Guerrero Saldaña, Vicente

Militar insurgente; Benemérito de la Patria, por Decreto del 16 de noviembre de 1833.Nació en Tixtla, en el barrio Los Zapateros de las Cuatro Esquinas, el 9 de agosto de 1782; murió en Cuilapan, Oaxaca, el 14 de febrero de 1831. Su nombre completo era Vicente Ramón Guerrero Saldaña. En el acta parroquial que se conserva en Tixtla se encuentran los datos siguientes: “En esta parroquia de Tixtlán, a diez de agosto de mil setecientos ochenta y dos años: Yo el Bachiller D. Francisco Cavallero, baptizé solemnemente, puse óleo, y crisma, a Vicente Ramón, hijo de don Juan Pedro Guerrero y de doña María Guadalupe Saldaña…”


Vicente Guerrero Saldaña

Fue arriero cuando joven; al incorporarse al movimiento insurgente, se dedicaba a la armería ayudando a su padre, quien era asistente de armero. En la etapa adulta se unió con María de las Nieves Pichardo; de esa unión nació Natividad.

Al avanzar, el generalísimo Morelos por la costa rumbo al Puerto de Acapulco, pasó por Tecpan y logró la incorporación a sus tropas de la familia Galeana. Vicente Guerrero, quien desde joven tuvo afinidad con las ideas libertarias de los insurgentes, parte junto con Nicolás Catalán a principios de diciembre de 1810 a la costa para unirse a las tropas independentistas. Al entrevistarse con Morelos es puesto bajo las órdenes de Galeana. El día 13 combaten en La Sabana y triunfan; las tropas realistas derrotadas fueron perseguidas impetuosamente por Guerrero y Galeana, quienes desde ese combate encontrarían afinidad en su pasión por la lucha aguerrida; con esta actitud, incluso, provocarían que más de una vez Morelos tuviera problemas a la hora de contenerlos.

Después de este suceso, pelea nuevamente en El Aguacatillo, donde teniendo como principal enemigo a vencer las tropas de Carreño, gobernador de Acapulco, Morelos planea la estrategia a seguir para tomar El Veladero; es la madrugada que 16, y aprovechando que el viento está a su favor, que comienza la batalla; durante todo el día rugen las armas de realistas e independientes; “el Niño”, un cañón pedrero obsequiado por Galeana, hace que de su garganta de hierro salgan cañonazos que aciertan en el blanco; esa noche los insurgentes adoptan una actitud que sería una constante tanto en el triunfo como en la derrota: bailan y celebran la posesión del estratégico sitio.

Morelos, el 17, publica, siguiendo la línea de pensamiento de Hidalgo, el bando de El Aguacatillo, en cuyo texto se lee: “a excepción de los europeos, todos los demás habitantes no se nombrarán en calidad de indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá esclavos en lo sucesivo, y todos los que los tengan serán castigados. No hay caja de Comunidad y los indios percibirán los reales de sus tierras como suyos”.

Por su arrojo y valentía, Guerrero queda a las órdenes directas de Morelos. El 4 de enero de 1811 pelea una vez más en La Sabana y se libra una batalla exitosa en Tres Palos, con un botín de guerra consistente en 609 fusiles, cinco cañones, 52 cajas de equipo militar, 83 mulas cargadas de provisiones y dinero. Los insurgentes consideran estar listos para tomar el Fuerte de San Diego, y el paso de La Sabana es rebautizado con el nombre de Paso a la Eternidad. El mes de febrero, confiados en los informes de José Gago, intenta tomar el fuerte siguiendo las instrucciones de Morelos, pero son traicionados y se ven en la necesidad de huir. En marzo, a consecuencia de la fatiga y los desvelos, Morelos cae enfermo y es escoltado a Tecpan por los 50 pares y don Hermenegildo Galeana; Francisco Hernández queda a cargo de las tropas en La Sabana. El 29 de ese mes, en el campo de Los Coyotes, los realistas los atacan; Hernández al principio se bate con furia, pero empieza a perder terreno y huye vergonzosamente; los soldados avisan a Galeana y a Guerrero y éstos llegan por la retaguardia; en un enfrentamiento estoico hacen que los realistas huyan después de seis días de sitio, y se les reconoce como estrategas y militares excepcionales. El 30 de abril y el 1 de mayo, Guerrero resiste junto con sus compañeros los intentos por ser desalojados. El 3 de mayo, y con el objetivo de redireccionar la ofensiva, Morelos decide avanzar a Chilpancingo para romper el cerco impuesto a los Bravo y sumarlos a la causa libertaria.

