguetes cómicos. Algunas de las obras que han llevado a la escena con mucho éxito son: Linda relinda alindada, pastorela basada en una canción de 1660 en Toledo; Pluto el dios de la riqueza y Lisístrata temas de Aristófanes y el sketch El Gangster, del que el maestro Alfonso Nava ha hecho una creación. Es preciso asentar que el sketch es una comedia breve de origen inglés y que en América primero se conoció este género en Cuba, de donde viajó a México a fines del Siglo XIX. Los cómicos de México han hecho una profesión con este tipo de comedia breve, que, como en La Comedia de’ll Arte, no hay libreto escrito y tanto el patiño como el cómico improvisan. En la revista de comedia Upa y Apa que viajó a Nueva York en 1939 con motivo de la Feria Internacional del Sesquicentenario de la Independencia de EU, se llevó como novedad esta comedia breve, que ha servido como el entremés y el paso, para intercalarlo entre números de canto o baile.

Chilapa, igual que Tlapa, fue centro de cultura indígena, principalmente de las razas cohuixcas que vivieron en varios puntos de la geografía de Guerrero, pero principalmente en la zona centro que abarca Tixtla, Zitlala y Chilapa. De pueblos tranquilos y productivos, las invasiones de los nahuas los convirtieron en tributarios del imperio azteca, y sus telas, trabajos en cuero, máscaras, tejidos y productos agrícolas eran convertidos en tributos muy pesados para los pueblos cohuixcas, lo que explica la abundancia de teatro burlesco y satírico, en forma de danzas y pantomimas, que se producían para burlarse de sus enemigos.

De esa época prehispánica datan expresiones teatrales como Los Maromeros y las Mojigangas, que eran desfiles de personajes ridículos que trataban de imitar a los poderosos que los dominaban con los impuestos. También hubo temas reflexivos, como La pescada, que advierte de los peligros a que se expone el pescador. El Teopancalaquis, que era una fiesta de ofrendas a los dioses y una representación meramente social, que era el Tonilixtli, es decir, la reunión y cooperación de regalos para los novios en su día de matrimonio. La expresión híbrida de los Soyacapoteros, que expresa el error de sembrar en laderas empinadas y que estaban expuestas a los depredadores. De allí que la representación tenga como tema principal la persecución del tigre, lo que es una aberración, ya que el tigre no come maíz, pero en cambio representa a los enemigos de la milpa llamada tlacolol. De esta antigua costumbre indígena surgieron las representaciones de las danzas así llamadas Tlacololeros y que se asientan en Chichihualco. La pantomima se excede en burlas llenas de fineza y de sátira, cuando miden y pesan al tigre para así determinar qué castigo merece. Toda la danza es una divertida comedia, con diálogos y situaciones cómicas, que concluye cuando cazan al jaguar, llamado por el pueblo “tigre”.

Un triunfal aspecto de Guerrero es el jaguar, lo que demuestra en la tradición inquebrantable del pueblo guerrerense que las raíces más fuertes y antiguas son las de la cultura olmeca, lo que viene a sentar nuevas tesis, ya que no sólo son los olmecas de La Venta y El Zapote, de Tabasco y Veracruz, sino que debemos escarbar en la arqueología de Guerrero para la comprobación de la ascendencia olmeca, lo que el pueblo nos presenta en el teatro, la danza y la música.

Llegamos así al repaso histórico que nos dirá dónde se ha hecho teatro en el estado de Guerrero en el Siglo XX, que para muchos es un siglo reciente y, por tanto, los datos aquí reportados les serán familiares.

En Tixtla, el promotor teatral mejor recordado y mejor situado fue el profesor Adolfo Cienfuegos y Camus. Este famoso maestro fue el inventor del jacalón que ocupaba toda una manzana frente al jardín del mercado y nunca pasó de ser un jacalón de adobe y tejas. Sin embargo, allí se representaron zarzuelas, dramas españoles y argentinos y obras de autores mexicanos. Mientras el maestro Cienfuegos estuvo activo en su tierra natal, el teatro permaneció vivo.

