Guerrerense

Gentilicio para designar a los naturales del estado de Guerrero y, por extensión, a quienes habitan en su territorio. Término empleado para designar lo relativo al propio estado: costa guerrerense, turismo guerrerense, bibliografía guerrerense.

La calidad de guerrerense.

Hablar de lo guerrerense o del guerrerense implica y exige situarnos en distintas atalayas. Hay muchas perspectivas: jurídica, psicológica, histórica, étnica, etcétera, que merecen ser analizadas. Jurídicamente, guerrerense es, de acuerdo con la Constitución, el nacido dentro del territorio del estado, el que nace fuera del estado de padre o madre guerrerense, y los mexicanos que tengan residencia permanente en la entidad por más de cinco años. Esta definición constitucional ya muestra una falla al hablar de padre o madre guerrerense para definir a los propios guerrerenses.

Este aspecto constitucional forma parte de la perspectiva jurídica: las constituciones de 1851, 1862, 1874 y 1880 señalaron como naturales del estado de Guerrero a quienes habían nacido dentro de los límites del mismo; es decir, aceptaban únicamente el criterio del ius soli para otorgar la calidad de guerrerense.

El ordenamiento constitucional de 1917 adoptó un criterio mixto al señalar que eran naturales los nacidos dentro del territorio del estado y los nacidos accidentalmente fuera de él, si sus padres eran hijos del mismo. Aquí cabe señalar que si bien se adopta el criterio del ius sanguini éste sólo se aplica a los nacidos accidentalmente fuera de él. Los textos constitucionales publicados en 1950, 1975 y 1984 conservan tal dicotomía y agregan un nuevo principio para adquirir la calidad de guerrerense: por naturalización.

De acuerdo con la normativa constitucional, los mexicanos vecinos del estado que residan por más de un año en su territorio, que tengan bienes o hayan prestado importantes servicios al estado adquieren carta de naturalización como guerrerenses. En diferentes términos esta forma de adquirir la calidad de guerrerense se conserva en la Constitución vigente, pero, ¿jurídicamente qué implica la calidad de guerrerense? La doctrina nacional no ha sido uniforme en ese sentido; González Oropeza y Vargas Aguiar mencionan que la calidad que otorgan las entidades federativas a sus habitantes es en sí una nacionalidad.

Tales autores señalan que la doble nacionalidad de que gozamos todos los mexicanos, por ser mexicanos y además nacionales del estado en que tenemos nuestros orígenes, es una característica común. Si adoptamos tal posición, podemos ir más allá, al señalar que los grupos indígenas poseen una nacionalidad más, es decir, poseen una triple nacionalidad. En nuestro estado de Guerrero, como veremos más adelante, conviven varios grupos étnicos: nahuas, mixtecos, amuzgos y tlapanecos.

Algunos autores no hablan propiamente de una nacionalidad sino de la calidad de indigenato, también denominada regionalidad, que es una fórmula de vinculación de los individuos con algunas de las regiones en que jurídica o sociológicamente se divide un Estado.

Para tales autores esa vinculación puede derivarse tanto del hecho de nacimiento en un lugar como de la fijación de la residencia del territorio de alguna región. Esta vinculación, indigenato o regionalidad, como lo llaman, podría considerarse como una nacionalidad en pequeña escala o nacionalidad de provincia, pero en realidad se distingue de la nacionalidad en que en ésta la relación se establece entre el individuo y el Estado, que es el todo, y no entre el individuo y la parte del Estado, como es la región o provincia.

En el caso particular de las entidades federativas mexicanas nos inclinamos por la opinión de González Oropeza y Vargas Aguiar, toda vez que la República Mexicana no se integra por regiones o provincias en sentido estricto, sino por estados federados; además, tales consideraciones sirven para entender el porqué al otorgar la calidad de guerrerense se acude a los principios de derecho internacional para adjudicar una nacionalidad: el ius soli y el ius sanguini. Por otra parte, en nuestra Constitución local la simple residencia permanente por más de cinco años hace que cualquier mexicano adquiera la calidad de guerrerense.

