“Celaya y enero 11 de 1824. Señor: En el año de 1813 fue erigida y jurada ciudad por el señor Morelos el pueblo de Chilpancingo, en consideración a que en él se instaló el Primer Congreso de la Nación, y fue uno de los que se distinguieron y facilitaron sus progresos en el sur a favor de la Independencia: en él encontró hombres que dirijiesen las operaciones, combatientes que llevaron a la empresa hasta su conclusión, y recursos de todas clases.
“La suma moderación de sus autoridades, la destrucción de muchas familias; y la pobreza de los que existen los hace enmudecer; pero me haría yo criminal, sino hiciera presente a V.M. los grandes servicios que ha prestado aquel pueblo, y que por lo mismo es digno de la consideración de V.M. para que si lo encuentra justo apruebe el nombramiento de ciudad con que distinguió a tan benemérito pueblo el memorable Morelos.
Cartel 2009–2010.
“Motivos poderosos me obligan a procurar para este pueblo su antiguo engrandecimiento: en él vi la luz primera, soy testigo de sus padecimientos, la mayor parte de sus vecinos se componen de madres y viudas que lloran la muerte y falta de sus hijos y esposos y viven bajo la mayor miseria: estas mismas circunstancias me mueben también a suplicar a V.M. le permita tener a dicho pueblo una feria cada año para que en parte repongan sus pérdidas y cuente la nación con unos patriotas ricos y desididos siempre a sacrificarlo todo por su libertad. Nicolás Brabo (rúbrica)”.
Este es el documento que, suscrito por el general Nicolás Bravo, fue enviado al Supremo Poder Ejecutivo para que Chilpancingo tuviera una feria cada año y sus habitantes pudieran resarcirse de las pérdidas sufridas durante la lucha de Independencia. Dicha gestión inicial, al seguir su curso, fue turnada por el entonces jefe superior político de la provincia de México, Melchor Múzquiz, al Congreso local el 14 de marzo del mismo año: “… a fin de que resuelva lo que estime oportuno, sobre la concesión de una feria anual en la ciudad de Chilpancingo de los Bravos”.
En el mismo mes y año, en la sala de sesiones del Congreso del estado, la Comisión de Hacienda determina: “… halla estar fundada esta solicitud en los grandes servicios que prestó aquel lugar con relación a la libertad de Independencia de la Nación, habiéndose instalado en él, el Primer Congreso Americano y habiendo hecho sus habitantes los mayores sacrificios para llevar adelante tan glorioso suceso a pesar de la destrucción de las familias de aquel lugar y de la suma pobreza a que quedaron reducidos los pocos que sobrevivieron a tantos infortunios y trabajos… Opina la Comisión que debe y puede concederle por este Congreso en virtud de sus facultades a la referida ciudad el uso de la feria anual que ha solicitado el excelentísimo señor Brabo y que ha recomendado el Supremo Poder Ejecutivo de la Federación bajo la calidad que enuncio de que concedida dicha feria se verifique anualmente desde el primero de Pascua de Navidad por ocho días consecutivos”.
El 26 de marzo de 1825 (un año después), el Congreso del estado de México, mediante Decreto 40, concede una feria anual a la ciudad de Chilpancingo:
“El Congreso de este estado ha tenido ha bien decretar lo siguiente:
“Artículo 1º. Se concederá a la ciudad de Chilpancingo de los Bravo una feria anual en el mes de diciembre, cuya duración será de ocho días.
“Artículo 2º. En este periodo de tiempo quedan exentos los tratantes y comerciantes que concurran a ella del pago de los derechos que pertenezcan al estado y de los municipios que están impuestos en el lugar.
“Lo tendrá entendido el gobernador del estado y dispondrá su cumplimiento, haciéndolo imprimir, publicar y circular.– Dado en México, a 26 de marzo de 1825.– Manuel Cortazar, presidente.– Francisco de las Piedras, diputado secretario.– José María Jáuregui, diputado secretario”.
El documento es copia fiel; se tomó de la Colección de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente del estado de México. Surge así, oficialmente, una de las festividades que revisten mayor importancia y que es representativa de las tradiciones de la ciudad.
