Carrillo Morales, Álvaro

Ingeniero agrónomo y compositor. Nació en San Juan Cacahuatepec, municipio de Pinotepa, Oaxaca, el 2 de diciembre de 1920; murió en México, Distrito Federal, el 3 de abril de 1969. Fue hijo de José María Carrillo Jiménez, director de la orquesta local, y de Candelaria Morales, una mulata de Juchitlán, Guerrero, de donde le viene su ascendencia afromestiza. Siendo muy niño falleció su madre y quedó al cuidado de la señora Teodora Alarcón, segunda esposa del señor José María.

Realizó la primaria en su pueblo natal; la secundaria, en San Pedro Amuzgo, Oaxaca, y cursó dos años de profesor en la Escuela Normal de Ayotzinapa. Con el apoyo del maestro Hipólito Cárdenas, director de Ayotzinapa en los años del cardenismo, ingresa en 1940 a la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo (hoy Universidad de Chapingo), donde se graduó de Ingeniero Agrónomo en 1949. Vivió en Ometepec y Acapulco.

En la Ciudad de México radicó desde 1957. Guerrerense consuetudinario, más de una vez declaró ser oaxaqueño por nacimiento, pero hijo de crianza de la Costa Chica de Guerrero.

Trabajó unos meses en la Comisión Nacional del Maíz, abandonó su profesión para dedicarse por entero a la música. Entre una vida bohemia intensa se revelará su veta artística de gran trovador y compositor, en el que confluyen diversos géneros como el bolero, la chilena, el huapango y el corrido, principalmente.

De los días de estudiante son: Celia (su primera creación, compuesta en 1937), Morenita linda y La amuzgueña. En el periodo de 1940 a 1947 creó Eso, Magnolia, Azul, Flores del corazón, Matemáticamente, entre otras de estilo romántico.

Fue a mediados de la década siguiente cuando el compositor cacahuatepeco se abre paso hacia la inmortalidad. Surgió en los medios de difusión con la melodía Cancionero, que cantó María Victoria en 1955 en la XEW. El trío Los Duendes fue el primero en grabarle una canción en 1956, se trató de Amor mío; el tema tuvo aceptación inmediata en el gusto del público.

A la vuelta del año, el chileno Lucho Gatica, una de las voces prominentes de esos tiempos, elevó a la lista de éxitos mexicanos algunos de los boleros representativos de Carrillo Morales: Eso, Un minuto de amor, Sabrá Dios, Ya vivimos y, sobre todo, Amor mío (fascinante por el ritmo de los versos y el manejo genial de la metáfora), y que el chileno internacionalizó en giras por Sudamérica y EU.

Los cantantes de renombre, nacionales y extranjeros, solicitaron sus temas por esa forma de decir las cosas, por esas líneas melódicas que renovaban las tonadillas repetitivas tan en boga, por las imágenes literarias que describían el amor. De la primera época sobresalen intérpretes como Pepe Jara, Olga Guillot, el trío Los Santos, Doris Day, Connie Francis, Eydie Gorme y Los Panchos, Los Tres Ases y José José.


Pepe Jara y Álvaro Carrillo.

En la numen carrillista también encuentran eco los ritmos que influyeron en su origen: pasillo ecuatoriano, vals peruano, bambuco colombiano y hasta rock–chachachá.

El autor cierra la década de los 50 con éxitos como Luz de luna, No te vayas, no y Mi camino. Junto a estas piezas nació su obra cumbre: Sabor a mí, tal vez el mejor bolero, el más acabado de todos los tiempos, y que estrenaron los Tres Ases en 1959. Con registros en Francia, Bélgica, Austria, Italia, Estados Unidos, Holanda e Inglaterra Sabor a mí se canta hoy en día aún en japonés, en croata y rumano.

Sabor a mí

Tanto tiempo disfrutamos/
de este amor/ nuestras almas se acercaron/
tanto así, que yo guardo tu sabor/
pero tú llevas también/ sabor a mí.
Si negaras mi presencia en tu vivir/
bastaría con abrazarte y conversar/
tanta vida yo te di/
que por fuerza tienes ya/ sabor a mí.
No pretendo ser tu dueño/
no soy nada yo no tengo vanidad/
de mi vida, doy lo bueno/
yo tan pobre que otra cosa puedo dar.
Pasarán más de mil años, muchos más/
yo no sé si tenga amor la eternidad/
pero allá tal como aquí, en la boca llevarás/
sabor a mí.

Entre 1960 y 1964 entrega La mentira, Como un lunar, El último tres; Un poco más, Luz verde, Amor sin ley, Pronto, Orgullo, Seguiré mi viaje, Diariamente y El andariego, vals que recuerda la vida errante de un enamorado. Seguirán, en 1965: La señal y Camino blanco. En 1966: Te doy dos horas; en 1968: Entonces, mientras que Condénala se inscribiría el año de su muerte (1969).

