Regiones del estado

Generalidades. La división de los territorios (nacionales o estatales) en regiones constituye hoy en día –y desde hace más de medio siglo– una forma importante de abordar el conocimiento de las grandes unidades geopolíticas donde vivimos. Los primeros estudios pusieron el énfasis en las características del medio geográfico y, por lo tanto, en la acción de las leyes de la naturaleza; los esfuerzos más recientes, en cambio, han destacado el múltiple papel del ser humano sobre su entorno y los efectos que produce su acción transformadora.

En todo caso, sea cual fuere el propósito que se persiga con la división por regiones, cada una de éstas constituye “una síntesis de elementos y relaciones siempre en movimiento, con una dinámica propia y ritmos relativamente estables, que mantiene una identidad consigo misma y está articulada a contextos más amplios” (Hernández Elizondo, Roberto, 1998). Una región, en consecuencia, es mucho más que una porción acotada del espacio geográfico, es mucho más que una mera fracción o parte del todo; su conceptualización implica interdependencia, vinculación entre sus componentes y de éstos con la estructura que los unifica e integra.

Una región es, en sí misma, una totalidad, un ente unitario que supera “la fragmentación y el empirismo de algunos enfoques”, y a partir del cual se generan posibilidades reales de crecimiento económico, de rescate y fortalecimiento de los valores culturales, de políticas públicas encaminadas al desarrollo sustentable, de acciones en general que propicien cambios positivos en la calidad de vida.

Por otra parte, cada región es una construcción histórica y cultural, sobre un espacio determinado, que genera procesos de pertenencia, de identidad específicos. Así entendidas, las regiones no existen de por sí, no están predeterminadas, sino que son la consecuencia de la práctica social (Arellano Sánchez, José, 1998). Al estudiarlas, se reconoce la trascendencia del escenario físico; sin embargo, el acento se pone en las relaciones que ahí se producen: sociales, económicas, políticas, culturales, educativas… Es decir, el enfoque regional que actualmente se propone coloca a las personas en el centro de la preocupación y del análisis.

En el estado de Guerrero los estudios sobre regionalización arrojan planteamientos distintos. Así, hacia 1942, el general Héctor F. López Mena, al escribir el Diccionario geográfico, histórico, biográfico y lingüístico del estado de Guerrero, dividió a nuestra entidad en tres regiones: Sierra, Cuenca del Balsas o Tierra Caliente, y Costas (Grande y Chica). En 1949, en su estudio Guerrero económico (tomo I), don Moisés T. de la Peña propuso tres regiones geográficas: Costa, Tierra Caliente y La Montaña, y Sierra. Al escribir la Geografía ilustrada, histórica escolar del estado de Guerrero, el profesor Gonzalo N. Ramírez definió siete regiones naturales: Costa Grande, Costa Chica, Mixteco–Tlapaneca, Centro, Sierra, Tierra Caliente y Norte (hay aquí un salto cualitativo importante. Escrito antes de 1949, el texto ofrece un punto de vista muy cercano a la división regional que hoy conocemos).

Don Alejandro W. Paucic, en la Geografía general del estado de Guerrero, publicada en 1980, consignó cinco regiones geoeconómicas: Tierra Caliente, Norte, Oriental, Central y Costa (Grande y Chica). La Secretaría de Planeación y Presupuesto del estado de Guerrero, al publicar en 1985 la Geografía física del estado de Guerrero, delimitó seis regiones físicas: Norte, Tierra Caliente, La Montaña, Centro, Costa Grande y Costa Chica (a esta última pertenecía Acapulco, aun cuando para efectos de planeación económica desde 1983 se le consideraba por separado). Los autores de Guerrero, sur amate de mar y montaña –importante documento impulsado por la Secretaría de Educación Pública– dieron el nombre de regiones geoculturales a los seis espacios en que dividieron el territorio estatal: Norte, Tierra Caliente, Valles Centrales o región Centro, La Montaña, Costa Grande y Costa Chica. El Centro Nacional de Estudios Municipales –dependencia de la Secretaría de Gobernación– estableció en 1988 la división en siete regiones geoeconómicas: Norte, Tierra Caliente, Centro, La Montaña, Costa Grande, Costa Chica y Acapulco; (es el criterio vigente).

Como puede apreciarse, el nombre de las regiones difiere según el autor del documento: geográficas, naturales, físicas, geoeconómicas, geoculturales, o simplemente regiones. El Centro de Investigación y Cultura de la Zona de La Montaña, al publicar el número 19 del periódico mural Así somos…, se refiere, a falta de un concepto integrador, a seis regiones geográficas, históricas, climatológicas.

topográficas, económicas y de evolución. Finalmente, los elaboradores del libro de texto Guerrero, historia y geografía, editado en 1998 y dirigido a los niños que cursan el tercer grado de educación primaria, no adjetivan el nombre; es decir, sólo hablan de regiones (las siete mencionadas al final del párrafo anterior).

Esta diversidad de designaciones y de puntos de vista no es asunto intrascendente. En nuestra opinión debiera abrirse un debate que permitiera, a partir de argumentaciones fundamentadas, arribar a un consenso.

Desde Guerrero Cultural Siglo XXI, A. C., queremos apuntar que algunos trabajos recientes sobre regionalización han otorgado relevancia a la interacción de tres elementos: el poder estatal, la vida sociopolítica y la división territorial. Uno de los supuestos es que el área geográfica, por sí misma, no es condición suficiente para delimitar una región; otro es que “… sobre las relaciones económicas y los rasgos geográficos, hay elementos sociales e institucionales que hacen operar el espacio regional.” (Cedeño del Olmo, Manuel, 1998).

Hoy en día hay evidencias muy claras de que el mapa regional de Guerrero se ha ido consolidando a partir de decisiones e interrelaciones políticas muy precisas. Algunas de éstas son:

  • Los planes de desarrollo integral que a lo largo de los últimos 15 años se han diseñado para enfrentar la problemática de las regiones, constituyen una resolución de gobierno que rebasa el mero enfoque económico.
  • La determinación de operar múltiples tareas de la administración pública considerando a la región como la circunscripción territorial base es también una medida que involucra población, espacio y ejercicio del poder.
  • La relación que existe entre municipio y región rebasa lo específicamente natural, económico y/o cultural. Se trata de un vínculo esencialmente político.
  • La decisión gubernamental, a partir de los 80 del siglo pasado, de establecer una séptima región: Acapulco.
  • El concepto de microrregión que actualmente se utiliza en los ámbitos gubernamentales se determina a partir de identificar espacios municipales donde existen altos índices de marginación y pobreza, donde más del 40% de la población mayor de cinco años sea hablante de alguna lengua indígena, se tengan fuertes procesos migratorios, existan rezagos y carencias de servicios, haya altos índices de analfabetismo y el tamaño de la población sea menor a 5000 habitantes. No se trata, pues, de considerar sólo indicadores económicos, sino, además de éstos, otros que corresponden a la vida social en su conjunto. La decisión es de orden esencialmente política.

Pensamos que sería interesante, en el debate que sugerimos, intentar el examen a profundidad de nuestras regiones desde múltiples puntos de vista. La propuesta que hacemos es llamarlas Regiones Geopolíticas del Estado de Guerrero.

Por ahora, en los párrafos siguientes, el lector encontrará una descripción muy general de seis de las siete regiones en que se divide el territorio estatal. Se destacan, en cada caso, algunos rasgos de orden geográfico, político, económico, histórico y cultural que, en nuestra opinión, constituyen elementos importantes de identidad regional.

Ya que el municipio de Acapulco es idéntico a la región del mismo nombre, sugerimos la lectura de la entrada monográfica respectiva que se incluye en las primeras páginas de esta Enciclopedia Guerrerense.

Acapulco. (v. Acapulco de Juárez. Municipio).

Centro.

Limita con la región Norte, los municipios costeros, La Montaña y Tierra Caliente. Está formada por 13 municipios: Ahuacuotzingo, Chilapa de Álvarez, Chilpancingo de los Bravo, Eduardo Neri, General Heliodoro Castillo, José Joaquín de Herrera, Juan R. Escudero, Leonardo Bravo, Mártir de Cuilapan, Mochitlán, Quechultenango, Tixtla de Guerrero y Zitlala. Tiene una extensión territorial de 9908 km² y una población de 593 850 habitantes, según el II Conteo de Población y Vivienda 2005, INEGI.


Región Centro.

En esa área, el macizo montañoso de la Sierra Madre del Sur sufre un estrangulamiento, donde su altitud media no llega a los 2000 m. Montañas y mesetas, de mediana altura, separan los fértiles valles y cañadas que dan vida a las poblaciones de Chilpancingo, Tixtla, Chilapa, Colotlipa, Mochitlán y Quechultenango. Los valles, con altitudes de 600 a 1200 m, tienen climas cálidos; más húmedos los de la vertiente costera que los de la interior, por la influencia oceánica. En Quechultenango, las lluvias aumentan hasta los 1400 mm anuales; las laderas y cañones hacia la cuenca del Balsas son pobres en precipitación anual, la que fluctúa entre los 600 y 900 mm. Las lluvias se formalizan a mediados del mes de junio, y perduran julio, agosto y septiembre.

Los recursos hidrológicos de la región se constituyen con los ríos: Papagayo, Omitlán, Nexapan, Apango, El Naranjo, Tecomapa, Yextla, San Miguel, Petatlán, Mitlancingo, Pochoapa, Zopilote, y las lagunas: Tixtla, Huitziltepec, Almolonga, Omeapa.

