Lluvias, Petición de

En nuestro estado todavía existen ceremonias prehispánicas que se celebran por los grupos étnicos que aún predominan en 18 municipios, y que corresponden a los nahuas, mixtecos, tlapanecos y amuzgos. Los nahuas son los más numerosos, sobre todo en Acatlán y Zitlala.


Ceremonia de petición de lluvias en Zitlala (Foto: Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, A. C.).

Los ritos prehispánicos se mezclan sincréticamente con católico-romanos. La cruz, para los pueblos prehispánicos, solamente representa los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos vitales; es sustituta de sus deidades agrícolas, Pero se ostenta como elemento primordial de la religión hispánica. Sin embargo, para el indígena la cruz por sí sola no tiene poder; y aunque es llevada a los lugares sagrados en las fechas tradicionales y ante sus dioses, son los ritos sagrados llevados a cabo en los cerros, las barrancas, las cuevas y los pozos los que tienen validez para que las ceremonias propiciatorias de lluvia tengan mayor efectividad.

La petición de lluvias comprende ritos, rezos, procesiones y danzas, para que no escasee el agua en pozos y manantiales; para obtener una buena cosecha; para que no se sequen los ríos; para que llueva y terminen los estragos que causa el calor.

Al finalizar el mes de abril y al inicio del mes de mayo, se realizan losritos propiciatorios de lluvia,ceremonia de petición de lluvia, o de la Santa Cruz. Esos ritos son similares entre etnias. Suben a las cimas de los cerros, bajan a profundas barrancas, entran a cuevas, riegan con sangre de animales, ofrendan en pozos.

En Acatlán y Zitlala se festeja en forma independiente pero simultánea. Cada una con sus ritos, pero con el mismo fin: la petición de lluvia. Los preparativos se inician los últimos días de abril. En todas las casas de las comunidades se adornan altares con ofrendas en honor a las semillas que se utilizarán en el próximo ciclo de siembra.

Los auxiliares del comisario limpian el Cruzco, cerro sagrado donde se realizan las ceremonias; otro grupo realiza la colecta de verduras, animales y granos que serán utilizados para la comida comunal (huentle, huentli); mientras tanto, los tlacololeros y tecuanes o tigres están terminando de preparar su indumentaria y máscaras de danza.

El 1 de mayo se inicia la ceremonia; la iglesia del pueblo se llena con gente que acude a bendecir sus altares y a dejar las ofrendas y limosnas; las plegarias y los rezos sirven para pedir a las deidades una buena temporada de siembra y cosecha. El tambor y una flauta de carrizo acompañan a los tlacololeros; el “rugido” de los tecuanes invade el ambiente.

En todo el día la gente entra y sale de la iglesia de la comunidad.

El 2 de mayo es el día más importante para el ritual. A la salida del sol, hombres, mujeres, niños y ancianos inician la marcha hacia el Cruzco o al Zitlaltépetl. Allí adoran a los animales míticos del agua y del aire, relacionados con la llegada de un buen temporal.

Los cerros sagrados se adornan con tres grandes cruces que se empotran en pequeñas construcciones de piedra; ante ellas acude toda la gente a dejar sus ofrendas, flores y veladoras.

Llegado el mediodía, las cruces quedan totalmente cubiertas por las ofrendas y flores formando un penacho multicolor. Entran en escena una serie de rituales de origen prehispánico: el sacrificio de gallinas en la piedra sagrada, la que es adornada con flores y copal, y en donde se sacrifican decenas de estas aves, derramando la sangre del primer ejemplar sobre la piedra; el compromiso simbólico de los hombres tigre con las mujeres solteras, donde el tigre (tecuán) entrega las flores de tomoxóchitl (flor de espinas) a la mujer que le gusta.

Se suceden las peleas de los tigres y otras danzas esenciales para la petición de lluvias, pues, según la creencia, de ellas depende el equilibrio ecológico y social de las comunidades. Varias parejas de hombres vestidos de tigre se enfrentan a golpes, simbolizando la fuerza y fertilidad de la tierra; existe la creencia de que entre más golpes se den y más sea la sangre derramada, mayor será la fertilidad de la tierra y la abundancia de las cosechas. Por ello, hay gran cantidad de peleas de tigres mientras dura la festividad. Los tecuanes llevan como terrible arma, además de sus puños, una reata endurecida con brea, con la punta abultada, como si se tratara de un mazo.

