La ciudad se encuentra asentada en un pequeño y fértil valle de la región central del estado. Está poblada por mestizos e indígenas de la familia nahua, que en su mayoría se dedican al comercio y la agricultura. Los tixtlecos son francos, alegres, bulliciosos y muy apegados a sus tradiciones.
La ciudad ha sido gran receptora de música, venida de diversos lugares, en virtud de que hasta 1930, aproximadamente, sus habitantes se dedicaban al comercio en bestias: la arriería. De los lugares que recorrían, llegaron a Tixtla tradiciones musicales provenientes de ferias y fiestas regionales de Costa Grande, Costa Chica e incluso de los estados más cercanos, tales como sones, palomos, chilenas, patadas, jarabes, zapateados, chamarreados, arrancazacate, gustos, cantadillas, bolas, papaquis y otros muchos géneros musicales, a los que los lugareños les han impuesto su particular estilo y gusto personal, por lo que han sufrido modificaciones importantes tanto en la manera de cantarlos como de bailarlos.
Se cree que al surgir los sones de artesa y llegar a Tixtla, llevados por los comerciantes de la Costa Chica o por los propios costeños que visitaban la ciudad en las festividades de septiembre dedicadas a la Virgen de la Natividad, traían desde su tierra la artesa, que colocaban en el atrio de la iglesia, y bailaban durante varias noches. Pasado el tiempo, los tixtlecos adoptaron este baile imponiéndole su propio estilo.
Es a mediados del Siglo XIX, o un poco después, cuando los sones de artesa cambian su nombre por “sones de tarima”, toda vez que al no existir en estas tierras la práctica de la pesca y tampoco había canoas, éstas fueron sustituidas por tarimas que producían un sonido similar.
Mural de Gómez del Payán donde se representa a los sones de tarima.
En la actualidad, los sones de tarima se ejecutan en el interior de las casas cuando se trata de una fiesta familiar, como bodas, bautizos, cumpleaños y onomásticos. En esas ocasiones, los invitados cantan Las mañanitas guerrerenses y Los papaquis; llevan cuelgas, regalos regionales y cadenas de cempasúchil que colocan en el cuello del festejado; las puertas de las casas se adornan con papel de china y crepé, de los colores más brillantes. El “dueño del festejo” obsequia tragos de mezcal, servido en carrizo, jarrito o copa y comienza el fandango; los músicos tocan, las parejas, turnándose, suben a la tarima a mostrar sus mejores pasos de baile.
En las festividades religiosas de la Virgen de la Natividad, el Día de San Isidro Labrador, del Señor Santiago, de San Lucas y el 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe, en las calles aledañas y barrios, el pueblo participa en los fandangos como espectador o bailando sobre las tarimas que se colocan en plazas y atrios de las iglesias. También se bailan los sones de tarima en los eventos cívicos y escolares, en donde se lucen los bailarines de la región y de los organismos de cultura popular, patrocinados, en ocasiones, por dependencias del gobierno.
Como el son, que predomina en todo el estado, el tixtleco es música alegre, mestiza, ligado al baile de pareja, que muestra el coqueteo entre el hombre y la mujer. También combina partes instrumentales y cantadas. Empieza con una música llamada “paseo” a la que le sigue una copla, mientras la pareja baila realizando cruces, vueltas, medias vueltas y giros, durante los cuales el hombre redobla y la mujer zapatea. Otras veces, la pareja sólo zapatea y se desplaza lateralmente o de frente a lo largo de la tarima.
Las coplas que se cantan tienen de seis a diez versos, con número variable de sílabas por lo general octosílabas, de tipo amoroso, descriptivo y, con frecuencia, llenas de picardía. Los sones se cantan con estribilloque se va repitiendo entre copla y copla. Algunos versos se repiten para uniformar la estructura musical.
En principio, los sones se tocaban con jarana, vihuela y un arpa. Luego desapareció el arpa. En la actualidad se emplean dos vihuelas y un cajón de madera llamado “cajón de tapeo” o tapeador, que, llevado a contratiempo, le da sonido muy especial y característico a la música. El ritmo es de 6/8, y entre los sones más famosos están El pato, El zopilote, La zambachucha y La iguana.
(ETA)