Galeana (de Bargas), Hermenegildo

Caudillo insurgente. Benemérito de la Patria. Nació el 13 de abril de 1762 en Tecpan (hoy de Galeana); murió el 27 de junio de 1814, cerca de Coyuca (hoy de Benítez). Fue hijo de los señores Sebastián Galeana y Francisca de Bargas, de acuerdo con investigaciones realizadas en tiempos recientes.

Respecto de la historia de la familia y del apellido Galeana existen fundamentalmente tres estudios que exploran a fondo el tema. Uno fue llevado a cabo por Humberto Ochoa Campos en su libro El brazo derecho (Tata Gildo), publicado en 1967; allí se habla de que los antecedentes de la familia pudieron ser ingleses o italianos: Gagliani o Gagliano, respectivamente.

Otro trabajo corresponde al historiador Eduardo M. Vargas Galeana, con cuyos escritos de índole periodística se marcó particularmente la pauta para dar con el nombre completo de don Hermenegildo.

Pero fue Arturo Ríos Ruiz, con su libro Hermenegildo y los Galeana. El brazo fuerte de Morelos (2007), quien a través de una exhaustiva exploración de documentos históricos del Siglo XIX vino a poner en claro el tema en cuestión. Así, afirma: “El resultado de las investigaciones hechas hasta ahora nos demuestra que las anteriores afirmaciones eran erróneas y que la versión correcta es: El origen de la familia Galiana, con i, viene de inmigrantes de la isla de Mallorca, España, que procedían del Mediterráneo oriental. El de la familia Galeana, con e, viene de los vascos de la región de Bilbao (España)”.

El grupo consanguíneo vascuense de los Galeana, radicado en la Costa Grande (Tecpan y el actual San Jerónimo de Juárez), era blanco puro, como el mismo Hermenegildo; aunque, según se sabe ahora, el papá de éste, don Sebastián, había sido hijo fuera de matrimonio de José Galeana, rico hacendado de la región y que dejó sin herencia a su descendiente “ilegítimo”. De modo que su progenitor y el propio Tata Gildo pertenecían a los Galeana tecpanecos pobres y faltos de instrucción escolar.

Don Hermenegildo tuvo dos hermanos, Cándido y Albino; y, al igual que él, que casó con la señora Rafaela Ayerdi, de Atoyac, ninguno dejó descendencia, pues, como es sabido, Rafael Galeana fue un hijo adoptivo del matrimonio.

Durante su juventud administró la hacienda El Zanjón (hoy ciudad de San Jerónimo de Juárez), propiedad de su primo hermano Juan José Galeana; a instancias de éste, el 7 de noviembre de 1810 se incorporó en su pueblo natal a la todavía precaria fuerza militar insurgente de José María Morelos y Pavón. Junto con sus parientes Pablo, Juan José y José Antonio, todos del tronco Galeana, aportó algunas armas y un pequeño cañón llamado “el Niño”, que había sido comprado por ellos a una nave inglesa en Acapulco; pero, sobre todo, aportó hombres de mucha valía, que engrosaron las filas rebeldes, como fueron los afamados negros y “pintos” de la costa, quienes lo siguieron hasta el último momento de su vida.

Entre fines de noviembre de 1810 y el 29 de marzo de 1811 participó en las acciones de El Veladero, Llano Grande, La Sabana y Los Coyotes. Por enfermedad de Morelos, que sufría con frecuencia de dolor de cabeza, asumió el mando el coronel Francisco Hernández, quien huyó durante el primer combate. Entonces los propios soldados le confirieron el mando a Galeana y éste salió victorioso frente al general realista Nicolás Cosío, jefe de la plaza de Acapulco.

En mayo siguiente consiguió que se unieran a Morelos los miembros de la familia Bravo –Leonardo, Máximo, Miguel y Víctor, hermanos; y Nicolás, hijo de Leonardo–, dueños de la hacienda de Chichihualco, lugar donde el 21 de aquel mes derrotó al jefe español Lorenzo Garrote. En agosto, Morelos fortificó Tixtla y se dirigió a Chilpancingo, dejando aquella plaza al mando de Galeana y Nicolás Bravo. Fueron sitiados por Juan Antonio Fuentes –sucesor de Cosío–, pero a la postre resultaron triunfantes y debieron contener a sus soldados para que no mataran a los realistas que huían de la persecución (días 15 y 16).