Una de sus seguidoras, la señora Enedina Lozano viuda de Basilio, por muchos años dirigió grupos de teatro con alumnas de la escuela Prevocacional y con amistades de sus hijas y nietas. Llegó a reunir un archivo considerable de obras y la apoyaron maestros y alumnos de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Su repertorio era muy selecto. Una de las últimas obras que montó, con actores aficionados, fue la obra La vuelta del cruzado, que tuvo fama en todos los ambientes teatrales.

Otra familia que se dedicó al teatro fue la del señor don Teófilo Padilla y sus hijas Rosa y Elsa, quienes por algún tiempo montaron en su casa un teatro de muñecos de hilos y los domingos daban funciones a los chiquillos del barrio, abarcando el centro, Cantarranas y San Lucas.

Después de estos personajes, el teatro sólo se cultivó en el recinto de las escuelas, la Normal Raúl Isidro Burgos y, tiempo después, entre 1950 y 1982, en la Escuela Normal Mixta Particular Beatriz Hernández García.

En este recinto se forjaron muchos maestros con la disciplina del teatro y, conforme a los programas oficiales de la SEP, se impartió teatro con actores, teatro de muñecos (guiñol) y teatro de marionetas. Algunos egresados, procedentes de las costas de Guerrero, llevaron a su vez a sus comunidades la novedad de los muñecos de hilos que allí les enseñaron. Otros maestros, definitivamente, luego de egresar de la Escuela Normal Particular, se dedicaron al teatro y lo siguieron difundiendo en los lugares donde trabajaron en escuelas primarias. Uno de los maestros más destacados en el teatro, es el maestro Vicente Ojeda González.

Desde 1996, el párroco de San Martín promovió el mejoramiento de los grupos que tradicionalmente han representado la Pasión de Cristo durante la Semana Santa, y con ayuda del profesor de teatro Jorge Soria Murillo se integró un grupo de 40 elementos para mejorar la puesta en escena de esta tradición, para lo cual se redactaron nuevos libretos apegados a la Biblia, se realizó una investigación para los trajes de los personajes y desde ese año se superó esta tradición. Un joven maestro hizo el papel de Cristo durante tres años, con una cruz de 70 kg y se realizó una crucifixión muy apegada a la realidad.

El mismo promotor de este mejoramiento, el sacerdote Antonio Estrada Figueroa, luego que fue removido a Chichihualco, allí también se integró un grupo de jóvenes, quienes lograron interpretar La Pasión de Cristo en el año 1999. El guerrerense tiene, entonces, una tradición teatral muy arraigada.

Acapulco tiene una brillante historia teatral, con artistas aficionados y con artistas consagrados por la fama y sus trabajos cinematográficos. También contaba Acapulco con una muy firme sociedad, en la que los mecenas se destacaron, promoviendo y apoyando al teatro.

Quienes abrieron la brecha de ayudar al arte y que se denominan mecenas, fueron las señoras Lilia Carrillo, Rosita Salas, Celia España de Castañón, Lucina Velásquez de Saavedra y Consuelo Román de Salgado. Y los aficionados, algunos destacados en las incursiones al teatro en los años cincuentas figuran: Héctor Caro, Hilda Saavedra, Rosalía Nava, Edelmira de la O, Rodolfo Soto, Gregorio Balboa, Vicente Salmerón, Socorro Ramos, Enrique Wolf Cervantes, Aída Otero, Juan Gilberto León Berdeja y, destacado como director, Víctor Blum.

Víctor Blum dirigió en la Casa de la Asegurada del IMSS, donde actuaban Thalía de la Llave, Celia Miranda, Mede Miranda, Dolores León, Virginia Abarca y Carlota Mastache. Destaca como promotora del teatro en esa misma época la señora Macrina Rabadán, y los ensayos eran también auxiliados por el pintor Luis Arenal.

El teatro logró aglutinar talentos y anhelos de arte con participaciones de Antonio de la Torre, maestro de danza; el profesor de baile Edilberto Estrada y Andrés Villanueva. Toda la afición al teatro en la sociedad de Acapulco fue encauzada a través del INBA, cuyo delegado fue Jorge A. Villaseñor, destacado escritor y poeta del grupo que encabezaba en ese tiempo Jaime Torres Bodet.

