Escritora feminista. Nace el 4 de julio de 1846 en Taxco de Alarcón; muere el 22 de septiembre de 1896 en la Ciudad de México. Fueron sus padres el norteamericano Santiago Wright y la guerrerense Eulalia González, quienes la llevaron a vivir a la capital de la República a los seis meses de su nacimiento.
Rompiendo la tradición de la época, en que se estilaba enseñar a las niñas solamente labores domésticas, para formar un feliz matrimonio, decidieron que su hija recibiera instrucción escolar en su propia casa.
Laureana aprendió a leer y a escribir español, inglés y francés. Se podría pensar que la educación y el medio familiar contribuirían a hacer de ella una mujer exquisita y culta. Llamaba la atención el acendrado amor que sentía por México. En 1856, empezó a escribir sus primeros poemas, donde resalta un gran patriotismo y la incipiente lucha por el papel de la mujer en la sociedad, y aunque sólo eran leídos por familiares y amigos cercanos, fueron reconocidos por su buena calidad.
A los 22 años, en 1868, contrajo matrimonio con Sebastián Kleinhans, alemán alsaciano radicado en México.
Durante un año, se dedicó a las labores del hogar y a cuidar de Margarita, su única hija; posteriormente, retomó su labor literaria y meses después, a solicitud de Gerardo Silva y del poeta Manuel Acuña, se le distinguió como miembro honorario y, después, activo de la sociedad Nezahualcóyotl.
En 1872, es aceptada, por unanimidad, en la sociedad científica El Porvenir.
A iniciativa de Ignacio Ramírez, “el Nigromante”, se le otorgó el máximo diploma del Liceo Hidalgo, institución que representaba la vanguardia de las Bellas Artes en el país. A estas distinciones siguieron las del Liceo Mexicano y el Liceo Altamirano de Oaxaca.
Laureana no se limitó a actividades meramente literarias. Colaboró en varias publicaciones, como El Diario del Hogar. Uno de sus artículos, que por poco le vale la expulsión del país, es el referente a la actuación del entonces presidente Manuel González frente a la clase trabajadora mexicana.
Sus escritos combativos aparecieron en La Convención Radical Obrera, El Álbum de la Mujer, y El Correo de las Señoras. En este último publicó el denominado “La mujer perfecta”. La mayor parte de su obra poética se presentó en: El Estudio –órgano de la Sociedad Científica, Artística y Literaria–, El Porvenir, y El Federalista.
Su inquietud por cambiar y mejorar la condición femenina la llevó a fundar y dirigir, en 1877, el semanario Las Violetas del Anáhuac. El semanario circuló aproximadamente dos años; dio a conocer a varias escritoras que, por falta de oportunidades en otros medios, no podían salir a la luz pública. Entre las colaboradoras estaba su hija Margarita.
Las Violetas del Anáhuac era un foro donde Laureana describía y cuestionaba la forma de vida que se imponía a la mujer, en particular a la mexicana. Incursionó en investigaciones históricas sobre acontecimientos nacionales. Por si fuera poco ortodoxo su desarrollo intelectual, inició una campaña para mejorar la educación infantil.
Sus críticas a la manera en que la Iglesia Católica difundía la vida de Jesucristo, le valieron ataques profesionales y personales. Por enfermedad, que le causó la muerte, dejó la dirección de Las Violetas del Anáhuac en manos de Matiana Murguía, que al poco tiempo lo dejó desaparecer.
Sin reconocérsele como precursora de la igualdad de la mujer con el hombre, escribió tres libros que confirman su pensamiento y su temprana lucha: La emancipación de la mujer por medio del estudio (1891), Educación errónea de la mujer y medio práctico para corregirla (1892) y Mujeres notables mexicanas. Este último apareció a la luz pública hasta 1910.
Existen, en toda la República, instituciones educativas de diferentes niveles, así como centros de ayuda a mujeres maltratadas, que llevan el nombre de esta feminista; asimismo, la Academia Nacional de la Mujer instituyó en 2003 el reconocimiento Laureana Wright que se entrega cuando se festeja el Día Internacional de la Mujer, a destacadas profesionales y/o activistas sociales.
(JSA/HCB)