El ius soli se concibe como el derecho al suelo, como el derecho a adoptar la nacionalidad del suelo donde se nace. El ius sanguini es el derecho de sangre, el derecho a tener la nacionalidad de los ascendientes, la nacionalidad de los padres. Las distinciones contenidas en el texto constitucional guerrerense son similares a las de muchas constituciones de las entidades federativas mexicanas; sin embargo, existen también ordenamientos constitucionales que otorgan la calidad estatal únicamente a quienes nacen en el territorio del mismo estado, tal sería el caso en los ordenamientos de Nayarit y del Distrito Federal, por ejemplo.

Esto último representa para nuestra entidad una alternativa viable, pues se otorgaría únicamente la calidad de guerrerense a quienes nacieron en el territorio estatal y se justificaría que existiera disposición expresa que permitiera al jefe del Ejecutivo estatal otorgar la calidad de guerrerense como distinción especial; si bien el texto constitucional local señala la forma de adquirir la calidad de guerrerense, también debería existir disposición que establezca las formas de perderla.

El artículo 22 de nuestra Constitución vigente local señala que se podrá otorgar la calidad de guerrerense a los mexicanos que se hayan distinguido o prestado servicios extraordinarios de evidente beneficio para la entidad mediante decreto motivado y fundado que expida el Jefe del Ejecutivo con la aprobación de la Legislatura del estado (Comisión Permanente, en su caso).

Debemos comentar que desde la Constitución guerrerense de 1851 se preveía la facultad del Congreso local para conceder a nacionales y extranjeros una carta de ciudadanía que los convertía en ciudadanos del estado. Las posteriores constituciones no variaron tal redacción hasta 1917, cuando se cambió para que únicamente a los nacionales y extranjeros naturalizados en la República se les concediera la citada carta de ciudadanía. La concesión de ésta se encontraba condicionada a que fueran vecinos o estuvieran casados con una hija del estado, tuvieran en él bienes raíces o hubieran prestado servicios importantes a la patria o al estado.

En la redacción de 1950 desaparece tal concesión para extranjeros y se otorga únicamente a los mexicanos vecinos del estado que residieran por más de un año en su territorio, que tuvieran bienes raíces o hubiesen prestado servicios al estado y adquirieran carta de naturalización como guerrerenses. A partir de 1975 se adopta la redacción actual, si bien es de señalar que hasta la fecha no se ha hecho uso de tal facultad tratándose de mexicanos no guerrerenses.

Esto no ha sido siempre así, pues, como se señala, el Congreso ha asumido esta facultad de formas diversas. Por ejemplo, con fecha 21 de febrero de 1949 el Congreso estatal determinó, por Decreto 130, considerando la amplia labor constructiva y progresista que desarrollaba en ese entonces, que se declaraba hijo predilecto del estado de Guerrero al licenciado Miguel Alemán Valdés, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Un poco más tarde, por Decreto 27 del 3 de octubre de 1949, se declaró hija predilecta del estado de Guerrero a la señorita profesora Eulalia Guzmán por el esfuerzo y perseverancia con que llevó a cabo el estudio de los documentos que dieron origen a la realización de los trabajos encaminados a descubrir en Ixcateopan los restos del inmortal Cuauhtémoc, último emperador azteca de México.

Un ejemplo más es el Decreto 25 del 9 de septiembre de 1963, cuyo considerando y artículo único señalan: “Considerando único. En ocasión de su arribo al estado de Guerrero y en justo homenaje al ciudadano presidente de la República licenciado don Adolfo López Mateos por su inquebrantable decisión de resguardar la integridad de la independencia, de la soberanía, y de la dignidad de la nación o el acendrado patriotismo para acudir al llamado de su pueblo en todos los casos de angustia en que se invoca al salvador beneficio de la ayuda presidencial, por su lealtad a la Revolución interpretando fielmente su postulado con impulso creador y con loable esfuerzo que ha despertado el interés de todo México para participar en la tarea de engrandecer a la patria, y en particular por los incontables beneficios que esta entidad federativa ha recibido de su administración, el pueblo de Guerrero, que se honra en hacer pública su gratitud a su digno gobernante por conducto de sus representantes, tiene a bien expedir el siguiente Decreto 25: Artículo único: Se declara ciudadano guerrerense e hijo predilecto del estado de Guerrero, al señor licenciado don Adolfo López Mateos, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”.

