Llamado también malaria; es una enfermedad febril transmitida por hembras de mosquitos de la especie anophelina infectadas; es causada por un parásito (plasmodio) que invade los glóbulos rojos en la sangre y las células del hígado; se caracteriza por presentar fiebres intermitentes de tres o cuatro días de duración, acompañadas de dolor de cabeza, escalofríos y sudoraciones acentuadas. Cuando es crónico se presenta anemia de diverso grado y crecimiento del bazo.
Mosquito de la especie anophelia.
Se ignora si el paludismo existía en la América precolombina. La mayoría de los autores lo niegan rotundamente. El primer dato certero que se tiene de la existencia de esta enfermedad en nuestro país se debe a Sahagún, quien escribió que “la yerba Ololiuhqui, se empleaba como cura para calenturas tercianas o cuartanas”.
Ya en el Siglo XIX se documentaron en forma precisa varios brotes de paludismo ocurridos en el país, incluyendo uno muy grave en la Ciudad de México en 1813, al parecer imputable a la emigración de la población de las provincias a la ciudad, provocada por la Guerra de Independencia. El resultado final fue dado a conocer por el ayuntamiento de la ciudad en enero de 1814: 20 385 personas fallecidas, en una población total de 123 907 habitantes.
Desde la creación del estado de Guerrero su población ha sido azotada por este padecimiento, provocando en todo su territorio la presencia de muchos enfermos y numerosas defunciones. Las estadísticas sanitarias oficiales de principios de los años veinte revelaron que el paludismo era la segunda causa de mortalidad general en la población de Guerrero. Hacia 1930 y 1940 esta enfermedad era la principal causa de muerte de la población guerrerense, hecho que nos hace ver la gravedad del problema sanitario que el paludismo representaba en la entidad. En 1950 continuaba en segundo lugar, dentro de la mortalidad general en el estado. Hasta ese momento la lucha antipalúdica era muy irregular y se usaba el petróleo como larvicida en pantanos y todos aquellos acúmulos de agua que pudieran servir para el desarrollo del mosquito en su fase larvaria; para curar a los enfermos se empleaba la quinina, conseguida en forma particular por los palúdicos.
En esa época se reportaban en todo el país 2 500 000 casos de paludismo al año, con una mortalidad anual de 25 000 personas en promedio. Por otro lado, la presencia de paludismo causaba el abandono de grandes territorios fértiles, situación que impedía el aprovechamiento de enormes extensiones de tierras productivas, afectando también la economía nacional. Este grave problema sanitario y económico que el paludismo representaba para la población de la mayor parte de los estados de la República, sobre todo en aquellos con costas (58% del territorio nacional), motivó que a mediados de la década de los cincuenta el Gobierno federal instalara la Campaña Nacional de Erradicación del Paludismo (CNEP) en todas aquellas entidades federativas afectadas por la endemia palúdica.
En 1956 se instalan en Guerrero las oficinas de la Zona IX de la CNEP, con sede en Chilpancingo; su primer jefe fue el doctor Miguel González Mora. Estas oficinas dependían y se manejaban directamente desde la Ciudad de México, es decir, no estaban bajo la jurisdicción de los Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia en el estado, aunque éstos colaboraban estrechamente con la Jefatura de Zona de la Campaña, sobre todo en la toma de muestras de sangre a febriles, método con el cual se logró el descubrimiento de muchos casos de paludismo en la entidad.
El plasmodio invade los glóbulos rojos de la sangre y las células del hígado.
La lucha antipalúdica se basaba en el combate al mosco transmisor, usando el DDT, insecticida residual novedoso en aquella época, el cual se aplicaba en las paredes interiores de las casas de las poblaciones con alta incidencia de paludismo; el efecto duraba seis meses aproximadamente; el mosco, después de picar, se posaba en las superficies dedetizadas y moría. El otro pilar en el que se apoyaba la CNEP, para eliminar la enfermedad, era el tratamiento o cura radical de todos los enfermos que se encontraban, con cloroquina y primaquina. Con estas dos medidas (el rociamiento y los tratamientos) se intentó la erradicación del paludismo.