Al transcurrir el medio Siglo XX, el teatro, así como la danza, fueron apoyados por distintos empresarios y profesionistas: Daniel Sánchez, Carlos M. N. Barnard, Benito Andino Rocha del Diario Tribuna; Manuel Pérez Rodríguez de Trópico y los periodistas Enrique Díaz Clavel, Arturo Escobar García y Anituy Rebolledo Ayerdi, y don Mauro Jiménez Mora.

En 1955 surge el grupo de teatro Las Máscaras, que realizó breves giras por el estado con un repertorio popular de los Pasos de Lope de Rueda y los Entremeses de Cervantes.

En la misma época se organizó el Festival Regional de Teatro con grupos de Guerrero y de Morelos, participando grupos de Cuernavaca, Cuautla, Chilpancingo y Acapulco. El grupo triunfador fue el de la Casa de la Asegurada de Acapulco con la obra Despedida de Soltera, escrita por Alfonso Anaya.

Este festival trajo aumento de la afición teatral y vino una temporada brillante con representaciones de Las cosas simples de Héctor Mendoza, El hombre que hacía llover con Héctor Suárez, Sumergidos con Erick del Castillo, César Rangel y Juan Trigos, el Monólogo de Deborah con Carmen Montejo y, también con esta famosa actriz nacional, Lo que callan las mujeres, Los efectos de los rayos sobre las Caléndulas y Adorables enemigas con Marga López. La obra Entre ratas con la actriz Stella Inda y María Bustamante; luego se presentó la obra Celos con Mónica Miguel y Noé Murayama. Con actores de Acapulco y en espacios diferentes, entre ellos el hotel Papagayo, El huésped de Carmen Toscano, A la sombra de una estrella de Pablo Salinas, y La soga de Patrick Hamilton.

La circunstancia de que algunos artistas de fama internacional, actores, escenógrafos, bailarines, vivieran por temporadas en Acapulco, favoreció las puestas en escena que llevaban a cabo grupos locales ya afamados y acreditados. Rosa Mondragón representó varias obras famosas, como la de Fernando Sánchez Mayán La prostituta respetuosa.

Roberto Ceballos, dirigiendo el grupo de Las Máscaras, realiza giras por las dos costas.

Un nuevo grupo teatral surge teniendo entre sus elementos a Tadeo Arredondo, y se inician representaciones en los barrios con un espectáculo teatral llamado Recuerdos de mi barrio, donde se presentan anécdotas de personajes conocidos y pintorescos, con canciones compuestas por Tadeo Arredondo. Se utilizaron escenarios naturales, como el balcón del diputado Maya y el portón de la casa de doña Praxedis Lobato. Esta etapa teatral fue apoyada por la señora Adela Formoso de Obregón, rectora de la Universidad Femenina de México.

Es el tiempo de la violencia en Guerrero, los días difíciles de Caballero Aburto. Y es cuando emergen las representaciones de danza y de teatro. Se lleva a cabo un encuentro de teatro con los grupos de Las Máscaras del IMSS y Los Gavilanes, y se presentaron obras como El telar rojo y Los de abajo de Mariano Azuela.

Es el tiempo en que existían varios teatros en Acapulco: el de Las Máscaras, en el barrio El Pozo de la Nación, el Teatro Playa Hornos, el Teatro 20 de Noviembre y luego se construyó el Teatro de Cámara en El Pozo de la Nación con apoyo del gobierno de Arturo Martínez Adame y del alcalde del puerto Canuto Nogueda Radilla.

El Teatro de Las Máscaras se destacó con la obra de Pablo Salinas Cita en la soledad que alcanzó las 100 representaciones y la placa conmemorativa fue develada por la actriz mexicana María Teresa Montoya.

En 50 años del Siglo XX, los actores nacionales, los actores locales, escritores y directores de teatro utilizaron múltiples espacios escénicos: auditorio del IRBA, auditorios de hoteles: Papagayo, El Mirador, Caleta, Casa Blanca, Club de Pesca, El Presidente, Princesa, Plaza, Acapulco Hilton, plazoletas del barrio El Pozo de la Nación, Zona Naval, 27ª Zona Militar, Fuerte de San Diego, auditorios de la CROM, de la Sección 20 del Palacio Municipal, Rotonda de José Agustín Ramírez, Sinfonía del Mar, 20 de Noviembre, Secundaria Manuel Ávila Camacho, Escuela Ignacio Manuel Altamirano, Teatro Juan Ruiz de Alarcón, Teatro Nezahualcóyotl, Teatro Domingo Soler, Tablado Flamenco del Centro de Convenciones, auditorio del DIF y varios centros culturales de los barrios.