Al día siguiente de la “batalla de los encuerados”, librada por Galeana el 21 de mayo, Guerrero entra con Morelos a la villa de Chilpancingo y el 26 es el encargado de guiar las tropas hacia Tixtla, terreno que conoce de sobra, con la intención de tomar aquella plaza, lo cual concretizan ese mismo día. Se establecen allí durante poco más de dos meses, y en agosto, atendiendo a una invitación hecha a Morelos por parte de la ciudadanía, éste se traslada a Chilpancingo; durante su ausencia, los realistas, reagrupados, toman por sorpresa a las tropas independentistas del sur en Tixtla, que había quedado a la custodia de Galeana; éstos resisten de manera sobrehumana; Morelos es informado y de inmediato regresa a Tixtla para arrasar con las tropas realistas; en el calor de la batalla, Galeana y Guerrero los siguen hasta Chilapa, logran su rendición y ocupan la plaza.

A finales de noviembre, parte con Morelos a Tlapa, sin hallar resistencia debido a que los realistas huyeron a Oaxaca y Puebla. Luego de una breve estancia, Morelos dispone seguir con la campaña y ordena a sus columnas que se alisten para partir a Chiautla (en ese lugar, por cierto, combate contra Mateo Musito, quien había bautizado a un cañón con el nombre de “Matamorelos”; cuando el realista cae prisionero, Morelos lo manda pasar por las armas. Guerrero, por su parte, da muerte a Pedro Micheo, uno de los hombres a cargo de una división realista). Luego de esa victoria, Morelos obtiene la de Izúcar y parte a Taxco el 12 de diciembre de 1811; deja a Guerrero al mando de aquel lugar.

Una y otra vez, Guerrero rechazó en Izúcar el ataque del brigadier Llano, quien el 9 de febrero intentaba recuperar la villa; le causó severas bajas. En febrero de 1812, Morelos toma Cuautla y se inicia la resistencia al heroico sitio, el cual es roto el 2 de mayo, y Guerrero se reincorpora con él el 15 de mayo. En noviembre, Guerrero ya es teniente coronel y participa en la toma de Oaxaca, donde recibió la orden de atacar un embarque de tabaco y cacao que iba de Acapulco a la Ciudad de México.

Salió a cumplir con lo dispuesto, y triunfante, con el producto de la incursión, regresa nuevamente a Oaxaca el 15 de enero de 1813. Fue el sostenedor de la insurgencia en el sur de Puebla. Después de la derrota de Puruarán, estando en Coahuayutla, recibió la encomienda de Morelos de trasladarse a la Mixteca para mantener el movimiento libertario. Ramón Sesma envió un escrito, por conducto de don Francisco Leal, con la recomendación de que Juan Nepomuceno Rosains no le diera mando a Guerrero, y que desconfiara de él; al encontrarse con el enviado en el río Tacachi, ambos leen las cartas y, al enterarse Guerrero de su contenido, cambia de ruta y acampa en el cerro de Papalotla.

Ocho días después se enfrenta a José de la Peña, a Félix de la Madrid (Lamadrid, según algunas publicaciones) y a Joaquín Combé, hechos bélicos que le dieron prestigio militar y un aumento de 400 hombres con sus armas. Parte hacia Ometepec y se fortifica en Atlamajalcingo del Monte, donde instala una maestranza, fabrica pólvora y armas y aumenta sus fuerzas, al agregársele una compañía de realistas al mando de José Germán de Arroyes. Saturnino Samaniego y De la Madrid se unieron y atacaron a los insurgentes en Chiautla, cerca de Piaxtla, saliendo éstos vencedores.

