Salgado, Jesús H.

Militar revolucionario. Nació en 1872 en la comunidad de Los Sauces, municipio de Teloloapan, y murió en un enfrentamiento armado el 14 de febrero de 1920, en un punto denominado La Barranca de los Encuerados, donde se encuentra actualmente la localidad serrana de San José, perteneciente al municipio de Petatlán. La letra H que acompaña su nombre corresponde a Hernández, que era su apellido materno. Hombre de campo, Jesús H. Salgado, con base en trabajo, ahorro y organización familiar, logró en poco tiempo ser propietario de un próspero rancho que se conocía como la hacienda de San Agustín Tepozonalco.


Jesús H. Salgado y un pelón o federal (Foto: Profr. Lucas Román Salgado).

El 4 de diciembre de 1910 Jesús H. Salgado y Pedro Martínez Delgado, se reunieron en la casa principal de Los Sauces con un grupo de ciudadanos; ahí se comprometieron a participar en el movimiento armado recién iniciado, que apoyaba los ideales maderistas de libertad y de democracia. En esta reunión se le confirió a Salgado el grado de general y se le nombró primer jefe del ejército revolucionario. A otro de los asistentes, el profesor Brígido Barrera, se le nombró secretario general del movimiento.

También recibieron cargos J. Isabel Domínguez, Silvano Ochoa, Leovigildo Álvarez, Bartolo Basave, Ciriaco Gómez y Fidel Pineda; y, de Los Sauces: Francisco Saucedo, Félix Bahena, los hermanos Brito, Marciano y Marcelino Mendoza. En aquella reunión se firmó un acta que desconocía el gobierno de Porfirio Díaz. Diversos historiadores coinciden en señalar, sin precisar fecha, que antes de organizar sus fuerzas insurrectas, Salgado recorrió Tierra Caliente: en Palos Altos, invitó a Álvaro Lagunas, quien a su vez hizo lo mismo con Nabor Mendoza (“el Coyote”) de Cuauhlotitlán; en San Miguel Totolapan, buscó a los hermanos Vergara; en Ajuchitlán se le unió don Refugio Hernández y sus hijos Custodio, Anastasio y Damián, y Crispín Orozco; en Cutzamala, enroló a Juan Rosales, y en Pungarabato a Cipriano Jaimes.

Jesús H. Salgado inició sus actividades revolucionarias en el rancho denominado Arcotepec, municipio de Teloloapan; acompañado de varios jefes militares y de soldados, continuó por los pueblos de Petlacala, Cirián, Laguna Seca, Nejapa y Coscotlán. El 11 de abril de 1911, tomó, sin resistencia, la población de Apaxtla; el día 13 marchó a Tetela de Río, tocó los ranchos Trapichal y Xochitepec; llegó a Pezuapa el 14 de abril; al día siguiente, al real de Campo Morado y a Santo Tomás; el 16 de abril, asaltó la hacienda de El Cubo, donde se le unieron Tomás García y sus hijos Epigmenio y Alberto García Maldonado, Serapio Vargas y Gerardo Leal, entre otros.

El 17, entró a Arcelia, y se le unió, en Santo Niño, Julio Bahena; se adueñó de la plaza de San Miguel Totolapan, a la cabeza de 574 maderistas; el 18, hizo lo mismo en Ajuchitlán y en San Cristóbal; el 19, ocupó Tlapehuala y avanzó sobre Coyuca; el 21, se posesionó de Pungarabato y de Cutzamala; el 22, hizo lo mismo en Tlalchapa. En el pueblo de El Potrero, distribuyó su tropa, de donde partió J. Isabel Domínguez, al mando de 200 hombres, para apoderarse de Almoloya, Acapetlahuaya, Ixcapuzalco e Ixcateopan. Jesús H. Salgado continuó la marcha con el resto de sus fuerzas y procedió a sitiar Teloloapan, que tomó el 26 de abril de 1911.

Antes de ocupar Iguala, Jesús H. Salgado conferenció en Tepecoacuilco con el jefe de la Revolución, Ambrosio Figueroa, y el 14 de mayo concurrió a la toma de la plaza.

En 1911 Iguala –gracias a que estaba comunicada a través del ferrocarril con Cuernavaca y con la Ciudad de México– era una de las ciudades más importantes del norte del estado y un lugar estratégico para comunicarse con la capital de la República y con el resto del país; por otra parte, también era el centro agrícola y comercial más destacado en el periodo del Porfiriato. Todo ello hacía que esta población se encontrara defendida por un grupo de dragones con armamento de calidad y con depósitos de reserva. Ya sitiada Iguala y antes del ataque, los revolucionarios propusieron la rendición de los sitiados, comandados por Eduardo Ocaranza y por Dámaso Flores, quienes rechazaron el trato y decidieron enfrentarse a las fuerzas maderistas.