En cuanto a la explotación minera, es en la alta zona de la sierra donde se localizan varios yacimientos, que en opinión de muchos especialistas constituye una de sus muchas reservas naturales.

Cuenta con buena infraestructura carretera, como es la autopista del sol y la carretera federal 95, y otras de menor extensión que intercomunican a la región con los demás puntos.

Desde la cima del Yaualtépec, en el municipio de Leonardo Bravo, se observa, al este, el valle alto de Chilapa, rodeado de lomas, mesetas y cerros carentes de vegetación; es centro comercial de los habitantes nahuas de las localidades y rancherías de los alrededores y de la parte norte de La Montaña, donde venden y truecan todo tipo de artículos que se clasifican primeramente por secciones, a la usanza de la época prehispánica. Los tecolpetes o canastas se ven cargados de frijol, chile, maíz, plátanos, piñas, otros frutos variados, y mercancías como: productos de palma, carrizo, barro, madera, hojas de maíz, lana, y los hermosos trajes bordados por hábiles manos de Acatlán.

Chilapa, en su momento, fue considerada la Atenas del Sur, debido a la profusión de manifestaciones culturales, formas de vida y costumbres que ahí se entrelazaron, a la solidez y prestigio de sus instituciones educativas, y a que en ella se concentraron por cientos de años los poderes eclesiásticos, y, por ende, su iglesia tenía el rango de Catedral. El Diccionario enciclopédico del estado de Guerrero consigna que la diócesis de Chilapa fue elegida por la bula “Universi gregis” del papa Pío VII, la cual no se concretó por motivo de la Guerra de Independencia. Es hasta el 26 de enero de 1862 cuando el Vaticano expidió otra cuyo nombre era el de “Grave nimis”; ésta se ejecutó el 8 de marzo de 1866 por el cura de Izúcar de Matamoros, Francisco Álvarez.

En Chilapa se encuentra el parteaguas de los ríos Mezcala –que también se denomina Balsas– y el Papagayo. Hacia el sur se ubican los valles en forma escalonada que descubren las poblaciones de Colotlipa, Quechultenango, Mochitlán y Las Petaquillas. A lo largo del municipio de Quechultenango está la cañada del mismo nombre, en cuyo seno corre el río Azul que se une al Omitlán y después al Papagayo, con aguas cargadas de mineral de cinabrio (azufre y mercurio).

En el pequeño valle de Colotlipa hay varios manantiales que riegan los sembradíos de caña y árboles frutales. Cerca de esta población se encuentra la entrada a las grutas de Juxtlahuaca, que destacan por las vistosas formaciones pétreas que contienen en el interior junto con las pinturas rupestres olmecas.

Tixtla, asentada en un valle lacustre, ubicado 500 m más alto que Mochitlán, es la cuna de Vicente Guerrero y de Ignacio Manuel Altamirano. La abundancia de los árboles frutales en la ciudad contrasta con las montañas áridas que la rodean. El agua de la laguna es aprovechada en los cultivos de hortalizas y cítricos, durante las secas. En las lluvias, la laguna vuelve a llenarse y desagua, en vía subterránea, en el río Azul.

Tixtla fue sede de los poderes del estado desde 1851 hasta 1870, generándose en ella una importante vida política y cultural. La ciudad ha sido una gran receptora de música venida de diversos lugares, en virtud de que hasta 1930, aproximadamente, sus habitantes se dedicaban al comercio mediante la práctica de la arriería. De aquellos lugares que recorrían, llegaron a Tixtla tradiciones musicales provenientes de ferias y fiestas regionales de Costa Grande, Costa Chica e incluso de los estados más cercanos, tales como sones, palomos, chilenas, patadas, jarabes, zapateados, chamarreados, arrancazacates, gustos, cantadillas, bolas, papaquis y otros géneros musicales, a los que los lugareños les han impuesto su muy particular estilo y gusto personal, por lo que han sufrido modificaciones importantes tanto en la manera de cantarlos como de bailarlos.

Se cree que los “sones de artesa” fueron introducidos a Tixtla por los comerciantes que iban a la Costa Chica o por los mismos costeños que visitaban la ciudad en las festividades de septiembre dedicadas a la Virgen de la Natividad; llevaban desde su tierra la artesa, la colocaban en el atrio de la iglesia y bailaban durante varias noches. Posteriormente, los tixtlecos adoptaron este baile imponiéndole su propio estilo.

Es a mediados del Siglo XIX, o un poco después, cuando los sones de artesa cambian su nombre por “sones de tarima”, toda vez que al no existir en estas tierras la práctica de la pesca y tampoco canoas, éstas fueron sustituidas por tarimas que producían un sonido similar al bailar sobre ellas.

En la actualidad los sones de tarima se ejecutan en el interior de las casas cuando se trata de una fiesta familiar, tanto en bodas, como en bautizos, cumpleaños y onomásticos. En estas ocasiones, los invitados cantan las mañanitas guerrerenses y los papaquis; llevan cuelgas, regalos regionales y cadenas de cempasúchil que colocan en el cuello del festejado; las puertas de las casas se adornan con flores y tiras de papel de china y crepé, de los colores más brillantes. El “dueño del festejo” les obsequia con tragos de mezcal, servido en carrizo, jarrito o copa, y comienza entonces el fandango; los músicos tocan y las parejas, turnándose, suben a la tarima a mostrar sus mejores pasos.

En las festividades religiosas de la Virgen de la Natividad, de San Isidro Labrador, del Señor Santiago, de San Lucas, y el 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe, en las calles aledañas y barrios el pueblo participa en los fandangos como espectador o bailando sobre las tarimas que se colocan en las plazas y atrios de las iglesias. También se bailan los sones de tarima en los eventos cívicos y escolares, en donde se lucen los bailarines.

El sones género musical que predomina en todo el estado; y el de Tixtla es música alegre, mestiza, ligado al baile de pareja, que muestra el coqueteo entre el hombre y la mujer. También combina partes instrumentales con partes cantadas. Empieza con una música llamada “paseo” a la que le sigue una copla, mientras la pareja baila realizando cruces, vueltas, medias vueltas y giros, durante los cuales el hombre redobla y la mujer zapatea. Otras veces, la pareja sólo zapatea y se desplaza lateralmente o de frente a lo largo de la tarima.

Las coplas que se cantan tienen de seis a diez versos, con número variable de sílabas, generalmente octosílabas, de tipo amoroso, descriptivo y frecuentemente lleno de picardía. Los sones se cantan con estribillo que se va repitiendo entre copla y copla. Algunos versos se repiten para uniformar la estructura musical.

Originalmente los sones se tocaban con jarana, vihuela y un arpa. Luego desapareció el arpa. En la actualidad se toca con dos vihuelas y un cajón de madera llamado “cajón de tapeo”, que, llevado a contratiempo por el tapeador, le da un sonido muy especial y característico a la música. El ritmo es de 6/8, y entre los sones más famosos están: El Pato, El Zopilote, La Zambachucha y La Iguana.

Al norte de Tixtla se localiza Zumpango del Río, seccionado por el río Zopilote, que corre encajonado y forma el cañón del mismo nombre. La Sierra Madre del Sur separa la Costa Grande de la región de los Valles Centrales. Su parte más elevada es la montaña de Teotepec (3705 m), que sirve de límite entre los municipios de Heliodoro Castillo y Atoyac. En el municipio, que hace honor al revolucionario zapatista, cuya cabecera (municipal) es Tlacotepec, se da la explotación de pinos y ocotes, que mediante brechas primero, y después por carretera, bajan hasta Chilpancingo. Esta ciudad alcanzó ese rango a principios de septiembre de 1813 cuando el general José María Morelos y Pavón emitió el bando respectivo. Chilpancingo pudo así albergar a los miembros de lo que sería el Congreso Constituyente. El bando en cuestión le daba, a la entonces villa, el nombre de Santa María de la Asunción.

Por esta razón, más que una ciudad perteneciente a sus habitantes y más que la capital de nuestro estado, es la ciudad libertaria de las y los mexicanos. En ella se llevó a cabo la instalación del Primer Congreso de Anáhuac, y el general José María Morelos y Pavón leyó los Sentimientos de la Nación, base ideológica del Constitucionalismo en México. Chilpancingo fue fundado por las familias Adame, Guevara, Alarcón y Leyva. Inicialmente fueron cuatro los barrios que lo conformaron: San Mateo, San Francisco, San Antonio y Santa Cruz, cada uno con costumbres y tradiciones propias, pero unidos en las celebraciones mayores. El quinto barrio, de reciente formación, es el de Tequicorral, ubicado al sur de la ciudad.

Por la importante participación en la lucha independentista de nuestro país, y por ser escenario y cuna de hombres ilustres como los Bravo –propietarios en aquellos años de la hacienda de Chichihualco y cuya residencia era el actual Palacio Municipal– el primer cuadro de la capital fue declarado Centro Histórico. A partir de 2009, en honor al general Nicolás Bravo, el edificio sede de los poderes municipales lleva su nombre y la Sala de Recepciones, en honor también de un distinguido chilpancingueño, fue nombrada Sala Doctor Alberto Saavedra.

Los pueblos de los Valles Centrales viven intensamente sus fiestas y tradiciones. En las religiosas, los barrios y comunidades se alegran con música, cohetes, adornos de papel, flores, comida y mezcal. Nunca faltan las danzas y bailes autóctonos, como Los Tlacololeros, Los Diablos, Los Moros Cabezones, entre otros. También anima el fandango la banda de música de viento o “chile frito”.

