Arqueóloga. Nació en la Ciudad de México, D. F., el 29 de febrero de 1944. Sus padres, ambos médicos de profesión, fueron el Sr. Gonzalo Reyna Topete y la Sra. Angélica Robles Basurto.
Sus primeros estudios los realizó en su lugar de origen. Es licenciada en Arqueología egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), con Maestría y Doctorado en Antropología en la Universidad Autónoma de México.
Por su amplia experiencia en la investigación dentro de estas ciencias, ha ocupado importantes cargos, como los siguientes: directora del Proyecto de Investigación Arqueológica en La Organera–Xochipala, Guerrero; miembro activo del Grupo Guerrero y del Seminario Permanente de Estudios Multidisciplinarios sobre Guerrero de la Coordinación Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); profesora de Investigación Científica Titular “C” en el INAH desde hace 30 años, ahora adscrita a la Dirección de Salvamento Arqueológico; profesora en la Línea de Investigación sobre Conservación y Gestión del Patrimonio Arqueológico en la Maestría y Doctorado de la ENAH; miembro de varias asociaciones, nacionales e internacionales, del Comité Científico–Editorial de la revista Arqueología Mexicana y del Sistema Nacional de Investigadores; y, ex presidenta del Colegio Mexicano de Antropólogos, A. C.
Ha realizado trascendentales estudios relacionados con la antropología y la arqueología en varias partes de la República Mexicana. La primera etapa de su carrera profesional la dedicó al estudio de las culturas del Preclásico o Formativo en la Cuenca de México.
Tras varios años alejada de la investigación arqueológica, a mediados de la década de los 80, tuvo oportunidad de conocer el extraordinario patrimonio arqueológico de Guerrero.
A continuación registramos los trabajos llevados a cabo en nuestra entidad:
- Tiene 26 publicaciones individuales que le ha editado el INAH, principalmente, de las cuales mencionaremos algunas: “Proyecto de Exploración, Restauración y Conservación de la Zona Arqueológica La Organera–Xochipala, Guerrero” en Boletín del Consejo de Arqueología del INAH, México, 1990; “La Cultura Mezcala: su caracterización preliminar a través del análisis cerámico en La Organera–Xochipala, Guerrero”, en Arqueología, revista de la Dirección de Arqueología del INAH, Segunda Época, núm. 7, INAH, México, pp. 9–27, 1992; “Cerámica de época olmeca en Teopantecuanitlán, Guerrero”, en Colección Científica 316, Serie Arqueología, INAH, México, 1996; “El Occidente de México y Guerrero”, en Fragmentos del pasado. Murales Prehispánicos, Antiguo Colegio de San Ildefonso/Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, pp. 56–60, 1998; “De la antigüedad de la bóveda corbelada en Guerrero”, en El pasado arqueológico de Guerrero (Ch. Niederberger y R. Reyna, coords.), INAH/CEMCA/Gobierno del estado de Guerrero, México, pp. 243–248, 2002; “La Cultura Mezcala”, en La Cultura Mezcala y el Templo Mayor, INAH, México, pp.15–32, 2003; “William Niven: descubriendo el pasado arqueológico de Guerrero”, en Diario de Campo, Suplemento núm. 49, julio–agosto, pp. 51–65, 2008.
- Son 9 sus trabajos en coautoría, entre ellos los siguientes: “Sala del Occidente de México”, con Wanda Tomassi de Magrelli, en Una visión del Museo Nacional de Antropología, SEP–INAH, México, pp. 109–121, 1979; “Hallazgos funerarios de la época olmeca en Chilpancingo, Guerrero”, con Guadalupe Martínez D., en Arqueología 1, Segunda Época, revista de la Dirección de Arqueología del INAH, México, pp.13–22, 1989; “Saqueo y destrucción en la cuenca del Balsas: una llamada de auxilio”, con Christine Niederberger, en El pasado arqueológico de Guerrero (Ch. Niederberger y R. Reyna, coords.), INAH/CEMCA/Gobierno del estado de Guerrero, México, pp. 567–583, 2002; “El maíz arqueológico, evidencia ancestral de las razas de maíz contemporáneas: el caso de La Organera–Xochipala, Guerrero”, con Carlos Álvarez del Castillo, en Diario de Campo, Suplemento núm. 52, enero–febrero, Coordinación Nacional de Antropología, INAH, México, pp. 28–37, 2009.