Gritos, insultos y ayes de dolor se mezclan con cánticos, rezos, incienso, mezcal y comida; todo en un absoluto respeto hacia las deidades.

Para los nahuas, los mixtecos, los tlapanecos y los amuzgos, la petición de lluvia no es una ceremonia más. Por el contrario, tiene una estrecha relación con su vida diaria, pues así se mantienen contentas a las deidades relacionadas con su propia supervivencia. No olvidemos que su existencia, cuya base principal es la agricultura de temporal, no es muy abundante y segura; por ello, en las ceremonias de esta índole ven uno de los pocos caminos para seguir subsistiendo en ese medio hostil que es la montaña de Guerrero.

Otras comunidades realizan la misma ceremonia, y algunas en fechas diferentes; por ejemplo: en Ayahualulco existe un impresionante monolito llamado Tesaiac (cara de piedra) que es también conocido como San Marcos, San Agustín o Virgen de la Candelaria, como lo nombran los habitantes de Atzacoaloya. Depende del pueblo que lo visite. En la misma localidad de Atzacoaloya, donde existen muchos lugares sagrados, hay uno que tiene importancia primordial: el cerro de Teogolín (Dios se mueve). La leyenda cuenta que muy cerca de éste vivía un indio mexicano, delgado, de barba rala, que siempre iba desnudo; tan poderoso era que podía dar riquezas, salud o enfermedad; muchos peregrinos acudían a pedir favores, y vivía de la fruta, maíz o frijoles que le daban a cambio de la ayuda que proporcionaba; le llamaban Jesús, el Salvador.

En tiempo de lluvias, del Teogolín baja mucha agua hacia Atzacoaloya, y en tiempo de secas hasta el agua de los muchos manantiales que existen se agota. El 8 de mayo es el día que se acostumbra subir a la cima del cerro. Los mayordomos preparan el huentle (Azt. huentli, ofrenda de cosas comestibles); cohetes y “cámaras” anuncian profusamente el ascenso.

Niños adornados con flores tocan el teponaztle, y la gente inicia la subida, llevando jitomates, cebollas, limones y sal, para hacer la llamada ensalada con agua. Ya en la cima, se matan gallinas y guajolotes, y la sangre de éstos es regada en el manantial para que el agua que sale no se agote. Más tarde, se comen tamales y la ensalada con agua, se bebe mezcal y se danza: hombres con hombres y mujeres con mujeres.

El 1 de enero se asciende al cerro de Tesquitzín (esposo de la Tesquitzina), porque sólo ese día el Tesquitzín anuncia el buen o mal temporal; los sacerdotes observan las formas de las nubes y descifran el mensaje, que comunican luego a los concurrentes.

También existe un árbol llamado cuauquiyahue, del cual se dice que “avisa cuando va a llover. Cuando sus hojas se mojan y hasta escurren hilillos de agua debajo de él, con seguridad lloverá en tres días”. Los lugareños aseguran que nunca miente.

En Tixtla, aproximadamente a 3 km de la población, existe el Cerro de Pacho (espía, vigilante). En este lugar, como en el cerro de Xomislo o Chomizlo, de la localidad de Metlalapa, la ceremonia inicia el 1 de mayo. En el primero, las ofrendas consisten en flores, mezcal, cigarros y pan. El pan se quema en sahumerios “para darle de comer a los vientos”. Se realizan rosarios ante la cruz, mientras se prepara un petate tendido en el suelo, al que se rodea de flores de cempasúchil. Sobre él, se colocan recipientes conteniendo mole y carne de guajolote, cigarros, mezcal y tamales. Un grupo de personas rodea a los mayordomos; todos se sirven mezcal, y, juntos, lo tiran hacia arriba, al aire, por tres veces; tres veces también se toman las copas. Poco antes de la comida, el huentli es ofrecido por las mujeres en una danza especial. Éste se compone de mole, tamales y mezcal, que se reparten a cucharadas de boca en boca de los concurrentes, al ritmo de la música.

