En México, las primeras plantas de energía eléctrica llegaron en el gobierno de Porfirio Díaz para apoyar las industrias minera y textil. Se inició el alumbrado eléctrico de la Ciudad de México en 1881, con 50 focos y 2000 faroles de gas y 500 de aceite. En 1902 se logra un sólido avance en la electrificación al encargarse la Mexican Light and Power Co. Ltd. (Compañía Mexicana de Luz y Fuerza) del servicio eléctrico de la capital mexicana y los estados circunvecinos.
Por la forma limitada, cara y prepotente con que la compañía de luz atendía el servicio, nace durante los gobiernos de Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas la Comisión Federal de Electricidad (CFE), empresa en manos del gobierno que pretendía dar a la electrificación un sentido social moderno y justo. Queda constituida legalmente en 1937.
Entre las primeras obras de la CFE figuró la electrificación de Teloloapan, en 1938, así como la construcción de la hidroeléctrica de Colotlipa. El presidente Miguel Alemán Valdés descentraliza y da patrimonio propio a la CFE y Adolfo López Mateos nacionaliza la energía eléctrica el 27 de septiembre de 1960. Entre 1960 y 1976 se quintuplica la capacidad eléctrica instalada en el país mediante la construcción de grandes plantas: Infiernillo, Malpaso, Chicoasén y El Caracol.
Para cumplir con el sentido social de la electrificación, mediante la atención al medio rural aparte del urbano e industrial se crean a partir de 1952 las Juntas Estatales de Electrificación, que unían recursos de la CFE, los gobiernos estatales, los municipales y la cooperación de los directamente beneficiados. Con ello se logró un sólido avance en la electrificación general del país. Las juntas operaron hasta 1982, quedando integradas a las Superintendencias de Operación de la CFE.
Paso importante en la interconexión e integración de la red eléctrica nacional fue la unificación de la frecuencia a 60 ciclos por segundo decretada en 1971.
La electrificación en Guerrero siguió los pasos de la nacional. Se inicia con servicios a las minas de Taxco, Temixco y Huitzuco, y a fábricas textiles como El Ticuí, en Atoyac. En varias comunidades del estado empresarios privados instalaron pequeñas plantas de gas pobre y combustión interna a fin de producir energía para sus modestas factorías y se convirtieron en concesionarios del servicio eléctrico público. Al nacer la CFE, y con la intervención de las Juntas de Electrificación, fueron desapareciendo los concesionarios al absorber la CFE el servicio que proporcionaban, por ofrecer mayor calidad y economía.
Actualmente nuestro país está entre los más electrificados de Latinoamérica, ya que de acuerdo con datos de la CFE (diciembre/97) cuentan con este servicio el 94.66% de los mexicanos, habiéndose atendido el total de los centros urbanos, aunque de éstos siempre hay áreas pendientes qué satisfacer, por lo que se considera cubierto un 98.5% de sus habitantes y el 83.54% de la población rural.
En el estado de Guerrero tenemos un 85.88% de avance en la electrificación global (diciembre/97), de la que ya se han atendido el 96.63% de las áreas urbanas y el 73.42% de las rurales. Hay que hacer notar que, por lo alejado y disperso de las comunidades del campo, pendientes de electrificar, su atención resulta costosa; es necesario recurrir a fuentes energéticas no convencionales de electrificación como la solar, la eólica, la producida por biomasa en digestores, la de microhidroeléctricas o la combinación de las mismas.
(TEC/CGN)