- Ha participado como coordinadora en dos publicaciones: El pasado arqueológico de Guerrero, con Christine Niederberger, INAH/CEMCA/Gobierno del estado de Guerrero, México, 2002; y, William Niven: un explorador y aventurero en el umbral revolucionario de Guerrero, con Juan Atilano y Samuel Villela, en Diario de Campo, Suplemento núm. 49, julio–agosto, Coordinación Nacional de Antropología, INAH, México, 2008.
- Entre 1967 y 2009, ha presentado 33 ponencias individuales en reuniones científicas realizadas en Yucatán, Chiapas, Nayarit, San Luis Potosí, estado de México, Quintana Roo, Zacatecas, Guerrero, Veracruz y el D. F., en México; y, en Estados Unidos de América y Canadá. Todos los temas, relacionados con el estado de Guerrero, por ejemplo: Territorio y cultura arqueológica en Guerrero: Mezcala, Seminario permanente de Estudios Multidisciplinarios sobre Guerrero, Coordinación Nacional de Antropología/INAH, 2009.
- También ha expuesto 10 ponencias, en coautoría, en reuniones científicas realizadas en Michoacán, Yucatán, Distrito Federal, Zacatecas y Guerrero; por ejemplo: “Prospección arqueológica en el municipio de Ixcateopan”, con Raúl Arana, Rubén Cabrera y Raúl Barrera, III Mesa Redonda El conocimiento antropológico e histórico sobre Guerrero, Taxco, Guerrero, 2008.
- Ha dictado 15 conferencias de divulgación sobre temas arqueológicos del estado de Guerrero en Puebla, Distrito Federal y, sobre todo, en Guerrero. Dos ejemplos son: La estela de San Miguel Totolapan y la defensa del patrimonio cultural, plaza cívica de San Miguel Totolapan, Guerrero, 1990; y, Arqueología en el municipio de Benito Juárez, Costa Grande de Guerrero, con Elizabeth Galeana, Auditorio del municipio de Benito Juárez, 2008.
- De 1990 a 2008 ha elaborado cinco guiones científico–museográficos para diferentes exposiciones. El más reciente es: el Guión científico–museográfico, montaje y curaduría para la exposición temporal William Niven: explorador y aventurero, Museo Guillermo Spratling, Taxco, Guerrero, 2008.
Actualmente (2009) tiene en prensa: Cronología y periodización en Guerrero, a publicarse en V Coloquio Bosch Gimpera, IIA–UNAM, México; “Las pinturas de la cueva del cerro Tláloc, Xochipala, Guerrero”, a publicarse en Arqueología, revista de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, México; “La época prehispánica en Guerrero”, a publicarse en Guerrero, Gobierno del estado de Guerrero; y, “Guerrero: historias multiétnicas”, a publicarse en Antologías, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México.
Con la llegada a Guerrero de la arqueóloga Reyna Robles se rompió el mito sobre la arqueología guerrerense, ya que existían muchas incógnitas y problemas sin resolver: se pensaba entonces que el territorio guerrerense formaba parte del occidente de México, una de las subáreas culturales de Mesoamérica; se decía que su población prehispánica era marginal, subdesarrollada, que no contaba con una cultura propia y que su desarrollo provenía de influencias originadas de culturas más avanzadas de otras regiones cercanas o lejanas; no era convincente, y menos se entendía, la presencia de vestigios de estilo olmeca y la abundancia de las pequeñas y esquemáticas esculturas de piedra de estilo Mezcala, pues los objetos de estilo olmeca y Mezcala se conocían entonces únicamente en colecciones particulares y museográficas, obtenidas en saqueos clandestinos.
La primera intervención de esta investigadora fue en el sorprendente sitio de época olmeca de Teopantecuanitlán, donde participó en excavaciones estratigráficas y en la clasificación, análisis y estudio de los materiales cerámicos recobrados, lo que facilitó rectificar que el sitio fue inicialmente ocupado hacia el año 1000 a. C. y no hacia 1400 a. C., como anteriormente había propuesto la arqueóloga Martínez Donjuán (1986).