El 13 de septiembre de 1813 se instaló el Primer Congreso de Anáhuac, en Chilpancingo. Después, se proclamó el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana, conocido como Constitución de Apatzingán, el 22 de octubre de 1814, y se nombró un Poder Ejecutivo representado por Morelos; mientras, Guerrero recorría el sur con la misión de tomar Tlapa; llegó a este punto en julio de ese año. El Congreso, al salir de Uruapan, fue perseguido por José Gabriel de Armijo, quien logró alcanzarlo en Temalac; en este lugar cayó prisionero el generalísimo Morelos el 5 de noviembre de 1815; poco antes, había girado instrucciones a Vicente Guerrero en el sentido de que abandonara el sitio de más de tres meses impuesto a los realistas en Chilapa por órdenes suyas y escoltara al Congreso hasta Tehuacán, donde recibirían ayuda de Manuel de Mier y Terán.

Guerrero obedece y en la segunda semana de noviembre llega a Tehuacán con el Congreso, habiéndose encontrado antes en el río Mixteco; lleva a los congresistas al rancho de Santa Anna en donde el Poder Ejecutivo recayó en Ignacio Ayala; después avanzaron hasta llegar al lugar elegido, donde fueron recibidos por Terán; creyendo que los había dejado asegurados, parte rumbo a Xonacatlán, plaza ocupada por Manuel de Flon, conde de la Cadena, y que había caído en su poder durante el trayecto a Tlapa, el 28 de junio. Pero el 5 de diciembre, en Xonacatlán, le alcanza Juan de Otal para decirle que Terán, el día primero, se había amotinado y asumido el poder como presidente y establecido un gobierno provisional, por lo que exigía obediencia y reconocimiento; Guerrero se niega y le dice que “el supuesto gobierno carece de legitimidad”, y que no lo apoyará en ninguna empresa; Terán, sin embargo, decide avanzar hacia Playa Vicente y es derrotado el 27 a las márgenes del río Xiputla. De la Madrid quiere sorprenderlo, pero pierde; Guerrero intercepta el correo del gobernador de Yacastlahuacán y se entera de que De la Madrid se reunirá con las fuerzas realistas de Chilapa, y valiéndose de esto los ataca en Huamuxtitlán, para luego levantar su cuartel en Xonacatlán. Cinco días antes, el 22, fallece fusilado en San Cristóbal Ecatepec el general Morelos.

Con la muerte de Morelos, la conducción del movimiento recae en Guerrero. Adopta como medida de combate la guerrilla, y en enero de 1816 hace asaltos inesperados y se enfrenta nuevamente a De la Madrid y a su segundo, Juan José Codallos, con machete en mano y los hace huir; mientras, Juan del Carmen se posesiona de Ostocingo y fortificado sale para Atlamajalcingo. Armijo entabla contacto con el cura de Ahuacuotzingo, quien había sido prisionero de Juan del Carmen, y revela todo cuanto sabe; en la información brindada resalta el plan de tomar Chilapa, que Guerrero, por órdenes de Morelos y luego de dos meses, había tenido que abandonar; ante esto, el coronel Eugenio Villasaña propone al virrey que las fuerzas de Chiautla coordinen esfuerzos con las de Tlapa para formar una sola línea de ataque e impedirles el paso por Tierra Caliente.