Costa Chica.

Es una larga llanura que se inicia al este de Acapulco y llega hasta el estado de Oaxaca. Al sur, limita con el océano Pacífico, y, al norte, con la Sierra Madre del Sur.
Integran la región 15 municipios: Ayutla de los Libres, Azoyú, Copala, Cuajinicuilapa, Cuautepec, Florencio Villarreal, Igualapa, Juchitán, Marquelia, Ometepec, San Luis Acatlán, San Marcos, Tecoanapa, Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca. Su extensión territorial es de 8089.7 km2, y cuenta con una población de 394 455 habitantes (INEGI, 2005). Está habitada por individuos de origen negro, indígenas y mestizos.


Región Costa Chica.

Económicamente es una de las regiones más importantes del estado. La anchura de la faja costera, hasta una altitud de 500 m de las estribaciones de la Sierra Madre del Sur, oscila entre 30 y 40 km.

Después de los acantilados del cerro Diamante y al final de la bahía de Puerto Marqués, se inicia una ininterrumpida franja de tierras planas que se ensanchan al llegar a la laguna de San Marcos y los municipios de Copala y Azoyú. La llanura se cubre de palmas de coco, guayabos y árboles de mango, en contraste con las cimas de las lomas semiáridas donde sobreviven raquíticos pinos.

La carretera va paralela a la costa; valles y cañadas, originados por los ríos y arroyos que llegan hasta el mar, reciben al viajero con el verdor y la frescura de los cultivos frutales. Sobresalen los ríos de la Sabana, Papagayo, Nexpa o Ayutla, Copala, Marquelia y Quetzala.

La superficie de las tierras planas de la región casi duplica a las de la Costa Grande, aunque la longitud del litoral es mayor en ésta.

La precipitación anual que recibe la Costa Chica oscila entre 1000 y 1300 mm; es menos húmeda que la Costa Grande, y tiene una época extremadamente seca de noviembre a abril. El periodo de lluvias es corto, por lo que el sol y el cielo azul predominan durante muchos días del año; lo que sumado a sus cálidos inviernos, constituye un atractivo turístico importante.

En la región se localizan varias lagunas costeras, como Tres Palos, Tecomate y Chautengo, en donde se pesca robalo, bagre y mojarra. En sus manglares habitan diversas clases de aves acuáticas y en la laguna de Nuxco se explotan las salinas, complementando la actividad económica de los habitantes.

En el territorio de la Costa Chica vive el conjunto de elementos étnicos más heterogéneo, comparado con las otras regiones del estado. En ninguna de éstas figuran juntos los cuatro grupos aborígenes existentes: amuzgos, nahuas, mixtecos y tlapanecos, ni cuentan con la presencia de gran población negra, como grupo racial diferenciado. Además, las condiciones de aislamiento y marginación de esta parte de Guerrero han contribuido a mantener una cultura mestiza, aunque de vida atrasada, muy singular por sus valores. El afromestizo y el indígena, cada cual desde su lado, hicieron sus aportes culturales a la vida cotidiana del costachiquense actual. Junto al legado hispano, que es predominante desde cualquier punto de vista, están las costumbres y tradiciones nativas, tanto como las de ascendencia africana.

El aporte indígena a la cultura mestiza abarca todos los ámbitos de la sociedad, empezando por la lengua, que es uno de los rasgos más vigorosos de su presencia diaria. Expresiones nativas perduran y continúan designando objetos (petate, tenate, huipil, papalote), animales (cacomixtle, guajolote, cenzontle, coyote), costumbres (tocayo, tianguis, chicle) y voces familiares (coco, chicha, nana, pilmama, nene, tata). Igual sucede con los nombres de la flora y los locativos. De los 15 municipios de la Costa Chica, 12 responden a la toponimia náhuatl, y casi el 12% del total de las 630 comunidades que los integran se designan con vocablos de origen indígena.

El acervo afromestizo no es muy rico en el campo del lenguaje, si bien no hay que menospreciar la gran cantidad de modismos propios del habla. Ejemplos de algunos de ellos son: ñaco, ñero, ñagual y arrecho, posiblemente voces adulteradas provenientes del castellano o de algún idioma aborigen.

Existen ciertos topónimos africanos que pudieran ser más bien traslaciones de términos a través del español. Así, tenemos una playa llamada Costa de Oro, un pueblo de nombre Rhodesia, un cerro Bantú, en Cuajinicuilapa. En Acapulco hay un barrio de la Guinea y una comunidad llamada Carabalí, en el territorio de este municipio.

Pero lo más peculiar de la herencia negroide se halla en los modismos, cuentos (recogidos en libros), objetos (entre otros, instrumentos musicales) y en la construcción de la vivienda. Sus jacales redondos han sido tomados en préstamo, desde siglos atrás, por amuzgos y mixtecos de la región.

Ciertamente comulga en la religión católica, pero tiene su propia manera de concebir la vida y la muerte, ambas inseparables de las prácticas supersticiosas: hechicería y magia. En sus altares, además de los de la iglesia, venera a una deidad primitiva: San Nicolás Tolentino, aún sin canonizar. A diferencia del entendimiento occidental–cristiano, el afromestizo guerrerense cree que la persona tiene, no dos, sino cuatro partes: cuerpo, alma, sombra y tono. Muchas de esas creencias las comparten otros grupos.

En cuanto a la música y el baile, no hay mejor en la costa que el afromestizo. Fue en la región de la Costa Chica donde nacieron los sones de artesa, sobre todo en la población de Cruz Grande, quizás a mediados del siglo antepasado, cuando los marineros chilenos y peruanos trajeron las “cuecas” y las “marineras”, que dieron origen a las chilenas. Los sones de artesa son el resultado de combinar estas chilenas con el son mexicano, danzas y bailes de origen africano llevados por los esclavos negros que se refugiaron en las costas guerrerenses en la época de la Colonia. De las danzas y bailes de los negros, los sones de artesa tomaron el clásico redoble africano y el tapeo en el arpa por el que se sustituyó el tambor original.

Las chilenas aportan el uso de los llamados descansos y paseos, y del paliacate; de ellas, el son mexicano toma el zapateado, y, a su vez, pierde el uso de los instrumentos de cuerda para su interpretación.

Derivado del son, existe el zapateado, que puede ser bailado con toda la planta o sólo con la punta del pie. Otros géneros musicales que se cultivan en esta región son el corrido (afromestizo), el palomo, el zapateado, el jarabe, el pasodoble y el bolero, además del son y la chilena.

El conjunto tradicional para la chilena cantada está compuesto por un violín, una o dos jaranas chicas de cinco órdenes, un arpa y el tapeo en la misma. Ahora, los instrumentos han cambiado casi en su totalidad por una o dos guitarras sextas modernas y por un requinto afinado al quinto traste de la guitarra. Para las chilenas bailables, se utiliza una orquesta llamada banda de viento, compuesta por dos saxofones altos, un saxofón bajo, dos clarinetes, dos trombones, contrabajo, tambora o tambor tipo militar, güiro y platillos.

Los sones de artesa deben su nombre a la canoa o artesa que se coloca bocabajo sobre cuatro o seis soportes de madera y a la que se sube una pareja, descalza, ya que sus dimensiones no permiten mayor número de bailadores.

En la actualidad, la canoa se ha sustituido por tarimas de madera, en su mayoría de pino, de más o menos 2 m de largo, 1 m de ancho y 30 cm de altura, en cuya caja o base se hacen perforaciones para ampliar el sonido que se produce al bailar y a la que se suben dos parejas o más, si el espacio lo permite. El ritmo de 6/8 y el uso del tamboreo y del pañuelo en el baile son, tal vez, los únicos elementos andinos que sobrevivieron en la chilena costeña y que la distinguen del son. El pañuelo en la mano derecha del hombre, girándolo sobre la cabeza, sirve para guiar a la pareja en las diferentes evoluciones y representa, tal vez, la cresta, o las plumas de la cola del gallo al cortejar a la gallina o “clueca” (cueca).

El son costeño y la chilena combinan partes cantadas con partes instrumentales. Estas últimas se zapatean siguiendo su ritmo rápido, y se alternan con cantos cadenciosos que son acompañados discretamente por los músicos; mientras que los bailarines ejecutan paseos que sirven de descanso y les permiten escuchar la letra.

En la chilena se usa el canto de la copla picaresca, con temas líricos amorosos, como elogio a las bellezas naturales de la costa. Ejemplo de ellas son: La Sanmarqueña, Ometepec, El Toro Rabón, Costeña, Viborita de la Mar, y La Callejera.

El corrido, otro género musical de la región, nacido en la época de la Independencia, y popular en todo el país, narra un hecho histórico, biográfico, militar o amoroso, como expresión de protesta y medio de información. Ejemplos: El Charco Choco, La Mula Bronca, y muchos otros muy característicos de esta región.

También, dentro de este contexto, encontramos las costumbres y tradiciones indígenas, que atañen a la comida, danzas, cantos, el uso de la herbolaria e, inclusive, ritos relacionados con la agricultura y la lluvia. En los poblados de municipios serranos subsisten prácticas rituales para la “petición de lluvia”, solemnizadas durante los meses de abril y mayo. Una de ellas, la Llorada, que, como su nombre lo dice, es una ceremonia de llantos, se realiza ocho días después de la fiesta de San Miguel Arcángel (29 de septiembre). A pesar de los cinco siglos de dominio católico, las etnias aún honran a divinidades de épocas prehispánicas. He aquí a los tlapanecos que dan cuenta del culto a dos deidades de la lluvia y la fertilidad: una buena, Akuun iya, la otra mala, Kunite. Entre los amuzgos, se conservan, por el mismo estilo, prácticas del panteón nativo, dedicadas a los seres sobrenaturales, a cuyas ceremonias concurre la población entera. Estos actos están a cargo de rezanderos profesionales, los tzan ti, o bien bajo la responsabilidad de los brujos o tzan klawa.

