Fue un militar conservador del Siglo XIX, que, posteriormente, rechazado por Santa Anna, en el último de los periodos de gobierno de éste se torna liberal. Convencido por don Juan Álvarez, proclama el Plan de Ayutla en 1854, que inicia el movimiento revolucionario que derroca a su “Alteza Serenísima” y, mediante el establecimiento de un congreso constituyente, reinstala en el país el sistema republicano, representativo y popular. Villarreal nace en La Habana, Cuba, en 1806, y muere en la Ciudad de México en 1869.
Se ignora cuándo llegó a México –seguramente por Veracruz–, pero Villarreal perteneció a las fuerzas militares desleales jalapistas, encabezadas por Facio, Bustamante, Camacho y otros, que provocaron la caída de Vicente Guerrero como presidente, y de quienes, como premio, obtuvo el cacicazgo de la Costa Chica, con el nombre oficial de Comandante en Jefe de la Costa Chica. Su filiación ideológica se plasma perfectamente en un oficio fechado el 28 de enero de 1831, dirigido al comandante militar de Oaxaca, en donde llama pérfido (traidor, infiel, vil, desleal, etc.) al general Vicente Guerrero, y haciendo alarde de su credo político ofrece todo su apoyo al usurpador Bustamante y a los asesinos de don Vicente.
Fue también uno de los principales opositores a la formación del Departamento del Sur, pretendida por Juan Álvarez y Nicolás Bravo en 1841, cuando es derrocado Anastasio Bustamante. Villarreal argumentaba que eran ilegales dichos propósitos; sin embargo, en realidad, temía que al formarse el nuevo Departamento su autoridad y su poder sufrieran menoscabo.
Florencio Villarreal fue señalado por sus contemporáneos como una persona irascible y tiránica, y con opiniones políticas eminentemente antipopulares, que se hizo odiar por sus subordinados y por el pueblo de Costa Chica, que sufría su pesado yugo. Tal era el perfil de este personaje, a quien la casualidad y la torpeza política del gobierno santanista llevaron fortuitamente a figurar como el primero en enfrentarse al dictador, proclamando un plan que entrañaba una verdadera revolución altamente progresista.
Los autores del Plan de Ayutla determinaron que fuese el coronel Florencio Villarreal quien lo proclamara, por ser él comandante en jefe de la Costa Chica al mando de una tropa numerosa y, por otro lado, concediéndole el deseo de ser el que primero retara a la tiranía encabezada por el Gral. Antonio López de Santa Anna, quien le había hecho objeto de obstinada persecución. Un año tenía ya Villarreal enfrentado a Santa Anna, quien el 31 de octubre de 1853 lo había destituido como comandante en jefe de la Costa Chica, ordenándole presentarse en la Ciudad de México, a lo cual Villarreal se resistió en varias ocasiones, pretextando estar enfermo, hecho –afirmaba él- que le impedía viajar.
Antes de su destitución, en un banquete ofrecido en Acapulco por el comandante de la demarcación del puerto y de la fortaleza de San Diego, José María Zambonino, a los coroneles Haro y Villarreal, este último externó públicamente su molestia con el gobierno central porque destinándole el mando militar de la Costa Chica, perteneciente al recién erigido estado de Guerrero, se le había ordenado recibir instrucciones de la comandancia del Departamento de Oaxaca y no de la respectiva Comandancia General, situación que lo ofendía y lo incomodaba. Esa medida obedecía al deseo del gobierno santanista de restarle fuerza a su peligroso enemigo, el general don Juan Álvarez. Villarreal también comentó que si el pensamiento del gobierno era contrabalancear la influencia y el poder del general Álvarez, debió habérsele dicho con la debida franqueza y “no andarse con paños calientes”. Estos comentarios fueron hechos llegar por Zambonino al gobierno santanista, el que desde entonces exigió en varias ocasiones la presentación de Villarreal en México.
La última orden de presentación que el gobierno de Santa Anna envió a Villarreal decía que sin excusa ni pretexto se presentara en México, “aún cuando fuera en camilla, si sus enfermedades no consentían otra cosa.” Por otro lado, además de las declaraciones indisciplinadas e incómodas para el santanismo hechas por don Florencio, el gobierno central se enteró poco después que Villarreal había tenido sospechosas entrevistas en la hacienda de La Providencia y en San Marcos con Juan Álvarez, el gobernador del estado, liberal puro e intachable, quien nunca se comprometió con Santa Anna y era mal visto por el gobierno central, por haber dado cobijo a don Mariano Arista, presidente derrocado por el mismo Santa Anna; ante ello, el 13 de febrero, su “Alteza Serenísima” mandó que Villarreal fuera arrestado y remitido a México, comisionando para tal fin al también coronel Francisco Armengol, ubicado en Jamiltepec, Oaxaca; se le ordenaba apresar vivo o muerto a Villarreal en Ometepec o donde se le encontrase; sin embargo, nadie pudo dar cumplimiento a tales órdenes, debido a la fuerza que tenía el general Álvarez en el estado de Guerrero, y Villarreal continuó en su puesto hasta que estalló la Revolución de Ayutla.