Las personas mayores afirman que sus padres les hablaron de la fiesta; que no se celebraba (contraviniendo el decreto) el 24 de diciembre, sino el 21 de septiembre, fecha de San Mateo, en cuyo honor se llamó, en un principio, Feria de San Mateo, pero que, como en esos días llueve mucho, se cambió.
Estandarte de la Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo.
María Luisa Ocampo, en su novela Bajo el fuego, hace una semblanza de los antecedentes de la feria: “… un San Mateo de bulto, con túnica bordada de oro y manto de terciopelo, era bajado en hombros hasta el puente del río (Huacapa), en medio de una innumerable cantidad de danzantes. Allí esperaban a otro San Mateo, patrón de Amojileca, que venía a hacerle una visita y se presentaba también rodeado de danzantes y músicos. A cada lado del puente se levantaban suntuosos altares donde eran colocados los santos con respeto y miramiento y enseguida los devotos oraban pidiendo buenas cosechas, que no hubiera epidemias, que las fuentes del río no se secaran y hubiese paz y concordia. Luego se organizaba la procesión con los dos santos al frente, las danzas, músicos y pueblo. Llevaban velas encendidas en las manos. Oraban a gritos. Algunos lloraban; otros caían de rodillas al paso del cortejo.
“– ¡San Mateo, sálvanos!
“– ¡De todo peligro, líbranos!
“– ¡De la maldad, guárdanos!
“– ¡Del enemigo malo, apártanos!
“Las muchachas, vestidas de fiesta, arrojaban flores desde puertas y ventanas. Las mujeres se cubrían la cabeza y los hombres se turnaban para llevar las imágenes en andas. La procesión caminaba con paso lento, deteniéndose de vez en cuando. Al pasar frente a la parroquia (de La Asunción), los dos santos hacían una visita al Santísimo que lucía en su relicario de oro. Sonaba el órgano, el párroco con capa pluvial y el incensario en las manos entonaba el Tantum Ergum Sacramentum. Las Hijas de María cantaban con voz chillona. Luego se unían a la procesión que seguía adelante, cerro arriba, hasta el barrio de San Mateo donde estaba la capilla de su advocación. Allí seguían las fiestas por espacio de una semana.
Danzas del estado de Guerrero en el Paseo del Pendón.
“¡Pero aquello pasó! Las Leyes de Reforma contuvieron el frenesí devoto. Sin embargo, la costumbre ha sido más fuerte que todo”.
La misma autora nos dice que hacia 1910 “se suprimieron los santos y en vez de ellos son dos hombres disfrazados de tigres los que se encuentran en las orillas del río acompañados por sus respectivas danzas y músicos, y emprenden descomunal pelea. Luchan y el más hábil o el más fuerte, el vencedor, es el que entra primero al pueblo con su cortejo.
“… El sol de la tarde, aunque es invierno, cae pesadamente sobre la cabeza y las espaldas. Las campanas de la parroquia son echadas a vuelo. Los cohetes revientan sus flores de fuego en el espacio. Es la invitación para asistir al ‘encuentro’.
“… A las cuatro de la tarde, organizado el cortejo, descendió la calle que conduce al río con paso lento… Ya en la orilla opuesta esperaban los de Amojileca, lanzando gritos. El mayordomo de la fiesta, un viejo con una especie de báculo enflorado en la mano, avanzó hasta la mitad del puente y lanzó un reto a los de Amojileca.
“–¡Aquí están los hombres pa’ los hombres!
“–Sí pues, –gritaron todos.
“–El que quera que venga a prebar suerte.
“Se adelantó el mayordomo de los de Amojileca, báculo en mano…
“–Va pa’ que no hablen.
“El mayordomo (de Chilpancingo) haciendo sonar el báculo sobre las piedras para imponer silencio, gritó:
“–Este es el mero tigre, y el que quera entrar al pueblo tiene que liarse con él.
“El mayordomo contrario golpeó también el suelo con su báculo y contestó presentando a su campeón.
“–Este es el mero tigre de Amojileca, va pa’ que vean que no es lo mismo andar en burro que subir la cuesta a pie.
