Nava, María de Jesús

Heroína de la insurgencia. Nació en Chilpancingo en fecha no precisada; ahí murió el 22 de octubre de 1892. Fue prima hermana de doña Antonia Nava de Catalán; ambas compartían los ideales de la causa independentista enarbolada por el cura José María Morelos y Pavón.

Entre las tropas insurgentes y la clase menesterosa era llamada, con afecto, “doña Chu de Nava”. Casó con Francisco León, procreando tres hijas: Teódula, Victoriana y Juana; enviudó siendo muy joven. Años más tarde, contrajo segundas nupcias con Francisco Rueda, quien se vio obligado a emigrar a Tabasco, donde trabajó con un señor Salazar; éste lo adoptó y le puso su apellido, de modo que cuando regresó al hogar se llamaba Francisco Salazar; de ese matrimonio, doña Chu tuvo cuatro hijos: Francisco, Esther, Cástulo y Úrsula; sin embargo, nuevamente quedó sola al fallecer don Francisco en un viaje. Ella continuó con los negocios que dejara su esposo, para dar sustento a sus siete hijos; no estuvo en los campos de batalla, como otras heroínas, pero en su casa fue instalado el Primer Congreso de Anáhuac, por Morelos, el 13 de septiembre de 1813. (En ese lugar hoy se encuentra la Unidad de Servicios Educativos y Culturales; antes se estableció allí la escuela primaria que tomó el nombre de la histórica asamblea).

La casa de doña María de Jesús Nava era una de las pocas que había de teja en la población; todo era movimiento ese día; ella y doña Antonia Nava de Catalán prepararon la comida, y en ollas grandes hicieron el caldo de res que se sirvió a la tropa y al pueblo, que, dadas las circunstancias por las que atravesaban, fue un verdadero banquete. Mientras se efectuaban las deliberaciones, milicianos al mando del cura Mariano Matamoros salieron a las inmediaciones a cerrar los caminos, para que el Congreso se realizara en condiciones de seguridad.

Después del acto solemne los congresistas se trasladaron en procesión a la iglesia, para dar gracias a Dios porque les había permitido instalar la asamblea.

Alumbrándose con velas de sebo, el padre Morelos llevaba al Santísimo, luciendo una capa pluvial verde; el templo estaba en el sitio que hoy ocupa el Museo Regional de Guerrero; al llegar a ese lugar, la tropa y la población aclamaban a Morelos para que aceptara el título de Alteza, mas éste, con humildad, dijo que él sólo era Siervo de la Nación.

Al regresar de Acapulco, Morelos concreta su primer pensamiento al hacer la declaratoria de la Independencia de México, acto que se verificó también en casa de doña Chu de Nava el 6 de noviembre de 1813, con toda la solemnidad que el acto requería, siendo suscrita por los diputados con la frase “Dado en el Palacio Nacional de Chilpancingo”.

Doña Chu fue siempre caritativa. Se afirma que por la noche recorría los barrios pobres y repartía alimentos de primera necesidad.

(JSA)