Pintor. Nació en la ciudad de Oaxaca en 1695; murió en 1768. Casó en 1740 con Ana María Solano y Herrera, con quien procreó varios hijos.
Immaculata in the rosary de Miguel Cabrera.
Principalmente se dedicó a pintar cuadros de temas religiosos. Muy conocido en la época virreinal por su acomodo al gusto de ese tiempo, a veces en detrimento de estilos culteranos.
Autor de más de 36 lienzos que constituyen la pinacoteca del notable artista en el interior de la iglesia de Santa Prisca, en Taxco de Alarcón, obras que pueden admirarse en los muros de la sacristía, así como a la mitad de la nave, a la altura de la puerta lateral, los dos medios grandes puntos, y en la capilla del Padre Jesús las pinceladas artísticas que representan los martirios de Santa Prisca y de San Sebastián. José de la Borda cubrió económicamente el trabajo de este pintor oaxaqueño.
En su lugar natal aprendió las primeras lecciones sobre pintura; después, en 1719, cuando tenía 24 años de edad, entró al taller de Juan Correa en la Ciudad de México, tiempo en que empezó a tener amistad con personajes influyentes del virreinato y de la Iglesia, permitiéndole obtener algunos puestos de importancia, pero siempre en relación con el género de su arte.
Fue pintor oficial de varias órdenes religiosas y pintor de cámara del arzobispo Rubio y Salinas, hecho que contribuyó a su ascendente fama. Creador de los cuadros de las estaciones del Vía Crucis de la Catedral de Puebla, de la mayoría de los murales de los colegios de San Pedro y San Pablo, San Ildefonso, y la Real y Pontificia Universidad de México. En casi todas las iglesias y conventos de la Ciudad de México, en edificios religiosos de diversos puntos del país, así como en colecciones particulares en México y en el extranjero, existen obras de su autoría.
Una de las más notables y comentadas características de Cabrera es la increíble rapidez con que pintaba, pues sólo así se concibe que haya podido concluir únicamente en 14 meses 34 frescos de la vida de San Ignacio y de Santo Domingo.
Fundó en 1753 la primera academia privada de pintores de la Ciudad de México, donde fungió como presidente perpetuo. Estableció un taller al que concurrían los prestigiados artistas del pincel Alcíbar, Arnaiz, Morlete Ruiz y Vallejo.
Publicó el libro Maravilla americana (1756), tratado de formidables singularidades como el caso prodigioso de la imagen de la Virgen de Guadalupe, al declarar que lo plasmado en el ayate de Juan Diego no es obra humana sino sobrenatural; asimismo, las interesantes noticias acerca de los pintores de su época.
Al morir fue sepultado en la Ciudad de México, específicamente en el templo de Santa Inés, al pie del altar de los pintores.
(JRV)