Por su parte, los habitantes de Metlalapa y los del barrio de El Fortín, de Tixtla, ascienden al cerro sagrado de Chomizlo, llevando velas, flores, cohetes y copal. Los pueblos unen sus estandartes, y entre cantos y rezos llegan hasta la cruz; ya aquí, predomina la voz del teponaztle, mientras se quema copal en los sahumerios. El investido sacerdote y los mayordomos sacrifican un chivo joven, al que cuecen en una piedra y luego lo ofrendan a la cruz. Tiran pétalos de flores al viento; los danzantes bailan sin descanso; los tamales, el pan, las cazuelas de mole y el mezcal se colocan al pie de la cruz y, posteriormente, todo es consumido por los asistentes.

En Mochitlán existe una elevación que tiene forma de volcán; a la distancia parece de color negro; no obstante que tiene mucha vegetación, le llaman el Volcán Negro. Los pueblos aledaños suben el 3 de mayo para adornar la cruz. El día 8, los mayordomos y padrinos realizan la ceremonia de petición de lluvia. La salida se inicia en la madrugada; los alimentos que se consumen en la cima del cerro son llevados crudos y sobre el lomo de las bestias. Allá arriba, las mujeres se encargan de cocinarlos.


Pelea de tigres en Zitlala para pedir abundantes lluvias y cosechas (Foto: Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, A. C.).

Desde las 11:00 de la mañana se inicia la ceremonia; se adorna la capilla de la cruz con papel multicolor, se encienden velas y se quema copal. Una rezandera dirige el rosario y se cantan alabanzas. Se oye el teponaztle en el momento de ofrecer el huentli y se baila al mismo tiempo. Por la tarde, después de haber danzado hasta el cansancio, y comido y bebido bajo los árboles, los asistentes inician el descenso, cargados de esperanzas.

En la comunidad de Atliaca, cerca de Tixtla y Apango, se encuentra el llamado Pozo de Oztotempan. Su nombre significa “la cueva que habla”, “la palabra de la cueva”, de óztotl, cueva, caverna; tempan, bajo palabra; tentli, labios, boca. Algunos investigadores definen el significado como: “en la orilla de la cueva”, de óxtotl-tentli-ipan (no existe en náhuatl óxtotl, con x), tentli, borde, extremo, ipan, sobre él, encima, en su casa.

Las leyendas dicen que en el interior de ese pozo están los dioses prehispánicos de todos los pueblos nahuatlacos, y que fueron arrojados allí para salvarlos de la destrucción de los conquistadores y de los frailes españoles. Se menciona también que dentro del pozo viven cuatro gigantes que cargan el mundo. O que las nubes, el Sol, la Luna y las estrellas se meten allí; de donde salen todos los días.

El Pozo de Oztotempan se encuentra en la cima de un gran cerro, y se afirma que la cueva que lo forma tiene una profundidad de 8 km, de la cual, todas las mañanas, sale una gran cantidad de aves y que éstas regresan por las tardes. La realidad es que la profundidad no se ha podido determinar con precisión. Se asegura que tiene varios niveles y que sólo se ha podido descender hasta los 300 m, sin llegar al fondo. El diámetro del pozo mide más de 100 m. Alrededor de éste existe una explanada que en la ceremonia aloja a miles de personas que acuden a pedir lluvia. El ceremonial inicia desde el 24 de abril, fecha en que empiezan a llegar personas de distintos municipios a buscar semillas silvestres, principalmente de maíz y frijol. Éstas, si se encuentran, serán las primeras que se sembrarán en las parcelas. Este hecho garantizará buenas cosechas.

El 1 de mayo ya se encuentran arriba todos los pueblos que participan. Llegan por diferentes caminos, con sus cruces y ofrendas. Por tradición, todos esperan a la cruz de Atliaca, que llega a las 11:00 de la noche del mismo día 1. Ésta sale a las 5:00 de la tarde del templo católico del poblado; la procesión avanza rumbo a Apango; 3 km más adelante, se desvía hacia el cerro sagrado; los rezos y cantos católicos se hacen presentes toda la ruta, y, sobre todo, ante cada una de las cruces que se encuentran en el camino y que pasan a formar parte de la comitiva. Mientras tanto, los que ya se encuentran arriba, con la cruz de su respectivo pueblo, esperan con velas, cohetes, música y danzas. Seis horas después, la llegada de la cruz de Atliaca es impresionante; miles de personas, con velas encendidas y con cánticos, dan la bienvenida a la cruz principal.