En el orden de las tradiciones y costumbres se hallan los sistemas de atención a las enfermedades. Variadas técnicas curativas subsisten en los lugares donde falta la medicina y la asistencia de doctores. Los sistemas curativos están asociados directamente al uso de la herbolaria, aplicada mediante ingestiones o baños. Muchos de los males tienen que ver con las supersticiones, ligadas a lo misterioso. Entre las enfermedades son comunes el mal de espanto o pérdida de la sombra, el aire, de vergüenza, de ojo, y el mal de amor. La terapia está mayormente en manos de brujos, hechiceros y curanderos de oficio. Algunos ejemplos se mencionan a continuación:

  • Mal de aire (o aire tirado). Se trata del “mal” que hace un brujo, por encargo o iniciativa propia, para “enfermar” a una persona. Se manifiesta por dolores graves en el sitio del cuerpo donde “tocó” el “aire”. Un curandero (o brujo) sana el mal con rezos y frotando huevos de gallina de rancho sobre la parte afectada. Necesita varias sesiones; en la última echa a la lumbre sangre de una gallina, sacrificada para el efecto. Lo practican los amuzgos y mixtecos.
  • Mal de coraje. Frecuente entre los bebés. Es transmitido (involuntariamente) por personas mayores afligidas por algún pesar, ajenas a la familia. Una inquietud desacostumbrada en el niño y falta de apetito, son algunos de los síntomas del mal; llora sin cesar y nada lo contenta: tiene coraje. Se le somete a una limpia gástrica con aceite comestible o algún té amargo, para que arroje toda la flema, origen del mal. La curación está a cargo de la mamá o la abuela del niño. Es practicado por amuzgos, mixtecos y afromestizos.
  • Mal de espanto (o pérdida de la sombra). Lo provoca un fuerte susto, y sus manifestaciones son palidez, calenturas, vómitos y diarreas; en ocasiones, cuando no se recibe el tratamiento a tiempo, la persona muere. Existen dos maneras de curar este mal: la primera consiste en buscar un padrino al enfermo, que se encargue de llevarlo con el párroco para que le rece los cuatro evangelios; la otra, es solicitar los servicios del hechicero, quien acomoda al paciente en una silla situada en medio de la casa; coloca en sus manos un ramo de flores y un cirio encendido; después, reza, gesticula y sopla agua con sal; “limpia” al enfermo con huevos de gallina y con una vela encendida que le pasa por todo el cuerpo. Este procedimiento se llama “levantamiento de sombra”
  • Mal de vergüenza. Es frecuente, sobre todo entre la gente humilde, cuando una muchacha o muchacho cree haber cometido una falta muy grave, de acuerdo al concepto de moral que se le ha inculcado, y cae en un traumatizante sentimiento de culpa. Se vuelve introvertido, deja de comer, busca la soledad y entra en un estado de postración que puede provocarle la muerte por inanición. El padecimiento no puede ser tratado con la medicina moderna, dada su índole psicológica. Los curanderos atienden este mal a base de hierbas, sal y arena de mar.
  • El tono, aunque no es precisamente una enfermedad, se relaciona con las cosas de la brujería.

En el ámbito de las ceremonias, destacan las danzas, medio de expresión popular, muchas de ellas de carácter profano. Se presentan en fechas como Carnaval, Semana Santa, Todos Santos y Navidad. Del acervo indígena cabe mencionar a Los Tlaminques, El Tigre, Los Tecuanes y Los Tejones; de influencia afromestiza, El Macho Mula, El Toro de Petate, La Tortuga y Los Negros; de afiliación hispano–europea, Los Diablos y Los 12 Pares de Francia; y, por último, Los Chareos, de origen mestizo.

Rumbo a Ometepec son comunes las chozas redondas hechas con varas y techos cónicos de zacate o palma (los redondos), que cobijan a la población de rasgos negroides. Más adelante, en Ometepec, estos grupos conviven con los indígenas amuzgos y los mestizos. Todos trabajan en armonía. Unos cultivan cocoteros, jamaica, árboles frutales, frijol, calabaza y maíz; otros cuidan el ganado y se dedican a la apicult ura.

Los domingos, los amuzgos bajan al mercado de Ometepec a intercambiar sus productos; hacen los hermosos y coloridos huipiles bordados con hilaza roja.

La población indígena aumenta en las localidades que ocupan los lomeríos superiores, como Ayutla, San Luis Acatlán, Azoyú, Igualapa, Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca. En algunas de ellas conviven amuzgos, mixtecos y tlapanecos. Predominan árboles y arbustos espinosos en los lomeríos erosionados, posiblemente por el desmonte llamado tlacolol. En el lecho de los arroyos los chagües permiten las siembras de caña de azúcar, maíz, chile, tomate, calabaza y frijol, junto a plantaciones de mango, plátano y cacao. Hay pequeños y rudimentarios trapiches de donde se obtiene piloncillo o panela que los comerciantes ofrecen en atados de bagazo de caña; también producen aguardiente.

En la región se siembran nueve variedades de maíz; el principal es el olotillo, de olote delgado y semilla grande en forma de muela humana; en las buenas temporadas produce hasta dos mazorcas por mata. Le sigue el tepecente (tepecentle), tardío, pero de mucha resistencia a la hierba, con la que puede convivir mientras crece, ya que al ser limpiado a media edad “se va en pura vara”. Es muy apreciado entre los campesinos el maíz tecomache, que en sesenta días ya está maduro. El camacheño, en dos meses y medio. El xicarero también es de producción temprana; es de color amarillo y tiene olote colorado, que desprende mucho tamo al desgranarse.

El maíz olopiche es de color blanco y de pronta cosecha, como el tecomache. El zapalote también tarda dos meses en madurar, es negro y de grano pequeño “porque la mata es zapa” (chaparra, chiquita). También está el sapo, de olote y grano gruesos. El conejo es de planta y mazorca pequeña, pero de producción rápida, destinado a los animales, porque se supone que no sirve para la alimentación humana.

En las laderas de la sierra se encuentran las poblaciones de Ayutla y San Luis Acatlán, donde se fabrican los famosos machetes de cinta y los sombreros de trenza.

Dentro de su fauna hay aves costeras, tortuga, puerco espín, coyote, armadillo, cacomixtle y liebre.

La apicultura permite producir cera y miel que se exportan.

La Encomienda fue el primer sistema administrativo, político y económico que implantaron los conquistadores a su llegada a la Nueva España. Pedro de Alvarado, lugarteniente de Hernán Cortés, fue uno de los primeros que recibió este beneficio, encomendándosele los indios de Tututepec (Oaxaca) y de Jalapa (Costa Chica del hoy estado de Guerrero), en 1522. El propio Cortés se adjudicó extensas zonas del sur de la antigua México–Tenochtitlan, que llegaban hasta el Istmo de Tehuantepec, por lo que se le llamó Marqués del Valle de Oaxaca.

En la región de la Costa Chica, como en todo el territorio conquistado, el repartimiento de tierras y sus habitantes significó la absorción total de los indígenas y su explotación absoluta. Desde Acapulco hasta Xochistlahuaca y Cuajinicuilapa, se constituyeron más de veinte encomiendas (v. Encomienda indiana).

La región, con grandes bellezas naturales y recursos inexplorados, promete un futuro mejor a sus habitantes.

Costa Grande.

Está formada por bahías, tierras planas y laderas empinadas. Se extiende en sentido noroeste–sureste desde el río Balsas hasta el municipio de Acapulco de Juárez, donde la Sierra Madre del Sur forma imponentes acantilados.

Al norte, limita con las cumbres de la Sierra Madre del Sur, y, en el lado opuesto, con el océano Pacífico; al oeste, con el estado de Michoacán, y, al este, con el municipio de Acapulco de Juárez. Comprende ocho municipios: Atoyac de Álvarez, Benito Juárez, Coahuayutla de José María Izazaga, Coyuca de Benítez, La Unión de Isidoro Montes de Oca, Petatlán, Tecpan de Galeana y Zihuatanejo de Azueta. Ocupa una extensión territorial de 14 710.7 km2; y la pueblan 387 423 habitantes (II Conteo de Población y Vivienda, INEGI, 2005).


Región Costa Grande.

Sus municipios tienen pequeñas fracciones de tierras planas, áridas y rocosas, que se alternan con vallecitos de suelos de aluvión acarreados por torrentes y arroyos que se precipitan desde la montaña, y que, en su recorrido, forman rápidos y cascadas hasta llegar al mar o a las lagunas costeras que se unen con los ríos La Unión, Ixtapa, San Jeronimito, San Luis, Tecpan, Atoyac y Coyuca. Las aguas de estas corrientes se aprovechan para la agricultura y ganadería.

Se produce coco, mango, plátano, papaya, maíz, cítricos, café y miel. En las tierras planas hay grandes plantaciones de cocoteros, excepto de San Luís San Pedro, municipio de Tecpan de Galeana, a Pie de la Cuesta, donde hay suaves playas arenosas ocupadas por esteros y lagunas como las de Nuxco, Mitla y Coyuca.