Es importante destacar que, revisando el Periódico Oficial del estado de Guerrero, se descubrió que durante 1968 se concedieron, mediante Decreto de la Legislatura local, cartas de ciudadanía guerrerense a tres personas: Casimiro Guerrero Rayo, Vicente Montesinos Maldonado y Jorge Méndez Cortés. El primero de ellos, originario de Pátzcuaro, Michoacán, había contraído matrimonio con una guerrerense, y tenía 24 años de residencia en el estado; Vicente Montesinos, originario de Arriaga, Chiapas, había contraído matrimonio con una guerrerense y tenía 14 años de residir en la entidad; Jorge Méndez Cortés, originario de Puebla, había procreado con su esposa nativa del estado de México cuatro hijos y tenía 13 años de residir en Guerrero.

Otros ejemplos de personajes a quienes el Congreso estatal concedió la ciudadanía guerrerense son el general Fortunato Maycotte Martínez, en 1919, y el médico, escritor y servidor público Eusebio Mendoza Ávila, en 1952. (El lector podrá ampliar la información, consultando la entrada biográfica de cada uno en esta misma obra).

Otro caso de interés, más reciente, es el de doctor Rodolfo Neri Vela a quien, mediante Decreto 317, se le declaró ciudadano distinguido del estado de Guerrero. En el considerando segundo del decreto en cuestión se señalaba que por su capacidad reconocida y sus virtudes profesionales fue seleccionado para convertirse en el primer astronauta mexicano, para viajar al espacio y cumplir experimentos que redundan en un mayor bienestar para el hombre, y por su singular existencia y hechos distinguidos, el H. Congreso del estado, en uso de la soberanía popular que representa, considera de justicia declararlo ciudadano distinguido del estado de Guerrero.

En este último caso valdría la pena preguntarnos si con la expresión “se considera de justicia” se da por fundamentada la facultad para otorgar esta distinción, ello porque el Congreso local no tiene en este momento, ni en aquél, una disposición legal que sustente tal decreto, ni siquiera aparece tal figura en la Ley de Premios Civiles del Estado.

Es preciso destacar que hoy en día la normativa existente muestra la inconveniencia de que tratándose de extranjeros no se les puede conceder la calidad de guerrerenses; esta apreciación debe de ser eliminada, sobre todo por el hecho innegable de que en muchas ocasiones son extranjeros los que mayores servicios prestan en el ámbito cultural al estado.

El perfil étnico y lingüístico de los guerrerenses.

En términos generales hemos delineado la calidad jurídica de los guerrerenses. Ahora bien, ¿cuál es la identidad étnica y lingüística del guerrerense? Es evidente que la población de raíz mestiza hablante del idioma español es la dominante. Pero no es la única.

Cual moderna Babel, gracias al tráfico producido principalmente por el Puerto de Acapulco, sus naos y turistas, el estado de Guerrero ha asistido al encuentro de los guerrerenses con los más diversos grupos humanos e idiomas. Y en algunos casos los ha ido incorporando a su acervo cultural.

Como ya afirmaba Del Toro y Liquidano en 1857, “la concurrencia de vapores americanos con la abundancia de pasajeros ha hecho que la generalidad se dedique a entender el idioma inglés, por un principio de conveniencia para facilitar sus negocios”. Pero además de ello, los grupos étnicos originarios del estado le han proveído de una rica diversidad cultural y lingüística.

Las lenguas que tienen mayor número de hablantes: náhuatl, mixteco, tlapaneco y amuzgo. Además de éstos, en nuestro estado se encuentran poblaciones de hablantes de mazahua, zapoteco, otomí, popoloca, chontales, maya, tepuztecas y purépecha, entre otras.