En torno a La mentira, canción originalmente titulada Se te olvida, Caridad Bravo Adams escribió el libreto para una telecomedia protagonizada por Julissa y Enrique Lizalde, de la que se haría luego una película con el mismo nombre y con fondo musical de la melodía. La mentira sería el tema más grabado de Álvaro Carrillo en los años 60, con celebridades mundiales como Frank Sinatra (que también llevó a la discografía Sabor a mí), Plácido Domingo, Vicky Carr, el pianista Carmen Cavallaro y las orquestas de Ray Anthony y Ray Conniff.

Otros intérpretes son: Irma Carlon, Boby Capó, Antonio Prieto, Virginia López, Los Tres Diamantes, Lupe y Raúl, Rafael Vázquez, Libertad Lamarque, Hermanos Reyes con Teresita, Javier Solís, Daniel Ríolobos, Marco Antonio Muñiz, Luis Aguilar, Susana Harp, Pedro Vargas; más recientemente Yuri, Eugenia León, Tania Libertad y Luis Miguel.

Pujante innovador de la canción sentimental, del bolero romántico que imperó en nuestro país desde la aparición de Agustín Lara, Álvaro Carrillo también desplegó su creatividad a través de otros géneros y formas musicales con resultados siempre felices por su originalidad y calidad. He aquí el huapango (Eso merece un trago), la chilena (El bravero) y el paso doble (Darío Ramírez).

Su quehacer en el filón vernáculo es particularmente valioso en cuanto a la chilena, música donde comparte méritos con los otros cinco cultivadores emblemáticos del género guerrerense: José Agustín Ramírez (Ometepec), el presbítero Emilio Vázquez (La sanmarqueña), Antonio I. Delgado (Guerrero es una cajita), Vidal Ramírez (Verdad de dios) y Tadeo Arredondo (Atolito con el dedo). En esta línea, el hombre de Cacahuatepec sumó a su fecunda producción una media docena de títulos.

Pinotepa, nombre de la chilena de su autoría más típica, aunque no la más bailada, es cantada por los copleros de la Costa Chica en los momentos festivos y bohemios. No obstante, la más popular es, hoy por hoy, La sureña, mejor conocida como El negro de la costa (“Soy el negro de la Costa de Guerrero y de Oaxaca, no me enseñan a matar porque sé cómo se mata/ y en el agua sé lazar, sin que se moje la reata”). Otra es La negra cortijana (“de la pila nace el agua/de la caña el aguardiente/ de las mujeres costeñas, nacen los hombres valientes”). Y una novedad, El amuleto, ejecutada con gracia y picardía (“Si zapateas bonito yo te prometo/ hacer con el polvito de tus zapatos un amuleto”).

En 1966 el propio autor hizo un álbum en el que se interpretó a sí mismo; acompañado por el conjunto del potosino Chucho Zarzosa, el disco está integrado por los 12 temas siguientes: Seguiré mi viaje, La mentira, Cancionero, El andariego, Un poco más, Amor mío, Sabrá Dios, Sabor a mí, Te doy dos horas, Diariamente, Luz de luna y Como un lunar.

Carrillo arregló también, y puso al día, canciones de autores anónimos de Oaxaca y Guerrero, entre ellas Charco Choco (chilena) y Alingo lingo, un son que hoy figura en el repertorio de las danzas folclóricas nacionales.

Al morir el compositor oaxaco-guerrerense dejó un acervo de 59 canciones grabadas, a las que se agregaron diez temas más en 1986, hasta entonces inéditos, grabados por Pepe Jara, el trovador solitario, con el trío Los Pao. En total compuso alrededor de 300 melodías, según constancia de sus hijos. El maestro de Cacahuatepec está considerado por los medios discográficos como el autor mexicano más traducido a otros idiomas.

Desempeñó el cargo de secretario del Consejo Directivo de la Sociedad de Autores y Compositores de México y secretario del Interior de la Sección de Compositores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC).

El 1 de abril de 1969 asistió a la toma de posesión, en Chilpancingo, del gobernador Caritino Maldonado Pérez. En el viaje de regreso a México, en el kilómetro 20 de la autopista a Cuernavaca, sufrió un accidente al ser embestido su coche por una camioneta que se saltó el camellón; en el acto salió gravemente herido, al igual que su esposa, Ana María Incháustegui Guzmán; ambos expiraron horas después en el Hospital de Traumatología de Xoco. Recibió sepultura en la Ciudad de México.

Tuvo muchos homenajes en la capital del país; año con año una asociación civil de oriundos de la Costa Chica recuerda el aniversario luctuoso interpretando sus canciones al pie de su tumba en el Panteón Jardín. En Pinotepa se llevan a cabo anualmente diversos actos en su memoria. En 1986 la República de Cuba hizo honor a la gloria del trovador al denominar Sabor a mí la celebración de los cien años del bolero, verificada en la ciudad de La Habana.

En 1988 se filmó una película basada en su vida que lleva el título de una de sus canciones: Sabor a mí, protagonizada por José José y Angélica Aragón, y dirigida por René Cardona Jr.

(BM)