Se disfruta un clima cálido subhúmedo, con temperaturas entre 25 y 26 ºC; conforme se asciende a la sierra, la temperatura disminuye y las laderas, cubiertas de matorrales y selva baja, se cubren de pinos y encinos, que son el hábitat de zorras, ocelotes, jabalíes, ardillas, y gran variedad de aves de vistosos colores.

En las costas se ven pelícanos, golondrinas de mar, gaviotas y albatros, que hacen sus nidos y se reproducen entre la vegetación de las lagunas y esteros.

Se pueden pescar robalo, bagre, lisa y camarón. Del mar se obtiene abundante captura de almeja, mojarra, tiburón, y otras especies acuáticas para consumo local.

El turismo es importante. La carretera costera Acapulco–Zihuatanejo permite visitar la mayor parte de las poblaciones, admirar las bellezas naturales, saborear la comida local y regional y convivir con sus habitantes.

El comercio y la industria generan utilidades; destaca la siembra y cosecha de café, la explotación maderera, la silvicultura y el desarrollo de la ganadería.

De Zacatula a Acapulco, la carretera no se separa más de 12 km de la costa, situación que permite conocer: fondeaderos, puntas, peñascos; las bahías de Petacalco, de Zihuatanejo, de Petatlán o del Potosí (con su laguna) y la del Cuajo; la ensenada y punta de Ixtapa, y ricas salinas.

Entre palmeras, es posible recorrer las tierras planas de Petatlán a Papanoa. La playa se transforma en costa rocosa, cuyos rompientes continúan hasta el morro de este último lugar.

Papanoa es un lugar donde abundan los bosques en laderas y lomeríos; aquí se encuentra instalado un importante centro maderero, siendo el único sitio de la Costa Grande donde no ha dejado de explotarse el bosque en gran escala. Después sigue una gran explanada que se prolonga hasta Pie de la Cuesta. Los ríos San Luis, Nuxco, Tecpan, Atoyac y Coyuca han formado una planicie continua. Pequeños cerros aislados, lagunas y llanuras húmedas cercanas al mar (marismas) cubiertas de tulares y manglares, propician que aniden aves costeras, y la cría de peces y mariscos.

Frente a la planicie, sobre la ladera de la sierra, se ubican las ciudades de Tecpan de Galeana y Atoyac de Álvarez, de gran trascendencia histórica. La segunda, también notable por su zona cafetalera y en donde alguna vez se instaló una fábrica de hilados y tejidos llamada El Progreso del Sur, en la localidad de El Ticuí, misma que a partir de 1905 y durante varias décadas significó avance y bienestar social para los habitantes de la zona.

Al bordear las lagunas de Mitla y Coyuca (la región más rica en cocoteros) se llega a Pie de la Cuesta y las estribaciones de la sierra, donde los acantilados y el mar abierto ofrecen vistas inolvidables.

Junto a Acapulco, Ixtapa–Zihuatanejo es el otro centro turístico guerrerense localizado en Costa Grande.

La Montaña.

Esta región tiene como vecinos a Puebla, en el norte, y a Oaxaca, en el este. Al sur colinda con la Costa Chica, y, al oeste, con la región Centro.

Comprende 19 municipios: Acatepec, Alcozauca de Guerrero, Alpoyeca, Atlamajalcingo del Monte, Atlixtac, Cochoapa El Grande, Copanatoyac, Cualac, Huamuxtitlán, Iliatenco, Malinaltepec, Metlatónoc, Olinalá, Tlacoapa, Tlalixtaquilla de Maldonado, Tlapa de Comonfort, Xalpatláhuac, Xochihuehuetlán y Zapotitlán Tablas. Tiene una extensión territorial de 9007.8 km², y está poblado por 319 393 habitantes (II Conteo de Población y Vivienda, INEGI, 2005).


Región La Montaña.

Área de mixtecos, amuzgos, nahuas y tlapanecos, a la que se llega por la carretera Chilapa–Tlapa, en la parte más escabrosa de la sierra, tan accidentada que muchos de sus pobladores indígenas permanecen aún aislados.

La sierra, con una anchura media de 80 km, divide en dos la comarca; lomas abajo, hacia la costa, la población es mestiza; al norte, noroeste y este, es predominantemente indígena: el grupo náhuatl, al norte; tlapanecos, al centro; mixtecos y amuzgos, al este.

Las cimas de la sierra, cubiertas de pinos y vegetación menor, contrastan con lo árido de su ladera interior, rocosa, empinada y de mala tierra.

Tienen montañas y mesetas con pendientes pronunciadas, algunas con más de 3000 m, separadas por valles profundos y cañadas por donde corren los ríos y arroyos que bajan directamente al Pacífico o a la cuenca del río Mezcala.

En el fondo de las cañadas, los sembradíos de maíz y cultivos de caña bordean los ríos San Pedro y Santa Catarina, donde viven amuzgos y mixtecos, que se dedican, además, a la crianza de animales domésticos.

En el centro, la región se vuelve más escabrosa, más seca y pobre. En la meseta de Metlatónoc se localiza la parte más elevada de la región; allí, el río Quetzalán parte hacia el Pacífico, y el Tlapaneco rumbo a Mezcala. Desde aquí se observan, hacia el norte, los caminos que serpentean entre rocas y pastizales y se juntan en Tlapa. Este es el punto comercial indígena y de acopio del tejido de palma para hacer sombreros, una de las principales actividades de los pobladores.

En el paisaje del camino que desciende al cañón de Tlapa predominan los gigantescos órganos, huamúchiles y amates. Cañada abajo, el río Tlapaneco baña las tierras de Ixcateopan, Alpoyeca y Huamuxtitlán.

Hay trapiches que muelen caña, arrozales y árboles frutales, cuyos productos son llevados principalmente a Puebla para su comercialización.

A corta distancia de Huamuxtitlán, al continuar por el río, se localiza el cerro de Tlacoapa, todo de yeso cristalizado.

En las riberas del río Tlapaneco se ubican los municipios de Olinalá y Xochihuehuetlán. El primero, de fama nacional e internacional por las artesanías de lacas y cajas de linaloé, y el segundo por ser de los principales proveedores del tejido de sombreros y petates de palma.

Es común ver a los hombres de La Montaña llevar al hombro los gabanes de lana tejidos en Malinaltepec y Tlacoapa, que los protege del frío y la lluvia.

Las indígenas mixtecas bordan vistosos huipiles, que utilizan a diario y las engalanan en las fiestas, donde predomina la música de viento.

En la región de La Montaña hay tres tipos de climas: el seco, en Huamuxtitlán y Tlapa, con menos de 800 mm de precipitación anual y temperatura media de 26 °C; el templado subhúmedo, en las partes altas de la sierra, con lluvias entre los 1000 y 1500 mm; y el cálido subhúmedo en las cañadas. Lo anterior determina que la vegetación sea variada: palma y maguey en las zonas secas; bosques de pino y encino en la sierra, y cultivos de frutales (guayabos, aguacate, papaya, tamarindo y sandía) en las partes bajas.

Dentro de la fauna se cuentan el águila, el halcón y el gavilán; tlacuaches, tejones y mapaches. En las laderas y pequeñas mesetas, pueden observarse rebaños borreguiles, de gran importancia para el indígena, por la lana con que fabrican cotones, sarapes y otras prendas para su uso personal y venta el día de plaza.

En la región habita la mayor parte de los grupos indígenas guerrerenses. Una población que, pese a ser pobre y carecer de servicios, se empeña en el desarrollo y lucha por conservar su identidad.

Norte.

Esta parte de la entidad es la puerta de entrada a Guerrero, para algunos estados con que colinda: México, Morelos y Puebla. Al sur llega hasta las aguas del río Balsas; al este comprende la sierra de Huitzuco, y al oeste la sierra de Teloloapan.

En su paisaje dominan las montañas de origen volcánico de la sierra de Taxco, cuyas cimas planas y laderas muy inclinadas alternan con lomeríos bajos, angostas cañadas y pequeños valles serranos. Los montes, en su mayoría, son de piedra caliza que tiene la particularidad de ser soluble, por lo que se encuentran en la región varias grutas, como las de Cacahuamilpa, Cuetzala, Lagunillas, La Estrella y San Miguel, entre otras. La integran los municipios de Apaxtla, Atenango del Río, Buenavista de Cuéllar, Cocula, Copalillo, Cuetzala del Progreso, General Canuto A. (Alejo) Neri, Huitzuco de los Figueroa, Iguala de la Independencia, Ixcateopan de Cuauhtémoc, Pedro Ascencio Alquisiras, Pilcaya, Taxco de Alarcón, Teloloapan, Tepecoacuilco de Trujano y Tetipac. Tiene una extensión territorial de 8720.3 km², y 454 907 habitantes, según el II Conteo de Población y Vivienda, INEGI, 2005.


Región Norte.

Algunas características de esas localidades son: lo pedregoso de la superficie de los municipios de Taxco, Tetipac, Pilcaya, Buenavista de Cuéllar, Ixcateopan y Teloloapan; llama la atención la de Ixcapuzalco, por la blancura de la piedra de mármol proveniente del cerro de San Pablito. Teloloapan debe su fama al cerro de La Tecampana (campana de piedra), una elevación de granito que identifica y enorgullece a los tecampaneros, que, además, tienen una sierra rica en minerales.

Las mayores altitudes de las sierras del Norte son el cerro de la Tentación, a 3199 m, y el Huitzuco (Huixteco), con 2509 m, siendo este último área forestal; allí crecen pinos, encinos, cedros, helechos, hongos y orquídeas. Se le considera zona de reserva ecológica; se prohíbe la tala y la cacería. Es conocido también como cerro del Jumil, porque en él abundan dichos insectos comestibles que han dado fama a Taxco.