Hasta el 17 de octubre de 2005, en el II Conteo de Población y Vivienda realizado por el INEGI, en el rango de edad de cicno años y más, según condición de habla indígena, se registraron 383 427 habitantes, de los cuales 183 863 son hombres y 199 564 mujeres. El cuadro siguiente especifica los datos numéricos de cada etnia y el porcentaje con respecto al total:

Lengua

Hablantes

Porcentaje

Náhuatl (nahuas)

135 036

35.22

Mixteco (na savi)

110 375

28.80

Tlapaneco (me’ phaa)

92 206

24.08

Amuzgo (suljaa)

37 448

9.72

Otros

8 362

2.18

Total

383 427

100.00

Estos grupos no se encuentran distribuidos de manera uniforme; la mayor densidad se localiza en la porción oriental del estado, en los límites con Oaxaca, en la región de La Montaña y en la llamada Mixteca guerrerense; sin embargo, en las regiones Centro y Norte también hay municipios con pequeños núcleos de hablantes indígenas.

Con todo, el indígena constituye uno de los sectores de la población más marginado, más vulnerable social y económicamente, al cual la propia Constitución local dispensa protección en la defensa de sus derechos fundamentales. Esta marginación no hace eco del papel que ha tenido el indígena suriano en la historia patria.

Lo más difícil en una sociedad racista es reconocer el papel de los indígenas en la estructura nacional. Son fuente de energía psicológica y cultural de primera importancia y son, aunque se niegue, indispensables en la vida económica” (“Versiones nacionales de lo indígena”, Cultura y derechos de los pueblos indígenas de México, México: Archivo General de la Nación, Fondo de Cultura Económica, 1996, pp. 65–66).

El carácter del guerrerense en la literatura histórica.

La identidad del guerrerense se forma también de los mitos, de las apreciaciones (falsas la mayoría de ellas) que los visitantes del estado se han formado y se siguen formando. Por ello, merece la pena hacer una suerte de remembranza a partir de lo que escribieron quienes nos visitaron en el Siglo XIX y que dejaron plasmadas sus opiniones en diversos documentos.

Juan Estrada en su “Derrotero estadístico de los Pueblos que componen el distrito de Acapulco, hecho con ocasión de la visita que hizo el prefecto en fines de 1836” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. VII, México, 1859, pp. 429–438) escribió lo siguiente respecto de los habitantes de San Jerónimo: “Los habitantes, en lo general, son muy dedicados al ejercicio de la labor y cría de ganado vacuno y caballar, del que hay mucho; pero muy dominados en el juego y en la embriaguez, causa porque se matan con frecuencia en tiempos de cosechas. Las autoridades militares son de algún modo respetadas por ellos; la política que sólo consiste en una persona encargada de justicia, no les merece el menor aprecio, sino es cuando tienen una necesidad de su favor”.

Y al ocuparse de Tecpan relata: “Este pueblo era rico antes de la Guerra de Independencia, pero habiendo sido saqueado varias veces por unos y otros, como que por mucho tiempo fue el asiento de las tropas y teatro de continuas convulsiones, en el día se haya (sic) en la mayor miseria. A ejemplo de los indígenas del pueblo de Atoyac y aunado con ellos se sublevó en septiembre de 1835 contra los de razón, y asesinaron a las 11:00 del día 15 de dicho mes al primer alcalde que funcionaba de juez de letras, al subprefecto y al administrador de alcabalas, y podrían haber sacrificado muchas más víctimas si no se hubieran fugado precipitadamente, abandonando sus intereses los que debían serlo.

“Este acontecimiento de exagerable memoria para los anales de este infeliz pueblo, y las circunstancias posteriores de tener las armas en sus casas, ha desanimado a los jueces de tal manera que no hay uno que no se atemorice al administrar justicia, causa porque no hay sacerdote, ni las leyes son obedecidas sino en lo muy preciso.

“Sin embargo, de toda una pequeña guarnición de tropa que no fuera del país y alguna energía en los funcionarios será suficiente a mi juicio para poner término a tamaños males, en virtud de que los habitantes a pesar de sus vicisitudes son demasiado dóciles, en cuyo caso puede mejorarse con la mayor facilidad”.