De esta manera, durante los primeros años el paludismo disminuyó tanto en la población que las autoridades sanitarias aseguraban su erradicación a corto o mediano plazo. En 1960, dada la vastedad geográfica y deficiente comunicación del estado de Guerrero, la Zona IX de la CNEP, con la finalidad de mejorar las acciones antipalúdicas, se divide en dos regiones: la norte y la sur, limitadas por el río Balsas; la primera ubicó sus oficinas centrales en Iguala, y estaba a cargo del ingeniero Juan Manuel García Castellanos, y la segunda quedó asentada en Chilpancingo, bajo la jefatura del doctor Fernando Ríos Neri, quien había sido jefe de los Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia con el gobernador Leyva Mancilla.
En 1960 esta enfermedad todavía aparecía como la causa número diez en la tabla de mortalidad general de nuestra entidad, con 275 defunciones registradas y la número seis como causa de mortalidad infantil, con 83 muertes registradas. Después de ese año, el paludismo dejó de aparecer entre las primeras causas de mortalidad en la población, pues las defunciones por esta enfermedad eran mínimas entre la gente, gracias a las actividades de las brigadas de la CNEP en todas las regiones del estado. A finales de esa década se presentaron las últimas defunciones por paludismo en Guerrero; sin embargo, se empezaron a apreciar dos fenómenos indeseables, que iban en contra de los objetivos de la campaña: el mosquito se volvió resistente al DDT y la mayoría de estos insectos ya no morían por el efecto del insecticida, y el plasmodio empezaba también a presentar resistencia a los medicamentos antipalúdicos. Esta situación hizo que se dejara de hablar de erradicación como objetivo de la campaña y se limitara a mencionar el control del padecimiento. A pesar de lo anterior, durante muchos años el número de enfermos se mantuvo bajo, la enfermedad controlada y sin defunciones que lamentar, hasta los inicios de la década de los 80.
Durante el gobierno del licenciado Alejandro Cervantes Delgado se inicia el proceso de descentralización administrativa de los servicios de salud en la entidad, y la campaña, por fin, pasa a depender de los Servicios Estatales de Salud Pública. Esta situación provocó una serie de problemas administrativos y políticos que afectaron seriamente las actividades básicas antipalúdicas y la buena marcha del programa: disponibilidad tardía del presupuesto, inadecuada distribución del mismo, abastecimiento inoportuno de insumos y problemas sindicales, que entorpecieron y deterioraron las actividades de la campaña, acentuando la endemia palúdica. Durante la última mitad de esa década y principios de la siguiente se volvieron a ver cifras de enfermos palúdicos no observadas durante muchos años: en 1988 se registraron en la entidad 17 062 casos, y un año después, 17 065, sin defunciones afortunadamente.
La situación descrita hizo prioritaria para el Gobierno estatal la lucha contra el paludismo, pues la presencia de este padecimiento en la entidad no sólo afectaba a la población, sino también ahuyentaba al turismo extranjero, en detrimento económico del país; por ello, el Gobierno federal envió cuantiosos recursos a Guerrero, con el propósito específico de abatir este problema epidemiológico mediante el aumento de las acciones antipalúdicas, como la aplicación de insecticidas, larvicidas y tratamiento oportuno de los casos encontrados, situación que se logró en forma paulatina a partir de 1990, año en el cual sólo hubo 5360 casos registrados; en 1991, 1226; en 1992, 684; en 1993, 311; en 1994, 432, y a partir de 1995 se ha mantenido en cifras que oscilan entre los 100 y 150 casos en toda la entidad.
Los últimos casos de paludismo registrados en el estado fueron en 2004; se trata de tres pacientes detectados en el municipio de Alcozauca, región de La Montaña. A partir de 2005 y hasta la fecha no se han detectado nuevos enfermos.
Actualmente, esta vieja enfermedad se encuentra controlada, esperando un “descuido” de las autoridades sanitarias, o bien un fenómeno natural que influya para volver a convertirse en un flagelo para la población, pues las enfermedades infecciosas, como las modas, también tienen sus ciclos y vuelven. Quizás la única esperanza para su erradicación sea el logro a mediano plazo de una vacuna, en la cual están trabajando desde hace más de 20 años algunos grupos de científicos en el mundo. En Colombia tienen un avance considerable al respecto.
(FLE)