Se consideran como plantas autóctonas aquellos vegetales que son originarios del sitio donde se desarrollan o crecen, que no han sido introducidos por el hombre desde otras partes distintas al lugar donde se encuentran. También podemos compararlas con el término endémicas, o sea, aquellas especies que sólo se localizan en determinados lugares geográficos. Asimismo, con este término, podemos identificar a los seres originarios de un país o región.
Zinia o rosa mística.
El estado de Guerrero es considerado como una de las entidades federativas más biodiversas de México; aquí se localizan todos los tipos de vegetación de las zonas templadas, tropicales secas y costeras, con un número de especies cercanas a las 7000 (Nelly Diego Pérez, Flora guerrerense); tal variedad es producto, sin duda, de la complejidad de su geología y lo abrupto de la topografía, lo que da como resultado gran diversidad de climas, factor determinante en la vida de los seres vivos, los cuales interactúan con los demás elementos de la naturaleza. Podemos decir que los patrones de distribución de las plantas en general, dependen de cuatro factores abióticos primarios: aire, agua, calor y luz. Estos factores existen en cantidad suficiente en nuestra entidad y dan origen a un reconocido endemismo, singular por sus plantas nativas o autóctonas, identificadas y registradas desde hace muchos años por investigadores de gran renombre, como Francisco Hernández –protomédico de Felipe II–, Alejandro von Humboldt, Martín Sessé y Lacasta, Mariano Mociño; asimismo, por reconocidos investigadores contemporáneos, como Faustino Miranda, Maximino Martínez, Jerzy Rzedowski, Jorge Llorente Bousquets, Isolda Luna Vega, Ana Rosa López F. y Nelly Diego Pérez, entre otros.
Con el fin de valorar la importancia que tienen las especies autóctonas en el país o región de origen, es necesario hacer un análisis del significado que guardan dentro de las especies del reino vegetal y las del reino animal, ya que ambas se ven alteradas al incidir en ellas, positiva o negativamente. Sin embargo, las nativas pueden ser afectadas de diferente manera, por lo regular casi siempre con la intervención del ser humano, aunque algunas veces también los animales participan en su deterioro.
Lo trascendental de las especies autóctonas o endémicas, en este caso, radica en las propiedades que poseen de acuerdo al medio físico o a su entorno. Son sumamente rústicas, lo que se traduce en una gran capacidad de adaptación al medio que las rodea, aviniéndose a las condiciones ecológicas, y tornándose más resistentes a los factores adversos; aunque también podemos decir que adolecen de ciertas características que las hacen inferiores a las introducidas o exóticas; estas últimas poseen propiedades positivas con relación a ciertas condiciones necesarias para determinados requerimientos.
Flor de noche buena.
Si hablamos de las plantas autóctonas tomando en cuenta sus atributos acordes al endemismo, creemos necesario decir que las plantas exóticas presentan particularidades, positivas o negativas, de acuerdo a la influencia que ejercen en su entorno, perjudicando o beneficiando al medio que las rodea. Como ya se dijo, las especies nativas se hallan fuertemente arraigadas y adaptadas a su lugar de origen, donde han logrado formar simbiosis con otras especies de su misma naturaleza y las de origen animal, proporcionándoles múltiples beneficios; tal vez el más importante es que son resistentes a las condiciones desfavorables, como sequías, inundaciones, plagas, enfermedades y otros elementos deteriorantes que las especies exóticas no logran sortear. Sin embargo, no todo es positivo, pues algunas de estas plantas se caracterizan por su lento desarrollo, la producción es menor tanto en cantidad como en calidad; mientras que las exóticas, al ser cultivadas en determinado sitio –previo estudio de adaptabilidad–, se desarrollan más rápidamente rindiendo mejores resultados para los objetivos previstos.
Resumiendo las ideas, podemos decir que no es conveniente prescindir de las especies autóctonas ya que son las que han soportado por muchos años los infortunios, mientras que las exóticas tarde o temprano sucumben ante las condiciones negativas. Asimismo, al cambiar la flora nativa, varios animales ya no encuentran el sustento ni el cobijo que cotidianamente conseguían cuando dichas especies moraban en esos terrenos.
El territorio guerrerense es y ha sido asiento de infinidad de especies vegetales autóctonas útiles en varios campos de la vida del ser humano; aquí podemos encontrar plantas alimenticias, medicinales, curtientes y para muchos usos más (v. La flora del estado de Guerrero de J. Elías Araujo Villarreal).
De la amplia relación de semillas y plantas nativas de México que han sido exportadas al mundo, como las enviadas a España por Mariano Mociño en su tiempo (1789–1793), varias son nativas o autóctonas del estado de Guerrero, como las que a continuación se enlistan: amate (Ficus glabrata), anona (Annona reticulata), calabaza (Cucurbita pepo), ceiba (Ceiba pentandra), comba (Phaseolus lunatus L.), cuachalalate (Amphipterygium adstringens chlecht.), cuajilote (Parmentiera aculeata D.C.), flor de manita (Chiranthodendron pentadactylon), cacaloxóchitl (Plumeria rubra), flor de nochebuena, cuetlaxóchitl (Euphorbia pulcherrima), frijol (Phaseolus vulgaris), linaloé (Bursera aloexynol), órgano (Pachycereus marginatus D. C.), palo culebro (Astronium graveolens), palo morado (Peltogyne mexicana), palo de rosa (Tabebuia rosea bertol), pinzán (Pithecellobium dulce), y, zinia, rosa mística, flor de papel(Zinnia elegans).
Cuajilote.
Son algunas de las múltiples variedades de plantas que se localizan en el territorio guerrerense desde tiempos muy remotos, de las cuales se tiene noticia de que eran cultivadas o aprovechadas en la vida silvestre para ciertos usos desde antes de la llegada de los españoles a territorio de la Nueva España. Muchas de ellas siguen en estado inculto, proporcionando ayuda al hombre; están inéditas esperando que algún curioso investigador descubra sus propiedades, o las contemple en el inventario florístico estatal, antes de que los piratas o saqueadores de especies acaben con ellas, o los mismos campesinos, sobre todo por desconocimiento de sus cualidades, den cuenta de la rica flora guerrerense.
La lista de especies autóctonas del estado es muy grande; aquí sólo se mencionan unas cuantas, pues en realidad es difícil asegurar cuáles son propias de esta región y cuáles han sido introducidas de otras entidades; sin embargo, por referencias de los investigadores y por experiencia propia, sabemos de algunas que siempre han existido en estos terrenos.
Queda la posibilidad abierta para que el inventario florístico estatal crezca, pues aún se siguen descubriendo nuevas especies en los campos guerrerenses.
(EAV)