“Se formó un corro. Los dos hombrones, mirándose atentamente, daban vueltas buscándose el lado vulnerable. El de Amojileca se lanzó sobre Cecilio tratando de golpearle la cara con un fuerte puñetazo… Las manos de ambos resbalaban por los brazos untados de cebo (sic)… Con las piernas en tensión se embestían jadeando. Cayeron al suelo. Aquello era un enorme montón de brazos y piernas que se entrelazaban y agitaban. El público los azuzaba con gritos y cuchufletas… Grandes nubes de polvo levantaban los dos combatientes… La gente gritaba, aullaba, aplaudía, se movía de un lado para otro dando empujones y repartiendo codazos… El tigre de Amojileca tuvo un descuido y sobre él cayó como una catapulta el brazo de Cecilio. Lo aferró por el cuello, con manos que parecían tenazas de hierro y se lo retorció hasta que un aullido de bestia infundió pavor en los espectadores. El tigre de Amojileca yacía por tierra agitando las piernas, como si estuviera en la agonía… Los de Amojileca levantaron a su campeón y todo el cortejo (triunfadores y derrotados): danzantes, músicos y espectadores, empezó la marcha para rendir homenaje al Santo en su capilla…
“Después del baile de Nochebuena que organizó el Gobernador en el Palacio de Gobierno… toda la sociedad de mi pueblo se dirigió al Teompacalaquis (teopancalaquis). Esta palabra quiere significar: ‘Entrar al Templo’, o por lo menos ese es el sentido en que se le toma. Anteriormente los danzantes penetraban en él a arrullar con sus bailes y música al niño que nacía esa noche. Las personas principales se mezclaban democráticamente con la muchedumbre. A este Teompacalaquis acudían ‘Los Tlacololeros’ … Iban también ‘Los Moros Cabezones’. Se les daba este nombre porque usaban grandes cabelleras llenas de cuentas y espejitos. Bailaban pasos caprichosos y decían relaciones larguísimas en las que figuraban Poncio Pilatos, Moros y Cristianos. ‘Los diablos’ eran los más buscados y preferidos por los espectadores. Su leyenda se refiere a la rebelión de los ángeles en los primeros días de la creación. Usaban cabelleras verde azufrosas y rojas; máscaras que hacían temblar a la chiquillería. Bailaban a saltos con una mandolina, una caja (de madera) que abrían y cerraban con estrépito y una quijada de burro que raspaban con una piedra. Los personajes principales de esta pantomima eran Luzbel, el Arcángel San Miguel con su espada flamígera; la Muerte con su guadaña y el Tiempo, barbudo e impenetrable.
“A toda hora resonaban los pitos y tambores de los danzantes. Ocho días duraba la fiesta y la gente acudía de todas partes al barrio de San Mateo a los jaripeos, peleas de gallos, loterías y carcamanes. Las fondas rivalizaban en el mejor fiambre y la más exquisita nieve. El pozole de cabeza de puerco hacía las delicias de los trasnochadores. También los atoles y tamales eran famosos…
“Las calles que conducían a la placita de San Mateo estaban pletóricas de concurrencia. Una orquesta, en el centro de la placita, tocaba un vals melancólico. Los vendedores de cacahuates y frutas gritaban a todo pulmón:
“–¡Cacahuate de Iguala! Doradito, mialma.
“–Pase, chula, a los camotes de Tixtla.
“–Cajeles dulces.
“–Platanitos de Yautepec.
“… La banda de ‘Chile frito’ lanzaba sonoros tamborazos desde el tablado de la plaza de toros. Los jinetes, vestidos de charros, gallardos sobre sus cabalgaduras, habían echado por tierra a un toro. Era el más bravo de las dehesas de don Jacinto Ortuño. Nadie se atrevía a montarlo.
“… El mayordomo ordenó que circularan las botijas de mezcal, sin embargo, no fueron suficiente argumento para despertar el entusiasmo.
“–¡Epale valedores! ¿Qué llevan naguas en vez de calzones? ¿Semos mariquitas o qué?
“–Ay nomás –gritó un joven moreno saltando al ruedo–. Ay nomás, don Remigio, que a mí mi madre me parió hombrecito.