Éstos, que conformaban la Columna Morelos, sumaban dos mil elementos, dispuestos a dar la vida con el fin de lograr la caída de tan importante plaza. Simultáneamente a la toma de Iguala, el coronel Juan Flores Linares, al mando de 300 rurales, evacuaba la capital del estado ante el inminente ataque de más de 2000 maderistas encabezados por Julián Blanco. Con el triunfo de los revolucionarios en ambos lugares se logró el control de otras poblaciones, como Coyuca de Catalán, Arcelia, Teloloapan, Taxco y Chilapa. González Bustos señala: “después de la victoria, los generales convocaron a una junta en la cual se discutió la situación política y militar y la urgente necesidad de nombrar al nuevo gobernador con carácter provisional. De acuerdo con el artículo décimo del Plan de San Luis Potosí, en la reunión se decidió que una de las personas más indicadas era Francisco Figueroa; el único que votó en contra fue el general Jesús H. Salgado, pero a pesar de ello, Figueroa, de inmediato. aceptó su nuevo nombramiento”.

Al no favorecerlo la elección, el general Salgado entendió claramente el rumbo que estaba tomando la política nacional, pues sabía que los Figueroa, siendo cabezas políticas y económicas en la región, apoyarían en consecuencia a los terratenientes. Al triunfar la revolución maderista, Jesús H. Salgado reclamaba al gobierno el cumplimiento de los postulados del Plan de San Luis Potosí, proclamado el 5 de octubre de 1910. El caudillo de la Revolución trataba de persuadirlo, sin lograrlo, y Salgado terminó defraudado al ver el apoyo que Madero daba a los Figueroa, quienes se habían declarado antizapatistas, en Guerrero. A pesar de lo anterior, las condiciones de vida tan deplorables de la población de Guerrero provocaron que nuestra entidad se sumara al zapatismo; otro motivo de descontento popular fue que el propio Madero nombrara al general Ambrosio Figueroa gobernador de Morelos. Salgado pedía al gobierno el reconocimiento de sus fuerzas revolucionarias; sin embargo, esto iba en contra de los intereses de los Figueroa y del propio Madero; el 14 de junio de 1911 Jesús H. Salgado desfiló en Chilpancingo con su tropa, que sumaba más de mil trescientos hombres, entre caballería e infantería, en un acto que presidió el gobernador Figueroa y el líder de la Revolución, Francisco I. Madero.

Salgado se negó al licenciamiento de sus soldados y se marchó junto con otros militares a la Ciudad de México para entrevistarse con el presidente Francisco León de la Barra y solicitarle el reconocimiento de su tropa y la repartición de la tierra a los campesinos e indígenas; por otro lado, solicitaba que el licenciado Emilio Vázquez Gómez continuara en el gabinete. Ante el fracaso de sus gestiones, el 20 de agosto regresó a Guerrero y en el pueblo de Balsas se declaró antigobiernista. Del 22 al 30 del mismo mes, tomó en dos ocasiones la ciudad de Teloloapan, sosteniendo fuertes combates con las fuerzas de Ambrosio Figueroa; luego, se dirigió a Tierra Caliente y en el distrito de Mina, viendo perdida su causa, decidió rendirse ante Antonio Lagunas y Julio Bahena; el 1 de septiembre, al ser conducido a Iguala, escapó en el Varadero de Ixcapuzalco. En actitud de represalia, el salgadista Celedonio Mata, leal colaborador del general, asaltó la hacienda de El Cubo, en el municipio de San Miguel Totolapan. Después de otros combates de no menor importancia, el 27 de noviembre, desde Tetela del Río, felicitó al presidente Madero por haber asumido el poder y le ofreció deponer las armas. Se trasladó a la cuadrilla de El Aguacate, donde lo visitó el emisario del presidente Madero, el licenciado Rafael del Castillo Calderón, ante quien aceptó rendir sus fuerzas; el 12 de diciembre de 1911, en Teloloapan, entregó las armas al coronel Aureliano Blanquet, jefe militar del gobierno maderista en el estado de Guerrero.

