La pelea o porrazo del tigre es una tradición muy popular, que se ignora cuándo inició. Representa las luchas que enfrentaban entre sí los grupos que habitaban la región Centro del estado, en su afán permanente por la posesión de la tierra, cuya ambición de dominio no les permitía vivir en paz.
Porrazo del Tigre en la Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo 2008.
En la actualidad, se realiza entre poblaciones vecinas y barrios que forman algunas ciudades o localidades del centro del estado y se puede interpretar como una verdadera representación del espíritu combativo de la gente suriana.
En la plaza principal de Tixtla, los días 2 y 3 de mayo se puede apreciar esa pelea a manera de lucha libre; asimismo, es una tradición común, en la plaza de toros, de la feria decembrina de la ciudad de Chilpancingo, que se inició hace muchas décadas en el barrio de San Mateo.
Mural de Jaime Gómez del Payán en Tixtla.
En Tixtla, los preparativos comienzan el día 2; el evento se inicia a las 5:00 de la mañana del día siguiente, cuando suenan las campanas del reloj público; entonces, el silencio se rompe con la música y los truenos de los cohetones y las “palomas”. Muy temprano empieza la alegría desbordante y el reparto de los tragos de mezcal. Al mediodía se come pozole. Hombres, mujeres y niños, vestidos para la fiesta, se encaminan a la plaza central.
Llegan los distintos grupos de danzantes que representan a los barrios. La flauta y el tamboril de cada grupo toman su lugar; los “tigres” se ocultan entre los suyos; son hombres, la mayoría jóvenes, preparados para luchar en estos eventos. Llevan la cara cubierta por una máscara que imita la cabeza de un feroz tigre; su ropa, hecha de manta, es de color amarillo con pequeñas manchas negras, ajustada al cuerpo, que imita también la piel de estos félidos.
La pelea es por parejas en el centro de la plaza; la gente los rodea armando gran bullicio. Cada barrio asegura que “su” tigre ganará la contienda.
Los tigres se acercan frente a frente, encorvados y con sigilo; hacen cabriolas y otros movimientos felinos. La emoción crece y es tanta la tensión que la gente enmudece.
De pronto, los luchadores se trenzan en una feroz y brutal pelea; la gente, emocionada, grita y ruge, apagando el bufido felino que lanzan los contendientes para impresionar uno al otro. La lucha se prolonga hasta que uno de los contendientes se agota y cae al suelo. El ganador brinca y baila de gusto.
Por un momento, la algarabía crece; gritos, alaridos feroces, protestas e insultos se escuchan por donde quiera. Algunos minutos después se oyen, a lo lejos, el tamborileo y las melancólicas notas de la flauta de los derrotados, mientras que los ganadores se marchan a su barrio con gran alborozo, acompañados de música de viento, bailando por la calle, hasta llegar a su “cueva”, en donde continúan la fiesta, tal vez hasta el día siguiente.
En la actualidad, se puede todavía disfrutar de este evento; es una tradición popular que se ha conservado y que se puede observar, como ya se mencionó, en la ciudad capital, al ser inaugurada la Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo, o en Tixtla, durante su feria tradicional de mayo, y en otros festejos.
(ETA/HCB)