Heroína de la Independencia. Nació en Chilapa. Se ignoran los datos de su nacimiento y muerte.
Fue madre de don Leonardo Bravo. Provenía de familia española acomodada, dedicada a las faenas agrícolas. En 1810, al estallar la guerra contra la Corona española, desde un principio los Bravo Enciso mostraron gran simpatía por la revolución, actitud que provocó hostigamiento y persecución por las fuerzas realistas; por ello se encontraban refugiados en su hacienda de Chichihualco, lugar cercano a las cuevas de Michapan, que era el escondite elegido en caso de apuro.
Cuando Hermenegildo Galeana llegó al lugar fue recibido con cariño y entusiasmo. Allí el comandante Garrote atacó a los soldados insurgentes que se bañaban en el río Michapan; éstos pelearon desnudos y dieron la más vergonzosa derrota a los realistas. Morelos, al enterarse de la hazaña, se rio de muy buena gana.
No se alistó en las milicias revolucionarias, ni militó a las órdenes de ningún jefe, los hechos que la elevan a categoría de heroína fueron su generosidad para proveer a los insurgentes que llegaban a la hacienda, que eran bien recibidos y colmados de víveres, comida, municiones, pastura para la caballada y todo lo que podía darles, pero principalmente fue el desprendimiento que ella tuvo con Morelos cuando éste se presentó en Chichihualco, al ofrecerle para el servicio de la patria a sus diez hijos varones: Leonardo, Víctor, Miguel, Máximo, Casimiro, Calixto, Buenaventura, José María, Francisco y Mariano Bravo.
Todos sirvieron con entrega, desinterés y disciplina a la causa de la libertad. La oveja descarriada de la familia fue Mariano que, como el padre de Vicente Guerrero, estuvo del lado de los realistas y en varias ocasiones se enfrentó con sus propios hermanos, lo que entristecía profundamente a doña María Luisa.
Sus hijos sirvieron a la patria; no todos figuran en la historia porque las comisiones que se les encargaban eran distintas, pero siempre bien cumplidas. Les tocó acudir a diferentes partes del país donde requerían el auxilio que desempeñaban como soldados; desde mayo de 1811, cuando se unieron a Morelos, lucharon en Puebla, Guanajuato, Veracruz, Cuernavaca, Michoacán y en el sur, donde tienen descendientes; la mayoría se quedó a vivir en esos lugares. La entrega de los hijos al servicio de la causa independentista fue una gran satisfacción que aceptó como el deber más grande que una mujer puede hacer por su patria.
(JSA)