Tario, Francisco

Viajero de mar y tierra, futbolista profesional, pianista disciplinado, místico del naturalismo y aprendiz de astrónomo. Nació en la Ciudad de México en 1911; murió, quizás, en España en 1977, donde residía. Su nombre real fue Francisco Peláez.

Colaboró en la Revista Mexicana de Literatura, Letras de México, Revista de la Universidad de México y Vidas y cuentos, entre otras.

Su biografía, trabajos y días se encuentran quintaesenciados en sus libros. Narrador de buena cepa, es autor de Aquí abajo (novela) y La noche (1943); La puerta en el muro (1946); Equinoccios (1946); Yo de amores qué sabía (1950); Breve diario de un amor perdido (1951); Acapulco en el sueño (1951); Tapioca Inn; Mansión para fantasmas (1952); La noche del féretro y otros cuentos de la noche (1958); y, Una violeta más (1968). En 1988 aparece Entre tus dedos helados y otros cuentos, recopilación realizada por Alejandro Toledo y prologada por Esther Seligson.

Encuadrados en la literatura fantástica, sus textos parten de la realidad certificada y, de pronto, se disparan y llegan a una región en la que el absurdo hace las veces de la lógica, la muerte se confunde con la vida y la imaginación suple las carencias de todo tipo que el hombre padece en su existencia cotidiana. En los cuentos de Tario la sorpresa lo mismo fulmina a los personajes que les abre insospechadas puertas a la esperanza. Entre los cuentos de La noche del féretro y los de Una violeta más hay diez años de silencio. Los últimos fueron escritos en España.

Acapulco en el sueño, cuya primera edición se imprimió en 1951, constó de 7000 ejemplares; la segunda, de junio de 1993, fue de 20 000, incluidas en cada uno 80 fotografías de Lola Álvarez Bravo que hablan de las bellezas, tradiciones y costumbres del puerto de los años 50. Comienza con el origen cosmogónico y la toponimia del lugar. Coincide con otros autores al señalar que su significado es: “El lugar en que fueron destruidos los carrizos”.

Pondera las riquezas marinas, paisajes, razas, vestido, la belleza de sus mujeres, lo exquisito de las frutas tropicales, los deportes de mar (pesca, esquí acuático, paseos en yate), la bahía y sus playas; los hoteles y lugares de esparcimiento nocturno, los pescadores, el arduo trabajo y el producto de sus esfuerzos, los turistas, La Quebrada, etc., cuando dice: “… Acapulco produce espuma, exporta raros y oscuros romances e importa géneros humanos de las más disparatadas especies… trátase, a grandes líneas, de un centro vital de excepcional importancia”.

(ETA)