Los jefes del ejército colonial no se explicaban cómo ellos, con 1500 hombres armados y ocho cañones bien surtidos de municiones, fueron avasallados por 600 insurgentes a los que consideraban chusma (indios y negros habilitados de militares). La Gaceta del Virreinato, que sólo publicaba los triunfos de los realistas, verídicos e inventados, calló por completo los sucesos de Tixtla.

Al frente del Batallón de Guadalupe, integrado mayormente por sus negros que cobraron fama de valientes hasta la temeridad y que al grito de “¡Galeana! ¡Galeana!” blandían el machete suriano con asombrosa destreza, así como con su joven asistente Vicente Guerrero, Hermenegildo realizó estragos en cada trinchera de lucha.

Poco después tomó Taxco, plaza donde se encontraba el ejército realista al mando de Mariano García Ríos; por varias horas se desarrolló una verdadera batalla en la que no se definía triunfador alguno, pero, como de costumbre, el arrojo de los negros costeños comenzó a imponerse. Una bala hirió gravemente al comandante García Ríos provocando la desbandada de sus soldados y, en consecuencia, el triunfo insurgente.

Enseguida Hermenegildo Galeana marchó a auxiliar a los insurgentes de Toluca, ciudad defendida por el general Rosendo Porlier; el 17 de enero de 1812 atacó las fortificaciones realistas apostadas en las medianías del poblado de Tecualoya, muy cerca de la actual capital mexiquense. Aunque fue rechazado en un principio con fiereza y sus tropas en retirada fueron perseguidas hasta el casco del pueblo, ahí mismo se reorganizó rápidamente: colocó varios grupos de hombres en diversos puntos que pronto atacaron a los soldados iberos, haciéndolos huir estrepitosamente hasta lograr la victoria.

Luego se concentró en Tenancingo –hoy estado de México–, hasta donde los persiguió Porlier con su ejército y el apoyo del contingente de Gabriel Yermo (rico propietario de la hacienda San Gabriel, cerca de Taxco); sin embargo, ahí los insurgentes lograron la muerte de Francisco de Paula Michelena, considerado un gran militar, y por más que la batalla duró todo el 22 de enero y parte del siguiente día derrotaron de nuevo a las fuerzas de la Corona.

Después entró a Cuernavaca y sus avanzadas incursionaron por el valle de México.

El 9 de febrero de 1812, Morelos decidió esperar en Cuautla a las fuerzas de Félix María Calleja; éstas llegaron el 18 y pusieron sitio a la ciudad, el cual habría de prolongarse por 73 días. El general insurgente contaba con las brigadas de Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros y Leonardo Bravo, las cuales se conformaban por mil de infantería y dos mil de caballería, más 300 elementos enviados por Ignacio López Rayón para apoyarlo. De acuerdo con estimaciones del propio Morelos, la fuerza de Calleja estuvo compuesta por unos 12 mil hombres.

Galeana cuidó el punto llamado de Santo Domingo, uno de los más peligrosos; atendió al abastecimiento de agua, que los españoles se empeñaban en cortar; el 30 de marzo atacó sin éxito el reducto realista de El Calvario; protegió la salida de Matamoros, el 21 de abril, para que éste intentara introducir un convoy de alimentos a la población hambrienta; y el 2 de mayo comandó la vanguardia que finalmente rompió el cerco.

El 4 de junio, posterior al sitio de Cuautla, el ya coronel Hermenegildo Galeana y sus costeños derrotaron a las tropas realistas que resguardaban el cerro de Zitlala, en un combate muy sangriento y que tuvo como objetivo frenar a las fuerzas españolas que perseguían a Morelos.

En los últimos meses de 1812, Tata Gildo, así llamado con cariño por sus soldados en vista de su afectuosa índole paternal, participó en la batalla de San Agustín del Palmar, comandada por Nicolás Bravo; más tarde estuvo en el enfrentamiento de Acultzingo, del estado de Veracruz.

