Otálora Arce, Francisco

Militar y político. (Gobernador 1869–1873, 1885–1893). General del ejército. Nació en Guadalajara, Jalisco, el 15 de marzo de 1831; murió el 3 de agosto de 1903 en la Ciudad de México.

Terminada la primaria, estudió en el Colegio de Minería, en el Distrito Federal.

En 1847, dejó la escuela por el cuartel, para defender a la patria en la guerra contra los estadounidenses; se enlistó como voluntario en el Batallón de la Guardia Nacional; fue ascendido rápidamente, por sus conocimientos y su capacidad, a subteniente de Caballería, y fue herido en uno de los combates.

El batallón de la Guardia Nacional en el que se dio de alta fue destinado a la defensa de Chihuahua, y hacia allá partió, para recibir su bautismo de sangre en la acción que se libró contra los invasores en la batalla del rancho de Sacramento (28 de febrero), desgraciadamente adversa para México. Así se inició la vida militar del joven Arce, quien poco después del desastre de Sacramento fue ascendido a teniente.

Al terminar la invasión norteamericana, fue nombrado jefe del resguardo en los estados de Chihuahua y de Coahuila, y en 1852 fue designado interventor de las mismas entidades. Regresó a la capital, y en 1857 se le designó ayudante del presidente Ignacio Comonfort, recibiendo el grado de capitán de Caballería. Con ese carácter, combatió a las fuerzas reaccionarias.

A pesar de su cercanía personal con Comonfort, cuando éste dio el golpe de Estado, para favorecer a los conservadores, se unió a los liberales que salieron rumbo al norte; concurrió a la toma de San Juan de los Lagos, al sitio de Guadalajara, y después al asalto de la capital, al combate de Huitzilac, a la defensa del puente de Totolotlán, a las batallas de Poncitlán y Atequiza, a la toma de Irapuato y a la defensa de Aztecas; y, en Nuevo León, González Ortega le confió la jefatura de la Guardia Nacional; recibió el cargo de teniente coronel el 1 de julio de 1859.

Al año siguiente, en campaña, obtuvo el grado de coronel en las fuerzas liberales de Caballería de Durango. Un año después, se le encomendó la jefatura de las de Infantería del mismo estado, y el 16 de marzo de 1862, Santos Degollado, ministro de Guerra en el gobierno de Juárez, lo nombró jefe del Cuerpo de Lanceros del Ejército Nacional, del que pasó al Estado Mayor del supremo gobierno, para recibir en 1863 la comandancia del Cuerpo de Auxiliares de la República.

El 11 de junio de 1864, con el grado de general brigadier, tomó parte activa en la guerra de intervención francesa.

Cayó prisionero de los imperialistas en la batalla de Puebla; se fugó junto con otros compañeros presos, entre ellos el general Santiago Tapia, con quien pudo burlar la vigilancia de los carceleros. En poder de los franceses, se les había presentado un pliego que, de firmarlo, los hubiera dejado en libertad, pero como tal cosa implicaba la cobardía de jurar que no volverían a tomar las armas contra los galos ni a participar en las luchas políticas de su patria, rehusaron signar tan vergonzoso documento y permanecieron por ello dos años en prisión, hasta que se fugaron, para incorporarse al ejército republicano que sitió Querétaro en 1867, donde, tras un juicio, fueron fusilados en el Cerro de las Campanas, Maximiliano, Miramón y Mejía. Esto le hizo merecedor de la Medalla de la Constancia Militar.

Cuando en 1846 fue declarado estado de sitio en Sinaloa, se le nombró comandante militar y gobernador. Durante el gobierno republicano, se suscitaron algunas dificultades en Guerrero entre los generales Diego Álvarez y Vicente Jiménez; a fin de terminar con ellas, el gobierno del presidente Benito Juárez nombró al general Arce para pacificar a los grupos sublevados, lo que logró en forma hábil y completa. Fue electo gobernador y ejerció el cargo del 25 de enero de 1869 al 28 de febrero de 1873.