Así como el teatro en Acapulco tuvo medio siglo de oro, también a principios del Siglo XX se registró una tragedia el 14 de febrero de 1909, que los periodistas dieron en llamar el Titánic de Acapulco, por el número tan elevado de víctimas que se registró en el incendio del Teatro Flores. La novedad del cine motivó al señor Matías Flores a construir un teatro especialmente para exhibir películas. El Teatro Flores se construyó atrás de la catedral y frente al ayuntamiento; era de madera barnizada, y sólo había una puerta que se abría hacia adentro; a los palcos se subía por una escalerilla sin barandal. El día de la inauguración estuvo el gobernador Damián Flores y se exhibirían películas de los hermanos Lumiere, de Francia; eran cortos experimentales, sin diálogo, y simplemente mostraban el movimiento brusco de las figuras y las cosas; la novedad trajo gente de ambas costas y el teatro, que era más grande que la catedral, se llenó hasta los pasillos. A media función, el gobernador salió con algunos de sus allegados y, momentos después, el operador de la cabina de proyección gritó: “salgan que el teatro se quema”, porque al calor del proyector ardieron las cintas de celuloide y en unos minutos el fuego se extendió. Sólo se salvaron unos pocos que estaban junto a la única ventana que había, por un boquete que abrió Tacho Tabares con un hacha que trajo de su casa próxima, luego de haber saltado por la ventana. Al día siguiente en carretas eran llevados los cadáveres calcinados al panteón de San Francisco y enterradas en una fosa común, porque nadie identificó a las víctimas quemadas, junto con la madera del teatro. Se levantó un obelisco que se conserva y dice: “Homenaje a las víctimas del 14 de febrero de 1909 en el Teatro Flores de Acapulco”.

En Acapulco, el Teatro de Las Máscaras, institución espontánea que existe en varias ciudades de México y en algunos países de América Latina, lo fundó a fines de los años 50 el profesor Roberto Ceballos Delgado quien con el auxilio de Rodolfo Soto Rivera, fundó también el Teatro de Las Máscaras en Iguala. En esa época destacan como actores y directores: Carlos Barreto, quien en 1965 funda el concepto de Teatro mínimo o Close Up; Salvador Téllez Farías, fundador del Grupo Santa Lucía –dependiente del IMSS– y de varios grupos amateurs en Acapulco; y, Alejandro Tapia quien, en los años 70, formó y dirigió la Compañía FONAPAS Guerrero.

La segunda mitad del Siglo XX tuvo, en Acapulco, a tres promotores amantes del teatro: Raúl René Soto Fernández, Enrique Caballero y Roberto Abarca. Ninguno de los tres ha sido profesional del teatro, y han tenido que trabajar en sus propios negocios para subsistir, ya que los apoyos al arte en México son simbólicos. Bajo la dirección de Alejandro Tapia, Malena Steiner nace como actriz al lado de actores experimentados como Enrique Caballero, Tere Morquecho, Leticia García Leyva y Francisco Arzola, entre otros. A partir de los años 90, destaca José Castañeda Dimayuga como director y dramaturgo.


José Castañeda Dimayuga

Todos los grupos han trabajado sin apoyos, cada actor hace su propio vestuario y la utilería se consigue donada entre comerciantes y amigos; los escenarios se hacen con donaciones de empresarios que admiran el teatro y a quienes lo hacen. Cada obra le cuesta a los integrantes del grupo, así lo narran los promotores y actores que hemos mencionado.

Acerca del teatro en Iguala, la voz más antigua de este arte es la de Rodolfo Soto Rivera, quien nos lleva al año 1940, cuando el público de Iguala empezó a ver teatro en la Carpa Teatro Estrella que, según la crónica, llenaba la luneta y la gradería en las dos funciones diarias. El elenco de esta compañía profesional incluía a Lola Inclán, Lilí Inclán, Chachita Muñoz, Clarita Rampinini y Elisa Berumen (una de las primeras mujeres cómicas de revista). Nuestro narrador, Rodolfo Soto, se contagió de teatro y luego, por su cuenta, estudió arte dramático para después ser uno de los primeros promotores. El Teatro Estrella visitó Iguala durante cerca de diez años, creando aficionados muy valiosos.