“–Éntrale Pedro.
“–Sí pues.
“La gente aplaudió a rabiar. Le calzaron espuelas. Se frotó las manos con tierra, trepó encima del toro y se aferró al pretal. La bestia, ya en libertad, salió dando coces. Era un rehilete, una saeta; bufaba y embestía enloquecida. Dió varias vueltas al ruedo como una exhalación, pero parecía que el jinete formaba parte del cuerpo del animal… Poco a poco fue refrenando su ímpetu y volvió a dar otras vueltas siempre disminuyendo la velocidad. Una salva de aplausos y gritos saludó al triunfador… Soltaron un nuevo toro… un hombre ya maduro, que medio cojeaba de la pierna izquierda, se adelantó a calzarse las espuelas.
“–Tenga cuidado, compadre, –le gritaron–. Este animal sabe más qu’el Gobernador.
“Se encogió de hombros y trepó sobre el toro. Dejaron suelto al animal…, y, de pronto, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, se irguió y salió a toda carrera pegando saltos inverosímiles, retorciéndose en forma espantosa… Un silencio pesado flotó sobre la plaza. Luego una explosión de voces.
“… En tierra sólo quedó un bulto sangrante que agitaba las piernas con ronco estertor. Alguien lo cubrió piadosamente con un sarape… En el centro de la placita la música seguía tocando indiferente a la tragedia.
“… La noche de San Silvestre (31 de diciembre) terminaba la feria. Los juegos pirotécnicos se duplicaban y los danzantes bailaban hasta quedar exhaustos. La banda de guerra del batallón recorrió las calles tocando dianas. Todos se abrazaron deseándose felicidades sin fin…”
En la actualidad la fiesta se hace bajo la dirección de un patronato dependiente del ayuntamiento y todos los vecinos cooperan con entusiasmo en el ornato de las calles, mostrando su alegría y amabilidad características. Las celebraciones se inician el domingo anterior al 24 de diciembre, a las 13:00 horas, con el famoso Paseo del Pendón (v. Paseo del Pendón, El), reminiscencia de aquella fiesta de la época colonial, denominada con el mismo nombre, y que se realizó en la capital de la Nueva España desde 1530 hasta 1812, para recordar la caída del imperio azteca, el 13 de agosto de 1521, fecha en que se conmemoraba también a San Hipólito.
Paseo del Pendón 2009.
Durante casi 300 años de practicar dicha actividad se arraigó en la provincia; sacerdotes, españoles, criollos y pueblo en general la celebraban con otro significado, la enriquecieron con elementos culturales propios y quedó incluida en sus costumbres y tradiciones. A la vanguardia del pintoresco desfile llevan un estandarte que identifica la feria. Un charro, y a veces una charra, lo portan gallardamente, escoltado por otros dos; enseguida van las autoridades del ayuntamiento y los integrantes del patronato y luego un sinnúmero de danzantes: ocho locos, apaches, gachupines, manueles, 12 Pares de Francia, los viejos, los pescados, los diablos, los chimecos, moros cabezones, sin faltar los tradicionales tlacololeros y algunos carros alegóricos y mojigangas. Detrás de todos éstos, la muchedumbre bullanguera y entusiasta.
El inicio de la feria coincide con la Navidad y termina con la Noche de Reyes. Además del Paseo del Pendón participa la señorita Flor de Nochebuena, belleza que con su donaire y hermosura simboliza a la mujer chilpancinguense. En el festejo no puede faltar “el burrito de las castañas”, que carga dos barriles llenos de mezcal; las “cuelgas” para el Santo Patrono, la explosión de cohetes de vara, el “chile frito” y un grupo de charros. El desfile parte del Jardín de San Mateo, recorre las calles principales de la ciudad y termina en las instalaciones de la feria.
Al llegar a la nueva plaza de toros, lugar donde culmina el Paseo del Pendón, el pueblo llena el estadio para presenciar el “porrazo del tigre”, que consiste en la tradicional pelea de los hombres disfrazados de tigre que representan a los barrios que constituyen la capital. Después de aplaudir al ganador, la gente disfruta las diferentes danzas que participan y causan admiración.