En el transcurso de ese cuatrienio, el 26 de mayo de 1870, el jurado de la V Legislatura local decidió suspenderlo de su puesto, acusado de apropiación de terrenos de los pueblos Xochipala y Zumpango, y por usurpación de funciones del Poder Judicial.

Se nombró gobernador provisional al tixtleco Francisco Domingo Catalán, impulsado por el general Vicente Jiménez, en medio de la enconada disputa por el poder que sostenían los generales Arce y Jiménez.

Como consecuencia de tal acontecimiento, el general Arce se trasladó a Iguala, donde sesionó el Tribunal Superior de Justicia, que lo absolvió de los cargos imputados por la Legislatura. Los jueces conmutaron la sanción, por los tres meses que estuvo suspendido en el cargo, lapso igual al transcurrido entre ese hecho y la emisión del dictamen judicial. Acerca del traslado de Tixtla a Iguala, los magistrados argumentaron que no podían sesionar en la ciudad de Tixtla, capital del estado, porque eran presionados por los jimenistas y porque no tenían garantía de sus vidas.

Después, el rehabilitado gobernador, con apoyo del presidente Juárez, estableció en Chilpancingo los poderes públicos en forma temporal. Como el grupo de Tixtla se declaró en rebeldía contra el Gobierno Federal, Arce emitió el decreto del 10 de octubre de 1870 que estableció definitivamente la capital del estado en Chilpancingo.

En el primer periodo de gobierno fomentó la instrucción pública; estableció escuelas de educación primaria, y refundó, para la juventud, el Instituto Literario, que dejó bajo la dirección del educador Francisco Granados Maldonado; abrió caminos vecinales, compuso puentes y calzadas y oficinas públicas; erigió en la ciudad natal de Vicente Guerrero un monumento dedicado al héroe; estableció un sistema de impuestos para que la población colaborase con los gastos de la administración pública. Dio muestras de respeto a la ley al someterse al veredicto que le promovió el grupo tixtleco, aceptando la suspensión de funciones por cinco meses, que como sanción le impuso el Tribunal Superior de Justicia, y que, sin embargo, no fue aceptada por sus enemigos, teniendo que combatirlos con la ayuda del general Diego Álvarez, hasta derrotarlos.

Concluido su periodo constitucional, fue nombrado comandante militar de Sinaloa. Fue electo diputado al Congreso de la Unión en 1880, y, después, nuevamente gobernador del estado de Guerrero desde el 1 abril de 1885 hasta el 31 de marzo de 1893. En 1886, a un año de iniciado su segundo encargo gubernamental, enfrentó una nueva crisis con el Congreso del estado. El adversario era el general Diego Álvarez, a quien correspondió entregar el Poder Ejecutivo, en su carácter de gobernador saliente; Arce ya había aprendido la lección de 1870, y no se dejó sorprender en la manipulación que de su gobierno pretendió hacer el grupo alvarista instalado en la IX Legislatura. El plan fue que Diego Álvarez exigiera al gobernador Arce la facultad de nombrar a la mitad de los candidatos para integrar la X Legislatura que entraría en funciones a los pocos meses del mandato de Arce. Como éste no accedió, la Legislatura saliente no le aprobó la cuenta pública. Por último, el presidente Porfirio Díaz envió a su secretario particular, Flavio Maldonado, buen conocedor de las debilidades humanas, y corrompió a la mayoría de los diputados alvaristas, y a dos de ellos, que eran yernos de Diego Álvarez: coronel Cirilo R. Heredia y capitán Flores, los citaron en la Ciudad de México, donde fueron retenidos para que no entorpecieran los trabajos de la Cámara. Así pudo Arce integrar la X Legislatura con personas leales a su gobierno.

En los ocho años que duraron sus periodos gubernamentales consecutivos, en la entidad se da una movilización social sin precedentes, al fincarse las bases del desarrollo económico, social y político que resumen su proyecto de modernización capitalista, con la divisa nacional de Orden y Progreso.