En las cañadas y barrancos de la región Norte, corren varios ríos y arroyos; algunos llevan agua sólo en época de lluvias; otros, como el Sultepec, el Cocula, el Tepecoacuilco y el Amacuzac, tienen agua todo el año.

Las sierras del Norte disminuyen su altitud y la humedad ambiente en las áreas de Tepecoacuilco, Huitzuco, Atenango del Río y Copalillo. La vegetación cambia a huizaches, huamúchiles (pinzanes), zapotes, palmas y escasos árboles de linaloé y cascalote.

La angosta franja por donde circula el río Mezcala muestra una zona de tierras secas, sedientas por la escasez de lluvia; se aprovechan las aguas del río para irrigar los terrenos bajos: se cosecha maíz, cacahuate, jitomate, aguacate, mango y sandía.

Al sur se unen Iguala, Apaxtla, Cocula y Cuetzala; las montañas bajas y separadas entre sí, dan origen a valles anchos propicios como terrenos de labores agrícolas; se cultiva maíz, frijol, caña de azúcar, ajonjolí, chile, garbanzo y frutales; entre ellos, los muy sabrosos tamarindos de Iguala, que fueran inspiración de José Agustín Ramírez.

La fauna de la región es diversa; existen liebres, codornices, ardillas, coyotes, escorpiones, iguanas, lagartijas, gato montés y serpientes (algunas en vías de extinción por la despiadada cacería que el hombre ha hecho de ellas). Es posible todavía encontrar cenzontles, jilgueros, aguilillas y zopilotes. En las cuevas, los murciélagos, insectos, peces y reptiles comparten el espacio interior.

En los últimos años han sido descubiertas en la región importantes zonas arqueológicas.

Las artesanías de barro, madera, cuero, joyería de oro y plata, ixtle, cestería y pinturas en papel ámate y cerámica, se efectúan en la mayoría de los municipios. Taxco de Alarcón es el máximo exponente en la fabricación de objetos de arte en plata y piedras semipreciosas, cuyo prestigio es internacional.

Respecto al clima de la zona, Manuel Toussaint expresó: “Ha sido siempre muy elogiado por todos los visitantes célebres. Ningún clima es más notable, más uniforme. En verano, a mediodía, parece que quiere empezar a hacer calor. En la noche refresca, para que uno pueda cubrirse con una sábana, todas las ventanas abiertas. Suelen soplar los vientos, pero es con discreción y mesura. Los aguaceros son torrenciales, pero rápidos; otras veces, nocturnos, con sólo un fin de limpia. Hay sus tormentas, nutridas de rayos a veces, pero Santa Prisca los ha hecho inofensivos, los ha amaestrado, los ha vuelto de tigres, corderos; de azotes, caricias; del más terrorífico de los meteoros ha obtenido bellas decoraciones, bambalinas de fuego, sobre un cielo desgarrado de mal humor, como si fuera del Greco”.

Tierra Caliente.

Al oeste de las sierras del Norte se encuentra la llamada Cuenca del Río Balsas; aquí se localiza la región de Tierra Caliente. Colinda al norte con los estados de Michoacán y México y el municipio de Canuto A. Neri; al sur, con los municipios de Atoyac de Álvarez, Tecpan de Galeana y Petatlán; al este, con los municipios de General Canuto A. Neri, General Heliodoro Castillo, Apaxtla y Teloloapan; al oeste, con Coahuayutla de José María Izazaga; al suroeste, con Zihuatanejo de Azueta y parte de Coahuayutla de José María Izazaga.

La constituyen nueve municipios: Ajuchitlán del Progreso, Arcelia, Coyuca de Catalán, Cutzamala de Pinzón, Pungarabato, San Miguel Totolapan, Tlalchapa, Tlapehuala y Zirándaro. Tiene una extensión territorial de 11 474.2 km2; representa el 17.8% de la superficie tota del estado, y una población de 247 408 habitantes: 119 529 hombres y 127 879 mujeres (INEGI, 2005). La región está situada entre los paralelos 17º 28’ y 180º 56’ de latitud norte y los meridianos 100º 02’ y 101º 30’ de longitud oeste.


Región Tierra Caliente.

Los municipios que destacan por su extensión territorial son: San Miguel Totolapan, Zirándaro y Coyuca de Catalán, con 2649.1, 2475.6 y 2136.4 km2, respectivamente, los que en conjunto integran el 63.3% de la superficie de la región.

El río Balsas es una línea divisoria con los estados de Michoacán y México, que une, al mismo tiempo, los territorios de la margen izquierda con los de la derecha a través de los puentes de Mezcala, Balsas, El Caracol, San Miguel Totolapan, Coyuca de Catalán, Morelos de Infiernillo y Lázaro Cárdenas, que permiten el paso para las tres entidades.

Sus tierras son planas, bajas y laborables, entre los 200 y 300 m de altitud. Los cerros muestran formas caprichosas, son agrestes y muy erosionados. Algunas lomas ganan altura al acercarse a la Sierra Madre del Sur.

En la región se distinguen tres zonas: la primera es una prolongación de la Sierra Madre del Sur; se ubica hacia el sur y de oeste a este, con elevaciones entre 2300 y 3000 msnm, que se localizan en San Miguel Totolapan, Ajuchitlán, Coyuca de Catalán y Zirándaro. La segunda se sitúa en la franja meridional del Balsas y tiene altitudes entre los 1000 y 2300 msnm, con pequeños valles. La tercera abarca en su totalidad los municipios de Pungarabato, Tlalchapa, Tlapehuala y Arcelia, así como porciones del resto de los municipios que están cerca del río Balsas. Cuenta con elevaciones que van desde los 250 hasta los 1000 msnm, predominando extensos valles y planicies en Cutzamala y a orillas del río de este nombre. En Tlalchapa, estas planicies están en la cuenca del río Balsas y también en los arroyos que llegan como afluentes.

Desde la cima de la montaña, la ladera norte desciende hacia el Balsas, sedienta y con poca vegetación, aliviada por escasas corrientes de los ríos Otatlán, Oro y Guayameo, las que son torrenciales sólo en época de lluvias; contrariamente, la ladera del Pacífico, más húmeda, le da calor a los abundantes bosques.

La precipitación media en Tierra Caliente es de aproximadamente 860 mm, debido a que la barrera montañosa no permite el paso de los vientos húmedos de la costa a la depresión del Balsas. Las lluvias se manifiestan en un solo periodo del año (junio a septiembre), con un promedio de 65 a 70 días, con breves aguaceros, generalmente de noche; la humedad desaparece rápidamente por la gran evaporación.

Tierra Caliente se complementa con territorio del estado de México, aguas debajo de Tejupilco, y del estado de Michoacán, destacando los municipios de San Lucas, Huetamo y Tiquicheo; rumbo al norte del río Balsas se localiza también Churumuco de Morelos; Ario de Rosales, con rumbo a Pátzcuaro; al norte de Huetamo de Núñez, se encuentra Nocupétaro, Villa Madero, hacia Morelia; por el camino a Zitácuaro, a 48 km de éste, se ubica Tiquicheo; con rumbo a Toluca, encontramos la población de Bejucos, Palmar Grande y Temascaltepec y el nacimiento del río Alto Cutzamala, de donde se bombea agua para la Ciudad de México.

De acuerdo con la Carta de Climas de SEDESOL, en esta región existen cuatro tipos de climas: cálido subhúmedo, semicálido subhúmedo, templado subhúmedo y cálido semiárido. El primero se encuentra en los municipios de Pungarabato, Tlapehuala, Tlalchapa, zona centro de San Miguel Totolapan, Cutzamala y al norte de Zirándaro, con lluvias en verano y temperatura media anual mayor a los 22 ºC. Hacia el suroeste de Zirándaro, oeste de San Miguel Totolapan, sur de Ajuchitlán y Coyuca de Catalán, así como Arcelia, el clima que predomina es el semicálido subhúmedo, con temperatura media anual mayor a los 18 ºC. Este clima está clasificado como “el más cálido de los templados”.

En el sur de Zirándaro y San Miguel Totolapan es común el clima templado subhúmedo o el más húmedo de los templados. Su temperatura media anual está entre los 12 y 18 ºC, variando entre 3 y 18 ºC la temperatura del mes más frío, mientras que la del mes más caliente es mayor a los 22 ºC. El clima cálido semiárido se ubica en el área de Aratichanguío del municipio de Zirándaro. La temperatura máxima que se presenta anualmente es hasta 42.5 ºC, y la mínima de 24.3 ºC.

En lo alto de la montaña, las bajas temperaturas conservan humedad, presentando, como excepción en todo Guerrero, una estación de secas bien marcada. En la depresión, la temperatura alcanza los 45 ºC, sobre todo en Ajuchitlán, donde, para contrarrestar el calor, los aleros de las casas son más amplios y sombrean las banquetas al mediodía. Esta es la razón por la que los habitantes de la región usan el amplio sombrero “calentano”, elaborado con palma que la población de Tlapehuala teje a toda hora en calles y casas.

Para fines prácticos, los suelos de esta región se clasifican como bajiales, los que se encuentran cerca de los ríos; los barriales, que son terrenos arcillosos; los polvillos, que son tierras francas y en los lomeríos. Los terrenos con materia orgánica de las áreas boscosas de la región están en la sierras.