Armijo propuso que las tropas del virrey en Puebla cuidaran Tlapa, pero Calleja no aceptó. En febrero los insurgentes atacan en la cañada de Los Naranjos y vencen; quedan De la Madrid y Samaniego bajo el mando de Armijo, y éste aumenta la guarnición en Tlapa combinando sus ataques a Sesma, Reguera y Riondo. El 20 de marzo, Guerrero es nombrado comandante general del sur, y el 1 de abril Armijo ordena ataques simultáneos a los distintos puntos ocupados por sus tropas; el 13 se enfrenta Samaniego a las fuerzas de Guerrero y les gana; el 19 de abril, Guerrero sufre un accidente con un cañón que le rompe el brazo en su cuartel de Xonacatlán; en junio, Sesma rechaza a Lobera al atacar Silacayoapan, Álvarez a Samaniego y Guerrero a De la Madrid, en una de sus salidas, y Juan del Carmen hace lo mismo a Fuentes, quien pierde la vida en Ostocingo.

Guerrero regresa a su cuartel en Xonacatlán y vence a De la Madrid que, reforzado, lo ataca. Como parte de su estrategia, los hombres de Guerrero y él mismo hacen presencia esporádicamente en varios lugares; Guerrero y Sesma toman en su poder Acatlán, luego de tres días de resistencia en que el realista Manuel de Flon se da por vencido y le suplica que no lo mate; el jefe insurgente lo indulta y le pide que entregue su armamento; éste obedece, pero al enterarse de que De la Madrid está por llegar se retracta y dispara contra Sesma y Guerrero, a éstos no les queda más que darle muerte.

Juan del Carmen parte rumbo a Atlamajalcingo, y a su paso por Zapotitlán y Huizapula ataca y vence al destacamento de Zacatepec, pero en Atlamajalcingo la situación es diferente: los realistas lo dejan entrar y lo sitian; en la lucha, sus tropas comienzan a verse seriamente mermadas y manda llamar a Guerrero; éste se las ingenia para entrar a la población con 30 hombres y le apoya, pero el enemigo está mejor armado y tiene un mayor ejército que hace que pronto padezcan la falta de armamento; acostumbrados a echar mano de su ingenio, Guerrero y Juan del Carmen, en medio de los cañonazos que caen cerca, reflexionan y mandan llamar al cura; le piden autorización para quitar el plomo del techo, fundirlo junto con las campanas y hacer balas y cañones; gana la batalla y, para resarcir al pueblo, les firma un documento comprometiéndose a restaurarles el techo consumada la Independencia; la gente guarda el escrito celosamente de generación en generación, y no sería sino hasta el sexenio del licenciado Luis Echeverría, durante una de sus giras por esa zona, que pudieron canjearlo.

En septiembre, Terán restaña sus relaciones con Guerrero, y Calleja entrega el poder a Ruiz de Apodaca y es enviado a España. Entre Acatlán e Izúcar, Samaniego se enfrenta a Guerrero y éste es herido; le salva la vida Pablo de la Rosa y tienen que huir a su cuartel; Sesma es enviado a una visita de inspección a San Esteban y le ataca Patricio López; el general del sur sale a ayudarlo confiado en que ganarán porque Terán y Francisco Miranda, sabe, han salido de Tehuacán hacia Tecache, pero no es así; por fortuna, López se retira y Sesma escribe a su jefe militar que ya no es necesaria su presencia.

Guerrero regresa a Xonacatlán para enterarse de que Juan del Carmen partió hacia Azoyú, y va a auxiliarlo; cuando llega, Juan del Carmen ha derrotado a Zavala y Régules; allí se les une Sesma y entera a Guerrero de que Terán los ha traicionado y que les ha dado a los realistas el sitio del Cerro Colorado; de inmediato ordena a Juan del Carmen que regrese a Xonacatlán, y se separan con Sesma; cuando pasa por Justlalmacán, le llega el aviso urgente de que Sesma también lo ha traicionado y que va con De la Madrid y Armijo a entregar el fuerte establecido en Silacayoapan. Guerrero fustiga su caballo y se refugia con Juan del Carmen, en tanto Armijo bate sus fuerzas en el valle de Huamuxtitlán hasta los límites con Xonacatlán.


Mural de Gómez del Payán en Tixtla.

