Vázquez Jiménez, Emilio

Sacerdote y compositor. Nació en Ayutla en 1879; murió el 1 de octubre de 1950 en Cruz Grande, municipio de Florencio Villarreal; sus restos descansan bajo el altar mayor de la iglesia. Fueron sus padres Cornelio Vázquez y Ana María Jiménez.

Realizó los primeros estudios en su pueblo natal y en 1894 ingresó al Seminario Conciliar de Chilapa, donde recibió clases de armonía y contrapunto del presbítero Ezequiel López Berdejo, quien enseñó a afamados compositores, como Antonio I. Delgado, Margarito Damián Vargas y otros. Tuvo facilidades para estudiar música sagrada en Guadalajara. Se ordenó en 1917.

Llegó a ser subdirector del Colegio de Infantes de Chilapa; formó un coro y dirigió el orfeón del seminario; recibió la orden de minorista por el obispo de Chilapa; al terminar su preparación, fue ubicado en la parroquia de Apango; después, prestó servicios en San Marcos y, por último, en Cuautepec, abarcando los municipios de Cruz Grande y Copala.

En 1895, cantó con el coral que se presentó en las fiestas de la coronación de la Virgen de Guadalupe, en la basílica del mismo nombre.

En 1916, creó la obra musical Mis lágrimas por ti, en honor a Emilia Figueroa, esposa de su primo Leobardo Vázquez, y otras de carácter religioso, que no se han conservado.

Durante la estancia en Costa Chica, compuso, en 1929, la chilena La Sanmarqueña, inspirada por la joven costeña Eleuteria Genchi, a quien el párroco llamaba con cariño la Cumanchín.

En el Diccionario geográfico, histórico y estadístico del distrito de Abasolo, del Estado de Guerrero (1969), de Epigmenio López Barroso, aparece la letra original:

Qué linda es la sanmarqueña,
que domeña con honor;
tiene en sí tan dulce encanto,
que con llanto, inspira amor.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Sanmarqueña salerosa,
ven, hermosa, ven a mí;
dime, niña, alguna cosa,
que me aliente, di que sí.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Si tú me amaras, morena,
en la arena había de estar;
qué más gloria yo quisiera,
ni pudiera conquistar.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Adiós, linda sanmarqueña,
que domeñas con honor,
ya se va tu fiel amante,
tu cantante adorador.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Florencio Encarnación Ursúa, en Raíces del tiempo (1983), argumenta que Juan Pavón le proporcionó la letra auténtica, resultando igual a la anterior, pero se agregan tres estrofas de cuatro versos, antes de la despedida:

Ven, jironcito del cielo,
mi dolor a consolar;
un abrazo muy estrecho,
con un beso venme a dar.

(Estribillo)

No me lo niegues, ingrata,
que me mata tu desdén;
dámelo, linda, preciosa,
como rosa del edén.

(Estribillo)

Cuando yo pienso olvidarte,
se me parte el corazón;
siento en mí fiero combate,
que me abate la razón.

Alrededor de 1933, en el Hotel Washington de la Ciudad de México, se reunieron el párroco y el compositor José Agustín Ramírez Altamirano, para puntualizar sobre la autoría de La Sanmarqueña, ya que los trovadores la asignaban al segundo, por haberla popularizado con algunas variaciones; el padre Emilio aclaró no tener interés en figurar como creador, por su calidad de sacerdote, y le entregó los manuscritos; sin embargo, José Agustín demostró ética profesional y nunca se adjudicó la obra musical.


Casa parroquial donde vivía el padre Emilio Vázquez.

La versión de Ramírez Altamirano fue la siguiente:

Qué linda es la sanmarqueña,
quedó niña con honor,
tiene en sí tan dulce encanto
que aun con llanto inspira amor.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Cuando paso por San Marcos
voy a tu reja a cantar,
ven a calmar mi quebranto
y no me hagas más penar.

Sanmarqueña de mi vida
ándale, ándale, ámame.

Costeñita dulce y buena,
tienes aromas del mar,
eres como una azucena
y sublime para amar.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Eres linda morenita
de la costa de Guerrero,
eres chiquita y bonita,
y así como eres te quiero.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

Sanmarqueña salerosa
dame de tu pecho un ramo,
y a cambio yo te daré
el corazón con que te amo.

Sanmarqueña de mi vida
ándale, ándale, ámame.

Qué linda es la sanmarqueña,
quedó niña con honor,
ya se va tu fiel amante
tu constante adorador.

Sanmarqueña de mi vida,
sanmarqueña de mi amor.

El carácter alegre y pícaro del costeño se identificó, en forma inmediata, con La Sanmarqueña, y la convirtió en el himno del guerrerense a nivel mundial.

A través del tiempo, autores anónimos han incorporado nuevas coplas al fondo musical, que incrementan el éxito y actualizan la melodía, pero omiten la letra inicial.

Hay versiones grotescas y escatológicas que se cantan en fiestas y reuniones, donde el ingenio popular alardea y hace burla de las relaciones humanas.

Relata Florencio Encarnación Ursúa que el gobernador Adrián Castrejón, en Cuautepec, fue bien recibido y hubo alegre baile; al cantarse La Sanmarqueña, gustó tanto a los visitantes que el mandatario quiso conocer los datos del autor. Grande fue su sorpresa al saber que era el párroco del lugar, quien vivía en concubinato con la musa inspiradora de la canción, siendo muy apreciado y querido por el pueblo. Lo llamó a su presencia; platicaron como viejos amigos; el compositor, a su vez, le obsequió la partitura y los versos.

El profesor Amado González Dávila, en Geografía del estado de Guerrero (1959), cita la chilena Cruceñita de Alfonso E. Delgado, que en su estrofa final menciona al párroco Emilio Vázquez de la siguiente manera:

Adiós pueblo de Cruz Grande,
adiós Molina y Bernal,
¡ahí duerme Emilio Vázquez,
bendito sea ese lugar…!

(HCB)