La situación descrita facilitó que Florencio Villarreal, quien de hecho había sido separado ya del ejército santanista y a punto de ser detenido por las fuerzas del gobierno central, se volviera “liberal” y decidiera apoyar el Plan propuesto por don Juan Álvarez, convenciendo para ello a todos sus subordinados, y solicitando ser él y su estado mayor los firmantes de ese documento.
Así pues, a pesar de que don Juan Álvarez fue quien todo lo preparó, quien convenció a dos partidarios de los conservadores y enemigos suyos (Moreno y Villarreal) para que apoyaran el movimiento contra Santana, y quien reclutó a todos los combatientes de origen campesino y los armó, no tuvo inconveniente alguno para que Villarreal proclamara el Plan de Ayutla; es muy probable que esta condescendencia para el coronel haya sido una estrategia del viejo y experimentado caudillo para fortalecer el movimiento.
El Plan de Ayutla, elaborado previamente en la hacienda de La Providencia por un grupo de personajes encabezados por Álvarez y Comonfort y perfeccionado 11 días después en Acapulco por este último, dándosele mayor claridad en sus postulados, mayor amplitud en sus propósitos democráticos y un tono liberal más acentuado, fue enviado a Villarreal totalmente redactado, faltándole sólo las firmas que debían formalizarlo.
Florencio Villarreal, quien al triunfar la revolución de Ayutla logra el grado de general, concedido por don Juan Álvarez como presidente de la República, fue posteriormente segundo jefe del ejército del presidente Ignacio Comonfort que derrotó la rebelión clerical de Puebla, del 18 al 22 de marzo de 1856, que había promovido en Zacapoaxtla el sacerdote de ese pueblo Francisco Ortega y García, el 12 de diciembre del año anterior, al grito de “religión y fueros”.
Don Florencio luchó también en la filas liberales durante la Guerra de Reforma o “de 3 años”, causada por el golpe de Estado de Comonfort contra la Constitución de 1857, dado en diciembre de ese año. Después, ya impuesto Fernando Maximiliano como emperador de México, por Napoleón el pequeño, el general Villarreal vivió en la capital de la República bajo el seudogobierno del austriaco, y fue invitado en varias ocasiones a la mesa del emperador, pues Maximiliano –en su deseo de atraerse a liberales distinguidos– invitaba a sus reuniones palaciegas a todo aquel que pudiera convenir a sus intereses; Villarreal figura en las listas de invitados a la mesa del austriaco, sin que se tenga la certeza de que hubiera asistido; no obstante, también fue designado ayudante de campo general del llamado emperador de México, sin saberse a ciencia cierta si desempeñó ese cargo.
Triunfante ya la patria contra sus enemigos nacionales y extranjeros, el general Villarreal escribió una carta al presidente de la República, licenciado Benito Juárez, desde la prisión de Las Brígidas, fechada el 22 de octubre de 1867, en donde se encontraba por servir al seudoimperio, intentado explicar su actuación bajo ese gobierno usurpador; díjole en ella que a causa de su falta de recursos, como él lo sabía, no pudo acompañar al gobierno cuando salió de la Ciudad de México, el 31 de mayo de 1863, dado el avance del ejército francés hacia la capital, después de la toma de Puebla; que a poco murió su esposa, dejándole dos niños de pequeña edad, a los que, lleno de miseria, no podía abandonar; que ocupada la Ciudad de México por los invasores, no se presentó a ninguna autoridad; que cuando Maximiliano marchó a Querétaro, se le nombró ayudante suyo, sin haber sido llamado nunca a su servicio, por lo que él cree que dicho nombramiento tuvo su origen en la mala voluntad que le tenían los conservadores, que nunca olvidaron que él tuvo la gloria de proclamar el Plan de Ayutla; al final de la carta, pidió al presidente Juárez su libertad, con los requisitos indispensables a su seguridad personal en el caso de que tuviera que comparecer ante las autoridades.
Este documento, mencionado por Jorge L. Tamayo en su libro Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia (1967), presenta en su reverso una nota escrita por don Benito que dice lo siguiente: “Que haga una solicitud para que pueda recaer un acuerdo y se hará lo posible en su favor”.
Florencio Villarreal murió en el hospital de San Pablo (hoy Juárez), en la Ciudad de México, el 24 de agosto de 1869, a los 63 años de edad.
En los principales textos históricos del México del Siglo XIX no existen más datos sobre el desarrollo militar o político de Florencio Villarreal, después de los acontecimientos relacionados con la Revolución de Ayutla, lo cual revela la estatura social de este personaje, que además de no ser mexicano de nacimiento, fue enemigo mortal de don Vicente Guerrero y tuvo a través de su vida una conducta fiel sólo a sus intereses personales, cambiando de casaca de acuerdo a su conveniencia.
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