Hasta septiembre de 1818, los descalabros militares y las decepciones de Guerrero se incrementan; la mayoría de los hombres se acogen al indulto, y después de un sitio de 37 días, en 1817, en el que muere Juan del Carmen y en el que las tropas de los patriotas “llegan al no visto hasta ahora ejemplo de estarse sustentando con las carnes de mula, caballo y perro”, toman y desmantelan su cuartel en Xonacatlán; el general, solitario, creyente de su causa, se convierte en el único frente de resistencia auténtico en toda la Nueva España, junto con un pequeño grupo de amigos de su confianza; su soledad llega a tal punto que busca el auxilio de Guadalupe Victoria y parte a verlo con apenas 30 hombres; en un enfrentamiento inesperado en Oacalco, pierde considerablemente su escolta, siendo obligado a regresar a Ajuchitlán al lado de Nicolás Bravo; para llegar, cruza nadando el río Mezcala; el realista Ignacio Ocampo y los 200 soldados a su mando lo ven y, en lugar de perseguirlo, lo contemplan admirados; uno de sus elementos se ofrece a capturarlo y Ocampo lo detiene: “no, ese es un hombre luchando por sus ideales –lo mira llegar al otro lado–; en su momento nos enfrentaremos en igualdad de circunstancias”; al salir del agua, Guerrero mira hacia el otro lado del río y se da cuenta; a lo lejos se mira con Ocampo y agradece el gesto.

Logra llegar a Nicolás Bravo, con quien se halla el padre José Antonio Talavera, y marchan a Ajuchitlán a sabiendas de que Apodaca enviaba a Pío María Ruiz con la intención de dominar la Tierra Caliente; allí se dividen y don Nicolás parte a Cóporo en donde se le unen Ayala y Benedicto López y se reparten la encomienda, quedando Ayala y López a cargo de tomar Zitácuaro; Guerrero marcha a la Mixteca con Elizalde y se atrincheran en Tlalchapa; en ese sitio le llegan las noticias de que Bravo está sitiado, y manda a Matías Zavala a auxiliarlo; pero éste le notifica por medio de un soldado que sus fuerzas son insuficientes y sale Guerrero apresurado con sus leales seguidores para, al llegar, encontrar lo mismo que encontró en Xonacatlán.

Con Bravo preso, Guerrero se va con Zavala y Elizalde a la sierra, y logra reunir 30 hombres, mismos que deja con Elizalde y parte a la Costa Grande a reunirse con Juan Álvarez, Pablo Galeana y Montes de Oca; lo acompañan únicamente tres personas: Zavala, Zacarías Vázquez y Bartolo Salgado. Durante el penoso y accidentado trayecto se entera de que Rayón fue hecho prisionero; logra llegar a Tecpan sano y salvo y se reagrupa, pero la adversidad es cada vez mayor y los reveses se repiten como si se tratara de una variable imposible de sortear.

La Junta Suprema que se había establecido en Jaujilla se dispersa, pero antes nombra a Guerrero jefe supremo del movimiento; estando en San Jerónimo se le unen Pedro Ascencio, Eusebio Catalán con 26 elementos, y Pablo de la Rosa; Zavala decide ir hacia el río y lo ataca una tropa realista que lo obliga a escaparse; Montes de Oca y Pablo Galeana con Pedro Ascencio se van a Zacatula donde Armijo los desaloja; Guerrero se traslada a Chilpancingo y manda a Eusebio a hacer una inspección, en la que muere a tiros en Carachierio.