En el mismo texto, dice de los de Coahuayutla: “Hay diez haciendas de ganado, cuatro trapiches y una multitud de ranchos, por lo que hace subir su población a 2323 almas, cuya administración espiritual está encomendada a un sacerdote anciano valetudinario, por cuya causa y larga distancia de unos parajes a otros (es menester decirlo con dolor) viven y mueren como animales, sin recibir los socorros espirituales, acaso algunos no han visto jamás lo que es misa, no saben las obligaciones de ser cristiano, por cuya causa se matan por el más leve pretexto”.

Y refiriéndose a Zacatula menciona que “aunque su fundación según las noticias adquiridas, cuenta la misma época que la del pueblo de Tecpan, la insurrección pasada la redujo a tal estado de miseria que no cuenta un solo descendiente de sus antiguos pobladores, y por cuya causa los presentes son todos de los que dicen la razón emigrados de varios puntos de la República y la mayor parte de criminales que agobiados del peso de sus crímenes y perseguidos de la justicia se han refugiado en dicho punto, como en un asilo, seguro a virtud del disimulo que las autoridades les dispensan, las más veces por el temor de ser asesinados en los caminos o dentro de sus mismas habitaciones, como frecuentemente se ha experimentado, por cuya causa se pasean sin el menor temor de ser aprehendidos, armados del machete, belduque (cuchillo grande de hoja puntiaguda) y armas de fuego que les son indispensables”.

De los habitantes de Orilla señala que: “en todo semejantes a los de Zacatula se componen, a excepción de pocos, de forajidos de varios departamentos, que sustraídos de la persecución de la justicia disfrutan de sosiego y viven impunes, de cuyas resultas se ha hecho la villa, de pocos años a esta parte, como el foco de todos los vicios.

“Separados a tan larga distancia de la cabecera del partido y aún más de la del distrito, y sin estafetas ni correos las leyes no tienen ni virtud ni eficacia para ser obedecidas. Puede asegurarse sin exageración que no hay un individuo entre todos los que componen este crecido vecindario a quien pueda encargarse la administración de justicia, ni el cobro de las rentas, que en tiempo de cosechas no dejarían de ser de consideración, a virtud de que los individuos a pesar de todas sus nulidades, son inclinados generalmente a la labor de los frutos que ya se han indicado, causa porque jamás experimentan hambre ni desnudez, y la extracción anual de un año con otro puede calcularse de 10 a 12 mil arrobas del primer fruto y de tres a cuatro del segundo”.

El mismo Juan Estrada en sus “Datos estadísticos de la prefectura del Centro. Su cabecera, ciudad Guerrero” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. III, México, 1852, pp. 71–76) se ocupa de las características físicas de los habitantes de Chilpancingo y Tixtla en los siguientes términos: “La constitución física de la población en esta ciudad, Chilpancingo, y los pueblos situados en la parte alta de la cordillera, es buena talla en lo general, y sin que manifieste mucha robustez, son fuertes para el trabajo, valientes para la guerra y muy sufridos: lo primero, tal vez consiste en el temperamento, y lo segundo, en su educación y trabajos de costumbre, que es la agricultura, aún en los llamados de razón, así como en la arriería…

“No sucede lo mismo con los que están situados en parte baja de la cordillera, aunque próximos a Tixtla, pues no participan de buena formación en su talla; la mayor parte están escamosos por el pinto, y si acaso son sufridos y valientes, salidos de su país pierden ambas cualidades, especialmente si suben hacia las mesas de la alta cordillera, de donde se desertan luego que pueden…

“Su carácter es poco sociable, en extremo provincialistas; no quieren en su lugar a los extraños, ni aun de su mismo estado, y hay gente que a pesar de tener una regular conducta, y ver que se ocupan en trabajos útiles y honestos son muy fáciles a ejercer venganzas y cometer asesinatos, por agradar a alguna persona que en su distrito le es querida, que le temen o aguardan de él algunos bienes.

“Todos estos defectos serán remediados con que se consiga generalizar la educación y que atiendan una religión que los moraliza; mas sostenida la tranquilidad pública en lo general, no son ladrones ni asesinos y se han visto casos de devolver una mula cargada, que entre otras cosas llevaba oro del extraído de California”.

