Desde fases muy tempranas, el territorio que actualmente ocupa el estado de Guerrero ha formado parte integral de la extensa región geográfico–cultural denominada Mesoamérica; no obstante su gran importancia en la época prehispánica, su arqueología, etnología, lingüística e historia antiguas han sido muy poco estudiadas hasta hoy día. Para tratar etapas remotas se recurre muchas veces a antiguas tradiciones orales, a los elementos de una danza o a datos que proporcionan algunas leyendas. Las fuentes escritas, como códices, crónicas y relaciones, son, sin embargo, más veraces, pero con el inconveniente de que fueron elaborados con posterioridad a la Conquista española.
Los mapas, lienzos y códices son documentos gráficos y pictográficos, principalmente del Siglo XVI, que aportan en mayor o menor grado valiosa información al conocimiento de la historia prehispánica del estado.
Los mapas refieren datos geográficos, cartográficos y toponímicos, mayormente. De Guerrero proceden un gran número de ellos, siendo los de Tepecoacuilco, Coatlán, las Minas de Zumpango y Mochitlán los más antiguos y, en consecuencia, los que conservan mejor las técnicas de manufactura, manejo de espacios y pictografía prehispánica, así como de contenido. En estos mapas figuran pueblos y estancias supeditadas a esas cabeceras coloniales. En la ubicación de muchos lugares habitados aparece su glifo o representación gráfica que aporta el significado de tal o cual poblado.
Los lienzos son documentos pictográficos, llamados así porque están elaborados en tela de algodón. En Guerrero existen varios lienzos de este tipo, sobre todo en la región de La Montaña; entre los más antiguos están los de Aztatepec, Citlaltepec, Chiepetlán, Petlacala, Totomixtlahuaca, Tlapa, Xalatzala, Chontalcoatlán y Noxtepec, los cuales tratan temas diversos.
Los códices son los escritos pictográficos más apegados a la antigua tradición prehispánica. Fueron elaborados con corteza de árbol (amate), cuero de animales, generalmente de venado, y, los muy posteriores a la conquista española, en papel europeo; todos corresponden al Siglo XVI. Los más importantes, por los datos que proporcionan y porque conservan en gran medida las técnicas de los tlacuilos prehispánicos, son los siguientes: Azoyú I, Azoyú 2, el Cualac, el Humboldt fragmento 1 y el Veinte Mazorcas.
Entre las relaciones (geográficas) tenemos las de Juxtlahuaca, Ajuchitlán, Minas de Taxco, Ichcateopan, Citlaltomahua y Anecuilco; las hay breves, como la Relación de Cuahuitlán, Pinotepa, Potutla e Icpatepeque, que fue redactada por don Cosme de Cangas; y la Relación de Xalapa, Cintla y Acatlán, hecha por don Antonio de Sedano. Finalmente están la Relación de Iguala y la de la Villa de Zacatula, realizadas por Hernando Alfonso de Estrada y Juan Ruiz de Mendoza, respectivamente.
Toda esta gama de documentos hacen referencia o aluden, de una forma o de otra, al pasado prehispánico y colonial del estado de Guerrero, de donde se ha podido reconstruir su historia antigua, sobre todo en lo que toca a los grupos étnicos que lo habitaron y lo habitan hasta hoy.
En el Siglo XIII nuestro territorio estaba poblado por diversos pueblos con características culturales propias, conformando así un mosaico de 24 porciones. Estos pueblos encontraron acomodo en las montañas, en los valles y las costas. Aunque hablaban lenguas distintas y tenían dioses y ritos diversos, compartían su desarrollo técnico y sus conocimientos. Desafortunadamente, muchos de estos grupos desaparecieron, pero sus nombres fueron rescatados por otros pueblos a través de sus códices o por su tradición oral.
Los primeros grupos nahuas llegaron a Guerrero por Quahuanáhuac (hoy Cuernavaca, Morelos) y se establecieron en los territorios que actualmente constituyen los municipios de Buena Vista de Cuéllar, Taxco (lado este) y Huitzuco (parte norte).
Los cohuixcas o coixcas, como integrantes de la familia nahua, arribaron por Michoacán y una parte de ellos se estableció en Zacatula y Atoyac, en la Costa Grande; y Tlacotepec, en los Valles Centrales; en tanto que el resto prosiguió por el Balsas hasta la región de la Sierra del Norte, habitada por chontales, y ocuparon Chontalcoatlán y Acamixtla.
Alrededor de este pueblo existieron los tuxtecas, de tradición nahua–mixteca, en casi todo Copalillo y norte de Ahuacuotzingo; los texomes se establecieron en Mayanalán y sureste de Tepecoacuilco; los itzucos permanecieron en Tenipatlán, al sur de Cocula, y en La Montaña; los totolapeños, como emigrantes nahuas del territorio, hoy poblano, se asentaron en Xochihuehuetlán.