Guerrero, desmoralizado y hambriento, huye al cerro de las Tijeras, pero Armijo lo persigue y lo fuerza a irse a Coahuayutla, y se esconde unos días. Ayudado por los peones del rancho El Rosario, le ofrecen las campanas de la iglesia para que las funda y haga cañones; establece una maestranza y organiza varias partidas con los jefes sobrevivientes; en julio aumentan sus tropas, reorganiza su ejército y sale a Tamo en donde vence al coronel Tovar; la suerte le sonríe de nuevo, pues derrota a la ofensiva que le envían a este lugar; lo mismo sucede en Zirándaro; remonta el Mezcala, y recupera Coyuca, Ajuchitlán, Santa Fe, Tetela, Huetamo, Cutzamala, Tlalchapa y Cuaulotitlán; sostiene combates triunfales en Tizapán El Alto, Mazatitla y San Antonio; a principios de diciembre el virrey recibía un mensaje muy claro: el general Guerrero, jefe supremo de la lucha por la Independencia, estaba de vuelta, y para demostrarlo controlaba ya las Mixtecas, desde Tacámbaro a Huajuapan, y desde Cutzamala hasta lo extenso del Balsas.

En 1819, Pedro Ascencio, quien había sido encargado de custodiar a Rayón y después de la muerte de Morelos decidió regresar al sur y pelear por su cuenta, se dirige a Teloloapan y con 300 hombres se apodera de Sultepec, Temascaltepec, Tejupilco, Luvianos, Las Truchas, Pochote, los límites de Teloloapan, Alahuixtlán, Zacualpan, Ciénega, Acatempan, Atempan, Cimantepec y la Goleta; por toda la región se había extendido el rumor de que Pedro Ascencio era letal en el combate y sanguinario hasta más no poder; esta posición hace que los insurgentes, en especial Guerrero y Ascencio, crezcan agigantadamente en número y en armamento; con todo y el despliegue de fuerzas, Apodaca no puede con ellos.

Ascencio expande sus dominios a Taxco, Toluca y la hacienda de la Huerta a 15 leguas de la metrópoli; le ofrecen el indulto y no sólo lo rechaza, sino lo desprecia; desde sus posiciones, vence muchas veces a los realistas que envían a enfrentarlo, como Juan Rafols; la táctica había salido a la luz: Guerrero dominaba ambas costas y Ascencio el lado opuesto hasta Toluca.

El 9 de noviembre de 1820, desesperado, el virrey envía una oferta de indulto a Guerrero a través de su padre, Pedro Guerrero; don Vicente se muestra sensible ante el dolor de su progenitor pero, según la versión popular, ceñida cariñosamente por la tradición oral, responde:

“Este venerable anciano es mi padre; viene a nombre del virrey a ofrecerme dádivas, que nunca aceptaré. Respeto a mi padre y le obedezco; pero como mexicano de honor y soldado de la libertad de mi pueblo, no puedo traicionar mi ideal, que piensan empañar los hombres faltos de amor patrio: Mi patria es primero”.

Al no obtener el resultado deseado, Apodaca remueve a Armijo y en su lugar nombra a Iturbide, quien se había dedicado a enriquecerse ventajosamente. Iturbide sale de México el 16 de noviembre, con la soberbia encima y confiado de que sería fácil vencerlos, pero se lleva una desagradable sorpresa con Pedro Ascencio: éste le destroza una columna y la retaguardia en El Durazno. Iturbide ordena ocupar la línea de tránsito que va de Chilpancingo a Acapulco y le escribe al virrey jactándose de haber vencido a los insurgentes; nada estaba más lejos de la realidad.

Confiado, parte a Teloloapan, lugar al que llega su regimiento de Celaya. Mientras tanto, Ascencio lo ataca y vence a sus tropas ubicadas en otros flancos; en Teloloapan lo derrota cuatro veces consecutivas al tratar de salir. Para no alarmar al virrey, Iturbide le escribe y se muestra optimista; le informa que todo está controlado y que pronto se rendirán los rebeldes. En ese momento Guerrero está derrotando a sus tropas en Acapulco y en enero le destroza su compañía de granaderos.

