Catalán Catalán, María

Heroína de la Independencia. Se desconoce la fecha de su nacimiento, la cual podría ubicarse entre 1782 y 1783 en la ciudad de Tixtla de Guerrero; la misma suerte corre la información sobre su muerte. Sus padres fueron Nicolás Catalán y Nicolasa Catalán.

Es la segunda hija en la línea de descendencia del matrimonio Catalán Catalán; antes figura el general Nicolás y después de ella Dolores. Por un conflicto familiar dado en Tixtla entre el primogénito y su padre, viaja con su madre y sus hermanos a Jaleaca, donde se establecen por un periodo considerable. Después de algún tiempo Dolores se casa, quedando ella al cuidado de su hermano. Cuando Nicolás se traslada a trabajar en la Hacienda de Xolocamotla, perteneciente a su cuñado Antonio Gómez Ortiz, lleva consigo a María, quien sería su compañera filial durante el resto de su existencia.

En la etapa previa a la lucha armada por la Independencia formó parte de los conspiradores de Tepecoacuilco y cuando su hermano se une al movimiento de 1810 ésta le sigue los pasos participando activamente; por su lealtad y entrega a la causa pronto se gana la simpatía y el respeto de Morelos, a quien acompañaría en todas sus campañas.

En la histórica defensa del sitio de Cuautla sirvió de correo y proveyó de alimento a los insurgentes, poniendo en riesgo más de una vez su propia vida y dando muestras de una entereza ejemplar a grado tal que el mismo Generalísimo le confió documentos confidenciales un sinnúmero de ocasiones con la finalidad de que los entregara a sus contactos claves.

Para cumplir exitosamente las misiones encomendadas María se disfrazaba ya fuera de jornalera, pordiosera, indígena, etc., lo cual le permitía no sólo cumplir con la tarea asignada, sino servir también de informante de todo lo que acontecía y escuchaba.

Cuando el Siervo de la Nación fue hecho prisionero se trasladó a México para estar al pendiente de su proceso; al enterarse de la sentencia viajó a San Cristóbal Ecatepec y estuvo allí durante su fusilamiento. Comprometida hasta las últimas consecuencias fue testigo del abrazo de Acatempan, de la entrada triunfal a la Ciudad de México y, en consecuencia, de la consumación de la Independencia.

De los sucesos memorables en su historia figura el de haber sido una de las mujeres que, junto con Catalina González de Bautista y Antonia Nava de Catalán, ofrecieron sus cuerpos para que sirvieran de alimento en el encarnizado sitio puesto a los insurgentes en el Cerro del Campo por Gabriel de Armijo. Por su acendrado patriotismo y dedicación en la lucha libertaria, María Catalán Catalán ha sido una de las mexicanas distinguidas en las páginas de nuestra historia.

(JSA/JPLC)