Inaugurada la feria por el gobernador del estado, el festejo se ameniza con un sinnúmero de diversiones: jineteo de toros, peleas de gallos, juegos mecánicos, exposiciones artesanales y ganaderas, loterías, espectáculos y eventos culturales y artísticos, sin faltar la tradicional y suculenta comida chilpancingueña, con antojitos y delicadezas de la repostería guerrerense.
Al transitar por los pasillos y callejuelas, el visitante puede encontrar diversidad de mercancías y curiosidades que se pregonan en voces altas y repetitivas por comerciantes locales y por aquellos que, atraídos por la festividad, llegan de otros lugares del estado y de la República.
El espíritu religioso está presente en el ánimo del pueblo: en la entrada principal se ubica el nacimiento y una capilla. La noche del 24, poco antes de las 00:00 horas, se efectúa el Teopancalaquis en la Catedral de La Asunción, donde acude la gente para adorar al niño que acaba de nacer. Pueblo y danzantes asisten a pedir mercedes y dar gracias a Dios.
Toda esta narrativa se va enriqueciendo con la intervención de diferentes personas, quienes aportan sus saberes para comprender mejor los sucesos de la feria. Así, por ejemplo, el doctor Eusebio Mendoza Ávila escribió lo siguiente:
Señorita Flor de Nochebuena 2009–2010.
“La Feria de Navidad por muchos años tuvo sede fija en el barrio de San Mateo, …razón por la que también se le conocía como la ‘Feria de San Mateo’. Al crecer la población, el barrio fue haciéndose gradualmente insuficiente por sus estrechas y escasas calles, invadidas en esos días por los puestos de los comerciantes, que se trasladaban del mercado a la feria, los juegos y… por qué no decirlo, por las cantinas eventuales. El jardín del barrio en sí es pequeño y por lo tanto, se hizo cada vez menos útil para albergar a la feria… Cuando Chilpancingo dejó de ser una pequeña ciudad y el crecimiento imposibilitaba el desarrollo de la fiesta…, pues a la población permanente se agrega la que en esos días retorna de sus lugares de radicación a Chilpancingo, cuna de muchos de ellos y asiento permanente de sus padres y ancestros…, el señor Elías Naime, siendo presidente municipal, tomó la determinación de ‘mover’ de sitio la Feria trasladándola a unos terrenos baldíos contiguos al Hotel Meléndez. La justificación de funcionalidad era evidente; sin embargo, la tradición se sentía quebrantada y hubo muchas inconformidades, unas nacidas del sentimiento legítimo de las gratas y viejas costumbres; otras, producto de la inercia que se opone a todo cambio.
“Por unos años la Feria se hizo trashumante, incluso, llegó a celebrarse en el interior del Estadio ‘Andrés Figueroa’, lo que ofrecía ventajas y dificultades. … las personas renuentes al cambio, lograron que volviera a instalarse… en el Jardín de San Mateo, pero entonces la insuficiencia ya se hizo evidente y fue factor de convencimiento, ante los hechos, de que ya no era el lugar apropiado para un evento tan populoso”.
Es importante mencionar el señalamiento que hace el mismo autor en el sentido de que: “Ésta inicialmente y por mucho tiempo fue de la Navidad y Año Nuevo, pero estando en el gobierno el general Baltazar R. (Reyes) Leyva Mancilla, cuyo santo es el 6 de enero, la feria se prolongó hasta ese día porque el ánimo chilpancinguense, siempre festivo, no deseaba ‘desmantelarse para luego volverse a armar a los pocos días’. Así se alargó con el beneplácito popular, dado el cariño que se ganó el general…
“Finalmente en años más recientes, siendo presidente municipal de Chilpancingo el Ing. Carlos León Román, obtuvo, con el apoyo del señor gobernador Alejandro Cervantes Delgado, que el gobierno federal cediera al municipio los terrenos adjudicados a la Secretaría de Agricultura para el establecimiento de unos viveros, cuya superficie amplia, arbolada y bien ubicada, fueron la solución más adecuada. … se iniciaron las obras de adaptación y remodelación…
“Uno de los mayores aciertos de la administración municipal y estatal, fue la construcción de la plaza de toros (la primera), denominada ‘San Mateo’ para recordar la tradición, (la misma que posteriormente llevaría el nombre de Belisario Arteaga en reconocimiento a un personaje arraigado a la charrería, originario de la ciudad capital)… Otro acierto, fue construir una plaza cultural llamada, con la mayor justicia, ‘Plaza Rubén Mora’ en honor a uno de los poetas vernáculos más fecundos que ha dado el estado de Guerrero. Ahí está su ‘Canto a Guerrero para todos los tiempos’ …galardonado en el certamen de poesía, con motivo del Centenario de la erección del estado en 1949”.