Iturbide se siente presionado, sabe que Apodaca podría enterarse y escribe carta a Guerrero el 10 de enero de 1821 bajo la premisa de buscar la Independencia de la Nueva España; este documento llega a manos del general insurgente quien, al contestarle el día 20, le dice: “decídase usted por los intereses de la nación y entonces tendrá la satisfacción de verme militar a sus órdenes”, y envía a Nicolás Catalán con la respuesta. Pedro Ascencio es enterado de la comunicación y se desplaza a entrevistarse con Guerrero para manifestarle su rechazo a la negociación; sin embargo, Vicente Guerrero cree que las condiciones para generar la Independencia están dadas; cede y, al ceder, la comunicación desemboca en la entrevista entre Iturbide y él en Acatempan, la confección de la Bandera Trigarante y el Plan de Iguala fechado el 21 de febrero y que fusionaba los intereses de la causa libertaria y los de la Corona.

El caudillo suriano giró misivas a sus tropas en el sentido de que con la finalidad de contribuir a la construcción de una patria independiente, los instaba a deponer las armas. Las tropas insurgentes y las realistas deponen las armas y comienzan a movilizarse hacia el centro. Iturbide, antes de arribar a la capital de la nación liberada, invita a Guerrero a suscribir y firmar con él el Acta de Independencia, pero éste se niega debido a que Morelos ya lo había hecho el 6 de noviembre de 1813 en Chilpancingo. El 27 de septiembre, con la anuencia de Guerrero, quien dejaba en claro su postura de que sería un vigilante de los intereses de la nación, Iturbide entra triunfal a la Ciudad de México y luego, ignorando la opinión del general Vicente Guerrero, declara, como primer firmante, la Independencia de México por segunda ocasión.

Al general Vicente Guerrero le fue confirmado el grado militar; se le confió la Capitanía General del Sur del país y se le concedió la Gran Cruz de la Orden de Guadalupe. Fue miembro de la Regencia y permaneció un tiempo al lado de Iturbide, pero al notar el giro personal que tomaba el nuevo gobierno y la creación del Imperio, se alejó del emperador y lo combatió con Nicolás Bravo. El 23 de enero de 1823 se enfrentó a las fuerzas iturbidistas de Epitacio Sánchez. El Imperio cayó, desconociéndose a Iturbide el 31 de marzo, y el Congreso nombró un triunvirato en el cual Guerrero figuró como suplente, cargo que cubrió hasta el 10 de octubre de 1824.

Guadalupe Victoria se convirtió en el primer presidente del país; Guerrero ocupó la jefatura del partido yorquino: una logia opuesta a la escocesa, que jefaturó en el mismo tiempo Nicolás Bravo. Bravo se rebeló contra el gobierno de Victoria y salió a combatirlo el general Guerrero, quien lo derrotó en Tulancingo el año de 1828. Participó como candidato a la Presidencia, y aunque contó con el apoyo de la ciudadanía, el voto indirecto de las legislaturas estatales, de 11 contra 9, se inclinó a favor de Manuel Gómez Pedraza, a quien se designó Presidente electo el 1 de septiembre de 1828. El 12 del mismo mes el general Antonio López de Santa Anna lanzó el Plan de Perote, en Veracruz, pidiendo el desconocimiento de la elección de Gómez Pedraza; el 30 de noviembre se le sumó la guarnición de La Acordada, en la Ciudad de México, y el nuevo Presidente huyó de la capital el 3 de diciembre. El 12 de enero de 1829 el Congreso de la Unión le confirió el cargo de presidente de la República a Guerrero, y de vicepresidente a Anastasio Bustamante.

El mandato presidencial de don Vicente Guerrero fue breve y rico en acontecimientos determinantes. Motivada por la ley de expulsión del país a los españoles, el 20 de marzo desembarcaron tropas hispanas, con más de tres mil hombres, cerca del puerto de Tampico, comandadas por el brigadier Barradas, con el propósito de reconquistar México. Diezmados por la enfermedad y algunos encuentros desafortunados, los expedicionarios se rindieron a los generales Terán y Santa Anna. Se quiso formar un grupo de haitianos para combatir a España en Cuba.

