Servidor público y poeta. Nació en 1894 en Taxco; murió en Chilpancingo el 20 de julio de 1968.
Era adolescente cuando escribió, en 1907, una composición poética dedicada al cura don Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Patria.
A dos o tres años de iniciada la Revolución de 1910, publicó en Chilpancingo, junto con los poetas Rodrigo Torres Hernández, Jenaro Alarcón Ávila y Gonzalo de A. Carranza, una hoja impresa que salía los domingos con el título de Página del alma.
Militó en la Revolución al lado de don Venustiano Carranza. Obtuvo entonces el grado de capitán segundo.
Acompañó, en diciembre de 1923, al licenciado Rodolfo Neri Lacunza, gobernador del estado, cuando, a causa de la revolución figueroísta, el mandatario se vio precisado a evacuar la capital en compañía de varios colaboradores y amigos e internarse en la sierra que corre al poniente de Chilpancingo.
Habiendo perdido contacto con su amigo Neri, Carlos Gómez se dirigió a Chilapa y luego a la Ciudad de México para ponerse a las órdenes del presidente Álvaro Obregón.
Se inició muy joven como operador telegrafista en Chilpancingo. Por la eficiencia de sus servicios y sentido de responsabilidad alcanzó el puesto de superintendente del estado.
El 12 de noviembre de 1927 se le confirió la delicada misión de llevar a cabo los arreglos técnicos necesarios para que el presidente Plutarco Elías Calles operara, desde el Castillo de Chapultepec, la llave o manipulador telegráfico mediante el cual volaría, con dinamita, una enorme roca que había quedado sobre el trazo del camino y que, al desaparecer, franquearía el paso para que quedara inaugurado, en esta forma, el tramo carretero de Chilpancingo a Acapulco.
Recibió parabienes de periodistas, ingenieros de la Dirección de Caminos y jefes de los Telégrafos Nacionales por haber realizado con éxito lo que en aquel entonces se consideró una hazaña.
No obstante el intenso trabajo en el campo de las comunicaciones eléctricas, mantuvo siempre viva la llama de su inspiración; en 1927 escribió el bello poema Nido de águilas, al que siguieron algunos más con un sello particular que revela su carácter indomable y un romántico singular: Reto, Evocación y Gacela serían suficientes para recordar, por su estilo, a Salvador Díaz Mirón y al argentino Pedro B. Palacios (“Almafuerte”).
Se le considera en el cuadro de honor de los telegrafistas–poetas que formaron Leopoldo Ramos, Renato Leduc, Miguel Othón Robledo, Rodolfo Jara Castillo y Héctor D. Estrada.
Después de 30 años de servicio obtuvo su jubilación. En 1957 fue electo presidente municipal de Chilpancingo. Refrendó su indiscutible calidad de servidor público, la lealtad a las instituciones, una acrisolada honradez y los sentimientos humanitarios hacia colaboradores y gobernados.
Participó, con sus trabajos en verso y prosa, en la peña literaria Rubén Mora, organizada por el bardo Manuel S. Leyva Martínez.
José Gómez Sandoval, director de Actividades Culturales y Recreativas del H. Ayuntamiento Municipal de Chilpancingo, en 1987, editó el opúsculo Llovizna, con una selección de los poemas de Carlos G. Gómez Romero.
Hermilo Castorena Noriega publicó, en algunos periódicos locales, un esbozo biográfico: “La huella luminosa de Carlos Gómez Romero”.
(HCN)