El mismo autor al referirse a la población de esta zona del centro del estado, señala que “de las 25 166 almas que componen la prefectura serán 20 000 los indios; pero lo sensible es que las 5000 que quedan ni son en la mayor parte instruidos, ni dejan parte de ellos de unirse a los indios, en sus ideas de exterminar la raza hispano–mexicana, con el fin de conservarse y hacer los robos y depredaciones que en estos casos ejercen, como sucedió en Chilapa, y esto lo prueba el ver que los cabecillas contra Chilapa no todos fueron indios, y el principal tampoco lo era; ésta es la razón porque el gobierno de este estado necesita un tacto político particular para evitar sus sublevaciones y que cada día tengan menos probabilidades”.

Totalmente distinto es el tono que emplea Francisco Suárez, hacia 1853, al escribir sus “Apuntes estadísticos del distrito de Teloloapan del estado de Guerrero” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. VII, 1859, pp. 448–455). Este autor simplemente señala los datos de que dispone, haciendo escasas valoraciones personales, o ninguna, como se advierte cuando se refiere a la población: “Ésta, según los padrones generales del distrito, es de 22 449 habitantes, la mayor parte de indígenas, cuyo idioma es el mexicano”. No existe ningún apunte acerca del carácter de los surianos, ni a favor ni en contra.

Juan B. García en sus “Apuntes estadísticos del distrito de Galeana (Tecpan) del estado de Guerrero” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. VII, México, 1859, pp. 439–447), fechados en noviembre de 1853, respecto de Tecpan señala: “su población se compone de las tres razas casi en proporción iguales. Los tecpanecos propiamente dichos aún se acuerdan de sus antepasados en la frugalidad de sus alimentos y en la sencillez de sus vestidos, viven como los demás costeños de la pesca, siembra y crías”.

Y al referirse a los habitantes de San Jerónimo afirma que “son laboriosos sin comparación, un solo hombre suele sembrar hasta una fanega de algodón y aún más”. Pero a renglón seguido advierte: “La población de San Gerónimo corresponde a las razas blancas descendientes de españoles y morenos de origen africano. La mayor parte de unos y otros ponen en ejercicio todos los vicios en tiempo de cosechas. Ejerciendo la severa censura de la imparcialidad, es forzoso decir que de los habitantes del distrito, en pocas poblaciones de las que lo componen se ejecuta tanto la alevosía como en San Gerónimo, porque sus atentados los cometen siempre a golpe seguro, unas veces favorecidos de la oscuridad y otras esperando ocasión que los ponga a cubierto del perjuicio que puedan recibir de sus enemigos”.

Para García “las mujeres son en lo general trabajadoras, limpias y lujosas cuando lo permiten las circunstancias”. Al ocuparse de Atoyac anota que es el único en el rumbo que habla el idioma cuitlateco y “el carácter y costumbres de estos individuos es lo mismo que el de sus vecinos: andan siempre armados de machetes y se matan como ellos”. De San Luis señala que “la población y carácter de los habitantes son iguales en todo a los de San Jerónimo”.

M. M. del Toro, junto con Lorenzo Liquidano y Manuel de la Barrera, hacia 1857 escribían su “Noticia estadística del distrito de Acapulco de Tabares perteneciente al estado de Guerrero” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. VII, 1859, pp. 407–428), y señalaban en relación con el carácter y costumbre de los habitantes: “Bien fácil es de figurar que en un país que se compone de pueblos de diferentes orígenes hay muy poca semejanza entre sus usos y costumbres… Los indígenas en lo general son apacibles, sobrios, industriosos y más dados al trabajo de la agricultura: hasta el día conservan las costumbres de sus antepasados y su idioma propio algo desfigurado…

“Los de la africana, aunque también son dados al trabajo de la agricultura y crías de ganados, se inclinan al juego, embriaguez, especialmente en las cosechas en el tiempo de los algodones; y susceptibles entre sí, a la venganza a que se sacrifican todos sus sentimientos de humanidad hasta el grado de transmitir a sus hijos la satisfacción de sus agravios…