Poco después, con el rescate arqueológico de un espacio funerario en Chilpancingo, se excavaron varios restos óseos humanos colocados en diversos tipos de construcciones, entre ellas una tumba techada con el sistema conocido como “bóveda falsa”; por los materiales asociados, muchos de ellos de estilo olmeca, que accedió a determinar que inicialmente había sido utilizada hacia el año 1000 a. C., lo que la convertía en el ejemplo más temprano conocido en Mesoamérica, descartando así la hipótesis de que este tipo de techumbre había sido una influencia venida de la zona maya, como había propuesto Schmidt (1977). También excavaron –junto con su equipo de trabajo– una serie de objetos suntuarios y cerámicos colocados como ofrenda; el estudio del contenido de varias vasijas, hizo posible enterarse que en su interior se ofrendó sal, copal, pigmento rojo y otros materiales orgánicos que fueron intencionalmente quemados.
Más tarde, al visitar todas las zonas arqueológicas consideradas por el INAH como “abiertas al público”, fue como conoció La Organera. “Esta zona … (según dice la arqueóloga) me impactó tanto por la rareza de sus construcciones como por la magnitud de sus saqueos. Mi estancia en Guerrero durante todo 1990 me permitió conocer también muchos otros sitios que presentaban restos arquitectónicos semejantes a los de La Organera. Ya que todos ellos se encontraban dentro de la Provincia Arqueológica del río Mezcala, delimitada por Covarrubias en 1948 exclusivamente con base en la supuesta procedencia de escultura portátil, que él mismo denominó de estilos ‘puramente locales’ o de ‘estilo Mezcala’ (Covarrubias, 1957), me nació la inquietud por saber si estos sitios con arquitectura tan peculiar estaban relacionados con tal estilo escultórico.
“A partir de esa hipótesis, pero considerando que la arqueología, antes de intentar cualquier interpretación debe conocer sin ambigüedades la profundidad temporal y contexto de los restos de cultura material, y en aquel entonces no se conocía todavía la edad de los asentamientos ni de las figurillas de estilo Mezcala, me di a la tarea de revisar en publicaciones y archivos todo aquello relacionado con la arqueología de Guerrero, tarea que continuó a lo largo de toda la investigación, la que complementé con trabajos de campo realizados de manera discontinua en los siguientes cinco años: primero con la excavación en el sitio de La Organera; de manera simultánea con recorridos de superficie en su entorno inmediato, la localidad de Xochipala y posteriormente en una región más amplia, la región Mezcala.
“Nuestras intervenciones en La Organera, a la que llamé La Organera–Xochipala para diferenciarla de otros sitios arqueológicos también llamados La Organera en la entidad, nos permitieron estudiar a mayor profundidad la totalidad de catorce conjuntos culturales, como son la arquitectura, la cerámica, las herramientas de piedra y de obsidiana, los objetos y conchas naturales y otros más, sobresaliendo las esquemáticas figurillas de estilo Mezcala. Además se recobraron restos esqueléticos humanos, faunísticos y botánicos, entre éstos últimos una de las muestras de maíz más grandes conocidas hasta ahora. Las fechas de radiocarbono hicieron posible saber que fue ocupada principalmente entre 650/700–900/1000 d. C. Su estudio integral nos permitió determinar que en ella habitaron los dirigentes de una compleja sociedad constituida como un Estado arcaico y tomarla como punto de enlace y comparación para los vestigios localizados tanto en la localidad de Xochipala como en la región Mezcala. Por su relevancia cultural, La Organera–Xochipala fue declarada como Zona Arqueológica Federal en 1993… –continúa diciendo la antropóloga Reyna– …En la localidad de Xochipala fue de gran ayuda el trabajo previo de Schmidt (1990), quien había localizado alrededor de 90 sitios en un área de 80 km² y determinado una serie de fases de desarrollo que abarcan desde el Preclásico Medio (1000 a. C.) hasta el final de la época prehispánica. Nuestros recorridos en la localidad nos ayudaron para distinguir los diversos tipos de asentamientos contemporáneos: centros urbanos, semejantes a La Organera–Xochipala; centros subsidiarios, también con arquitectura pero de menor tamaño, y centros vigías, localizados en lugares estratégicos. Con tales observaciones propuse que la localidad había funcionado como una gran ciudad discontinua, que se desarrolló de manera simultánea con base en su mayor recurso: la agricultura practicada en las extensas y fértiles tierras centrales de El Llano, al que aún ahora se conoce como ‘el granero de la Sierra’.