El embajador norteamericano Joel R. Poinsett ofertaba, sin éxito, la compra de Texas en cinco millones de dólares y luego ofreció un ventajoso préstamo al país de 10 millones, pidiendo a Texas como base de hipoteca, fracasando también. El 6 de diciembre estalla una revolución centralista en Yucatán y, para colmo, Bustamante, que había salido a combatir a Barradas, se subleva al gobierno de Guerrero en Jalapa. Guerrero pide licencia al Congreso y sale a combatirlo. Queda como interino en la Presidencia José María Bocanegra, del 18 al 23 de diciembre, en que lo sustituye Pedro Vélez, miembro de un triunvirato formado con Lucas Alamán y Luis Quintanar, por un periodo del 23 al 31 de diciembre.

El 1 de enero de 1830, Anastasio Bustamante ocupó la Presidencia, en su calidad de vicepresidente. El Congreso declaró a Vicente Guerrero imposibilitado para gobernar la República. Al enterarse de la maniobra, el presidente Guerrero, que estaba ausente de la capital, partió hacia el sur, generándose una guerra civil. El gobierno usurpador envió a Armijo a combatirlo; se enfrentaron en Texca, y murió en el combate el antiguo realista. Todo 1830 fue de encuentros furiosos de ambas fuerzas. Bustamante, por conducto del ministro de Guerra, José Antonio Facio, pagó 50 mil pesos oro al marino genovés Francisco Picaluga para que traicionara la amistad de Guerrero y lo tomara preso. El 15 de enero de 1831 el navegante invitó a comer a Guerrero y un grupo de amigos a su bergantín El Colombo, que se encontraba anclado en Acapulco, y sin enterarse plenamente de sus maniobras los invitados, se hace a la vela.

Picaluga se dirige a las bahías de Huatulco, en Oaxaca, con sus prisioneros ya encadenados. Entrega a Vicente Guerrero a las fuerzas gobiernistas que lo esperaban. Se dirigen con él a la ciudad de Oaxaca. Le forman un consejo sumario y lo condenan a muerte. Fue fusilado dentro del atrio de la iglesia de la Villa de Cuilapan, el 14 de febrero, apenas rayaba el sol. Así se consuma una de las traiciones más oprobiosas en la historia de México.

En la actualidad, al general Vicente Ramón Guerrero Saldaña se le aprecia como uno de los héroes más trascendentes de nuestra nación; su lealtad a la lucha por la Independencia de México, de la que supo hacer la mejor de sus obras, representa el ejemplo más claro de entrega total y acendrado patriotismo a la gesta libertaria por el México independiente, no únicamente en el ámbito militar, sino en el político, y cuya suma de ideas y pensamientos se puede constatar en sus cartas, proclamas y frases célebres rescatadas por algunos autores, así como en su decreto sobre la esclavitud proclamado en 1829 y en el que su incansable ideología liberal, siempre sólida y horizontal, aun en los momentos más agudos en los que muchos de los patriotas le dieron la espalda, son muestra pura de que supo hacer del estoicismo una de las más nobles de sus virtudes.

Paradójicamente, a la desgracia de su muerte le sobrevino la gloria de la inmortalidad, en palabras del maestro Ignacio Manuel Altamirano:

“Allí tenéis a Guerrero, a ese hombre que nos envidian las naciones más grandes de la tierra; para quien los reveses eran razones para ser fiel; para quien la esperanza era un motivo para perseverar; para quien la miseria no era un obstáculo; para quien la familia no era una cadena que lo atara al poste de la inacción; para quien la envidia era un sentimiento desconocido; para quien la cobardía era una vana palabra; para quien los alimentos estaban en los bosques y las municiones en las cartucheras del enemigo.

“Compatriotas: ese era Guerrero, esa figura grandiosa que nosotros no admiramos lo bastante quizá porque está demasiado cerca, pero que debíamos contemplar de rodillas, enorgulleciéndonos de haber nacido en el mismo lugar que meció su cuna, por un privilegio que no concede Dios sino de tarde en tarde a las naciones”.

(FMVH/FPM//MLC)