Después de una tregua de casi un mes, Salgado volvió a levantarse en armas, con mayor fuerza y mejor organización; y conociendo a la perfección la sierra de su estado, aplicó la guerra de guerrillas en contra del enemigo; estableció eficaz estrategia militar; su técnica era atacar y huir, emboscar y combatir al enemigo por la noche. El gobierno de Francisco I. Madero buscaba por todos los medios posibles la rendición de los rebeldes del Sur, prometiendo amplias garantías a quienes depusieran las armas, ofrecimiento que el jefe rebelde rechazaría por temor a ser traicionado y por su lealtad a Emiliano Zapata. Como era de suponerse, entre los hermanos Figueroa y Jesús H. Salgado existía una profunda rivalidad, que los hacía enemigos irreconciliables; sin embargo, cuando se enteraron del cuartelazo producto de la Decena Trágica, que concluyó con el asesinato de Madero y de Pino Suárez, ambos grupos unieron sus fuerzas en contra del enemigo común, el usurpador Victoriano Huerta.

Tras la caída de la capital del estado en manos de los zapatistas, el 26 de marzo de 1914, y del fusilamiento del general Luis G. Cartón, jefe huertista encargado de la plaza, el general Jesús H. Salgado fue nombrado gobernador del estado por los principales jefes zapatistas, adoptando el nombre de director del Gobierno Provisional del Estado de Guerrero. Ya en el poder, Salgado reorganizó las dependencias del gobierno y de los ayuntamientos; eliminó las odiadas prefecturas políticas; restauró las presidencias municipales; el 5 de octubre del mismo año, fundó el Banco Revolucionario del Sur, con una emisión de moneda en alta ley de oro, que ascendía a diez millones de pesos. Salgado no reconoció las deudas de los gobiernos anteriores y abolió el sistema de tienda de raya; ofreció tierras a los campesinos y jornaleros, para sembrar y vivir; expropió minas y haciendas; estableció un salario mínimo para el peón, e impulsó la agricultura, el comercio y la industria. En su mandato, la instrucción pública atendía a todos los niños y jóvenes en edad escolar; aumentó el número de escuelas y nombró a nuevos maestros. Gobernó hasta el 24 de diciembre de 1914, pues disminuidas las fuerzas zapatistas por deserciones, rendiciones o muerte de algunos jefes guerrilleros, Salgado abandonó el gobierno y decidió refugiarse en la Sierra Madre.

En el punto denominado El Balsamar, de la Sierra Madre del Sur, Salgado analizaba lo crítico de la situación revolucionaria y se veía prácticamente solo, después de luchar durante más de diez años por sus ideales: “el reparto de la tierra a los campesinos e indígenas de Guerrero y de México”. Tomó el rumbo de la Costa Grande y atacó la guarnición federal de Zihuatanejo, ocasionando numerosas bajas, entre ellas, la del jefe de la plaza y de otros oficiales. El ataque sorprendió al gobierno y a las fuerzas armadas, comandadas por el general Fortunato Maycotte; de inmediato se comisionó al general Rómulo Figueroa para combatir a los zapatistas de la Costa Grande y de Tierra Caliente de Guerrero. La consigna era alcanzar la paz a cualquier precio. En esas circunstancias se produjo la gran pérdida para los revolucionarios de Guerrero y del país.

El 14 de febrero de 1920, estando el general Jesús H. Salgado con sus menguadas fuerzas en el punto denominado La Barranca de los Encuerados, jurisdicción de Petatlán, Guerrero, fue emboscado y sorprendido a las 5:00 de la mañana por el enemigo, que encabezaba el jefe de voluntarios Adolfo Lara; en ese enfrentamiento Salgado perdió la vida y se extraviaron los archivos que guardaban todos los nombramientos originales expedidos a su favor por distintos y distinguidos generales revolucionarios. En esta acción de armas también fue muerto el capitán Alejandro Segura y el soldado Espiridión Mundo, y cayeron prisioneros varios hombres de Salgado, algunos de ellos heridos.

Sin duda alguna, las características más relevantes del general Jesús H. Salgado fueron la firmeza de sus convicciones, el valor y la fuerza de carácter, así como la inquebrantable lealtad a su gente, producto de sus genuinas y sólidas raíces populares. Con ejemplar rectitud, asumió con valor su responsabilidad como hombre de armas y, sobre todo, forjó una ordenada disciplina en la función de su corto gobierno; se empeñó en darle vigencia a los postulados zapatistas, combatiendo las tiendas de raya e intentando lograr el establecimiento de un salario mínimo para los peones, acciones con un alto contenido de justicia social y de incalculable trascendencia histórica.

Con la muerte del general Jesús H. Salgado, asesinado por el coronel Rogelio Flores, se cerró una importante página de la historia del estado de Guerrero.

(AMA)