“Para la región más amplia, recorrimos fundamentalmente porciones de la Sierra y de la Tierra Caliente donde se habían reportado sitios con arquitectura, ciertos tipos de cerámica o escultura de estilo Mezcala. De tal manera localizamos más de 40 sitios que tenían todos o algunos de tres de los géneros arquitectónicos determinados en La Organera–Xochipala: las construcciones con bóveda falsa; los basamentos para templos en talud y tablero decorado con una hilera de ‘clavos de piedra’, o los palacios porticados, con pilares en la fachada y columnas formadas por ‘quesos’ de piedra en su interior. Adicionalmente, en varios de estos sitios, se había reportado el hallazgo de piezas de estilo Mezcala y ciertos tipos de cerámica, principalmente la llamada Blanco Granular. Tales vestigios fueron localizados en un territorio de aproximadamente 22 500 km², que sobrepasa los actuales límites de Guerrero, abarcando porciones de los estados de Michoacán, México, Morelos y, posiblemente, Puebla. Así, con tales vestigios diseminados en ese territorio determinamos la cultura y región Mezcala”.
Al realizar los recorridos por los diversos campos arqueológicos, o, al recibir denuncias directas del saqueo de que eran objeto dichos sitios, se dio cuenta de la destrucción acelerada que estaba sucediendo, lo que la convenció para pensar que una de las labores prioritarias debería hacerse directamente en las comunidades donde se encuentran esos espacios. Todo esto la impulsó para decidirse a impartir conferencias de divulgación en auditorios, bibliotecas, ayuntamientos y plazas públicas, en lugares tan distantes como son la Sierra, la Tierra Caliente o la Costa Grande, en Guerrero, por mencionar algunos.
Finalmente, se considera que la labor que ha desarrollado la científica Reyna Robles, a la par con varios arqueólogos, en Guerrero, sobre todo en los últimos veinte años, ha derivado en un mejor conocimiento sobre los pueblos prehispánicos a través de los restos de su cultura material. Gracias a su esfuerzo y dedicación, así como a sus estudios hechos aquí, actualmente ya se acepta que el territorio guerrerense conforma una subárea distinta a la del Occidente de México; asimismo, se reconoce a la región Mezcala como una entidad geográfico–cultural válida. Ahora se sabe que en Guerrero desde el Preclásico Tardío (hacia 500 a. C.) nació una civilización distinta, la cultura arqueológica Mezcala. Este grupo de adelantados tiene como uno de sus componentes más notorios a las esquemáticas esculturas de estilo Mezcala, a las que ya no se les define sólo como un estilo artístico puramente local, sino como parte de una cultura arqueológica que comprende otros vestigios de cerámica, de piedra, concha, obsidiana y muchos materiales más. También se conoce que desde su más temprana aparición se les encuentra en lugares que tienen una compleja arquitectura (Reyna, 2006).
Por las evidencias antiguas localizadas por la arqueóloga Reyna, se admite igualmente que la técnica constructiva del arco falso en Guerrero no es una influencia venida de la zona maya, como antes había propuesto (Schmidt, 1977), sino una creación local y más antigua.
Concluyendo, se puede decir que la cultura Mezcala nació en tiempos post olmecas y que sobrevivió a Teotihuacan alcanzando su apogeo durante el Epiclásico (650/700–900/1000 d. C.).
Es así como los actuales guerrerenses debemos sentirnos orgullosos de nuestro pasado prehispánico; de él se conservan hasta hoy muchas costumbres y tradiciones heredadas de ese enorme legado cultural. Pero también de los investigadores que han estudiado a nuestra entidad y que han puesto todo su empeño, esfuerzo y voluntad –como Rosa María Reyna Robles– para desentrañar los secretos dejados por aquellos hombres que habitaron el territorio honrosamente denominado ahora como estado de Guerrero.
(EAV/VVS)