A partir de 1950 visitó Iguala otro teatro ambulante, el de los hermanos José Luis y Chato Padilla, ambos profesionistas del teatro, junto con su elenco en el que se incluía a Héctor Manuel Calixto, compañía que presentaba una comedia diferente todos los días. Las dos empresas teatrales que visitaban Iguala pertenecen a la época dorada del teatro en México y los elementos de estas compañías eran de formación profesional y de alta calidad, que se vieron en la necesidad de trabajar en carpas porque la ANDA les negaba el acceso a los teatros acaparados por el cine.

Esta misma época marca el nacimiento del Instituto Regional de Bellas Artes, del Teatro de las Máscaras y del CREN de Iguala (donde siempre ha existido una firme actividad teatral).

En Iguala el primer grupo que se formó en la primera mitad del Siglo XX fue el de la Cruz Roja, porque todos los integrantes del teatro novel trabajaban a beneficio de esta institución.

En los años 60 se inauguran las instalaciones del Instituto Mexicano del Seguro Social en Iguala, y las labores teatrales se ven reforzadas en los espacios culturales del mismo. A través de esta institución, el teatro se lleva a las poblaciones de la periferia y se instala el teatro en las escuelas, y durante varios años, las secundarias y las primarias, al impulso de los promotores del CREA, del Teatro de Las Máscaras y del IMSS, realizaron sus propias labores teatrales.

El Teatro del CREN de Iguala fue rector en la región y en el estado, gracias al maestro Marco Antonio Paralizábal, quien en el lapso de 16 años presentó unas 70 obras, lo que da un promedio de casi cinco obras por año, y su grupo, cambiante por ser alumnos de la normal, se hizo famoso con su nombre: “Raíces”.

Otro promotor del teatro en Iguala ha sido el maestro Mauricio Cuevas, quien fundó un grupo de arte llamado Los Caballeros de los Espejos.

En 1977 se inicia otra etapa teatral en Iguala, al arribar el grupo CLETA, siglas de Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística, y desde un principio se aloja en la Preparatoria 10. Los promotores han sido Pedro Ecorcia, Fulgencio Bustamante y la maestra del grupo “Mitote” de Taxco, Guadalupe Ayala. Juntos realizan una prolongada carrera teatral llevando el arte a las comunidades más apartadas.

La intensa labor teatral en las dos mitades del Siglo XX quizá tuvo su antecedente en 1851, cuando Iguala se llamaba Ciudad de Iturbide y durante las fiestas de varios días en regocijo por el nuevo estado de Guerrero cada noche hubo representaciones teatrales, con actores y empresas de la Ciudad de México, según apunta el doctor Florencio Benítez González en su escrito Las Ferias de Iguala, a propósito de los 50 años de la Feria de la Bandera.

Uno de los grupos teatrales fundadores del teatro moderno en Taxco ha sido sin duda el grupo “Mitote”, que fundó la maestra Mireya Vidales Ábrego, con Guadalupe Ayala Guadarrama, Merced Batalla Salvador, Angélica Ayala, Ezequiel Vieyra, quienes llevaron el teatro como espectáculo a las poblaciones de la periferia de Taxco y las barriadas de la propia ciudad.

Taxco vivió los mejores años de teatro con las Jornadas Alarconianas, durante cinco años, y el brillante antecedente del Festival Teatral de Otoño Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, cuando llegaron a Taxco compañías teatrales de todo México y del extranjero y se montaron obras del dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón, que hacía muchos años no se representaban.

Teatro en Tierra Caliente.

El escritor Virgilio Bermúdez Núñez ha escrito la obra en tres actos titulada Visita efímera, que trata del daño que le causa a los mexicanos el trabajar en Estados Unidos. La obra lleva a la escena el problema de la pérdida de identidad de quienes se marchan a trabajar al país del norte y con ello pierden su cultura, sus tradiciones y la misma esencia de mexicano.

(JSM/MVEC/VVS)