En el año 850 d. C., el pueblo purépecha o tarasco tenía dos capitales bajo el gobierno de Tariácuri: una en Tzintzuntzan y la otra en Pátzcuaro –ambas en el actual Michoacán–; pero al aumentar la población y morir Tariácuri, su sucesor, Hirepan, reunió a sus hermanos Hiquíngari y Tangaxoan para marchar a la conquista de Coyucan –hoy Coyuca de Catalán–: así avanzaron hasta Zacatula, para proseguir luego a Coahuayutla y, por el filo de la cordillera, conquistar varios pueblos antes de llegar al municipio de Zirándaro, en Tierra Caliente.
El señorío purépecha de Coyuca pronto se extendió mediante conquistas al noreste de lo que hoy es el municipio de La Unión, en Costa Grande, y en Tierra Caliente ocupó el sur de Cutzamala, Pungarabato –hoy Ciudad Altamirano–, Zirándaro y Coahuayutla. En La Unión también habitaron los tolimecas, chumbias y pantecas, que compartían el territorio y las tradiciones purépecha nahua.
El pueblo matlatzinca, que partió de Malinalco, estado de México, se expandió al sur para ocupar Tlalchapa, casi todo Tlapehuala y el oeste de Arcelia y Cutzamala, compartiendo la región del este del último lugar señalado con los ocuiltecas; los matlatzincas, más tarde, llegaron también a Cocula e Iguala en la región serrana del Norte y Tlacozohtitlán en los Valles Centrales, así como la región Centro (Tixtla y Mochitlán).
Otro de los grupos antiguos importantes fueron los cuitlatecas; se extendieron al sur de la frontera purépecha y ocuparon, en la Costa Grande, San Jerónimo, el noroeste de Acapulco, Coyuca de Benítez, Atoyac, el norte de Tecpan y Petatlán; en Tierra Caliente habitaron Ajuchitlán y el norte de San Miguel Totolapan.
Los chontales, por su parte, poblaron Tetipac, Ichcateopan y Taxco, además del este de Ixcapuzalco y Teloloapan, el norte de Cuetzala y el noroeste de Cocula; compartieron el territorio con un pequeño grupo matlatzinca en Pilcaya y con otro de mazatecos provenientes de la Costa Chica de Oaxaca que radicaron al oeste de Ixcapuzalco.
Los tepoztecas o tlacotepehuas emigraron de Quahuanáhuac (Cuauhnáhuac) hacia Tlacotepec, Chichihualco, el sur de San Miguel Totolapan, el noroeste de Chilpancingo y el oeste de Zumpango del Río, en los Valles Centrales. Convivieron en su territorio con pueblos tlaltzihuiztecas, tecatecas y cuyumatecas, mientras que los matlames habitaron en Cocula y el noroeste de Zumpango del Río.
Los yopes (yopis o yopimes) también formaron parte de las etnias nahuas y estuvieron siempre ligados a los aztecas, después autonombrados mexicas, por su origen étnico, tradición religiosa y manifestaciones culturales; el pueblo yope residió en la Costa Chica, en las poblaciones de San Marcos, Tecoanapa, el oeste de Ayutla, Cuautepec y Florencio Villarreal, así como el este de Acapulco.
Los pueblos de origen oaxaqueño ocuparon la parte sur de La Montaña. Los mixtecos fundaron su cabecera en Alcozauca y establecieron los cacicazgos de Cahuatache, Huexoapa, Cochoapa, Acatepec, Huehuetepec, Ocoapa, Coapinola y Noyo–Zataño. Mientras que los amuzgos se asentaron en Cuajinicuilapa, Ometepec, Igualapa, Xochistlahuaca y Tlacoachistlahuaca, en la Costa Chica.
Finalmente, los tlapanecas nos han dejado en sus códices el testimonio de la fusión cultural maya, nahua y mixteca. En el año 1299 ocuparon Olinalá y fundaron allí una confederación de pueblos, que comprendía a nahuas y mixtecas y, obviamente, tlapanecas. El poder de la confederación tripartita rápidamente se extendió por Cualac, Huamuxtitlán, Atlixac, Tlapa, Copanatoyac, Zapotitlán Tablas, Acatepec, Tlacoapa, Malinaltepec, Atlamajalcingo del Monte y el este de Ahuacuotzingo, en La Montaña.
Además de los grupos ya mencionados, existieron en el territorio guerrerense otras etnias que por su menor importancia numérica y el desarrollo alcanzado convivieron siempre al lado de los pueblos más poderosos. Así tenemos a los tlapanecas, tecos, tixtecas, tepetixtecas, tezcatecas, popolocas, camotecas, acatecas, huehuetecas, ayacachtecas, cintecas, cuauhtecas, zapotecas, etc.
Generalmente eran grupos que pertenecían a algunas de las etnias poderosas que en el curso de los siglos se habían desprendido de ellas. La mayoría tenían que ver con algunas de las familias lingüísticas conocidas, como la náhuatl, la mixteca, la purépecha, la chontal, la tlapaneca, etc.
(BM)