La cruz de Atliaca es colocada bajo un techo de teja, y a sus lados son ubicadas las otras cruces. Durante la velada no cesan los cantos, los rezos, los bailes. El intenso frío no hace mella en el ánimo de los creyentes.

“Al amanecer, cuando la luz del sol empieza a brillar, se inicia la entrega de las ofrendas; se camina alrededor del pozo hasta completar una vuelta y se lanzan hacia su interior tamales, guajolotes, gallinas, veladoras, velas, mezcal, flores, y todo lo que se ha llevado para ofrendar. Hay cantos, rezos, gritos, explosión de cohetes y un gran barullo” (El mito y la realidad del Atzatzilistli en Oztotempan, Félix López Limón). Dos horas después sólo queda la satisfacción de haber acudido al lugar sagrado, y unas grandes esperanzas de que haya un buen temporal. Las cruces quedan allá arriba, mientras cada pueblo inicia el regreso a sus hogares.

En el cerro de Machohua (del náhuatl matzoa, predecir, hacer saber algo; también del náhuatl machihua, hacer algo con las manos: de maitl, mano, y chihua, suceder; o bien, como lo define Remi Simeón: macoa o macoua, ayudar a alguien, extender la mano o el brazo para…, omacouh=omacouah)también se lleva al cabo la ceremonia de petición de lluvia. Está localizado al oriente de la ciudad capital, y podría decirse que es el punto que delimita a los municipios de Tixtla y Chilpancingo. Allí los agricultores y campesinos de las comunidades suben al cerro dos veces al año: el 1 de mayo, para pedir buen temporal, y el 13 de septiembre, para agradecer las cosechas. Este último rito, se conoce como xilocruz. Su celebración consiste en que los agricultores colocan en cuatro esquinas y parte media de sus parcelas o tierras de labor pequeñas cruces hechas con la palma bendecida el “Domingo de ramos”, para obtener buenas cosechas.

En el cerro de Machohua se celebra misa católica, mediante un sacerdote. El 1 de mayo se adorna el camino hacia la cima, con papel de china y crepé, multicolor, y se colocan arcos de carrizo con sus hojas. La ceremonia es al mediodía. El gentil es colocado al pie de la cruz, y está compuesto de mole, tamales, mezcal y cigarros. Los asistentes bailan alrededor de la cruz, adornada previamente; llevan ramos de flores en sus manos, sahumerios con copal y velas. Una buena cantidad de mezcal es arrojado hacia arriba. Después de comer, cuando empieza a oscurecer, inician el descenso. A veces mojándose por la lluvia que empieza a caer.

En Azoyú, en la Costa Chica, esta ceremonia la realizan los azoyunenses, en su mayoría tlapanecos, los días 24 y 25 de mayo, durante la fiesta de María Auxiliadora. En la localidad de Zapotitlán de la Fuente el pedimento se hace con una misa dedicada a esta santa católica, una peregrinación al Cerro Grande, un ritual prehispánico con invocatorias a Coatlicue, Tláloc y Huitzilopochtli y la danza de Los Moros, baile mestizo originado en la época de la Colonia.

La petición de lluvias a María Auxiliadora y a los dioses indígenas, que se dice están ocultos en el adoratorio prehispánico del Cerro Grande, incluye sacrificios de chivos o borregos por cuenta de un mesó (maestro o brujo en tlapaneco), quien lleva la compañía de un cantor y seis rezadores; y ofrendas de flores, veladoras, huevos y otros alimentos.

Así ha sido durante siglos y ojalá esta tradición no se acabe. Y como testimonio de esta costumbre, el maestro Florencio Encarnación Ursúa, en su libro Raíces del tiempo, al referirse a uno de estos ritos para hacer llover, realizado en el cerro de Chomizlo, dice:“… Y los maizales crecieron verdes y bonitos, con tallos soberbiamente robustos… y aunque lo narrado les parezca cuento y no le quieran conceder veracidad… el agua siguió cayendo normalmente del cielo, sin interrupción, cuando llegó la época de las cosechas, se recogió mucho maíz, bastante frijol, montones de calabazas y el ganado estaba gordo y sano en toda la comarca”.

(ETA)