Técnicamente están divididos en: Acrisol, que se caracterizan por tener acumulación de arcilla en el subsuelo, por su color que va del amarillo claro con manchas, por ser generalmente ácido y moderadamente susceptible a la erosión. Se localizan en el centro–sureste de la región.

Foezem, los que presentan principalmente una capa superficial obscura, suave, rica en materia orgánica y nutrientes. Se localizan en algunas áreas al norte y sur.

Litosol, de suelo poco profundo, constituido por material pétreo duro y resistente dentro de los 25 cm de profundidad. Se distribuyen en la región centro–norte y centro–sur.

Regosol, formado por materiales no consolidados, exceptuando los depósitos aluviales y las arenas ferráticas; frecuentemente susceptibles a la erosión. Éstos son abundantes y se ubican principalmente al norte y sureste con algunos manchones al oeste.

Luvisol, tienen un subsuelo rico en arcilla, frecuentemente rojo claro, aunque presenta también tonos pardos o grises, que no llegan a ser obscuros.

El río Balsas es la corriente más importante de la región; corre de este a oeste. Su cuenca, que abarca ocho entidades, tiene una extensión total de 112 305 km2, de los cuales 35 829 (el 32%) corresponden al estado de Guerrero y 12 515 a la Tierra Caliente. De las sierras del sur y hacia el río Balsas, a la margen izquierda, se encuentran los arroyos de: Cuatepequito, que desemboca cerca del Balsas norte; los Herreros y Calaquial, que más abajo forman el Apizahutli o Tetela, San Miguel Totolapan, Ajuchitlán o Truchas, Coyuca de Catalán o Cuirio y Zirándaro o río del Oro, Cujurán y San Antonio; en la margen derecha encontramos al Oxtotitlán, Santo Niño, Sultepec o Poliutla y el Cutzamala, más las aportaciones que bajan del estado de Michoacán.

El camino paralelo al río Cutzamala conduce a cañadas y arroyos que forman parte de su ancho valle, donde hay extensas playas de arena y piedra.

En esta región se ubica el distrito de riego número 57 y el IV de temporal. Cuando el río Balsas entra a la región se aforan 7 021 000 m3/seg, y cuando recibe a los afluentes mencionados, se incrementa al doble. En cuanto a la infraestructura hidráulica se refiere, la primera extensión que se abre al riego es de 80 hectáreas. Con la construcción de la presa derivadora de Amuco, se amplía a 500. En 1957 se instalaron dos sistemas de bombeo: Las Brujas, en el municipio de San Lucas, Michoacán, y Las Querendas, en el municipio de Pungarabato, para regar 2200 y 1200 hectáreas, respectivamente. Durante el mismo periodo se construyó la presa de almacenamiento La Calera, con capacidad de 7.4 millones de m3, para irrigar 506 hectáreas. En 1968 se construyó la presa La Comunidad, en el municipio de Ajuchitlán, para regar 2700 hectáreas. Entre 1970 y 1972 se terminaron de construir dos de las presas con mayor capacidad de riego: la Vicente Guerrero, en el municipio de Canuto A. Neri; la Hermenegildo Galeana, en Cutzamala, y además, la presa Andrés Figueroa, en Ajuchitlán, lo que hace importante esta región por sus presas de riego. En total, se benefician actualmente 27 000 hectáreas.

En épocas pasadas, el aprovechamiento del río Balsas se hacía por medio de norias circulares, que permitían transportar el agua del río a los terrenos de bajial, en donde se formaban hermosas parcelas con plantas de la región llamadas tamacuas.

La riqueza forestal maderable consiste en pino, cedro blanco, caoba, cedro rojo, encino y oyamel, que se tienen en la Sierra Madre del Sur, San Miguel Totolapan. Ajuchitlán, Coyuca de Catalán y Zirándaro. También hay plantas oleaginosas, como coyol, coquillo de aceite, higuerilla, cacahuate, ajonjolí y cacahuananche. Del cascalote, la parota, el timbre y el madroño se obtiene el aceite que se usa para el curtido de pieles que sirven para la elaboración de huaraches, fuente económica de los pobladores de Tlapehuala y Ciudad Altamirano. Las frutales son capulín, bonete, papaya, caimito, nanche, mango, tamarindo, ilama, anona, almendro, árbol de pan, marañona, icaco, guayaba, huicón, chucumpún (chucumpum), zapote, chicozapote, aguacate, ciruelo, limón y naranja.

En los llanos, los habitantes de la región cultivan maíz, sorgo, melón, sandía, pepino, frijol, comba, y otras frutas y hortalizas. En las lomas y cerros, crían ganado bovino y caprino.

En las cimas de las sierras, las zonas áridas desaparecen, el clima se vuelve agradable y el bosque tropical es denso. Abunda el bocote, el copal y el mezquite.

Dentro de la agricultura siempre ha figurado entre los principales cultivos el maíz, con el 62% de la superficie cultivada, el ajonjolí con el 22.83%, el sorgo de grano con el 6.6% y el melón con el 1.27%; el resto de la superficie se ocupa en otros cultivos cuyo producto es para consumo doméstico y comercio local.

La producción de maíz (en 2000) fue de 115 668 toneladas, con un rendimiento promedio de 2450 kg por hectárea, bajo condición de riego, y de 1948 kg por hectárea, en áreas de temporal. En el mismo periodo, la producción de ajonjolí fue de 12 920 toneladas, con un rendimiento promedio de 588 kg por hectárea en terrenos de temporal. Este cultivo se ha decrementado por falta de mercado.

La producción de melón se estima en 3461 hectáreas, con cosecha promedio de 69 200 toneladas por hectárea bajo condiciones de riego, y de 20 toneladas por hectárea en áreas de temporal; representando el 32% de la producción agrícola regional en tierras de riego. Este producto se exporta principalmente a EU y Japón, en sus variedades de “chino” y “gota de miel”.

Las elevaciones principales son las siguientes: Ajuchitlán del Progreso: Cerro Azul, Águila y San Lorenzo. Arcelia: El Verdel, La Bandera, El Gallo, Mesa del Gallo, El Aviluz, Las Flores, San Miguelito y Campo Morado. Coyuca de Catalán: San Juan, Agua Zarca, El Chivo, El Cigarrillo, La Caña, Cerro de Tejamanil o Cerro del Nudo, Santo Domingo de las Ánimas, y La Víbora. Cutzamala de Pinzón: Tres Picos, Azul, Abadelista, La Guacamaya, Las Parotas, Las Campanas, Cerro Prieto, El Salto, y Atotonilco. Tlalchapa: Otlaltepec, San Vicente y El Guayabo, que provienen de la sierra de Sultepec. Tlapehuala: Cerro del Tinoco y El Mono. San Miguel Totolapan: La Venta, El Gallo, El Frailillo, El Baule, San Jorge, San Pedro, Tehuehuetla, Cerro Gordo, Cerro Azul, Otatlán, Coacoyul, Ventana, y Las Trincheras. Pungarabato: Cerro de Chuperio, Tinoco y El Mono. Zirándaro: Cerro de Barrabás o del Campo, Sierra de los Fresnos y Pico de Armenia.

Las principales comunicaciones que tiene la región son: la carretera de Iguala a Zirándaro, que comunica con Teloloapan, Arcelia, Tlapehuala, Ciudad Altamirano y Coyuca de Catalán; y la que la recorre de norte a sur, que viene de Toluca, pasando por Temascaltepec, Tejupilco, Bejucos, Cutzamala, Ciudad Altamirano, Coyuca de Catalán y Santa Teresa, Los Cundanes, Zihuaquio, Vallecito de Zaragoza y Zihuatanejo; y hacia el estado de Michoacán, la carretera Zitácuaro–Huetamo–Altamirano. Con anterioridad a 1980 solamente había comunicación en Tierra Caliente por la margen derecha del río Balsas; en la actualidad, el camino pavimentado de la margen izquierda comunica con Coyuca, Ajuchitlán, San Miguel Totolapan y San José Poliutla. Además, cuenta con ramales revestidos hacia Filo Mayor, que une a Coronillas, Tehuehuetla y El Espíritu. La región cuenta con caminos y carreteras pavimentadas.

La actividad turística en la región es incipiente, sin relevancia como actividad económica, pues no se cuenta con atractivos turísticos de importancia. Sólo hay vestigios de culturas antiguas en las yácatas de Itzimbaro, municipio de Pungarabato, y en el Cerro de los Monos, en Tlalchapa.

El evento más trascendente fue el Maratón del río Balsas, cuya importancia internacional concentraba a numerosos participantes y espectadores.

La infraestructura hotelera está representada por establecimientos ubicados principalmente en Ciudad Altamirano, Coyuca de Catalán y Arcelia. Algunos se consideran de tres estrellas.

El comercio ocupa un lugar predominante respecto a otras actividades económicas; absorbe entre el 20% y 25% del total de la población económicamente activa, incluyendo la prestación de servicios. Se desarrolla a partir de dos centros de abasto y distribución, que son Ciudad Altamirano y Arcelia; tres subcentros, que son Tlapehuala, Ajuchitlán del Progreso y Coyuca de Catalán. Se cuenta con 2587 establecimientos comerciales del sector privado, de los cuales el 80% son comercios pequeños de corte tradicional y el 20% restante pertenece al comercio mediano, localizado generalmente en las cabeceras municipales. Por parte del sector público existen 70 tiendas: 15 urbanas y 55 rurales, así como dos almacenes. Hay dos farmacias populares, dos tiendas de autoservicio del ISSSTE y una de la SEDENA. (Los datos corresponden al año 2000).