En el primer acto de este combate, con 800 hombres, los insurgentes batieron a los dragones (soldados de una clase especial de gran reputación militar), que fueron reforzados por el Escuadrón de Puebla; durante la pelea Galeana perdió su caballo cuando éste recibió un balazo en la cabeza, así que Tata Gildo tuvo que pelear a la par de sus costeños. El 25 de noviembre participó en la toma de Oaxaca, dirigida personalmente por el cura Morelos.

A mediados de noviembre se le había ascendido al grado de mariscal, a pesar de que “inculpablemente no sabe escribir”, decía Morelos al tomar la decisión del caso; “sin embargo, por su valor, trabajo y bellas circunstancias” se hizo acreedor a esa distinción extraordinaria.

Junto con Galeana, también fue promovido a mariscal Matamoros, a quien además se le confirió el nombramiento de segundo de mando de Morelos; pese a que reconocía la superioridad de los méritos militares del costeño, fundaba su proceder en que el hombre de Tecpan no sabía leer. En su oportunidad, don Hermenegildo no dejaría de recriminar a Morelos el hecho de rodearse de hombres que no debía para el mando de las armas, y fue cuando expresó aquella famosa frase a manera de reclamo: “Yo no sabré escribir en papel, es verdad, pero sí atacar un campo”, lo cual era indiscutible.

Del 6 al 12 de abril de 1813, las fuerzas de Morelos, integradas por 1500 hombres distribuidos en cuatro frentes, pusieron sitio al Puerto de Acapulco, cuya fortaleza era defendida por el comandante realista Pedro Vélez. Galeana y su sobrino Pablo sorprendieron al enemigo en la isla La Roqueta, decidiendo con esta acción la toma del Castillo de San Diego.

En septiembre de 1813, con el grado de mariscal, Galeana aparece en la lista de los individuos del ejército que dieron su voto al Congreso de Chilpancingo para que Morelos fuese nombrado Generalísimo. En diciembre asistió al ataque de Valladolid (hoy Morelia), donde fue derrotado por Ciriaco de Llano en la garita de El Zapote. En Puruarán aconsejó a Morelos no dar batalla a los realistas antes de reorganizar sus fuerzas; sin embargo fue desoído y en esa acción cayó prisionero Matamoros y luego fusilado. En represalia, cien españoles fueron muertos en Acapulco; Galeana fue quien los condujo a La Quebrada.

Mientras Morelos fue a unirse al Congreso, el jefe realista José Gabriel de Armijo procedía a limpiar de insurgentes el sur del país: desalojó de El Veladero a Galeana y éste fue a refugiarse a la hacienda El Zanjón; volvió a formar una tropa, tomó el pueblo de Atoyac y atacó Coyuca; pero Francisco Fernández de Avilés (sargento mayor del Batallón del Sur) sorprendió a los revolucionarios y logró dispersarlos. Galeana se confundió con sus hombres; fue perseguido por el soldado Juan de Olivar, quien le gritó que se rindiese; no obstante, Galeana continuó a galope en su caballo, volteó y fue entonces cuando se golpeó en la cabeza con una gruesa rama de un árbol, de tal manera que cayó de su montura y quedó en el suelo inconsciente.

El parte militar escrito por el coronel De Armijo al virrey Félix María Calleja ubica la acción a las afueras de Coyuca, y aunque no precisó un punto determinado (para algunos historiadores fue en El Salitral), sí detalla cómo Joaquín de León, del Batallón de Dragones del Sur del ejército realista, le disparó matándolo en el acto para después cortarle la cabeza; se le dio sepultura en la iglesia de Coyuca. Asimismo, De Armijo notificó que De León fue premiado con la cantidad de 50 pesos por haber ejecutado a Hermenegildo Galeana.

Cuando Morelos se enteró de su muerte, exclamó, lleno de tristeza: “¡Se acabaron mis brazos, ya no soy nada!” Después de consumarse la Independencia, el 19 de julio de 1823, el Congreso de la Unión lo declaró Benemérito de la Patria.

(JSA/BM)