“Examinando todas las cuadrillas del distrito se encontrarán sin educación civil ni religiosa, viven y mueren como las plantas sin cultivo, desconocen las trabas que impone la sociedad, y por consecuencia necesaria de su ignorancia el estupro inmaturo, el adulterio e incesto, son el resultado preciso de su posición. Con la protección y una mirada paternal de las autoridades superiores de la nación, sobre el fomento de estos pueblos y de su civilización, podría sacarlos de la abyección moral en que se hallan…

“En el servicio militar son intrépidos, sufren el hambre, la desnudez, y la falta de prestaciones. Tienen muy pocas necesidades, sus habitaciones son casas de paja, sus alimentos son frugales, su vestido ordinario consiste en cotón o camiseta corta, calzón blanco, sombrero de lana, sarape o manga: sus aspiraciones se reducen a la posesión de una arma blanca y un caballo; nadar, esgrimir y montar a caballo son cosas generales en estos individuos, y se puede decir sin temor de equivocarse que estos tres importantes ramos los poseen desde su juventud. Las mujeres llevan el peso de los quehaceres domésticos”.

Finalmente citamos a Alfonso Luis Velasco, quien en su “Geografía y estadística del estado de Guerrero”, (Geografía y estadística de la República Mexicana, México: Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento, 1892, t. X, pp. 9–242) señala que “en el estado de Guerrero se encuentran descendientes de europeos e indígenas, de europeos y criollos, de criollos e indígenas, de criollos y negros llamados mulatos, de indígenas, de indígenas y negros y de negros…

“La gran mayoría de la población del estado es indígena, descendiente en su mayor parte de los antiguos aztecas o mexicanos. Sólo en el límite con Oaxaca y en las costas se encuentran algunos mixtecas, amuzgos, tlapanecas, etcétera. El indio guerrerense en general es de constitución linfática… es, sobre todo, patriota y valiente, trabajador y económico, aunque muy desconfiado. Es muy afecto a la vida de las montañas. Su carácter serio y poco afable lo hace retraído y quizás hasta misántropo.

“Siempre ha prestado su contingente valioso para las grandes luchas por la libertad, como la época de la Reforma, y se ha contentado con volver a su hogar satisfecho de su obra. El clero trabaja sin descanso por fanatizarlo y degradarlo; pero el gobierno liberal del estado detiene los avances del fraile, estableciendo escuelas. Ahora sólo faltan buenos ferrocarriles que saquen al estado del aislamiento en que se encuentra…

“La raza hispanoamericana que vive en el estado formará una cuarta parte de la población. Es de estatura regular, de color moreno claro, facciones correctas, pelo negro o castaño obscuro, ojos negros o castaños y de constitución nerviosa o linfático nerviosa. Hay entre sus mujeres algunas muy bellas. También entre los mestizos ataca el mal del pinto. El guerrerense es patriota, valiente, amante hasta el delirio de la libertad, trabajador, activo y muy afecto a los placeres y a las excursiones”.

Abunda Velasco respecto del carácter de los guerrerenses señalando que “puede asegurarse que es afable e independiente, y cuando se les trata con educación y buen modo, y no con altanería, son muy hospitalarios y serviciales…

“En la costa todos los habitantes llevan su machete colgado del hombro izquierdo por medio de una correa, y lo hacen por costumbre y no porque su carácter sea exclusivamente pendenciero, aun cuando sus riñas las arreglan personalmente por medio de dicho machete… Estiman a los arribeños, nombre que dan a los forasteros, siempre que éstos se porten con decencia, y les prestan todo género de servicios… Entre los negros que viven en las costas hay muchos buenos agricultores, pero afectos a la embriaguez y a las pendencias. Son valientes y muy amantes de la patria”.

Esta apretada síntesis no podrá proporcionar muchos datos sobre el carácter de los guerrerenses, ni suple la ausencia de estudios sobre el tema, pero al menos nos permite formarnos una idea acerca de lo que se ha pensado en otros momentos sobre los hombres y mujeres de esta parte del sur de México, y por ello nos sirve también para pensarnos con nuestras actuales circunstancias.

(DCS/BM)