El doctor Mendoza habla de las instalaciones fijas que existían ya desde 1984: espacios porticados donde se realizan banquetes y otros eventos, así como el palenque para las peleas de gallos.
“En suma la Feria de Navidad en Chilpancingo, es el evento popular más sobresaliente de nuestra capital en la que nos damos cita los oriundos, los avecindados y los que retornan a disfrutar la querencia de la tierra. En ella se realizan los encuentros fraternos de viejas amistades, se reviven recuerdos de la niñez y de la juventud, se igualan las posiciones sociales o políticas; en fin, es donde se disfruta la convivencia con el pueblo, este pueblo que da vida a nuestra modesta pero grata capital. Todo el mundo encuentra gratificante su visita a la feria para estrechar a sus amigos y paladear los guisos típicos… Sin embargo, el alma de la feria son los toros… ‘El Chile Frito’, conjunto cuyo desorden musical, no mengua la atracción que provoca al recorrer las calles, anunciando el Pendón (y) animando la monta de toros.
“La plaza de toros (Belisario Arteaga) era y es además, el escenario donde tienen lugar la ejecución de danzas como: Los Manueles, Los Diablos, Los Santiagos, etc., particularmente destaca una lucha entre los Tlacololeros que realizan una pelea entre barrios y aún entre poblaciones cercanas a través del ‘Porrazo del Tigre’.
“Esa ha sido, es y será nuestra feria cantada con emoción poética por Rubén Mora y con alegría musical por Pepe Castañón”.
Actualmente, cuando nos referimos a este festejo, lo llamamos Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo, o Feria de Chilpancingo. Para su éxito, los patronatos más recientes han tratado de programar eventos modernos que contrasten con el carácter y el origen de los guerrerenses. Aunque a decir verdad, los capitalinos merecen y exigen un lugar alegre y atractivo, comparable en calidad y esplendor con las ferias de Aguascalientes, Puebla, Texcoco y otras de renombre incluso internacional. Pero siempre buscando originalidad y autenticidad.
Por lo pronto, aquí en Chilpancingo ya se cuenta con un Teatro del Pueblo, digno escenario donde la gente acude gratuitamente a presenciar diferentes espectáculos, y cuya capacidad permite a 3500 personas permanecer sentadas.
El 19 de diciembre de 1998 se inauguró la Monumental Plaza de Toros (sustituyendo a la anterior), que tiene capacidad para 10 500 personas. En el mismo año se calculó la afluencia diaria de 5000 visitantes, dejando una importante derrama económica que en ocasiones especiales aumentó notablemente.
Se construyó también una capilla que motivó que el acostumbrado lugar donde se instalaba el nacimiento fuera cambiado a un extremo de la entrada principal.
En cuanto a seguridad, más de un centenar de policías, entre uniformados y civiles, vigila el interior y las calles aledañas las 24 horas del día, además de los dos módulos existentes en el interior de las instalaciones.
Importante es destacar la labor de Francisco Antonio Alarcón Tapia quien, año con año, desde 1985, ha elaborado el cartel alusivo, inmortalizando a personajes y costumbres de Chilpancingo (del mismo autor se puede admirar el mural denominado “Chilpancingo y sus tradiciones”, en el muro poniente del Palacio Municipal de la ciudad capital, concluido el 12 de marzo de 1998).
En el año 2010 se realizará la edición 185 de la Feria de Chilpancingo. Seguramente, una vez más, las familias gozarán el tradicional evento.
(JGCL/EAV)