Durante ese lapso se hicieron importantes acciones que dieron solidez a su gobierno: la actual delimitación de la entidad, que incluye dos nuevos distritos judiciales: Alarcón, con cabecera en Taxco, y Zaragoza, en Huamuxtitlán; la aplicación de las leyes de Reforma, que regulan la colonización extranjera, la llegada de iglesias protestantes, la desamortización de bienes eclesiásticos e indígenas; se aplica el levantamiento de censos de población; se formula el Presupuesto de Ingresos y gastos, la integración de campañas de asistencia pública y educativa; se promueve la cultura literaria, periodística y política, a través de diversas organizaciones; se abre el Instituto de Niñas; se fomenta la inversión extranjera, la construcción de líneas férreas, la comunicación telefónica y telegráfica, la explotación programada de actividades mineras agrícolas y silvícolas, la explotación del río de las Balsas, a fin de hacerlo navegable y establecer, en sus riberas, una industria agrominera exportadora. El 10 de septiembre de 1886, inauguró el monumento que conmemora el centenario del natalicio del Héroe del Perdón, general Nicolás Bravo, ubicado, por muchos años, en el llamado jardín Bravo frente al antiguo Palacio de Gobierno, y hoy, en Chichihualco. Se abren vías de comunicación que facilitarán los movimientos del ejército; son presentados estudios para el establecimiento del ferrocarril interoceánico Veracruz–Acapulco.

Para tener capacidad de decisión en el programa de modernización estatal, a través de un Ejecutivo fuerte, con la intervención del presidente de la República, el representante del Poder Ejecutivo controla, en definitiva, a los poderes Legislativo y Judicial. La presencia del Estado en las actividades sociales, económicas y políticas someterá a su férula a la antigua clientela de los cacicazgos, que antes, en la práctica, estaban por encima de su autoridad. Es decir, el Estado adquiere una característica que perduró hasta fechas recientes: un gobierno autoritario, con un poder sin más límites que su capacidad de aparentar su sometimiento a la sociedad, erigida sobre la base del sistema clásico de la división de poderes.

Como el proceso modernizador es de inestabilidad por definición, el reiniciado por Arce en 1885 provocó una serie de rebeliones populares contra el alza de impuestos, el nepotismo, los trabajos forzados, la imposición de autoridades, el abuso de autoridad (sobre todo, de los odiados jefes políticos), la usurpación y expropiación de tierras, y la prohibición del culto externo. Las concesiones mineras a extranjeros, por límites de tierras y uso del agua, entre otras causas, lo obligaron a abandonar el gobierno, a pesar de que había resultado reelecto. El detonante fue la rebelión del general Canuto A. Neri, que vino a sofocar Victoriano Huerta por órdenes de Porfirio Díaz.

Arce gobernó tres estados: Sinaloa, Durango y Guerrero, siendo diputado al Congreso de la Unión por tres ocasiones y senador de la República una vez. Fue progresista en alto grado, porque alentó cuanto pudo las actividades industriales modernas, no obstante que abundan en la correspondencia particular del general Porfirio Díaz cartas de guerrerenses que lo acusan de enriquecimiento ilícito, prevaricación, inmoralidad, por acoso a maestras y alumnas del Instituto de Niñas, entre otras tantas quejas, que nunca prosperaron.

En su memoria, siendo gobernador, se impuso a la población de Arroyo Grande el nombre de Arcelia, acrónimo formado por su apellido Arce y el nombre de Celia (Medina), vecina de esa localidad. Obtuvo, durante su vida militar, nueve condecoraciones. Fue activo y constante masón, que propagaba el ideario de su logia. En Durango, fundó la primera logia. Hizo lo mismo en Guerrero. A su salida de esta entidad, en 1893, se retiró del gobierno y se trasladó a México, donde fue nombrado magistrado del Supremo Tribunal Militar. Vivió, desde entonces, con su esposa, doña Luz Noriega de Arce, y con sus hijos en la calle de la Aduana Vieja número 12, hasta su muerte.

(JSA)