La industria aurífera es muy importante para el desarrollo económico de la comarca que comprende Paso de Arena, Guayameo y Zirándaro, distinguiéndose por la producción de joyas de oro. El área tiene muchos otros minerales por explotar.

En el mercado de Ciudad Altamirano se venden vistosas joyas de oro macizo que van desde el kilataje más bajo hasta el de 24; hay puestos del preciado metal, en abundancia. Tendidos sobre pedazos de papel de china color rojo, acomodadas con cierto orden, se aprecian fabulosas obras del orfebre calentano. Hoy son famosos los centros joyeros de Ciudad Altamirano.

El sector oficial ha tratado de que se normen y racionalicen los agentes económicos que participan de esta actividad, mediante el Sistema Nacional para el Abasto. Se ha trabajado en programas tendientes a modernizar y eficientar la actividad comercial y elevar el abasto de productos básicos de las familias de escasos recursos económicos; sin embargo, poco se ha logrado para contrarrestar los efectos del intermediarismo y el acaparamiento.

Ciudad Altamirano cuenta con un aeropuerto de mediano alcance, y aeropistas más cortas en Guayameo, Zirándaro, Cutzamala de Pinzón, Tlalchapa, Ajuchitlán, Arcelia, San Miguel Totolapan y Toro Muerto.

Las nueve cabeceras municipales cuentan con servicio telefónico de larga distancia, concentrándose el mayor número de aparatos en Ciudad Altamirano, Arcelia, Coyuca de Catalán (cabecera del distrito de Mina) y Tlapehuala. El correo tiene una oficina en cada cabecera municipal y agencias diseminadas en las localidades más importantes.

Las poblaciones de Coyuca de Catalán, Ciudad Altamirano y Arcelia cuentan con la mayor parte de la población urbana, así como de las actividades comerciales y de servicios.

Las nueve cabeceras cuentan con sistema de drenaje, en su mayor parte incompleto. El agua potable llega a la mayor parte de la población. La prestación del servicio de energía eléctrica se dificulta por la lejanía y difícil acceso de las comunidades; Arcelia, Coyuca de Catalán y Zirándaro son los municipios más rezagados en este aspecto.

En el rubro vivienda, el índice de hacinamiento asciende a 6.5 habitantes por vivienda, en promedio. Situación que se acentúa en las áreas rurales y semiurbanas. Los municipios con mayor problemática son: Zirándaro, San Miguel Totolapan, Tlalchapa y Tlapehuala.

En materia de daños ecológicos destacan la dispersión de desechos sólidos y la contaminación de los ríos; al aumentar la superficie irrigable, aumentará la contaminación de la tierra y el agua, derivado del mayor uso de pesticidas e insecticidas. Es necesario limpiar el río Balsas y sus afluentes.

Los Servicios Estatales de Salud con que cuenta la región atienden a 157 820 personas; el IMSS, 20 074; el ISSSTE, 38 173; la SEDENA, 1342, y las empresas médicas privadas, 24 231. Estos servicios de salud constan de 53 unidades de primer nivel con 76 consultorios; 41 corresponden a los SES; el ISSSTE tiene 10 unidades médicas familiares y el IMSS dos. El recurso humano lo integran 90 médicos, 115 enfermeras, 57 paramédicos y 88 administrativos, en el primer nivel; el segundo nivel en el IMSS está compuesto por 17 médicos, 20 enfermeras, 15 paramédicos y 12 administrativos. (Datos de 2000).

En Tierra Caliente habitan 12 916 niños de cuatro a cinco años de edad; 9650 son atendidos por 407 educadoras en 256 jardines de niños, lo que equivale al 75% de la demanda potencial. La educación primaria se imparte a 76 000 niños, atendidos por 2205 maestros en 540 escuelas. En educación secundaria la población es de 11 248 alumnos que son atendidos por 698 maestros en 69 planteles. La cobertura alcanzada es del 66%. En el nivel medio superior existe una demanda de 2964 aspirantes, de los cuales sólo el 48% es atendida, lo que representa el 6% del estudiantado estatal. En este nivel operan 10 planteles con 317 docentes, entre CBTA, CBTis y otros planteles, ubicados en distintos lugares de la región. El nivel superior se imparte en la escuela veterinaria de la UAG. (Datos de 2000).

La gastronomía de la región brinda a los visitantes platillos típicos variados con características especiales en su elaboración y sazón.

Dentro de su fauna existen aves pequeñas de vivos colores, aguilillas y gavilancillos, y carnívoros como puma, gato montés y coyote. En la zona cálida y seca abundan los reptiles, y roedores como el cuinique, que se alimenta con las semillas e invade los terrenos de cultivo en época de siembra; arácnidos como el escorpión, el alacrán y la tarántula.

Los calentanos son muy alegres y aprovechan diversos acontecimientos familiares y sociales, como bautizos, cumpleaños, bodas, etc., para la celebración de fiestas donde se tocan y bailan distintas melodías. En los velorios se interpreta música para la ocasión, que refleja la tristeza de los acompañantes y dolientes. Hay corridos, marchas, boleros, pero sobre todo se tocan sones y gustos que son interpretados por conjuntos musicales que se forman por uno o dos violines, una o dos guitarras sextas y una tamborita de doble parche de cuero de venado o chivo y aros de cinchete, del tipo del redoble militar. Ocasionalmente se usa la guitarra panzona o “de golpe” de seis cuerdas o el guitarrón de son abajeño.

Los instrumentos melódicos son los violines, y los armónicos o rítmicos, guitarra y tamborita. El son proviene de cancioncillas españolas salpicadas del sabor local mexicano que junto con los villancicos de los siglos XVI y XVII formaban el llamado “sonecito de la tierra”, y dieron origen al género festivo llamado son, casi siempre lírico y con complicados acompañamientos para un zapateado que es de gran dificultad, ya que incluye numerosos redobles que se ejecutan con mucha rapidez.

En Tierra Caliente el son tomó carta de naturalización, con algunas características locales que se conservan hasta la fecha. El gusto, por su parte, parece derivarse de los jarabes antiguos llamados “gitanos” y “pan de jarabe”, que en su tiempo fueron prohibidos, porque se consideraban licenciosos, lascivos y obscenos los movimientos que se ejecutaban al bailarse. Los jarabes son algo más lentos que los sones; por ello el gusto calentano es de melodía más lenta, cantando coplas líricas y picarescas, en tanto que el son es más rápido y a veces no tiene letra.

Los gustos abordan, en sus coplas, temas que se relacionan a las actividades de las haciendas y sus personajes, o hablan de las bellezas de la región. El son hace referencia a la fauna, y los bailarines imitan los movimientos de los animales que se mencionan en las coplas. En uno y en otro se trata de música alegre y típicamente mestiza, sin rasgos de la música indígena. Son dos géneros musicales ligados al baile social por parejas que expresa siempre el asedio y coqueteo entre el hombre y la mujer, pero sin que las parejas se toquen. Ambos combinan partes instrumentales con partes cantadas. Las primeras se zapatean vigorosamente, mientras que las segundas, acompañadas discretamente por los instrumentos, sirven a los bailadores para realizar descansos o “paseos”. El ritmo es de 3/4 para los gustos y 6/8 para los sones. Las canciones están compuestas de coplas amorosas llenas de picardía; abundan en doble sentido y con frecuencia los versos se repiten en el canto. Para animarse a sí mismos, músicos y bailadores lanzan gritos o exclamaciones al tocar y bailar.

El maestro Félix Manuel Villela Hernández, en su estudio sobre los glifos y toponimias de las cabeceras municipales de Tierra Caliente, señala: “El término glifo, es parte integral de la palabra jeroglífico, del griego: hierós, sagrado; y glyphein, grabar. Son figuras que forman parte de una escritura o de un alfabeto (ideográfico) de lenguas antiguas. En sus inicios eran usados por los sectores cultos de la sociedad, principalmente la sacerdotal.

“Estos signos, solos o entrelazados, expresan palabras, frases, ideas y oraciones. Muchos pueblos del mundo antiguo, los usaron. En México la escritura jeroglífica náhuatl, mixteca, zapoteca, tlapaneca y maya, fue extensa y artística. Aparecen en códices, planos, mapas, pinturas, cerámica, monumentos, estelas, frisos, altares, jambas, peldaños, muros, esculturas, calendarios, tronos, tableros y objetos de adorno. Para su estudio se clasifican en: 1.Figurativos o pictógráficos. 2. Ideográficos. 3. Fonéticos o silábicos, y 4. Iconomáticos.

“Antonio Peñafiel, hace relación de ellos en Nombres geográficos de México, 1885. Nuestros pueblos conservan sus nombres precolombinos originales, y los manifiestan con un símbolo del glifo que lo representa.

“El pueblo purépecha tiene como antecedentes, un tanto limitados, el Lienzo de Jucutacato y la Relación de Michoacán. Poco se puede decir de sus representaciones en glifos, para expresar toponimias. Pero por afinidad, se deducen algunos, y se aceptan otros. Los principales códices aquí, son: el Mendoza, Azoyú I y II; el Humboldt, el Cualac, Veinte Mazorcas. Los lienzos de Chiepetlán, de Aztectépec y Citlaltépec, de Totomixtlahuacán, y la Matrícula de Tributos, por citar algunos.

“Así es como se hicieron las representaciones de los glifos de las toponimias correspondientes a los municipios de Tierra Caliente”.

(CCL/BM/ETA/JRS)